El convento de San Martiño Pinario, en Santiago de Compostela

El monasterio benedictino de San Martiño Pinario de Santiago de Compostela está situado frente a la fachada de la Azabachería de la catedral y es el más valioso conjunto del barroco gallego y el segundo monasterio más grande de España después de San Lorenzo de El Escorial.

Fachada del monasterio desde la Azabachería

Fragmento del plano de la ciudad de Santiago de Compostela grabado por Mayer ha. 1888 donde se observa el monasterio, con la iglesia con planta de cruz latina y capillas laterales, la segunda del lado de la Epístola, la Capilla de la Virgen del Socrorro, más desarrollada, y los claustros (1)

La noticias más antiguas sobre la existencia de un cenobio benedictino en el lugar datan de comienzos del siglo X, al poco tiempo del descubrimiento de los restos del apóstol, y son unos privilegios otorgados por el rey Ordoño que certifican las primeras donaciones recibidas por la comunidad y la posesión de la iglesia de Santa María de la Corticela.

Vista aérea del monasterio (2)

También se sabe que a mediados del siglo XI se decidió la construcción de un nuevo cenobio para dar cabida a una comunidad que había crecido. Su iglesia quedó consagrada en 1112 por el arzobispo Gelmírez y todavía se conserva en nuestros días, incorporada al conjunto catedralicio.

Plano de la catedral señalando la ubicación de la Corticela (3)

Tímpano de la oculta portada de la iglesia de Santa María de la Corticela, inscrita en el conjunto catedralicio y a la que se accede desde el transpto norte

Durante toda la Edad Media las propiedades del monasterio fueron creciendo aunque sin escapar a la decadencia de la vida monacal gallega en la baja Edad Media, situación agravada en el siglo XV por el nombramiento de los abades por los monarcas.

Pero con la reforma de las órdenes regulares aprobada por los Reyes Católicos, desaparecieron estos abades comendatarios y los monasterios quedaron supeditados a una comunidad mayor, que en el caso de San Martiño fue la de los benedictinos de Valladolid, una vinculación que supuso su recuperación y su conversión en el monasterio más rico y poderoso de Galicia, pudiéndose permitir, a partir del siglo XVI, una reedificación completa que se prolongó durante los siglos siguientes.

Y llegamos al siglo XIX, en el que las sucesivas desamortizaciones supusieron la exclaustración de los monjes y el progresivo deterioro del edificio, que pasó por varias funciones hasta que en 1868 se convirtió en Seminario Conciliar de la archidiócesis compostelana, función que sigue desempeñando, y a la que se han ido añadiendo el Archivo Diocesano, una hospedería, el Instituto Teológico Compostelano y la Escuela Universitaria de Trabajo Social, los dos últimos dependientes de la Universidad de Santiago.

La actual iglesia comenzó a erigirse al poco del nombramiento de Juan de Sanclemente Torquemada como arzobispo de Santiago en 1587. El proyecto le fue encargado a Mateo López, el arquitecto monástico más destacado de la ciudad. A la muerte de López en 1606 asumió la dirección de la obra Benito González de Araujo.

La fachada de la iglesia, orientada al oeste y abierta a la plaza de San Martín, presenta portada con estructura de gran retablo de piedra dividido en tres cuerpos y tres calles separadas por columnas estriadas y está dedicada a la exaltación de la Virgen María y de la orden benedictina.
Dibujo de la fachada de la iglesia (4)

Detalle de la fachada de la iglesia

El remate de frontón cuenta con un relieve de San Martín a caballo repartiendo su capa con un pobre, patrón del convento. 

Remate de frontón de la fachada de la iglesia

Su actual aspecto se debe, además de al diseño inicial de Mateo López, a posteriores intervenciones, Así, en el siglo XVII Peña del Toro la engrandeció añadiendo dos torres a los lados, que no llegaron a elevarse por encima de la iglesia por la oposición del cabildo catedralicio, y abriendo dos ventanas laterales, adornadas con las primeras sartas de frutas del barroco compostelano, antecedente de lo que después sería utilizado profusamente por Domingo de Andrade en la Torre del Reloj de la catedral y en la Casa de la Parra de la plaza de la Quintana.

Ventana de la fachada de la iglesia

Además, en 1771 fray Manuel de los Mártires diseñó, con ejecución de fray Plácido Caamiña, una intervención que consistió en bajar el nivel de la puerta respecto del de la plaza, quedando la parte superior de la antigua convertida en vidriera, e incorporar una escalera descendente con una efectista mezcla de curvas y contracurvas que crean un interesante juego perspectivo.

La  plaza de San Martín desde la portada de la iglesia

Juego de curvas y contracurvas de la escalera de fray Manuel de los Mártires

El interior se conforma con planta de cruz latina con cabecera rectangular flanqueada por sendos espacios también rectangulares que podrían haberse diseñado como sacristías, nave única cubierta con bóveda de cañón de falsos casetones que enmascaran los nervios y tres capillas laterales a cada lado comunicadas entre sí mediante arcos de medio punto y con igual cubierta que la nave.

Nave de la iglesia (5)

La capilla mayor es de gran desarrollo, de planta rectangular y cubierta de bóveda de cañón casetonada. Cuenta con una sillería barroca de nogal y un impresionante retablo exento que, junto con los laterales en los brazos del crucero, consigue uno de los conjuntos más exquisitos del barroco peninsular.

Cubierta de cañón casetonada de la capilla mayor

La sillería fue realizada por Mateo de Prado entre 1639 y 1647 y denota influencia de Gregorio Fernández, los grabados de la edición romana de 1579 de Vita et miracula sanctissimi patris Benedicti y del coro de la catedral que, paradójicamente, en la actualidad también puede admirarse en San Martiño, ubicado en el coro alto de la iglesia. La crestería de remate fue diseñada por Diego de Romay en 1673. La iconografía supone la exaltación de la Virgen María como destructora del pecado del mundo y en relación con el dogma de la Inmaculada Concepción, del que la orden benedictina fue una gran defensora.

Sillería del coro de la capilla mayor (6)

Una de las características más llamativas del retablo mayor es su doble función de retablo-baldaquino con doble cara, una hacia la nave y otra hacia el coro de la comunidad monástica. Se organiza mediante dos cuerpos con profusa decoración en pan de oro, con columnas salomónicas, volutas, perlados, hojas de acanto, menuda decoración vegetal… y su discurso iconográfico se articula en torno a la Asunción y la Coronación de la Virgen.

Retablo de la capilla mayor

Los retablos laterales, colocados en los testeros del crucero, están dedicados a San Benito y a la Virgen Inglesa, que recibe ese nombre porque la tradición dice que la talla de la Virgen con el Niño que preside el conjunto, que data de ha. 1500, fue traída a Compostela por católicos exiliados de Inglaterra en tiempos de Enrique VIII; se distribuyen en tres calles y ático, con columnas salomónicas de orden gigante sobre un banco muy desarrollado. Presentan volutas, sartas de frutas, ménsulas, cintas y están rematados por frontones semicirculares partidos de los que emerge una forma piramidal.

Retablo lateral de San Benito (5)

El crucero fue cubierto por Bartolomé Fernández Lechuga con una impresionante cúpula nervada sobre pechinas sin tambor y con doce ventanas en el arranque que dan la sensación de que está flotando en el aire, conformando el ámbito predilecto para los enterramientos.

Cúpula del crucero desde el balcón volado de la nave de la iglesia

La nave cuenta con un balcón volado corrido desde el coro alto hasta el crucero apoyado en ménsulas con decoración vegetal y antropomórfica de cuestionada autoría, pues algunos autores lo relacionan con fray Tomás Alonso, pues las ménsulas son muy similares a las que realizara en la fachada del Hospital de los Reyes Católicos, y otros dicen que es obra de fray Gabriel de las Casas, que se sabe que en 1685 estaba trabajando en San Martín.

Nave de la iglesia desde la capilla mayor, desde donde se observa la cubierta de bóveda de cañón casetonada, el balcón volado y el coro alto

Detalle de las ménsulas del balcón volado

Todas las capillas muestran retablos añadidos en el siglo XVIII. La más significativa es la Capilla de la Virgen del Socorro, segunda a la derecha, de diseño atribuido a Fernando de Casas y Novoa, el arquitecto de la fachada del Obradoiro de la catedral, un espacio centralizado decorado con materiales policromados y jaspes de suntuosa apariencia cubierto con cúpula casetonada sobre pechinas.

Cúpula casetonada de la Capilla de la Virgen del Socorro

En la actualidad parte del conjunto conventual está habilitado como museo de arte religioso. La exposición permanente está formada por 12 salas distribuidas en varios pisos con colecciones de pintura, escultura, orfebrería, plantas de grabados, vestiduras litúrgicas, restos arqueológicos, fondos bibliográficos… y en el recorrido pueden visitarse la antigua imprenta, la botica, la capilla de las reliquias…

Estos ángeles que portan los instrumentos de la Pasión formaban parte del Monumento de Jueves santo de 1772, diseño de fray Plácido Caamiña y realizado por José Ferreiro y Manuel Landeira Bolaño

La sacristía se levanta en el lado norte de la iglesia. Fue comenzada por fray Gabriel de las Casas a fines del siglo XVII y concluida por Fernando de Casas y Novoa en 1740. Es de planta de cruz griega con cubierta de bóvedas de cañón en los brazos y cúpula central de casetones.

Cúpula de la sacristía

Como parte del complejo se ha habilitado como museo, aquí pueden verse una serie de figuras del citado Monumento de Jueves Santo ubicadas sobre los pilares y en el arranque del entablamento sobre el que se apoyan las bóvedas: los Cuatro Evangelistas y las Virtudes Cardinales y Teologales.

Dos de las Virtudes del Monumento de Jueves Santo de 1772

Desde la sacristía parten unas escaleras de acceso al coro alto, sustentado por una bóveda plana casetonada que alterna piedra y madera imitando piedra para aliviar su peso.

Escalera de acceso al coro alto

Bóveda casetonada que soporta el coro alto

Alberga el coro renacentista de la catedral de Santiago, desmontado de su emplazamiento en el centro de la nave principal y trasladado aquí en la década de 1945, nuevamente trasladado a la iglesia coruñesa de Santa María de Sobrado dos Monxes en la década de 1970 y de nuevo en San Martiño desde 2004, tras un proceso de restauración.

Coro renacentista de la catedral de Santiago de Compostela

Otra de las salas incorporadas al circuito del museo es la antigua botica. Antes del siglo XV la atención sanitaria recaía, fundamentalmente, en los monasterios. Así, en todas las comunidades monásticas existía un monje boticario que cultivaba y recolectaba hierbas y plantas medicinales con las que elaboraba sus remedios.

La botica de San Martín está documentada desde fines del siglo XVI, siempre regentada por un monje de la comunidad. Al principio atendía a la comunidad y, esporádicamente, a algún peregrino o enfermo pobre. Pero a mediados del siglo XVII se abrió al público y a comienzos del XIX se trasladó al ala izquierda de la fachada principal del monasterio para permitir el acceso desde el exterior, en lo que se conoció como la botica nueva.

Distintos instrumentos utilizados en la botica

Esa fachada principal del monasterio se levanta ante los jardines de la Plaza de la Inmaculada. Fue diseñada por fray Gabriel de las Casas y es de gran sencillez, dividida en tres partes con un eje central flanqueado por dos grandes lienzos de cuatro pisos y torres en los extremos. La portada ocupa el cuerpo central y se organiza mediante cuatro columnas dóricas de orden gigante que soportan un entablamento con pináculos.

Dibujo de la fachada sur del monasterio (4)

En 1738 Fernando de Casas y Novoa añadió una gran peineta rectangular con el escudo de España, rematando todo el conjunto con otra imagen de San Martín repartiendo su capa.

Portada del monasterio con el remate de la peineta de Fernando de Casas y Novoa

El monasterio también cuenta con dos claustros.

Planta de los dos claustros de San Martiño (7)

El Claustro de las Oficinas fue iniciado por Bartolomé Fernández Lechuga en 1626, continuado por Peña del Toro y concluido por Fernando de Casas y Novoa en 1743. Tiene planta rectangular con seis tramos en los lados mayores y cuatro en los menores y dos plantas también unidas por columnas emparejadas.

Claustro de las Oficinas (8)

El Claustro de la Portería o de las Procesiones, el más grande, comenzó a erigirse hacia 1633 en el lado más próximo a la iglesia. Aunque el proyecto se atribuye a Bartolomé Fernández Lechuga, trabajaron en él Peña del Toro o Miguel de Romay, también autor del campanario. Tiene dos plantas unidas por dobles columnas de orden toscano gigante que arrancan de plinto. La primera planta presenta arcos de medio punto y la segunda, de fray Tomás Alonso, balcones adintelados flanqueados por semicolumnas dóricas. El conjunto está rematado por una cornisa con pináculos.

Claustro de la Portería o de las Procesiones (5)

Lamentablemente, los claustros no forman parte del recorrido visitable, aunque como sede de la Facultad de Trabajo Social, quizá pueda visitarse en periodo lectivo.

Desde este enlace podéis acceder otros MONASTERIOS en Viajar con el Arte.

Imágenes ajenas:

(5) http://es.wikipedia.org/wiki/Monasterio_de_San_Mart%C3%ADn_Pinario
(6) https://es.wikipedia.org/wiki/Mateo_de_Prado
(7) VIGO TRASANCOS, A., “Bartolomé Fernández Lechuga y el claustro procesional de San Martín Pinario en Santiago de Compostela”. Cuadernos de Estudios Gallegos, IEGPS (CSIC), Vol 41, nº 106, 1994, pp. 377-310.

Fuentes:

VIGO TRASANCOS, A., “Bartolomé Fernández Lechuga y el claustro procesional de San Martín Pinario en Santiago de Compostela”. Cuadernos de Estudios Gallegos, IEGPS (CSIC), Vol 41, nº 106 (1994), pp. 377-310.

Comentarios

Filustro ha dicho que…
Impresionante monasterio. Santiago tiene tanto que ofrecer que se me ha escapado esto. Gracias por enseñarlo.
Sira Gadea ha dicho que…
Es verdad, Santiago es verdaderamente una ciudad impresionante, plagada de historia y de bellas obras del hombre. Pero es cierto que parece que la espléndida catedral nos hace no prestar atención a otras maravillosas obras. Precisamente esa es la intención de mi blog, llamar la atención sobre eso que muchas veces se nos pasa.
Unknown ha dicho que…
Si, siempre fue de gran importancia y su riqueza y poder llegó a ser en alguna época superior a la de la Catedral.
Es curioso ver en el dintel de muchas de las casas del casco antiguo la señal del señorío al que pertenecían, siendo la mayoría una concha -propiedad del Cabido catedralicio- o un pino -representando a S Martín Pinario-.
Hacia el final del siglo pasado, cuando se ultimó el desescombro de muchas estancias, tuve ocasión de visitar casi todo el edificio -agotador- y nos enseñaron el paso desde la iglesia hasta el claustro procesional a través de una de las capillas laterales de la iglesia donde apenas se podía percibir al fondo una puerta de doble hoja.
Hay tantos detalles.
Me alegró mucho poder leer este post, Sira.. todos estos detalles contrastados profesionalmente me llenan el alma, será cursi pero no encuentro las palabras adecuadas.
Gracias por aportarme tanto.
Sira Gadea ha dicho que…
Ese paseo que describes por todo el edificio debió ser agotador pero emocionante al máximo, sintiéndote como un monje más en el tiempo en el que el monasterio estaba en su máximo apogeo. Tampoco sé si será cursi, pero tus palabras me emocionan. Un fuerte abrazo.
Unknown ha dicho que…
Una incorporación relativamente reciente -enmarcada en las restauraciones y recuperación de espacios dentro del monasterio- es precisamente la destinada a hospedaje de calidad.
Cuenta con entrada independiente del resto de las estancias, en la fachada principal.
Merece la pena reservar. Todo un lujo
.
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, Victoria. Habrá que tener en cuenta esa recomendación, desde luego.
Xosé Luís Alonso ha dicho que…
Sira, como siempre, un artículo excelente, tanto por su contenido como por las fotografías.
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias Xosé Luís. Es un monasterio verdaderamente impresionante y no todo lo conocido que debiera, a mi parecer. Queda eclipsado por la catedral y los turistas no se fijan. Nos estuvimos paseando por él más de dos horas sin nadie, solo un señor que entró en la iglesia silenciosamente y se sentó en un banco del principio y allí se quedó todo el tiempo. Supongo que rezando. No pude evitar hacerle una foto. Me conmovió su actitud en una iglesia que yo creía desacralizada.
katetine villa ha dicho que…
Hermoso lugar, tengo una Agencia de viajes fotográficos y nuestro siguiente viaje es el camino de Santiago y conocer y fotografiar todos estos lugares emblemáticos.

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