La iglesia, hoy conocida como “La Clerecía”, del Real Colegio del Espíritu Santo, en Salamanca

La historia de los jesuitas en Salamanca comienza en 1548, cuando tras el fallido intento de Ignacio de Loyola, veinte años antes, de establecer una comunidad en la ciudad, incluso sufriendo prisión, la Compañía encontró acomodo, a pesar de la oposición de otras Órdenes y asediados y alejados de los Estudios, en unas casas cedidas por el obispo de Coria, don Francisco de Mendoza.

La iglesia del Espíritu Santo, conocida como “La Clerecía”, desde las cubiertas de la Catedral Nueva de Salamanca


Pero poco después sus enseñanzas también serían incorporadas a la Universidad, incluso concediéndoles cátedras, empezando una progresión que contó con el decidido apoyo de la reina doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III, con testamento y codicilo, otorgados en 1601 y 1611 respectivamente, en los que dejó expreso deseo de que se construyera un edificio, no ya como simple casa profesa sino como Seminario central para la educación de jóvenes jesuitas que difundieran sus enseñanzas por el mundo, una formación convertida en uno de los instrumentos más eficaces para propagar las ideas contrarreformistas surgidas en el Concilio de Trento.

Así, por orden de Felipe III y siguiendo dichas disposiciones testamentarias, en 1614, ya fallecida la reina, comenzaron los trámites mediante la fundación de un Colegio de patronato real con iglesia dedicada al Espíritu Santo, estableciéndose que debía erigirse intramuros, frente a la parroquia de San Benito, en el lugar ocupado por las casas del conde de Fuentes.

Las primeras trazas del Colegio Real, del arquitecto carmelita fray Alberto de la Madre de Dios, con iglesia central flanqueada por patios simétricos, uno para la comunidad que atendería la iglesia y otro para las aulas, biblioteca y otros servicios del colegio, denotan influencias de la arquitectura hospitalaria y el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, pero también de los propios colegios de la Compañía, con un claro ejemplo en Monforte de Lemos, fundado por el cardenal Rodrigo de Castro en 1592. Pero ese primer proyecto, de colosales dimensiones, no pudo realizarse porque el propio rey no lo aprobó, influenciado por la oposición en bloque del Ayuntamiento de Salamanca, la Universidad, el Cabildo, la nobleza y el propio conde de Fuentes, que no estaba dispuesto a vender los terrenos.

Primera traza de fray Alberto de la Madre de Dios y traza definitiva de Juan Gómez de Mora

Las nuevas trazas, del maestro mayor de obras Juan Gómez de Mora, fueron aprobadas en 1617, al tiempo que se daban las órdenes para la expropiación y derribo de las casas en el nuevo terreno elegido, anexo al anterior, un proyecto que reducía considerablemente las dimensiones del conjunto aunque conservando el tamaño de uno de los dos patios, el que sería Claustro de los Estudios, y la planta y sección del templo. Aun así, eran casi 8.000 metros cuadrados en un solar de más de 13.000.

Planta del Real Colegio del Espíritu Santo de Salamanca (1)

Gómez de Mora dirigió las obras durante 27 años, periodo en el que se levantó el cuerpo bajo de la iglesia y el pabellón de la comunidad.

Aunque los arquitectos posteriores respetaron la estructura, fueron añadiendo progresivamente un ornato propio de la época, terminando por convertir el conjunto, concebido desde un punto de vista postherreriano, en un espectacular ejemplo de barroco español.

Maqueta del conjunto

Después de Gómez de Mora se distinguen tres etapas constructivas. Entre 1642 y 1673, el hermano Pedro Mato erigió el cuerpo alto y la cúpula de la iglesia, las bóvedas y capillas de la sacristía y el cuerpo central de la fachada.

Entre 1687 y 1729, Juan de Setién Güelmes y Pantaleón Setién erigieron el tránsito de la iglesia, el Patio de la Comunidad y el inicio del Patio de los Estudios. Además, Joaquín de Churriguera, que en ese momento estaba levantando la cúpula de la Catedral Nueva, recibió el encargo de reparar la de la iglesia, que ya presentaba problemas estructurales.

Finalmente, entre 1730 y 1766, Andrés García de Quiñones completó el Patio de los Estudios, realizó la escalera principal, el Aula Magna, el pabellón septentrional y la balaustrada del segundo cuerpo, la espadaña y las torres de la fachada de la iglesia.

Torres y espadaña de la portada de la iglesia, de Andrés García de Quiñones

En este periodo, Jerónimo García de Quiñones, que estaba trabajando como aparejador en la obra de su padre, también firmó la portada del Colegio.

Portada del Colegio, de Jerónimo García de Quiñones

Pero el edificio, una vez terminado, duró muy poco en manos de los jesuitas, pues tras la Pragmática Sanción de Carlos III en 1767, que decretó la expulsión de la Compañía de los territorios de la Corona Española, fue repartido entre tres instituciones: a la Real Clerecía de San Marcos se le adjudicó el templo y su sacristía, en el lienzo oeste se estableció el Colegio de Nobles Irlandeses y el lienzo norte pasó a alojar el Seminario Conciliar.

Además, durante la invasión francesa pasó sucesivamente a albergar tropas francesas, españolas y de nuevo francesas y el edificio sufrió tal deterioro que, terminada la guerra, los Irlandeses no quisieron hacerse cargo de las obras de reparación de su pabellón, optando por instalarse en el Colegio Fonseca.

Aunque en 1816 volvió a funcionar el Seminario, que en 1845 pasó a ser de nuevo dirigido por la Compañía, restablecida por Fernando VII en 1818, el estado del edificio era tan deplorable que en 1852 incluso se demolió parte de la galería sur para utilizar su piedra en la construcción del remate de la fachada del Ayuntamiento y la espadaña del reloj, salvándose de la demolición total gracias a la intervención del prelado don Fernando de la Puente, que ordenó la reparación de los lienzos norte y oeste para que el edificio continuara con sus funciones de seminario.

Fotografía de Charles Clifford de 1858 donde se observa la catedral a la derecha y la iglesia de la Clerecía a la izquierda, con la galería sur en ruinas (2)

Fotografía de Laurent de ha. 1890, cuando el edificio ya había sido reconstruido (3)

A partir de 1940 la Universidad Pontificia, recién instituida por Pío XII, empezó a ocupar progresivamente el edificio, encargándose de su conservación, y en la actualidad todo el conjunto monumental está bajo su custodia y la de la Diócesis de Salamanca.

En cuanto a la iglesia, que ya se había visto afectada por el terremoto de Lisboa de 1755 y la explosión de un polvorín en 1812, presentaba problemas estructurales que en 1845 requirieron de una urgente intervención en la cúpula, cuando a la Compañía también se le concedió su usufructo, manteniéndolo hasta 1975 con algunas interrupciones.

Vista de la Clerecía desde la calle Palominos a comienzos del siglo XX (4)

Vista desde la misma calle en la actualidad, con la iglesia iluminada

La iglesia muestra la planta y las condiciones espaciales y estructurales impuestas por la Orden desde la Casa madre de Roma, las diseñadas por Jacopo Barozzi de Vignola en 1568 para Il Gesú, con una diáfana y amplia nave para dar cabida a la abundante parroquia que asistía a los oficios, ancho crucero pero de brazos cortos y presbiterio no demasiado profundo, en función de la acústica, para que el sermón llegara a todos los asistentes con claridad.

Sección transversal de la iglesia (5)

La nave es de cuatro tramos cubiertos con bóveda de cañón con lunetos y decoración de estuco y capillas entre los contrafuertes sobre las que se elevan balcones, mientras que por el crucero corre una balconada abierta.

Nave de la iglesia

Cubierta con bóveda de cañón con lunetos y decoración de estuco que no cubre los arcos fajones

Crucero de la Epístola, con la puerta que comunica con el Colegio y la balconada corrida

Detalle de la balconada

La imponente cúpula sobre tambor en el crucero, enlazada mediante pechinas en las que aparecen los escudos reales, ha sufrido graves problemas estructurales y múltiples intervenciones.

Crucero de la iglesia con cúpula sobre tambor y pechinas

Detalle del arranque de la cúpula desde la balconada del crucero

En cuanto al ornato, el retablo de la capilla mayor es de trazas de Juan Fernández en 1673, esculturas de Juan Rodríguez, discípulo de Gregorio Fernández, y Juan Petí, y dorado y policromado de Blas de Solano, terminado en 1677. Está asentado sobre un zócalo de mármoles y jaspes y se organiza mediante tres cuerpos y tres calles entre cuatro columnas salomónicas de orden gigante, precedente del tipo de retablo con estas columnas que después popularizarían los Churriguera.

Retablo mayor

En las calles laterales de los dos primeros cuerpos aparecen los Padres de la Iglesia, los santos Gregorio, Ambrosio, Agustín y Jerónimo flanqueando un gran ostensorio, en relación con la importancia del culto al Santísimo Sacramento en la Contrarreforma, y un relieve con Pentecostés en alusión a la advocación del templo al Espíritu Santo.

Detalle del bajorrelieve de Pentecostés

En el último cuerpo aparece un relieve de San Ignacio redactando las Constituciones de la Compañía inspirado por la Virgen y en presencia de la Trinidad, flanqueado por los escudos de Felipe III y Margarita de Austria y los Cuatro Evangelistas.

Detalle del bajorrelieve de San Ignacio flanqueado por los Cuatro Evangelistas

San Lucas, en primer plano, y San Marcos

Aunque tras la expulsión de los jesuitas y la entrega de la iglesia a los clérigos de San Marcos, se encargó al arquitecto Juan Marcelino de Sagarvinaga una reforma de la capilla mayor en la que se pretendía liberar el retablo de los motivos decorativos barrocos, tan denostados en ese momento, y sustituir el zócalo de mármoles por una sillería, afortunadamente el proyecto no se llevó a cabo por falta de presupuesto.

Los retablos del crucero están dedicados a San Ignacio de Loyola y a San Francisco Javier, parte del estudiado programa iconográfico de exaltación y defensa del catolicismo y de la labor evangelizadora de la Compañía.

Retablo de San Francisco Javier en el crucero de la Epístola

Retablo de San Ignacio de Loyola en el crucero del Evangelio

Las capillas laterales, en una semipenumbra adecuada para la devoción personal, están intercomunicadas entre sí para permitir el paso de una a otra sin entorpecer los oficios.

Comunicación entre capillas laterales

La segunda capilla de la Epístola alberga una talla del Jesús Flagelado de Luis Salvador Carmona, muy apreciada por los salmantinos y que procesiona en Semana Santa, pero que está aquí trasladada desde la sacristía, descontextualizada, despojada del sentido que adquiría cuando se hallaba expuesta en el retablo para la que fue ideada, donde aparecía rodeada de ángeles con los instrumentos de la Pasión y con espejos que permitían contemplar las heridas de la espalda, para observarla, no desde un ejercicio estético sino de reflexión, de identificación con la Pasión, de reproducción de los sufrimientos y de meditación, concepto clave para entender la función que tenían estas tallas barrocas postrentinas.

Jesús flagelado de Luis Salvador Carmona

Jesús flagelado de Luis Salvador Carmona en la sacristía (6)

Del resto de capillas laterales apenas puede apreciarse nada en la visita guiada, la única posible, tan rápida y escueta que ni se indican, sin apenas tiempo para fotografiarlas. Las de la Visitación y de Santiago, a los pies, con sendos retablos realizados por Andrés García de Quiñones y estofados por Manuel Sánchez, lamentablemente, ni siquiera están iluminadas.

Una de las capillas laterales

En cuanto a la sacristía, hoy Aula Minor de la Universidad e, incomprensiblemente, no incluida en la visita, está ubicada en perpendicular detrás del altar. Es de planta rectangular, con la misma medida que el ancho de la nave de la iglesia y se cubre con bóveda de cañón de cinco tramos con lunetos decorada con pinturas.

Aloja el mencionado retablo para el Jesús flagelado de Luis Salvador Carmona, hoy vacío de contenido alguno y en su día contaba con varios cuadros, destacando Melquisedéch ofreciendo a Abraham el pan y el vino y la Reina de Saba presentándose a Salomón, antes atribuidos a Rubens y hoy considerados de su taller. Recientemente restaurados, en la actualidad se exponen en un ámbito de la panda oeste del claustro.

Melquisedéch ofreciendo a Abraham el pan y el vino, del taller de Rubens

Reina de Saba presentándose a Salomón, del taller de Rubens

La monumental fachada de la iglesia, más impresionante si cabe al estar encajonada en el inicio de la estrecha calle de la Compañía, con la Casa de las Conchas justo enfrente, presenta tres cuerpos, los dos primeros diseñados por el padre Mato y el último de Andrés García de Quiñones, y tres calles.

Fachada de la iglesia, con la Casa de las Conchas a la derecha

El primer cuerpo se organiza con tres accesos entre columnas compuestas adosadas que soportan un entablamento. Sobre los laterales aparecen los escudos de España y sobre la central una hornacina con la imagen de San Ignacio de Loyola, a la que tras la expulsión de la Compañía y la entrega de la iglesia a la Real Clerecía de San Marcos, se le añadió un león a los pies para que pasara a representar a dicho santo.

El segundo cuerpo, con columnas corintias, cuenta con grandes escudos laterales y ventanal central cuya luz tuvo que ser reducida por el peso de los cuerpos superiores.

Detalle de la fachada, con la niebla levantándose poco a poco

Estos dos cuerpos están rematados por una balaustrada sobre la que se alza el tercero, con torres ochavadas, diseñadas por García de Quiñones para el Ayuntamiento en la Plaza Mayor y que finalmente allí no se materializaron, enmarcando una espadaña con un relieve de la Venida del Espíritu Santo y esculturas de la Virgen de la Asunción flanqueada por las de Felipe III y Margarita de Austria, probablemente esculpidas por Gregorio Carnicero. En la esfera bajo la Virgen aparece la fecha de 1754, año en el que se remataron las obras de la iglesia.

Detalle de las torres y la espadaña desde la galería superior del patio de la Casa de las Conchas

Para terminar, podemos subir a las torres de la iglesia, desde donde se disfruta de una privilegiada vista del edificio, contemplándose el exterior de la cúpula, las cubiertas o el Claustro de los Estudios a vista de pájaro, y de la propia ciudad y sus edificios más emblemáticos, como el conjunto catedralicio, el monasterio de San Esteban, la cúpula de las Agustinas Recoletas o la propia Plaza Mayor.

La cúpula desde la espadaña

El Claustro de los Estudios desde las torres

El convento de San Esteban desde las torres

En cuanto al Real Colegio, hoy sede de la Universidad Pontificia, con ámbitos tan espectaculares como el mencionado Claustro de los Estudios, la monumental escalera o el Aula General de Teología, hoy Aula Magna de la Universidad, merece una entrada aparte: El Real Colegio del Espíritu Santo, hoy Universidad Pontificia.


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Otras IGLESIAS:

San Vicente de Ávila
San Maurizio de Milán
San Sebastiano de Venecia
San Zaccaria de Venecia
San Ildefonso de Toledo
(2) http://bajoelsignodelibra.blogspot.com.es/2012/03/charles-clifford-memoria-visual-de.html
(3) http://www.todocoleccion.net/fotografia-antigua-original-albumina-laurent-salamanca-vista-seminario-29-x-22-cm~x28399928#sobre_el_lote

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