La basílica de Santo Stefano Rotondo en Roma

La basílica de Santo Stefano al Monte Celio, en una de las siete legendarias colinas de Roma, en el actual rione Monti, y también conocida como Santo Stefano Rotondo por su planta circular, tiene un modesto aspecto exterior que no deja, ni por asomo, adivinar su sobrecogedor ciclo pictórico y su extraordinario y equilibrado interior arquitectónico, ante el que cayeron rendidos los artistas del Renacimiento, que la consideraron un perfecto modelo de referencia para realizar edificios de planta central. En este sentido no sólo se sabe del interés que despertó en Leon Battista Alberti o Bernardo Rossellino, que trabajó en ella, sino que también fue estudiada por Francesco di Giorgio.

Interior de la basílica de Santo Stefano Rotondo

Probablemente erigida a mediados del siglo V, quizá por orden del papa Leone I, en tiempos del emperador Antemio, se puso bajo la advocación de san Esteban, martirizado en el año 35, y cuyo cuerpo había sido descubierto en Tierra Santa y trasladado a la ciudad en el 415, coincidiendo con la introducción de la conmemoración del 26 de diciembre, fecha de su martirio, en el calendario del Imperio Romano. Se cree que su erección fue financiada por la rica familia Valerio, con amplias propiedades en la zona, y las fuentes también nos informan de una consagración posterior por parte del papa Simplicio.

En el transcurso de las excavaciones arqueológicas iniciadas a mediados del siglo XX en su subsuelo se localizó un mitreo del siglo II que en diciembre de 2014 estaba cerrado al público. Daría servicio de culto a Mitra, especialmente popular entre la soldadesca, al Castra Peregrinorum, el campamento de los oficiales apartados de sus ejércitos provinciales para servicios especiales en la capital ubicado en el lugar.

Planta actual de Santo Stefano con el mitreo del subsuelo señalado en negro (1)

Uno de los ámbitos del mitreo localizado en el subsuelo de  Santo Stefano Rotondo (1)

Según informan las fuentes, en la primera mitad del siglo VI los papas Giovanni I y Felice IV embellecieron la iglesia con decoraciones en mosaicos y mármoles, y en ese sentido, las excavaciones arqueológicas también han sacado a la luz un pavimento compuesto por grandes losas de mármol y trabajos en opus sectile, y los agujeros en las paredes parecen indicar que éstas también estuvieron cubiertas de mármol.

En ese mismo siglo VI, el papa Teodoro I trasladó a Santo Stefano, desde las catacumbas de la via Nomentana, las reliquias de los hermanos santos mártires Primo y Feliciano, construyéndose una capilla ex profeso para alojarlas.

Capilla de los santos mártires Primo y Feliciano

Representación de los dos santos en el mosaico del ábside de su capilla

Además, parece ser que Santo Stefano Rotondo formó parte de un camino que reproducía el realizado por los cristianos en Tierra Santa, con Santa Maria Maggiore como representación de Belén, San Giovanni Laterano del Cenáculo, Santa Croce in Gerusalemme del Gólgota, el propio Santo Stefano Rotondo como el lugar de la Resurrección y la basílica de San Clemente como el de la Ascensión de María, considerando a Roma, según los escritos de san Jerónimo, como la Nueva Jerusalén.

Dibujo del siglo XVIII de Richard Wilson en el que se ve Santo Stefano a la izquierda y a la derecha, al fondo, San Giovanni Laterano, con el obelisco y el baptisterio. The British Museum (2)

A pesar de que la basílica fue entregada a los canónigos de San Giovanni Laterano, la ruina en los siglos siguientes, iniciada tras el saqueo de Roma por las tropas normandas de Roberto “Giscardo” de Hauteville en 1083, hizo que en el siglo XII terminara perdiendo las cubiertas, por lo que el papa Innocenzo II ordenó una restauración en la que el templo perdió su disposición original.
  
Pero el edificio, sin clero regular que lo habitara, no pudo evitar seguir deteriorándose. En 1420 era tal su estado de ruina que se describe como un antiguo templo romano, iniciándose una leyenda apócrifa que se mantuvo hasta el siglo XIX en la que se defendía que la iglesia se había levantado sobre estas ruinas romanas conocidas como "Tempio di Bacco".

En 1454 el papa Niccolò V entregó la iglesia a la Orden paulina, única orden católica fundada en Hungría, iniciándose su profunda restauración de la mano del toscano Bernardo Rossellino, no en vano el nuevo papa había vivido unos años en Florencia, imbuido de su nuevo humanismo.

En 1580 Gregorio XIII lo entregó a la Compañía de Jesús húngara, convirtiéndose en sede del Collegium Germanicum et Hungaricum para la formación de sacerdotes jesuitas en lengua alemana, una institución esencial para los intereses de la contrarreforma.

La relación del templo con Hungría se vio reforzada en 1778 cuando la vieja iglesia nacional húngara de Santo Stefano degli Unghresi en el Vaticano fue derruida para abrir hueco a la sacristía de la Basílica de San Pedro y el papa Pío VI, en compensación, financió la renovación de la antigua capilla de san Pablo eremita para convertirla en una capilla húngara para uso de los estudiantes de esa nacionalidad consagrada a san Esteban I de Hungría, cristianizador de los húngaros en el siglo X y su patrón, primer monarca magiar santificado por sus virtudes cristianas y no por haber muerto como mártir, con San Stefano Rotondo convertida en la iglesia oficial de las gentes de origen húngaro asentadas en Roma.

Giovanni Battista Piranesi. "Veduta dell'interno del Tempio di S. Stefano Rotondo". La Antichita Romane, Bouchard e Gravier, 1756 (3)

En la actualidad el templo, que depende de la cercana parroquia de Santa Maria in Domnica alla Navicella y está adscrito al Colegio Pontificio Germánico-Húngaro, es la sede del cardenal Friedrich Wetter arzobispo emérito de Munich y Freising con el título de “cardenal de Sancti Stephani in Coelio Monte”, que fue estudiante seminarista en el propio colegio.

Placa exterior en la que se informa del cardenalato de Friedrich Wetter (4)

Su disposición original es el ejemplo más antiguo conservado en Roma de iglesia de planta centralizada, que toma como referente más inmediato los mausoleos romanos, y uno de los primeros ejemplos en Europa con antecedente en la Anástasis, la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén de época constantiniana, modelo que inicia un largo recorrido a lo largo de la arquitectura occidental medieval.

La planta contaba con dos amplios deambulatorios concéntricos separados por columnas jónicas soportando arcos de medio punto y un espacio central también delimitado por columnas jónicas, aunque de mayor tamaño y arquitrabadas, sobre las que se elevaba un tambor horadado por veintidos ventanas sobre el que se cree que se alzaría una bóveda construida con tubos de arcilla y bajo la que se ubicaba la zona absidial, quizá separada por un muro a modo de iconostasio preservando el altar.

Alzado hipotético de Santo Stefano en origen (5)

Los fustes de las columnas fueron reaprovechados de obras romanas anteriores pero los capiteles jónicos son del siglo V, de la época de la iglesia.

Deambulatorio hacia la izquierda de la entrada. Se observan las columnas que soportan un arquitrabe circular abiertas al espacio central y las de arcos de medio punto que abrían al deambulatorio externo que fueron tapiadas

Deambulatorio hacia la derecha de la entrada

Se cree que el primer deambulatorio estaría cubierto con bóveda de cañón y el segundo, quizá descubierto, conectaba cuatro ámbitos que formaban, a su vez, una cruz griega que quedaba inscrita en el círculo con los brazos, orientados al noreste, sureste, suroeste y noroeste, abiertos al deambulatorio mediante cinco arcos de medio punto más grandes que el resto y sobre columnas con capiteles corintios, convirtiendo a Santo Stefano en ejemplo paradigmático que mezcla la estructura circular, con carácter funerario desde antiguo, con la planta en cruz, el símbolo de la victoria de Cristo sobre la muerte y el mal.

El acceso inicial se realizaba mediante ocho pequeñas puertas, agrupadas de dos en dos en los ejes de los puntos cardinales y desde las que se pasaba al deambulatorio exterior, después al deambulatorio interno y, finalmente, al espacio central.

El pórtico actual de entrada, un ámbito abovedado y abierto al exterior mediante cinco arcos sobre columnas reutilizadas con fustes de granito y capiteles toscanos, data del siglo XII, de la etapa de Innocenzo II, decorado con frescos que narran la vida de san Esteban en muy mal estado de conservación.

Pórtico de entrada añadido el siglo XII (6)

Ettole Roesler Franz. Basilica di Santo Stefano Rotondo, 1896 (7)

Desde el pórtico se accede a un vestíbulo cubierto con bóveda de cañón con las armas del papa Niccolò V y que conserva el aspecto que se le dio a mediados del siglo XV en la intervención protagonizada por Bernardo Rossellino. En la actualidad, todos los ámbitos visitables de la iglesia, salvo este vestíbulo y la capilla de los santos Primo y Feliciano, que también es de cañón, presentan cubiertas planas.

Vestíbulo de Bernardo Rossellino (7)

Planta de Santo Stefano Rotondo (5). Las indicaciones son mías

Nada más entrar a la iglesia, a la izquierda se encuentra un asiento de mármol en el que, según la tradición, predicó san Gregorio Magno, con una inscripción en latín en la pared que reza: "En hac St. Stephani en monte - coelio ecclesia Beatissimus - Papa Gregorius primus homiliam recitavit quartam En Evangelis (St. Matth XV.) Quae -. Incipit verbis cum constet Omnibus fratres Carissimi quia - Redemptor noster" (En la Iglesia de Santo Stefano en el Monte Celio, leyó el Papa Gregorio el cuarto sermón del Evangelio de Mateo, que comienza con las palabras "Queridos hermanos, porque Él es nuestro Redentor").

En el siglo VI el papa Teodoro I ordenó la construcción de la capilla de los santos Primo y Feliciano en el brazo noreste de la cruz latina de la planta inicial, a la izquierda nada más acceder al interior de la iglesia por el vestíbulo del siglo XV.

Capilla de los santos Primo y Feliciano

Realizada para honrar a esos dos hermanos mártires de época de Diocleciano, la renovación consistió en la construcción de un altar y de un pequeño ábside decorado con un mosaico de fondo dorado que representa una cruz central enjoyada flanqueada por los dos mártires y coronada con un medallón con el busto de Cristo sobre el que se ve la dextera dei ofreciendo la corona del martirio, uno de los pocos ejemplos de esa época conservados en Roma y seguramente ejecutado por un artista bizantino y en el que todavía no se utiliza la iconografía del Crucificado, considerada inapropiada porque era una de las formas de ajusticiar a los delincuentes en época romana.

Casquete del ábside de la capilla de los santos Primo y Feliciano con una decoración musivaria datada en el siglo VII

En el siglo XI esta capilla se compartimentó para construir la sacristía, adosada al lado del Evangelio de la propia capilla, y un coro alto, en el lado de la Epístola, dejándola abierta al deambulatorio con sólo tres arcos en vez de los cinco originales que abrían el brazo de la cruz.

La reconstrucción de la iglesia ordenada por el papa Innocenzo II en el siglo XII, dado su estado de ruina, supuso la pérdida del deambulatorio externo, tapiándose con ladrillo la columnata, y el abandono de tres de los cuatro brazos de la cruz latina, manteniéndose solo la capilla de los santos Primo y Feliciano. En cuanto al espacio central, se tapiaron catorce ventanas del tambor central y se añadió un triple arco diafragma para reforzar la cubierta, el central con mayor luz y apoyado sobre grandes columnas de granito procedentes de las cercanas Termas de Trajano y capiteles corintios también reaprovechados.

Arcos transversales añadidos en época de Innocenzo II

La intervención de mediados del siglo XV, patrocinada por Niccolò V, tuvo como objeto dar acomodo a la Orden paulina que empezó a habitarlo, y consistió en una profunda restauración en la que se reconstruyeron techos y pavimentos, se colocó un altar de mármol en el centro y se optó por la completa eliminación de la girola exterior, cuyas columnas hoy pueden verse empotradas en la pared, y de los brazos de la cruz griega que no se utilizaban ya desde hacía siglos. Además, también se construye, adosada a la de los santos Primo y Feliciano, la capilla de san Pablo eremita en honor al fundador de la Orden.

Como sede del Collegium Germanicum et Hungaricum para la formación de sacerdotes jesuitas en lengua alemana en la segunda mitad del siglo XVI, se inició otra intervención en la que se construyó una nueva puerta de la sacristía y el pretil octogonal que rodea el altar mayor, obra de Niccolò Circignani il Pomarancio, decorada con relieves escultóricos y veinticuatro frescos con la historia de san Esteban.

Altar mayor

Detalle de la decoración del pretil que rodea el altar mayor

La decoración mural de las paredes de toda la iglesia también se corresponde a este periodo, realizada por Circignani y Antonio Tempesta, a partir de 1567 y comenzando por la capilla de los santos Primo y Feliciano con escenas que relatan el martirio de los dos santos y el traslado de sus reliquias a la propia capilla, cuando en el siglo VI quedaron depositadas bajo el altar.

Escenas a la derecha del altar, con El ángel aflojando las cadenas de los santos en la cárcel y San Feliciano resistiéndose a ser clavado en un árbol

Escenas a la izquierda del ábside, con Los santos golpeados y San Primo quemado  vivo con antorchas mientras resiste la tortura cantando un himno

Escenas del lado del Evangelio. Entierro de los santos en la Via Nomentana, obra atribuida a Circignani y Los santos arrojados a los leones y San Primo quemado con plomo fundido

Escenas del lado de la Epístola. Los santos en la cueva del oso sobre la puerta y Los santos decapitados a la izquierda

San Primo quemado con plomo fundido y Los santos siendo decapitados

Debajo del casquete decorado con mosaicos del siglo VI se ubica una pintura mural con Cristo rodeado por los apóstoles que también se data a fines del siglo XVI pero de la que no se conoce el artista. El altar que se conserva es ya del siglo XVIII, obra de Filippo Barigoni.

Detalle del ábside y del altar de la capilla de los santos Primo y Feliciano

A la derecha de la capilla, ya en el muro de la iglesia hay una Dolorosa pintada por Antonio Tempesta. Siete espadas apuntan a su corazón y al lado de cada una de ellas aparece un tondo con un episodio de la Vida de Cristo que causó profundo dolor a su madre: la Profecía de Simeón del sufrimiento de Jesús, la Huída a Egipto, Jesús perdido en el templo, el Encuentro camino del Calvario, la Crucifixión, el Descendimiento y el Entierro de Cristo.

Virgen Dolorosa de Tempesta

Frente a la capilla de los santos Primo y Feliciano, al otro lado de la iglesia, orientado hacia el suroeste, hay un pequeño ábside abierto en la pared de la girola con un pequeño altar entre las columnas centrales corintias conservadas del brazo de la cruz, y que está dedicado a la Virgen. En los ejes noroeste y sureste, donde en origen estuvieron los otros dos brazos, también se ubican sendos altares.

Altar de la Virgen en el arco central que abría al brazo suroeste de la cruz, observándose cómo las columnas son corintias y más altas que las del resto de la galería tapiada

El ciclo martirológico que inunda la iglesia se inicia con la escena de la Matanza de los Inocentes, ubicada sobre la puerta de la sacristía y obra de Tempesta.

Matanza de los inocentes sobre la puerta de la sacristía

Siguiendo por la izquierda, pasados los accesos a las capillas de los santos mártires Primo y Feliciano y de san Esteban I, aparece la propia Crucifixión de Jesús seguida del Martirio de San Esteban y, a continuación, otras escenas hasta un total de treinta y cuatro.

Todas cuentan con inscripción que explica la escena, el nombre del emperador que ordenó las ejecuciones y citas de la Biblia en latín y en italiano, con una clara intención didáctica y de proselitismo, pues el ciclo busca convertirse en ejemplo para los seminaristas jesuitas germanos en plena contrarreforma y su labor evangelizadora, que debían estar dispuestos al martirio en defensa de la fe católica.

Crucifixión de Cristo, de Circignani

Detalle de la escena del Martirio de los santos
Pedro y Pablo
, con el Coliseo y el Foro
Romano al fondo

Mártires desgarrados por perros, con los martirios
de los santosProcesso, Martiniano y 
Gervasio al fondo

Martirio de los santos Dionisio, Domitila, Nereo y Aquileo, de Circignani

En el centro aparecen el Martirio de san Policarpo y el Martirio de Santa Margarita, ambos pintados por Marcello Leopardi a fines del siglo XVIII para sustituir a los de Pomarancio, destruidos al demoler el muro para la construcción de una nueva capilla de san Esteban I que después no se realizó (8)

Escenas del Martirio de los santos Vito, Modesto y Crescencia, arrojados a una tina de plomo candente, Sebastián atravesado por flechas, Cosme, Damián... atribuidas a Circignani, y del Martirio de Santa Catalina, entre dos ruedas, Faustina, el papa Marcelo...

Escenas, de izquierda a derecha, del Martirio de los santos Juan, Pablo, Bibiana y Artemio, atribuidas a Circirgnani, el Martirio de varios cristianos en África, a los que el verdugo les corta la lengua mientras otros son decapitados o colgados y una última con Mártires medievales, entre los que se se reconocen dos papas, cinco obispos, dos reyes, una reina y un monje

La última intervención de importancia en Santo Estefano tiene lugar a partir de 1778 por orden del papa Pío VI y consiste en la renovación completa de la capilla de san Pablo eremita, aunque conservando el enterramiento de Bernardino Cappella del siglo XVI, para que se conforme como capilla húngara bajo la advocación de san Esteban I de Hungría, con paredes decoradas en gris y rojo, figuras y guirnaldas de flores en labor de trampantojo que mezcla también estuco y que representa putti y las virtudes cardinales.

Capilla de san Esteban I de Hungría y san Pablo eremita (7)


(5) ZSOLT SZAKÁCS, B., “Santo Stefano Rotondo through the Glasses of the Renaissance – and without Them”. En Art History – the Future in Now. Studies in Honour of Professor Vladimir P. Goss, Maja Cepetić et al., Rijeka, 2012, pp. 216-256.

Fuentes:

ZSOLT SZAKÁCS, B., “Santo Stefano Rotondo through the Glasses of the Renaissance – and without Them”. En Art History – the Future in Now. Studies in Honour of Professor Vladimir P. Goss, Maja Cepetić et al., Rijeka, 2012, pp. 216-256. http://www.calameo.com/read/0018495850460691d5f8c

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Maravillosa entrada. Muy rica en detalles, bien documentada y generosamente redactada. ha sido un verdadero placer leerte, Sira. Todo lo mejor. Ramuntcho
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias Ramuntcho. Bienvenido por estos lares y que sea por mucho tiempo. Un abrazo.
Boro ha dicho que…
Realmente maravillosa la planta primitiva de la iglesia con toda la pared donde ahora se hallan los frescos abierta a un deambulatorio mediante arcos. Si ese pasillo no poseía cubrición como creo que indicas tenía que llenar la rotonda central de una luz natural que ahora parece no abundar.
Muy curiosa ese catálogo gore de las mil y una manera de infringir daño, no apto para menores. Seguramente muchos de esas formas de martirio no se dieron así y fueron inventadas por escritores píos, imaginativos y un poco retorcidos buscando hacer ver lo mucho que habían llegado a dar los mártires por la fe.
Muchas gracias y un abrazo.
Sira Gadea ha dicho que…
Desde luego, el edificio primigenio debía ser absolutamente impresionante. Además, las fotografías no demuestran las dimensiones reales de lo que queda, que apabullan. Sobre el segundo deambulatorio también hay autores que no están seguros de que no estuviera cubierto. De nuevo estamos, un poco, en el terreno de las conjeturas y, desde luego, resulta infinitamente más sugerente imaginar que estuviera abierto al cielo.
Lo de los martirios es para verlo (o no, depende de lo que uno sea capaz de aguantar). Absolutamente espeluznante y torticeramente engañoso, pues al entrar, el rico colorido de los frescos no te hace imaginar lo que en ellos se está representando, en un contraste que hace, si cabe, que las escenas resulten todavía más impactantes. Puede que tengas razón en cuanto a la invención de las hagiografías, más todavía en el momento éste en el que la Contrarreforma busca mártires que defiendan el catolicismo de los ataques protestantes aun a costa de su vida, aunque también pienso en la infinita crueldad del ser humano, capaz de eso y de mucho más. Gracias a ti, Boro. Un abrazo fuerte.
Boro ha dicho que…
Me preguntaba cual sería la sensación espacial, porque en una imágenes que se ve gente caminando por el deambulatorio, del que se ve una mínima parte, parece inmenso. Si la imaginación del ser humana no tiene límites para algunas cosas, solo hay que ver las torturas a que se sometían a algunos por delitos de lesa majestad bien avanzado el siglo XVIII y en la ilustrada francia (Damiens). Pero no se, imagino que los romanos con lo ordenaditos que eran, tendrían una serie de suplicios tipificados en función del delito y no creo que se dejara a la imaginación del sádico verdugo, aunque tampoco lo descartemos.
Buen domingo.
Me encanta esta basílica. Un lugar poco visitado por los turistas y que invita al recogimiento y la meditación, por no hablar de su grandeza arquitectónica, una pena (o una suerte) que quede siempre fuera de los circuitos turísticos.

http://martuscavr.blogspot.com.es
Sira Gadea ha dicho que…
Es verdad, queda fuera, a pesar de estar tan cerca del Coliseo. Encantada de acogerte por estos lares, Marta, y espero seguirte viendo por aquí. Me gusta mucho tu blog. Tengo que bucear más en él. Un abrazo.

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