La basílica de Santa Prassede de Roma

El origen de la basílica de Santa Práxedes, como en otros muchos casos del periodo paleocristiano, está envuelto en la leyenda y se asocia con un pequeño oratorio quizá construido en las “Vicus Lateranus”, cerca de la actual via di San Giovanni, a mediados del siglo II, en tiempos del papa Pío I, para albergar las míticas reliquias de las santas hermanas Práxedes y Pudenziana, que se decía que fueron hijas del senador Pudente, considerado por la tradición el primer converso cristiano de san Pablo en Roma, y que habrían sido asesinadas por recoger la sangre y dar entierro cristiano a los primeros martirizados, desafiando la ley romana que lo prohibía.

Basílica de santa Práxedes

Sobre este oratorio se cree que después se levantaría una estructura algo más grande, conocida como Titulus Praxedis, cuya primera mención como iglesia es de fines del siglo V, cuando se habla de un presbítero con ese título en una inscripción en las catacumbas de san Hipólito, pero que parece que se construiría un siglo antes, en tiempos del papa san Siricio, restaurada, dado su pésimo estado de conservación, hacia el año 789, durante el pontificado de Adriano I.

Sería el papa Pascual I durante la segunda década del siglo IX el que ordenaría su cambio de ubicación al actual emplazamiento en la colina del Esquilino, muy cerca de Santa María la Mayor, el rione Monti, levantando una nueva basílica que también eligió como lugar de enterramiento de su madre, Teodora, construyendo para tal efecto la capilla de san Zenón, todo ello dentro de un ambicioso proyecto impulsado durante el “renacimiento carolingio” y su alianza con el papado que se concretó en la edificación de numerosas iglesias donde albergar multitud de reliquias, como Santa Cecilia in Trastevere o Santa Maria in Domnica, para acoger las crecientes peregrinaciones a Roma. En este sentido, un epígrafe localizado en la iglesia dice que en Santa Práxedes se llegaron a recoger los restos de unos 2.300 mártires procedentes de las catacumbas, en ese momento fuera de las murallas de Roma, abandonadas, olvidadas y expuestas a la profanación.

Fragmento del plano de Roma de Giambattista Nolli de 1748 en el que he señalado
la basílica de santa Práxedes, con Santa Maria Maggiore justo al lado (1)

Esa basílica se cree que solamente contaría con dos capillas laterales, la ya mencionada dedicada a san Zenón, abierta a la nave de la Epístola, y otra justo enfrente, en la nave del Evangelio, dedicada a san Juan Bautista y que, probablemente, funcionaría como baptisterio.

Para el cuidado del nuevo templo el papa lo entregó, fundando un monasterio anexo que las excavaciones arqueológicas, lamentablemente, todavía no han localizado, a un grupo de monjes griegos que seguían el rito bizantino y que formaban parte de los muchos que marcharon a Roma tras la revolución iconoclasta. Pero a fines de ese siglo IX, cuando el Imperio Bizantino abandonó la iconoclastia, y ante la creciente hostilidad entre las Iglesias romana y ortodoxa, los monjes griegos abandonaron Roma, seguramente reemplazados, a comienzos del siglo X, por una comunidad benedictina, convertida en dominante en el monacato occidental. Este cambio supuso la necesidad de anexionar un claustro cuadrado hacia el norte de la basílica, con el ábside abierto en su panda sur y del que sí se conservan los restos aunque no es visitable.

Pero la relajación de la regla por parte de la comunidad llegó a tal nivel que a mediados del siglo siglo XII Anastasius VI arrebató el convento a los benedictinos para entregárselo a los regulares de Santa Maria in Reno, que se encargaron de él hasta que a fines de ese siglo, el papa Inocencio III decidió entregarlo a una comunidad benedictina reformada procedente de Vallombrosa, fundación de san Giovanni Gualberto de 1037.

A lo largo de los siglos siguientes el templo fue experimentando diversas intervenciones. A comienzos del XIII se inició una reestructuración en la que se añadieron tres arcos diafragma (el más cercano al ábside es anterior, decorado con mosaicos de época de Pascual I) sobre seis potentes pilares que encierran las antiguas columnas y que contrarrestan los empujes de los muros laterales y sustentan la cubierta.

En tiempos del cardenal Antonio Pallavicini Gentile, en el último tercio del siglo XV, se reformó la zona del presbiterio. Durante el cardenalato de Carlo Borromeo, a mediados del XVI, volvió a reformarse el presbiterio, se construyó el portal central de la sacristía y se abrieron las ocho ventanas que iluminan la nave central, pues los antiguos vanos habían sido tapiados en la restauración estructural del siglo XIII. A fines del XVI el cardenal Alessandro di Ottaviano de' Medici, nombrado León XI en 1605, encargó la decoración de la nave central. Al cardenal Ludovimo Pico della Mirandola se le debe, a partir de 1728, la última intervención en el presbiterio y una nueva renovación de la cripta. Durante todos estos siglos también se fueron añadiendo capillas abiertas a ambas naves laterales.

La creación del Estado Italiano en 1873 supuso la desamortización de muchos monasterios, entre los que se encontró el de Santa Práxedes, que primero sirvió de cuartel del ejército y después fue ocupado por distintos colegios.

El templo cuenta con dos accesos. El principal está a los pies, por Via di San Martino ai Monti pero, lamentablemente, no suele estar abierto más que los días festivos. Presenta un pórtico del siglo XII que recuerda mucho al de la basílica de San Clemente Laterano, con dos columnas con capiteles jónicos, fustes de granito gris y basas que fueron capiteles dóricos que sustentan una pequeña bóveda de cañón y frontón superior con un relieve de santa Práxedes fruto de la intervención en época del cardenal Carlos Borromeo.

Pórtico en la Via di San Martino ai Monti (2)

El pórtico abre a un pasadizo con escaleras, también de época de Borromeo, sobre el que en el siglo XVIII se levantó un edificio y que desemboca en un atrio que en origen estaría rodeado de una galería porticada que desapareció y ante el que se levanta la fachada, recurriendo de nuevo a San Clemente Laterano para establecer cómo habría sido, inspirada en los atrios de las domus romanas y que después se traspasa a los claustros medievales occidentales.

La fachada, que originariamente estaba cubierta de mosaicos, con algún pequeño e insignificante fragmento conservado que no permite saber nada del ciclo iconográfico que presentaba, es fruto de una intervención en 1937 en la que el arquitecto Antonio Muñoz, Superintendente de Artes y Antigüedades de Roma, decidió picar el enfoscado para dejar el ladrillo rojo desnudo, un error histórico porque tradicionalmente nunca se dejaba así, y eliminar una ventana de tres vanos de época de Carlos Borromeo para sustituirla por tres ventanas que consideró más de estilo medieval pero que no estuvieron basadas en vestigio alguno. La portada de acceso es adintelada con frontón triangular decorado con relieve, también de época de Borromeo.

Fachada a los pies (3)

El otro acceso es lateral, en la Via di Santa Prassede, y abre a un vestíbulo en el que se ubica un icono de la Madona della Salute del siglo XIII de especial devoción popular desde el que se accede a la nave de la Epístola a la altura de la cabecera.

Acceso lateral por Via di Santa Prassede

El templo tiene planta basilical de tres naves separadas por pares de columnas de fuste de granito y capiteles compuestos de estuco realizados en el siglo XVI entre potentes pilares que soportan arcos diafragma de medio punto añadidos a inicios del siglo XIII y sobre los que se sitúa una cubierta plana que ya es de 1868, con casetones rectangulares con estrellas doradas sobre fondo azul oscuro.

Alzado de la basílica, con las columnas entre potentes pilares, arquitrabe, cuerpo
de ventanas, arcos diafragma y techumbre plana casetonada

Las columnas soportan un arquitrabe realizado con fragmentos romanos, reservando los más decorados para la zona más próxima a la cabecera, sobre el que se desarrolla un friso con decoración mural de arquitectura fingida que contiene escenas y las ventanas.

La basílica desde la zona del presbiterio, con la contrafachada al fondo

El pavimento es de estilo cosmatesco, reconstruido entre 1914 y 1918 según diseño del arquitecto romano Antonio Muñoz, y en la zona central hacia los pies se ubica un gran disco de pórfido que cubre el pozo en el que la tradición dice que santa Práxedes depositaba la sangre de los mártires cristianos recogida con una esponja.

Pavimento de santa Práxedes, con el disco de pórfido que tapa el supuesto pozo en primer plano

En el proceso de reconstrucción se encontraron evidencias que sugieren que la primitiva basílica contó con una Schola Cantorum, tal y como hoy se conserva en la basílica de San Clemente Laterano.

Disco de pórfido en el pavimento cosmatesco bajo el que la tradición
dice que se sitúa el pozo en el que santa Práxedes
depositaba la sangre de los mártires

Fotografía de comienzos de siglo del pavimento de imitación cosmatesca
de la basílica diseñado por Antonio Muñoz en 1918 (4)

El ábside conserva los mosaicos de época de Pascual I, con una iconografía en torno al Juicio Final según el Apocalipsis de san Juan que se completa con la decoración musivaria que también cubre el arco de triunfo que separa la cabecera del cuerpo del templo.

(Al ser la zona más espectacular de la basílica he pensado que sería mejor dedicarle un artículo aparte centrado exclusivamente en este asunto: El ábside de la basílica de santa Práxedes).

Decoración  musivaria en la cabecera de la basílica

Los dos balcones sobre el mosaico que aparecen en los laterales del arco de triunfo son fruto de una intervención en 1564 por orden del cardenal Carlos Borromeo, titular de la basílica, según trazas de Martino Longhi il Vecchio, realizados para exponer las reliquias más destacadas del templo en los días de fiesta, dentro de la campaña contrarreformista de enfatización de las reliquias, negadas por el protestantismo y siguiendo las directrices del Concilio de Trento en las que el altar, lugar de exposición hasta ese momento, debía reservarse sólo para el rito de la Eucaristía.

Justo debajo de los balcones están, en el lado del Evangelio el monumento funerario del cardenal Querini, fallecido en 1742, y en el de la Epístola el del cardenal Pico della Mirandola, fallecido en 1714.

En los muros laterales entre el ábside y el arco de triunfo se ubican dos coros de monjes. En el del Evangelio está el órgano, construido por la firma de Tronci en 1884 y en el de la Epístola hay una pintura de la Asunción de Francesco Gai también de esas fechas.

Punto de vista desde el que se ve, a la derecha, el coro de la
Epístola entre el arco del triunfo y el ábside (3)

Bajo el presbiterio está la confessio, la primitiva cripta en la que se conservan varios sarcófagos paleocristianos donde la tradición dice que están los restos de la santas Pudenziana y Práxedes junto a los de otros mártires trasladados desde las catacumbas de santa Priscila. Ha sido reestructurada varias veces a lo largo de su historia, la última en 1730 por Francesco Ferrari por orden del cardenal Pico della Mirandola. Uno de los sarcófagos muestra a Cristo como Buen Pastor y Jonás tras salvarse después de haber sido tragado por la ballena, ambos motivos muy populares del arte paleocristiano. Jonás también aparece en un relieve en el dintel de la puerta, realizado a partir de otro sarcófago.

Cripta (3)

Ferrari también remodeló la parte baja del presbiterio, el altar y el baldaquino. Para este último utilizó dos columnas de pórfido que muy probablemente procederían del anterior de época de Pascual I añadiéndole otras dos de mármol amarillo de Siena y una cúpula conopial flanqueada por ángeles de estuco de Giuseppe Rusconi. El interior de la pequeña cúpula está decorada con frescos de Antonio Bicchierai.

Baldaquino enmarcando el cuadro de Santa Práxedes en el ábside, con la entrada a la cripta en primer plano

Además, tapió la única ventana que sobrevivía en el ábside y colocó una pintura al óleo de Domenico Muratori fechada en 1730 que representa a Santa Práxedes recogiendo la sangre de los mártires.

Planta de la basílica de santa Práxedes (3), Las indicaciones son mías

La capilla absidial de la Epístola, un resto del crucero que en origen tenía la iglesia, algo muy inusual en las basílicas, y habilitada a fines del siglo XIII, se conoce como Capilla del Crucifijo. Restaurada en 1927, durante la campaña dirigida por Antonio Muñoz, contiene una talla medieval de un Crucificado, la tumba del cardenal Anchier de Troyes, sobrino del papa Urbano IV, asesinado en 1286 en la propia iglesia, atribuida a Arnolfo di Cambio con decoración de Giovanni Cosmati y varios fragmentos escultóricos antiguos encontrados en la restauración del pavimento, algunos quizá pertenecientes a la Schola Cantorum que se cree que había en el centro de la nave central.

Capilla del Crucifijo

Sepulcro del cardenal Anchier de Troyes

Ese mismo espacio en el lado del Evangelio contiene una antigua capilla con frescos fechados en el siglo IX descubiertos a comienzos del XIX con escenas de martirios y que en mi visita en diciembre de 2014 no estaba abierto al público. Actúa como base para una torre campanario construida a fines del siglo XIII que no se aprecia desde el exterior, una estructura de ladrillo y tres cuerpos con cubierta de cerámica.

En cuanto a la decoración mural de la nave central, que utiliza la técnica de la quadrattura, data de 1592 durante el cardenalato de Alessandro di Ottaviano de' Medici, después León XI. Comenzando por la contrafachada, la puerta está flanqueada por dos pilastras fingidas con dos apóstoles y querubines que los coronan realizados por Giovanni Balducci y sobre la misma se ubica el escudo de armas de Clemente VIII flanqueado por las Alegorías de la Fe y la Justicia atribuidas a B. Fazzini.

A continuación, a ambos lados, aparece una Anunciación de Stefano Pieri. Por encima, en escenas más pequeñas en sepia, hay dos episodios de la Vida de Moisés realizados por Balducci. Y más arriba todavía, hay dos ángeles sobre plintos con el escudo de armas de los Medici.

Contrafachada

Los otros diez Apóstoles, con Pedro y Pablo ocupando los más cercanos a la cabecera, están representados, también por Balducci, en los pilares de la nave.

Sobre el entablamento, a lo largo de toda la nave central, se repite un esquema similar, con una escena más grande flanqueada por dos más pequeñas en sepia sobre los que se sitúan dos ángeles sobre plintos con el escudo de armas de los Médici.

Esquema de las composiciones de los muros laterales

En total, las ocho grandes escenas, cuatro a cada lado, narran episodios de la Pasión de Cristo, mientras que los paneles más pequeños en sepia relatan la Historia de Josué y la traición de sus hermanos. En cuanto a los ángeles, portan objetos alusivos a la escena principal.

Decoración mural del lado del Evangelio

Decoración mural del lado de la Epístola

En el lado del Evangelio figuran la Oración en el Huerto, de Giovanni Balducci, con los ángeles con aceitunas, el Prendimiento de Cristo, de Paris Nogari, con los ángeles con las cuerdas con las que fue atado, Cristo ante Caifás, de Girolamo Massei, con los ángeles con los libros de la Ley por las que fue condenado y Cristo ante Pilatos, de Agostino Ciampelli, con los ángeles que llevan el cetro del poder secular.

Cristo ante Caifás

Cristo ante Pilatos

En cuanto a los de la Epístola, están la Flagelación, también de Ciambelli, con los ángeles con la cuerda y el látigo, la Coronación de espinas, atribuida a Baldassare Croce, con los ángeles con las tenazas que se usaron para apretar la corona, El Ecce Homo, de nuevo de Ciambelli, con los ángeles con la corona de espinas y el cuenco en el que Pilatos se lava las manos, y el Encuentro de Cristo y la Verónica, de Balducci, con los ángeles con el paño.

La Flagelación, escena esencial en la iconografía teniendo en cuenta
la reliquia de la columna conservada en la basílica

Coronación de espinas

Respecto a las capillas laterales, comenzando por las de la Epístola, la primera estuvo dedicada a san Bernardo degli Uberti, abad de Vallombrosa y obispo de Parma en el siglo XII, pero desde 1886 es la capilla de la Virgen del Rosario. El retablo, dedicado al santo, es de Filippo Luzi, discípulo de Lazzaro Baldi, de fines del siglo XVII, y seguramente no se trasladó tras su nueva advocación porque en él también aparece la Virgen con el Niño mirando desde el cielo. Los cuadros laterales, de Angelo Soccorsi y Domenico Pestrini, también están en relación con la primera advocación, con escenas relacionadas con la abadía de Vallombrosa.

A continuación se ubica la capilla Cesi, remodelada a fines del siglo XVI como capilla funeraria familiar de Federico Cesi. Está decorada con pinturas al fresco de Ciro Ferri con Dios Padre en la bóveda y los santos Pascual, Felipe Neri, Francisca Romana y Firminius de Amiens en los lunetos, y paredes con óleos de Guglielmo Cortese el Borgognone con la Revelación a san Joaquín y santa Ana del nacimiento de la Virgen y una Epifanía. Desde 1955 está dedicada al papa san Pío X, cuando la Deposición de Cristo de Giovanni de Vecchi que presidía el altar mayor fue trasladada a la sacristía, sustituido por otro de Arnaldo Bartoli dedicado al santo.

Bóveda de la capilla Cesi (2)

Capilla Cesi desde la nave central

La siguiente es la capilla de san Zenón, de las partes más antiguas de la basílica y el testimonio conservado más importante del Renacimiento Carolingio en Roma, construida por el papa Pascual I como capilla funeraria para su madre, Teodora, que aparece representada en el interior con nimbo cuadrado y con una inscripción identificándola como “obispo”, y para conservar las reliquias de san Zenón, un enigmático santo, del que apenas nada se sabe y cuyas reliquias debieron ser trasladadas desde las catacumbas, de ahí que el ámbito recree uno de los cubículos de estos lugares de enterramiento paleocristianos.

La biografía de Pascual I en el Liber Pontificalis relata que éste estableció la indulgencia de liberar un alma del Purgatorio por cada cinco misas celebradas en la capilla, de ahí que también se dedicara a Santa Maria Liberatrix Nostra a Poenis Inferni, figura que preside el altar. También se refiere al ámbito como “Jardín del Edén”, quizá por el esplendor de sus mosaicos, y nombre con el que se conoce durante todo el Medievo.

El acceso se realiza a través de un vano flanqueado por columnas negras, una de serpentina y otra de granito, con capiteles jónicos, que soportan una cornisa del siglo I en el que se inscribió el monograma de Pascual I y sobre el que se desarrolla un panel rectangular con un vano central enmarcado por dos semicírculos concéntricos que contienen clípeos con los bustos de Cristo con los apóstoles y los de la Virgen con el Niño, dos santos, quizá Zenón y Valentín, su compañero de martirio, y santas mártires, además de otras cuatro figuras en las esquinas que podrían ser Moisés, Elías, Pascual I y Eugenio II, su sucesor en el papado.

Acceso a la capilla de san Zenón

El interior es de planta de cruz griega, el pavimento es uno de los ejemplos más antiguos conservados de opus sectile con mármoles polícromos del periodo cosmatesco y un gran disco de pórfido y las paredes están completamente cubiertas de mosaicos dorados, con una bóveda central apoyada en cuatro columnas corintias romanas de granito gris. Los cuatro brazos de la cruz forman pequeños habitáculos con bóvedas de cañón decoradas con roleos vegetales.

Disco de pórfido en el pavimento de la capilla de san Zenón (2)

El mosaico de la bóveda muestra a Cristo Pantocrátor con túnica dorada y sosteniendo el rollo de los sellos dentro de un clípeo sostenido por cuatro ángeles.

Bóveda de la capilla de san Zenón

En los lunetos de la bóveda se distinguen varios personajes. En el de la contrafachada, sobre la puerta aparece la Etimasia o trono vacío, flanqueada por los santos Pedro y Pablo, indicando la próxima llegada de Cristo para el Juicio Final.

Etimasia flanqueada por los santos Pedro y Pablo

Enfrente, sobre el altar están la Virgen y San Juan Bautista flanqueando el único vano de la capilla, como si la luz quisiera darse a entender como metáfora de Cristo, formando todos una Deésis. En el de la derecha aparecen las santas Inés, Práxedes y Pudenziana vestidas como princesas bizantinas haciendo una ofrenda ante un altar. Finalmente, en el de la izquierda, aparecen los santos Juan Evangelista, Andrés y Santiago.

Deésis

Santas Inés, Práxedes y Pudenziana

El altar se sitúa enfrente de la entrada desde la nave de la Epístola. Es de madera, datado en el siglo XVII y contiene un nicho con un mosaico de la Virgen con el Niño que sostiene una filacteria en la que puede leerse “EGO SUM LUX” (Yo soy la luz) flanqueados por las santas Práxedes y Pudenziana que es posterior a la realización de la capilla, fechado en torno a 1275.

Altar de la capilla de san Zenón

En el luneto que sobresale por encima del altar, fragmentado por la posterior incorporación del mismo, se distingue una Transfiguración, con Cristo en mandorla azul acompañado de los profetas Moisés y Elías y los apóstoles Pedro, Juan y Santiago.

El nicho de la derecha abre a un pequeño ámbito en el que se expone un fragmento, a todas luces falso, del supuesto pilar sobre el que Jesús fue flagelado antes de su crucifixión, que según la leyenda fue llevado a Constantinopla en el siglo IV por santa Elena, madre de Constantino I, de vuelta tras su peregrinación a Tierra Santa, y traído a Roma por el cardenal Giovanni Colona, titular de Santa Práxedes, en 1223. El habitáculo se creó a fines del siglo XVIII y con anterioridad el fragmento se exponía en la sacristía de la iglesia. En el luneto aparece Cristo bendiciendo flanqueado por dos santos, quizá Valentín y Zenón.

Supuesta columna de la flagelación (5)

El brazo de la izquierda contiene un vano de acceso fruto de una intervención posterior, posiblemente del siglo XVI, a la capilla siguiente, y el luneto superior está dividido en dos registros. El de arriba tiene un Agnus dei sobre una montaña de la que surgen los cuatro ríos del Paraíso y en el de abajo se representa a Teodora, identificada con la inscripción “THEODORA EPISCOPA” como madre de obispo, con nimbo cuadrado, señalando que estaba viva cuando se realizó la obra, y a las santas Inés, Práxedes y Pudenziana con las manos veladas y las palmas del martirio. Además, en la pequeña bóveda de cañón de este brazo, a la derecha, parece identificarse una Anástasis, un asunto que surge en el siglo VII y se hace muy habitual en los dos siguientes, muy apropiado para ámbitos funerarios al simbolizar no sólo la muerte sino la esperanza da la salvación gracias a la misericordia de Cristo.

Luneto sobre el acceso a la capilla Coëtivy

A continuación está la capilla Coëtivy, convertida en tienda de recuerdos, con la tumba del cardenal Alain Coëtivy, titular de la iglesia en la segunda mitad del siglo XV, recientemente atribuida a Andrea Bregno, con arco de medio punto que contiene el sarcófago con yacente y los santos Pedro y Pablo en nichos semicirculares en el tímpano del arco. El conjunto está enmarcado por pilastras en donde se ubican las santas Práxedes y Pudenziana.

Sepultura del cardenal Coëtivy en la capilla hoy convertida en tienda de recuerdos

El tercer pilar de la Epístola, cercano a la entrada a la capilla Coëtivy, es el más interesante del templo porque contiene tres importantes obras. En su cara norte conserva un fresco con un Calvario datado en 1200.

Calvario de 1200 en el tercer pilar de la Epístola (2)

También tiene la losa de piedra con el epígrafe que recuerda la intervención de Pascual I donde se informa de que se recopilaron 2.300 reliquias de mártires procedentes de las catacumbas, colocado aquí en época del cardenal Borromeo. Y en su cara sur está el monumento funerario del obispo Giovanni Battista Santoni, fechado hacia 1614 y con un busto que se considera uno de los primeros trabajos de Gian Lorenzo Bernini, cuando el artista no tendría ni veinte años.

Monumento funerario del obispo Santoni (2)

En cuanto a las capillas del lado del Evangelio, la primera es la capilla de san Pedro, construida en la primera mitad del siglo XVIII, con un altar de artista anónimo con San Pedro visitando la casa de san Pudente y dos cuadros laterales con San Juan Bautista señalando el Cordero de Dios y la Visión de santa Emerentina de su hermana santa Inés, ambas de Giuseppe Severoni.

A continuación está la capilla de san Carlos Borromeo. Data de 1735, es de planta octogonal cubierta con bóveda con linterna, con paredes pintadas de blanco y decorada con nichos en las esquinas con las estatuas de estuco de las Virtudes Cardinales, Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza, en relación con los famosos frescos de Domenichino en las pechinas de la bóveda de la iglesia de San Carlo ai Catinari, y tres grandes pinturas al óleo en los testeros. La del altar, de Stefano Parrocel, se representa a San Carlos agradeciendo a Dios el fin de la peste en Milán y en los laterales se encuentran el Éxtasis de san Carlos mientras contempla el Santísimo Sacramento y San Carlos meditando ante una Crucifixión de Ludovico Stern.

Capilla de san Carlos Borromeo

Interior de la capilla de san Carlos Borromeo, con el altar con San Carlos
agradeciendo a Dios el fin de la peste en Milán
y  el Éxtasis de
san Carlos mientras contempla el Santísimo Sacramento

a la izquierda (2)

La tercera capilla del Evangelio es la capilla Olgiati, diseñada por Martino Longhi il Vecchio a fines del Cinquecento como capilla funeraria de la familia de Bernardo Olgiati, banquero originario de Como muy próspero en Roma fallecido en 1585. Tiene planta rectangular con pilastras jónicas sobre las que apoya un entablamento y una bóveda pintada al fresco por Giuseppe Cesari, el Caballero de Arpino, con la Ascensión de Cristo en el centro rodeada de profetas y sibilas y los cuatro Doctores de la Iglesia, Gregorio Magno, Agustín, Jerónimo y Ambrosio, en los lunetos.

Bóveda de la capilla Olgiati

En los lunetos sobre la entrada y sobre el altar se representan una Resurrección de Cristo y una Asunción de la Virgen. En cuanto a la pintura del altar, es un Encuentro de Cristo y la Verónica camino del Calvario de Federico Zuccaro y está flanqueado por los santos Andrés y Bernardo de Claraval, patrón del fundador, del Caballero de Arpino.

Detalle de la bóveda, con la Resurrección y uno de los cuatro Doctores en el luneto,
profetas a la izquierda y sibilas a la derecha

Altar con el Encuentro de Cristo y la Verónica de Zuccaro
flanqueado por los santos Andrés y Bernardo de Claraval
del Caballero de Arpino

Encuentro de Cristo con la Verónica de Zuccaro (2)

El ciclo se completa con una Última Cena sobre la puerta, un Noli me tangere en la pared de la Epístola y un Camino de Emaús en la del Evangelio.

La última capilla del Evangelio es la capilla de san Giovanni Gualberto, fundador de la abadía de Vallumbrosa. El proyecto fue encargado por el papa Pío VI al arquitecto Giuseppe Camporesse a fines del siglo XVIII pero el trabajo quedó paralizado tras la ocupación francesa y no pudo retomarse hasta 1935 por orden del papa Gregorio XVI, con un nuevo proyecto del arquitecto Ernesto Leschiutta, conformándose como un ámbito neo-barroco cubierto con cúpula elíptica con tambor con ocho vanos y ábside de bóveda de horno, todo ello decorado con frescos y mosaicos de Giulio Bargellini.

Capilla de san Giovanni Gualberto

Cúpula de la capilla de san Giovanni Gualberto

Detalle de la pintura de la cúpula

En el altar mayor aparece San Giovanni Gualberto venerado por ángeles y la bóveda de horno que cubre el ábside muestra la Asunción y Coronación de la Virgen rodeada de monjes y monjas de Vallumbrosa. En los testeros laterales se repr esentan dos escenas de la vida de san Giovanni Gualberto.

Asunción y Coronación de la Virgen

Altar mayor con mosaico de san Giovanni Gualberto

La sacristía, el último ámbito abierto al lado del evangelio más cercano al ábside, fue construida por san Carlos Borromeo, de ahí que su escudo aparezca en la bóveda, y cuenta con varias obras interesantes. En el altar se ubica un San Giovanni Gualberto de Agostino Ciampelli y en las paredes están una Flagelación de un discípulo de Giulio Romano, una Deposición de Cristo con santos de Giovanni de Vecchi que antes había estado en la capilla Cesi o San Giovanni Gualberto ermitaño de Francesco Gai. Lamentablemente el día de diciembre de 2014 que visité la basílica, este ámbito no estaba abierto al público.

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Referencias:

(4) MUÑOZ, A. Roma di Dante, Milano-Roma, 1921.

Fuentes:

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Magnifico.
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias.
Anónimo ha dicho que…
Muy buena descripción. Muchas gracias
abi c.b ha dicho que…
Magnifico articulo, estupendas imágenes, muchísimas gracias. A demás recientemente también pude deleitarme con el articulo sobre el Duomo de Monreale de Palermo, Sicilia.
Gracias de nuevo.

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