Una visita al monasterio de Santa María de Santes Creus, en Tarragona

El monasterio cisterciense de Santa María de Santes Creus se encuentra en la orilla izquierda del río Gaià en el municipio de Aiguamurcia, en la comarca del Alto Campo, provincia de Tarragona.

Como en un artículo anterior, al que podéis acceder abriendo este enlace, ya hablé de La historia del monasterio de Santa María de Santes Creus y su panteón real, ahora os invito a “pasearos” detenidamente por este impresionante monumento que cuenta con un gran compás con edificios laterales y un conjunto formado por la iglesia, el claustro gótico, alrededor del que se distribuyen la sala capitular, el refectorio, el locutorio, el scriptorium y una segunda planta con el dormitorio común, y dependencias anexas con un segundo patio o claustro posterior en el que estaba la enfermería, las habitaciones de los monjes jubilados, el palacio real, el cementerio y las construcciones más antiguas del conjunto.

Monasterio de Santa Maria de Santes Creus (1)

Lo primero que nos encontramos es el edificio que ocupaba antiguamente la portería exterior y la herrería, abierto mediante un arco carpanel y un ámbito cubierto con una bóveda de lunetos que va a dar a una plaza mediante un arco de medio punto y fachada con esgrafiados contemporáneos de Ferdinandus Sierra.

Antiguo edificio de la portería y de la herrería (2)

Desde esta primera plaza se accede al compás del monasterio a través del Arco Real o Puerta de la Asunción, que a pesar del nombre, no es una puerta sino otro edificio barroco construido en 1741 que presenta perfil de curvas y contracurvas con una portada central compuesta por un arco mixtilíneo flanqueado por columnas toscanas que soportan un frontón curvo partido que aloja un nicho con una escultura de la Virgen de la Asunción flanqueado por dos óculos ovalados y sobre el que aparece el escudo con la cruz de doble travesaño de Santes Creus coronada. A cada lado de la portada aparece, de abajo hacia arriba, un óculo, una ventana, un balcón y otro óculo más, y el muro muestra una ornamentación esgrafiada a base de medallones reticulados, guirnaldas de frutos, jarrones y ángeles. Por encima de la fachada se ubica un cuerpo octogonal sobre otro cuadrado a modo de torre. La contrafachada, ya dentro de la plaza, reproduce el mismo esquema con ligeras variaciones, pues los capiteles son pseudocorintios y hay dos aberturas más en el centro.

Puerta de la Asunción y capilla de Santa Lucía (2)

El edificio sirvió de vivienda del monje-vicario del convento que regía la capilla de Santa Lucía, ubicada a su derecha, parroquia dependiente del monasterio desde mediados del siglo XVIII, una sencilla estructura de planta rectangular con fachada también esgrafiada organizada con puerta central, óculo y espadaña. Aunque la existencia de la capilla está documentada desde el siglo XVI, se cree que hubo un edificio anterior del XIII que alojaría una pila bautismal hoy conservada en el Museo Diocesano de Tarragona, por lo que haría las funciones de baptisterio.

Planta del monasterio (3). Las indicaciones son mías

Atravesando la Puerta de la Asunción se llega a la plaza de Sant Bernat Calbó, abad del cenobio entre 1226 y 1233, un ámbito de planta trapezoidal en leve pendiente con una fuente central del siglo XVIII y edificaciones laterales de servicio al monasterio, donde se situaban las casas de los monjes jubilados, talleres, establos, almacenes, viviendas de criados y obreros, los espacios de recepción de visitantes, administración… y que fueron construyéndose a lo largo de los siglos XVI y XVII pero con las fachadas unificadas con esgrafiados rococó que imitan pilastras dóricas, cornisas, lambrequines, marcos en los vanos… en el siglo XVIII.

Plaza de Sant Bernat Calbó, con la fachada de la iglesia al fondo

Plaza de Sant Bernat Calbó, con la Puerta Real al fondo

En el centro de la fachada de la derecha destaca lo que fue el Palacio abacial, mandado construir a mediados del siglo XVI por el abad Jeroni Contijoch sobre el antiguo Hospital de Sant Pere dels pobres, que había sido fundado antes de 1229 por Ramón Alemany, señor de Querol, y que hoy es el ayuntamiento de la población, destacando por un pequeño patio de pilares hexagonales que soportan arcos escarzanos apuntados con un brocal de pozo central. El resto de edificios en la actualidad son viviendas particulares.

Patio del Palacio abacial, hoy ayuntamiento del pueblo

La plaza conforma un magnífico eje visual que encuadra la fachada occidental de la iglesia, ubicada al fondo elevada sobre una escalinata, y el volumen del claustro procesional, adosado al lado de la Epístola, formando un conjunto de aspecto de fortaleza porque todo el remate perimetral delimitando la zona más importante de la clausura es almenado.

Fachada occidental de la iglesia al fondo de la plaza

Alzado de la fachada occidental del monasterio, con el cuerpo de la iglesia a la izquierda y el del claustro gótico a la derecha (3)

La fachada de la iglesia se compone de tres cuerpos que dejan adivinar las tres naves del edificio coronados por merlones con troneras y almenas. Los cuerpos laterales cuentan con sendas ventanas de medio punto y en el central, más alto, se ubica la única portada de entrada, con vano de medio punto con arquivoltas apoyadas en columnas lisas con capiteles decorados con motivos vegetales, animales, antropomorfos y heráldicos ante la que se previó un atrio o galilea, tal y como denotan los arranques fasciculados a ambos lados que debía de soportar la estructura. Por encima de la portada destaca un imponente ventanal apuntado de cinco arquivoltas lisas que conserva casi por completo sus vidrieras originales.

Portada occidental de la iglesia

En la fachada oriental, el ábside mayor es fruto de una modificación en el siglo XIV que le dio el carácter defensivo que presenta. Destaca por el gran rosetón que alude a la luz de la Divinidad y por tres ventanas inferiores de medio punto en referencia a la Trinidad que iluminaban el interior, aunque en la actualidad están tapiadas y ocultas por el retablo mayor barroco.

Alzado de la fachada oriental (3)

Fachada del Ábside mayor

El rosetón está rodeado de un ajedrezado y tres boceles y presenta ocho columnas de doble capitel con fuste hexagonal que confluyen en una corona octogonal polilobulada central con zigzag y palmetas que contiene un entrelazado.

Rosetón de la cabecera

Como en el exterior de la cabecera estaban el foso común y el cementerio, en la parte inferior de los paramentos todavía se conservan relieves funerarios con heráldicas que nos informan de los linajes enterrados, algunos coincidentes con los que también se localizan en el claustro, como los Cruïlles, los Castellet y los Miró.

Alzado de la fachada norte (3)

Alzado de la fachada sur (3)

El templo se inició en 1174 y las obras no culminaron hasta 1280, aunque la ceremonia de consagración tuvo lugar en 1211, una vez terminado el crucero. Presenta un aspecto claramente cisterciense, con planta en T, con tres naves de seis tramos, transepto, profundo ábside central de testero plano y cuatro capillas absidiales laterales de menor tamaño también con testero plano.
Llama la atención la altura de la nave central, organizada mediante arcos de medio punto entre robustos pilares cuadrangulares sobre zócalo con boceles, cuerpo de ventanas de destacado abocinamiento y cubierta de crucería y robustos arcos fajones apuntados que descansan en modillones de rollo. Las naves laterales, más bajas y estrechas, también cuentan con ventanas de medio punto y presentan el mismo tipo de cubierta pero los arcos fajones se prolongan en pilastras.

Nave central de la iglesia

Sección longitudinal de la iglesia (3)

El ventanal apuntado sobre la puerta a los pies conserva las vidrieras que unos especialistas consideran que son de la segunda mitad del siglo XIII y otros creen que se le añadieron a comienzos del XIV dentro de la campaña de embellecimiento del monasterio como panteón real promovida por Jaume II, y su esposa, doña Blanca de Anjou y que se alejaba del ideal cisterciense, cuando también se construyó el cimborrio y se sustituyó el claustro. Están divididas en más de cincuenta compartimentos y combinan cristales cobalto, rojo, esmeralda, amarillo, ocre y violado con trazados de grisalla componiendo escenas de la Vida de la Virgen y de la Vida de Cristo, hagiográficas, la historia del monasterio y elementos heráldicos, aunque el desorden en la distribución de las escenas, que no se corresponden con la narración de los acontecimientos en el Nuevo Testamento, unido a otros análisis y estudios que hacen pensar en restauraciones y añadidos posteriores, dificultan seriamente la interpretación de algunos pasajes.

Nave central desde el crucero, con el ventanal apuntado con vidrieras sobre la portada occidental al fondo

Vidriera del ventanal de la fachada occidental

En el segundo tramo de la nave del Evangelio estaba la capilla con el Altar de las Almas pero en la actualidad está el Panteón de los Montcada-Medinaceli, construido en jaspes y mármoles en 1756 por José Ribas por encargo de don Luis Antonio Fernández de Córdoba, XI duque de Medinaceli, para enterrar los restos de su esposa, doña Teresa de Montcada i Benavides, VII marquesa de Aytona, última representante de los Montcada en Cataluña, pues después su linaje se añadió a la Casa de Medinaceli, y los de sus antepasados, hasta ese momento en otras tumbas en el templo y el claustro. En origen el panteón se colocó en un lateral del coro en la nave de la Epístola, cerca de donde estaban dos primitivos sepulcros de la familia desde fines del siglo XIII y fue trasladado a la Capilla de las Almas en 1954 tras desmontarse el coro, que ocupaba los tres primeros tramos de la nave central.

Panteón de los Montcada-Medinaceli

El transepto tiene el mismo ancho que la nave central. Las capillas absidiales laterales están cubiertas con cañón apuntado y también presentan retablos barrocos. La primera del lado del Evangelio es la Capilla de los Santos Juanes, dedicada a esos santos en 1375 por el abad Guillem de Ferrera, con un retablo barroco con una hornacina central que contaba con la imagen del Bautista flanqueada por otras con los santos Ana y Joaquín procedentes del Altar de las Ánimas, bajo los que se ubican sendos relieves con una Epifanía y una Adoración de los pastores. A continuación está la Capilla de la Virgen del Rosario, con un retablo fechado en 1739. En el lado de la Epístola están la Capilla del Santo Cristo, con un retablo de 1754, y la Capilla de la Purísima Concepción, con un retablo de 1739 con una Virgen central flanqueada por los santos Domingo de Guzmán y Catalina de Siena, que en origen estaban en el altar de la Virgen del Rosario.

Capillas absidiales del transepto del Evangelio

Capillas absidiales del transepto de la Epístola

En el brazo del Evangelio estaba la Puerta de difuntos, la salida al foso de enterramiento común y al cementerio, que ocupaba toda la zona que rodeaba a la cabecera de la iglesia. En el brazo de la Epístola está la puerta de subida a la Torre de las Horas, la puerta de la sacristía y todavía se conserva la escalera que comunicaba directamente con el dormitorio común, ubicado en la segunda planta de la crujía oriental del claustro, sobre la sala capitular, y que se denominaba Escalera de maitines porque era la que utilizaban los monjes para bajar directamente al coro a realizar los primeros rezos del día.

Escalera de maitines

La Torre de las Horas, adosada al transepto de la Epístola sobre la sacristía, fue construida en 1575 durante el abadiato del abad Contijoc como campanario para alojar el mecanismo del reloj y las campanas. Es de planta cuadrada pero en su lado sur se aprecia el abombamiento exterior de la escalera de caracol. Los dos cuerpos superiores presentan vanos rectangulares y de medio punto respectivamente, con un remate almenado.

Torre de las Horas

El crucero está cubierto con un cimborrio gótico que al interior no se aprecia, pues lo único que se ve es una sencilla bóveda de crucería. Comenzó a levantarse hacia 1314, dentro de la campaña de embellecimiento del monasterio patrocinada por Jaume II y Blanca de Anjou, para dignificar el espacio funerario aúlico creado ante el presbiterio, ya con dos mausoleos, coronando simbólicamente las tumbas, y quedo terminado en 1347. Tiene planta octogonal con ventanas ojivales y adoptó soluciones técnicas inéditas en las construcciones cistercienses, haciendo el paso del cuadrado de base al octógono mediante grandes trompas cónicas con forma de concha y una cubierta con ocho nervios que confluyen en una clave, un modelo constructivo que también encontramos en Sant Cugat y en la Seu Vella de Lérida y que después adoptan los monasterios Císter de Poblet y Vallbona de las Monjas. La linterna esmaltada que lo remata en el exterior es de mediados del siglo XVIII.

Bóveda sobre la que se asienta el cimborrio del crucero

Cimborrio de Santes Creus

El ábside central, cubierto con crucería, cuenta con un retablo mayor barroco de Josep Tramulles de 1640 que oculta parte del gran rosetón que sí se aprecia desde el exterior. Presenta zócalo, dos cuerpos de tres calles y ático. El zócalo oculta dos puertas con los relieves de los santos Pedro y Pablo, que dan acceso a un ámbito posterior, la chirola, un ámbito típico de los templos cistercienses de la Congregación de Castilla que quizá fuera una Capilla del Santísimo o un relicario. En la calle central de los dos cuerpos superiores se ubica una hornacina con la Virgen con el Niño. Las calles laterales del primer cuerpo presentan zócalos en los que aparecen los relieves de la Oración en el huerto y la Verónica que sustentan parejas de columnas corintias con estrías en zig-zag que acogen hornacinas con los santos Benito y Bernardo. Las calles laterales del cuerpo superior también alojan hornacinas con santos de la orden y el ático está protagonizado por una escultura de san Miguel Arcángel y coronado por Dios Padre flanqueado por dos ángeles con los escudos de los abades Josep Segrià y Ambròs Soler.


Retablo mayor

Este retablo sustituyó a otro retablo gótico desmontado y trasladado a la iglesia de la Guàrdia dels Prats, dentro de la jurisdicción del monasterio, para terminar desmembrado, encontrándose repartido entre la Catedral de Tarragona, el Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona y coleccionistas privados. Fue encargado en 1402 al pintor Pere Serra, que trabajaría en la preparación de los soportes hasta su muerte en 1406, cuando se contrató al pintor Guerau Gener, autor de la mayoría de las escenas pintadas, que como murió dejándolo inconcluso tuvo que contratarse a Lluís Borrassà para que terminara las pinturas. Contaba con una talla central de la Virgen y las tablas desarrollaban el Ciclo de su vida, siendo colocado en el altar mayor en 1411.

A ambos lados frente al ábside central se ubican los monumentos funerarios de Pere III deAragón († 1285) y de Jaume II de Aragón († 1327) y su segunda esposa, Blanca deAnjou-Sicilia o de Nápoles († 1310), dos obras de arte al servicio de la propaganda política de la Corona de Aragón que reflejan las transformaciones que experimenta la imagen pública del Estado y su monarca en el tránsito entre los siglos XIII y XIV y a las que ya les he dedicado un artículo que podéis consultar abriendo este enlace.

Monumento funerario de Pere III

Monumento funerario de Jaume II y Blanca de Anjou

El claustro gótico se desarrolla retranqueado respecto de la fachada occidental de la iglesia y adosado al lado de la Epístola de ésta, espacio ahora libre que estuvo ocupado por la bodega y el refectorio de conversos, demolidos en la campaña de fortificación del conjunto ordenada por Pedro IV.

Cuerpos de la iglesia y del claustro en la fachada occidental (4)

Tiene acceso directo desde el exterior a través de la llamada Puerta Real, ubicada en el ángulo suroeste, que se construiría en el primitivo distribuidor de la zona de conversos. Presenta dos gruesos contrafuertes y un vano compuesto por arco de medio punto con dovelas planas con el escudo de barras de Jaume II en la central y las flores de lis de Blanca de Anjou en dos laterales, enmarcado por arquivoltas baquetonadas lisas que se prolongan a los lados a modo de esbeltas columnillas con capiteles decorados con escenas narrativas y seres grotescos entre las que se ubican dos nichos con doseletes vacíos que hay autores que consideran que alojarían una Anunciación identificada con dos esculturas hoy conservadas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Las columnillas apoyan sobre un pedestal con los escudos. La última arquivolta no se prolonga en columnillas, sino que apoya en pequeñas ménsulas laterales con las efigies de los monarcas patrocinadores.

Puerta Real

Esta portada pudo estar cobijada por un atrio que, o no se terminaría o fue demolido junto con la zona de conversos del ala occidental del claustro para la fortificación del recinto ordenada por Pedro IV el Ceremonioso. Se conservan los arranques laterales de los nervios que soportarían la bóveda, sobre dos pequeñas ménsulas con las representaciones de los evangelistas Mateo y Lucas, de lo que se deduce que debían completarse con un Tetramorfos.

El claustro tiene planta rectangular con galerías cubiertas con bóvedas de crucería y ocho y siete arcos respectivamente y sustituyó a otro más sencillo románico levantado entre fines del siglo XII y comienzos del XIII del que se conservaron el templete del lavabo ante el refectorio y las dependencias que lo rodean.

Claustro gótico

Su construcción fue patrocinada por los monarcas Jaume II y Blanca de Anjou, la ceremonia de colocación de la primera piedra tuvo lugar en 1313 y en las obras intervinieron Bernat de Pallars como maestro de obras del monasterio, el monje obrero Guillem de Lillet, el inglés Reinard des Fonoll, contratado para trabajar en el claustro y el refectorio, y otros canteros como Pericó Riera, Ferrer Malet, Berenguer Manresa o Bernat Casesnoves. En 1340 se sabe que Reinard des Fonoll tomó como ayudante a un tal Guillem, de lo que se deduce que éste también intervendría en el claustro de Santes Creus, finalmente terminado en 1341, ya en tiempos del abad Francesc Miró.

Tracerías góticas de la galería este

Su decoración escultórica, inusual en un monasterio Císter, se centra en capiteles, ménsulas, frisos de los pilares, gárgolas y claves de las bóvedas y presentan motivos vegetales, animales, zoomórficos, figurativos y narrativos.

Ménsula del claustro

Los especialistas distinguen, como mínimo, tres estilos: uno de tradición románica que esculpe escenas narrativas, destacando, sobre todo el friso con el Ciclo de Adán y Eva; otro con imágenes de gran formato que llenan todo el capitel o abarcan dos, que se atribuyen a Reinard de Fonoll, que se cree que se autorretrató en el capitel frente al locutorio en la crujía este, una figura que sostiene un cincel y una maza; y un tercer grupo atribuido a un discípulo suyo que lo imita pero complementa las figuras con follaje.

Posible autorretrato de Reinard de Fonoll (5)

Capitel perteneciente al tercer grupo

Justo al entrar, el pilar de ese ángulo suroeste muestra el mencionado friso con el Ciclo de Adán y Eva, los únicos relieves veterotestamentarios del claustro, con las escenas de la Creación de Adán, la Creación de Eva, el Paraíso, la Tentación de la Serpiente, la Caída en el pecado, la Vergüenza de ambos, la Expulsión del Paraíso, Adán trabajando la tierra mientras Eva hila y Caín y Abel trabajando la tierra y atendiendo al ganado.

Friso de Adán y Eva

La Creación de Adán y la Creación de Eva

De derecha a izquierda, se distinguen la Caída en el pecado y la Vergüenza de Adán y Eva

Siguiendo el sentido contrario a las agujas del reloj, continuando por la galería oeste, y seguramente en relación con el recorrido que hacían los monarcas y la nobleza desde el exterior, entrando por la Puerta Real y recorriendo esta galería para acceder al templo, se distinguen la heráldica de Jaume II y las flores de lis de Blanca de Nápoles, patrocinadores de la renovación gótica del claustro, además de las armas de familias de la nobleza, como los Cervelló o los Queralt, donantes de las tierras en las que se levanta el monasterio, y de algunos abades, como las de Pedro Alegre, bajo cuyo abadiato se inició la construcción, o las de Bonanat de Vilaseca, que financiaría parte de la obra.

El claustro también conserva dos restos de pintura mural: una Anunciación y un Juicio Final. El Juicio Final ocupa el ángulo noroeste, una escena muy deteriorada de la que solo se conserva un Cristo en mandorla enseñando las llagas y un san Miguel apenas dibujado, debajo, una pintura de mediados del siglo XIV de marcado italianismo que quizá pudiera atribuirse a Ferrer Bassa, realizada una vez terminada la práctica totalidad del claustro y que se relaciona con el carácter escatológico del ámbito, pues la costumbre de los enterramientos en el claustro ya comenzó en el primitivo románico, cuando antes de partir a la conquista de Mallorca, que se inició en 1229, muchos nobles hicieron testamento declarando que querían ser enterrados en Santes Creus y entregando al monasterio suculentos donativos, pero no para recibir sepultura en el foso de los monjes, como había sido preceptivo en el monasterio, adscrito al Císter, donde los únicos recordatorios eran los mencionados relieves heráldicos que todavía se conservan en los muros exteriores de la cabecera, sino para gozar del privilegio de penetrar en la clausura en este ámbito privilegiado. Aunque la primera fórmula adoptada fue la del sepulcro bajo arcosolio, con los muros perimetrales horadados, a partir del siglo XIV, con el claustro gótico ya concluido, también se empezó a sustituir el pavimento por losas funerarias. Después se incorporaron osarios suspendidos a la altura de las ménsulas y también consta que hubo cenotafios que buscaban recordar a los difuntos aunque no estuvieran enterrados en ese ámbito. Se distinguen los apellidos Montcada, Cervelló, Queralt, Puigvert, Bearn, Claramunt, Salbà, Berenguer de Llorac, Montbrió, Selmella, Castellet, Aguiló, Pinós, Montblanc, Miralles…

La galería norte, adosada al lado de la Epístola de la iglesia, también se conocía como “ala de los estudios” porque cuenta con un banco de piedra adosado a la pared en el que los monjes se sentaban a orar, leer o estudiar aprovechando el sol de la mañana.

Galería norte o "ala de los estudios" del claustro gótico

Además de los arcosolios de enterramiento, esta galería norte tiene dos puertas de acceso al templo. La primera está a los pies, abierta al segundo tramo de la nave de la Epístola, y era la que utilizaban los conversos en todos los monasterios cistercienses. La otra abre al último tramo de la nave y era la Puerta de la monjía, usada por los monjes de coro, un sencillo arco de medio punto sobre el que destaca un somero Juicio Final, un grupo de alabastro policromado datado a mediados del siglo XIV.

Juicio final sobre la Puerta de la monjía

En el centro está Cristo Varón de Dolores, resucitado, con nimbo crucífero y enseñando las llagas de la pasión, apoyado en una ménsula con un ángel tocando la trompeta anunciando el juicio y otro ayudando a levantar una losa de las dos tumbas de las que están saliendo un hombre y una mujer, quizá Adán y Eva. Está flanqueado por tres ángeles con los instrumentos de la pasión y un donante orante con báculo abacial que se ha identificado con el abad Francesc Miró, en funciones en 1341, cuando se finalizaron las obras. En las ménsulas de estos cuatro personajes están los símbolos de los Evangelistas portando filacterias.

Detalle de la Resurrección en la ménsula de Cristo

La planta baja de la crujía este aloja la antigua sacristía, la sala capitular, la escalera de acceso al dormitorio común, que ocupa toda la planta superior de este ala del claustro, el parlatorio, que es también la salida al claustro posterior, y un pequeño ámbito, justo en el ángulo sureste, que fue el primitivo pasillo de comunicación con los huertos y con la sala de los monjes, que después se convirtió en Capilla de San Benito.

Comenzando por el ángulo noreste, sobre un arcosolio con una sepultura de los Bearn y Montcada, hay una escultura de bulto que conserva parte de su policromía conocida como la Virgen del claustro también fechada en el siglo XIV, como el grupo del Juicio Final sobre la cercana Puerta de los monjes, una Virgen de pie con el Niño en brazos.

Juicio Final sobre la Puerta de la monjía y Virgen del claustro sobre la sepultura de los Bearn y Montcada en el ángulo noreste del claustro

Virgen del claustro

A continuación se ubicaba el armariorium, donde se guardaban los libros usados en el capítulo. Es un pequeño espacio con puerta de medio punto, de planta rectangular y bóveda de cañón transversal precedido por un tramo que se corresponde al grosor del muro, que en 1558 fue convertido en Capilla de la Asunción con el patrocinio de doña Magdalena Valls de Salbá, hermana del abad Valls, puesta bajo la advocación del Santo Sepulcro de la Virgen, con un grupo escultórico de alabastro con restos de policromía de la Dormición de María rodeada de los Apóstoles y un relieve con el alma de la Virgen subida al cielo por cuatro ángeles, obra del maestro francés Perris Ostris o d'Austri con policromado de Cristòfol Alegret.

La dama está enterrada en el pavimento bajo una lápida de mármol con su figura yacente en bajorrelieve, mirando hacia el altar, vestida con hábito cisterciense, con las manos cruzadas sobre el pecho y tapadas por las largas mangas y el escudo familiar entre los pies.

La Dormición en la Capilla de la Asunción

En cuanto a la sala capitular, fechada a fines del siglo XII y en la que todos los días se leía un capítulo de la Regla de san Benito, es de planta cuadrada, con nueve tramos cubiertos con bóvedas de arista con nervios superpuestos que apoyan en cuatro columnas centrales y en ménsulas en las paredes y con fajones de medio punto. Está iluminada por tres ventanas de medio punto abocinadas en el testero este, aprovechando la luz de la mañana y se abre al claustro, para que los conversos también pudieran escuchar lo que se decía en el capítulo los domingos y fiestas, mediante tres vanos de medio punto baquetonados que alojan un óculo y otros dos arcos de medio punto más pequeños con maineles de dobles columnas con capiteles y basas separadas que en el central se ha eliminado para facilitar el acceso.

Vanos de la sala capitular, con la Puerta de la monjía al fondo

Sala capitular

En el pavimento se conservan las laudas sepulcrales de mármol y piedra arenisca de los seis últimos abades vitalicios y de un obispo leridano. Desde el fondo y de izquierda a derecha, en la primera fila están los enterramientos de Bernardí Tolrà, Pedro de Mendoza, el obispo leridano franciscano del siglo XIV Andreu de Valleregia y Jaume Valls. En la segunda fila se sitúan las lápidas de Pere Nogués, Jaume Carnicer y Jeroni Contijoc.

Bernardí Tolrà († 1534) es el único abad representado con hábito de monje, que le tapa las manos, y bonete, pues los demás portan hábito abacial y mitra. También lleva el báculo como símbolo de poder, del que pende la cinta o velo blanco característico de los abades, lo mismo que el resto. Muestra la cabeza sobre un cojín inclinada hacia la derecha como si observara el bacúlo, que está apoyado en su hombro derecho.

Pedro de Mendoza († 1519) fue el primer abad enterrado en la sala capitular y consta que su sepultura fue financiada por Joanós Vives de Pontons, que algunos estudiosos consideran que sería su hijo. Viste hábito abacial y mitra, con la cabeza también inclinada hacia la derecha pero el báculo apoya en el hombro izquierdo. La parte inferior de la losa está muy deteriorada, por lo que no puede distinguirse ni la heráldica ni gran parte de la inscripción a modo de cenefa que rodeaba todas las lápidas en la que se lee el nombre, el cargo y la fecha de su muerte.

Lauda sepulcral de abad Pedro Mendoza en la sala capitular (6)

La losa de Andreu de Valleregia († Nápoles, después de 1360) es la única esculpida en bajorrelieve, el resto son alto y medio. Se le distingue por la casulla y porque el báculo no lleva la cinta de abad. Conserva el escudo heráldico y la inscripción.

La lauda de Jaume Valls († 1560) fue realizada por el mismo escultor que hizo la de su hermana en la Capilla de la Asunción. Viste casulla abacial, guantes y anillo y el báculo apoya en su hombro derecho. También conserva el escudo familiar a los pies y la inscripción funeraria.

Pere Nogués († 1608) está representado con las manos cruzadas sobre el pecho, con guante y anillo de abad. La parte inferior de la lauda está muy deteriorada y no se aprecia el escudo familiar ni gran parte de la inscripción.

La lauda de Jaume Carnicer († 1619), el último abad vitalicio, es de piedra negra. Viste hábito abacial, mitra y báculo apoyado en el hombro izquierdo y los rasgos faciales y la inscripción funeraria están muy dañados.

Jeroni Contijoc († 1593) viste hábito abacial, mitra y báculo apoyado en el hombro izquierdo y aunque la lauda está muy dañada en la parte central, conserva íntegro el escudo familiar y la inscripción.

Laudas sepulcrales de los abades Bernardí Tolrà, Jaume Valls y Jeroni Contijoc (6)

A la derecha de la sala capitular está la escalera de acceso al dormitorio común, construido en 1173 en la planta superior de la crujía este, sobre la sacristía y la sala capitular, y prolongándose hacia la derecha sobre parte de la antigua sala de monjes, ubicada en perpendicular hacia el sur. Es una gran nave de planta rectangular y diáfana con once arcos diafragma apuntados que descargan sobre ménsulas con decoración vegetal y geométrica embebidas en los muros que soportan una cubierta de madera y está iluminada por grandes vanos levemente apuntados abiertos en el muro a ambos lados entre los arcos.

Dormitorio de monjes

Además del acceso desde el claustro, también tiene una puerta en el testero norte que comunica con una escalera que desemboca en el transepto de la Epístola, la mencionada Escalera de maitines, utilizada por los monjes para bajar directamente al coro a realizar los primeros rezos del día. En origen los monjes dormían con sus sayales sobre jergones tendidos en el suelo pero en los últimos siglos el espacio fue tabicado, aunque en las restauraciones, los tabiques fueron eliminados.

De nuevo en el claustro, después de la escalera está el parlatorio, donde el prior distribuía las tareas diarias, un espacio rectangular con bóveda de cañón sobre imposta bocelada rodeado de un banco de piedra que antiguamente estuvo revestido de madera y con una puerta al fondo abierta con posterioridad para comunicar con el claustro de la enfermería.

Parlatorio y salida al claustro posterior

En paralelo al parlatorio estaba el antiguo pasillo de comunicación con los huertos y con la sala de los monjes, similar al anterior pero más estrecho, que seguramente quedó inutilizado en tiempos del abad Pere Nogués, entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII cuando su parte occidental se dedicó a Capilla de san Benito, conservándose solo el vano de medio punto de acceso.

Justo encima de este vano se conserva el otro de los dos restos de pintura mural del claustro, una Anunciación que también se adscribiría a Ferrer Bassa a mediados del siglo XIV. El ángel aparece de tres cuartos con túnica blanca y grandes alas medio desplegadas bendiciendo y sosteniendo una palma arrodillado ante la Virgen, de la que apenas se conservan las trazas de la sinopia, de pie, con manto azul, la mano derecha sobre el pecho y sujetando el libro de oraciones abierto con la izquierda. La escena está ambientada en una arquitectura de pavimento jaspeado con fondo mural en el que se distinguen dos esbeltas columnas dispuestas en diagonal que soportan una bóveda de crucería. El que el ángel porte una palma pone a esta pintura también en relación con el uso funerario del recinto claustral.

Anunciación sobre la Capilla de san Benito

La mayoría de la decoración que presentan los capiteles y frisos de las tracerías de los arcos en esta galería oriental es vegetal, aunque justo delante de la entrada a la sala capitular predominan la antropormorfa y algunas escenas satíricas con las que se buscaba sancionar los vicios, la lujuria y la corrupción de los clérigos de la época, igual que más tarde aparecerá en obras de gran difusión, como la Stultifera Navis del teólogo, jurista y humanista alsaciano Sebastian Brand, publicada en Basilea en 1494. Frente a la entrada al parlatorio también se localiza a un picapedrero trabajando que ya he comentado que algunos autores han querido identificar con Reinard de Fonoll, escultor francés que trabajó en el claustro.

Desde la galería sur se accedía a la planta baja del priorato, que se cree que sería una bodega, una sala de planta rectangular también con arcos diafragma que hoy se utiliza como espacio de bienvenida del visitante y en la que se proyecta “El mundo del Císter”, un interesante montaje con audiovisuales que nos informa de la expansión de la Orden y de sus costumbres.

Montaje en el priorato para explicar la expansión del Císter y la vida en los monasterios de la Orden

La base de la alimentación de la comunidad eran las legumbres, la verdura y la fruta procedentes de los huertos del monasterio, que se acompañaban de una ración de pan y de un poco de vino. También se comía pescado fresco y salado, huevos y queso, sin que la carne, en principio, estuviera permitida, salvo excepciones con algunos enfermos.

A continuación estaría el refectorio primitivo del que no queda nada, por cuyo vano ahora se sale del conjunto tras haber realizado el recorrido turístico.

Crujía sur del claustro, con el templete del lavabo a la izquierda y la puerta del refectorio enfrente, con el primitivo acceso a la sala de monjes, después convertido en Capilla de san Benito, al fondo, con la pintura mural de la Anunciación encima

El refectorio estaba, como era canónico, enfrente del templete del lavabo, conservado del primitivo claustro, que aloja una pila monolítica de mármol blanco que en origen contó con dieciocho caños y tiene planta hexagonal con cubierta de crucería soportada por contrafuertes en los ángulos exteriores y cada lado está formado por un arco apuntado que aloja óculos y cuadrados alternados sobre dos arcos de medio punto sobre columnas de doble fuste apoyadas en un plinto salvo en el arco de entrada, donde se suprimió el soporte central para dejar libre el acceso, una configuración muy parecida a la que observamos en la entrada de la sala capitular, también conservada del claustro primitivo.

Templete del lavabo

En esta crujía sur también estarían el calefactorio y la cocina primitivos, aunque no se sabe si ni siquiera llegaron a terminarse porque el monasterio se sumió en una grave crisis económica.

En la decoración escultórica de esta galería sur también se aprecian representaciones relacionadas con los pecados mezcladas con seres monstruosos y otros símbolos benéficos, y ya al otro lado del templete del lavabo vuelven a aparecer los símbolos heráldicos, igual que en la galería occidental.

Desde la esquina sureste del claustro gótico, atravesando el parlatorio, por lo que fue la salida hacia las huertas, se accede al claustro posterior, claustro viejo o claustro de la enfermería, que con todos esos nombres se conoce. Quizá levantado sobre otro anterior, conectaba las dependencias más antiguas, situadas al este de todo el conjunto, las celdas de los monjes jubilados, la enfermería y el Palacio Real, y su arquería conservada sería del siglo XVII o el XVIII. Presenta planta rectangular irregular con arcos apuntados sobre los que aparecen grandes óculos que podrían indicar que existía un piso superior y para su construcción se emplearon materiales de acarreo procedentes del convento femenino de Bonrepòs en La Morera de Montsant, cuyos bienes fueron incorporados a Santes Creus tras su extinción en 1452.

A la derecha del locutorio, debajo del dormitorio, se ubica el antiguo scriptorium o sala de monjes obra de fines del siglo XII que después se convirtió en bodega y que hoy es una las salas de recepción de visitantes, donde se proyectan audiovisuales y hologramas. Tiene una estructura muy similar a la de la sala capitular pero es de planta rectangular con seis tramos de bóvedas de crucería que se apoyan en dos columnas centrales y en ménsulas en los muros y contaba con cinco grandes ventanas que proporcionaban la luz necesaria para el trabajo de los copistas.

Antiguo scriptorium

Holograma que recrea el ambiente del scriptorium

Justo al lado está la prisión construida en el siglo XVI, utilizada porque los abades tenían jurisdicción sobre los territorios que gobernaban y dictaban sentencias.

Encima de estos dos recintos estuvo parte del dormitorio, prolongado desde la crujía este del claustro gótico, y una biblioteca datable a fines del abadiato de Pedro de Mendoza que destaca por su artesonado morisco-renaciente de madera y estuco, aunque no es visitable habitualmente.

También se conserva gran parte de la crujía sur, donde estuvo el Palacio Real, una construcción que tiene diversas fases levantadas sobre antiguas construcciones. El primero en habilitar un palacio en el monasterio fue Pere III después de que hacia 1280 lo convirtiera en panteón real, haciéndose construir la primera residencia áulica del reino de Aragón en un monasterio, en la que pasó temporadas dedicadas al retiro espiritual y también a la caza, pues en una zona boscosa cercana se mantenían cautivos ciervos, corzos y osos para que el monarca pudiera ejercer la actividad preferida de la realeza. Se cree que el ámbito a la derecha del palacio, una pieza alargada, serían las caballerizas de Pedro III.

Crujía sur del claustro posterior

Pero una gran riada entre 1315 y 1327 dejaría el edificio en muy malas condiciones y Jaume II decidió levantar uno nuevo a la derecha de la fachada de la iglesia, más relacionado con el nuevo claustro que también patrocinó, aunque a mediados de siglo su sucesor, Pere IV, optó por derribarlo cuando todavía no estaba concluido, quizá dentro de la campaña de fortificación del conjunto y pensando que ese emplazamiento era mucho más vulnerable, para reconstruir el palacio de Pere III en la parte surorietal del complejo.

Así, lo que hoy conservamos en este emplazamiento es de esa época aunque con posteriores remodelaciones, un edificio con tres niveles en torno a dos patios contiguos que cuando Santes Creus perdió su condición de panteón real en favor de Poblet y el monarca perdió el interés por el palacio, pasó a ser el abacial hasta la segunda mitad del siglo XVI, cuando el abad Jeroni Contijoc decidió levantar el nuevo, del que ya he hablado, sobre el antiguo hospital de San Pere en la actual plaza de Sant Bernat Calbó.

La portada, cobijada por la crujía sur del claustro posterior, es un arco plano que abre a un pequeño vestíbulo cubierto con una techumbre de madera decorada con los escudos de Cataluña y del monasterio en tiempos del abad Andreu Porta (1380-1404) que da acceso al patio principal, el más ornamentado y uno de los más tempranos patios con escalera catalanes, con un brocal de pozo con el escudo del abad Pere Noguers (1593-1608), una galería superior en tres de sus lados formada por un alfeizar con finas columnas de fuste cuadrilobulado que sostienen arcos ligeramente apuntados y cubierta también de madera con abundante decoración heráldica con las armas de Aragón, de Sicilia, las de Anjou, la cruz de Toulouse en alusión a la casa madre del monasterio… a la que se accede mediante un tramo de escalera ubicado a la derecha sustentado por un arco ojival, con antepecho sostenido por una columna de pórfido seguramente traída de Nápoles al mismo tiempo que la bañera romana que se utilizó para hacer el sarcófago de Pedro III, que se prolonga en un pilar facetado de mármol que traspasa el antepecho y sobre el que se levantan dos arcos rebajados.

Techumbre del vestíbulo del palacio

Patio del palacio. La columna de pórfido está a la derecha, sujetando el antepecho de la escalera

Galería superior del palacio

En los extremos del antepecho hay sendas composiciones de dos leones atacando a un jabalí y a un perro respectivamente, una alusión a la práctica de la caza por parte de la realeza. Además, en el dintel de acceso a la escalera hay un relieve con el escudo real sostenido por dos ángeles sobre el que aparece una corona sostenida por dos leones.

León atacando a un jabalí en el antepecho de la escalera

Dintel en la embocadura de la escalera

En el siglo XVI gran parte de la planta baja se convirtió en nueva cocinanuevo refectorio, un espacio amplio y bien iluminado con un zócalo de cerámica que rodea todo el ámbito. Las dependencias del primer y segundo piso están también muy transformadas pero no son visitables.

Ruinas de la cocina del siglo XVI

Refectorio nuevo

Pasaplatos entre el refectorio y la cocina

Y para terminar, en la esquina noreste de este claustro posterior todavía se conserva la primitiva iglesia del monasterio, de fines del siglo XII, convertida en Capilla de la Trinidad, tras la consagración del templo grande al terminar el transepto en 1211, para dar servicio a la enfermería de los monjes, que ocupaba el ala norte de este claustro. Tiene un acceso lateral por un arco de medio punto, presenta planta rectangular con bóveda de cañón apuntado y se ilumina mediante dos ventanas afrontadas en los testeros este y oeste. En la década de 1940 fue restaurada y más recientemente se ha colocado un Crucificado de madera renacentista en la cabecera.

Capilla de la Trinidad
Si no visteis el artículo dedicado a la Historia de Santes Creus y su panteón real, podéis acceder a él abriendo este enlace.

Y si queréis ver otros MONASTERIOS CISTERCIENSES en Viajar con el Arte, podéis acceder a ellos abriendo este enlace.

Imágenes ajenas:


Fuentes:

AINAUD DE LASARTE, J., VILA-GRAU, J. y VIRGILI, C., Els Vitralls del monestir de Santes Creus i la catedral de Tarragona, Corpus vitrearum medii aevi, Barcelona, Institut d'Estudis Catalans, 1992.
CHUECA GOITIA, F., Casas reales en monasterios y conventos españoles, Madrid, Xarait Libros, 1983.
ESPAÑOL BERTRAN, F., “El maestro de los Alemany de Cervelló y la primera escultura trecentista en Tarragona”, LOCVS AMOENVS, 1, 1995, pp. 61-74.
JIMÉNEZ CUENCA, C. (coord.), Plan Nacional de abadías, monasterios y conventos, IPCE, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2004.
MATA DE LA CRUZ, S., “Notes sobre les vicissituds del retaule major gòtic de Santes Creus a la Guàrdia dels Prats: una rectificació a propòsit de les imatges de sant Bernat i sant Benet”, Aplec de Treballs, nº 32, 2014, pp. 273-282.
MUTGÉ, J., “L’infant Alfons, fill de Jaume II y el monestir de Santes Creus (1319-1327)”, Santes Creus. Butlletí de l’Arxiu Bibliogràfic, nº 57-58, vol. VI, 1983, pp. 373-397.
SERRANO COLL, M., “Imatges de la monarquia dins d’un espai monàstic: Santes Creus”. En Actes del Primer Curs Simposi sobre el monaquisme cistercenc. El Cister: poder i espiritualitat (1150-1250), Reial Monestir de Santes Creus-Arxiu Bibliogràfic de Santes Creus-Museu d’Història de Catalunya-La Ruta del Císter i Diputació de Tarragona, Lleida, 2006, pp. 181-192.

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