El monasterio de São Vicente de Fora en Lisboa a lo largo de su historia

El Monasterio de São Vicente de Fora se ubica en un terreno elevado en la confluencia de los barrios históricos de Lisboa de Graça y Alfama y se denomina “de fora” porque, además de estar fuera de las murallas de la ciudad, la parroquia sobre la que se asentó no estaba en ese momento bajo la jurisdicción del obispo lisboeta.

El monasterio de São Vicente de Fora desde el Mirador das Portas do Sol

Está dedicado a San Vicente Mártir porque su origen fue un primitivo convento construido a partir de 1147 por orden del primer rey de Portugal D. Afonso Henriques en agradecimiento al santo por su victoria sobre los musulmanes en la conquista de Lisboa y como lugar de enterramiento para los cruzados portugueses y europeos que le estaban apoyando en la guerra, dado que los ya fallecidos estaban recibiendo enterramiento en ese lugar.
  
Afonso I de Portugal en el Compendio de crónicas de reyes del Antiguo Testamento, gentiles, cónsules y emperadores romanos, reyes godos y de los reinos de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal (ha. 1312-25), conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid (1)

La tradición portuguesa establece que tras la conquista musulmana de Valencia, los cristianos huyeron de la ciudad llevándose el cuerpo de San Vicente, diácono de Zaragoza allí martirizado y que había sido abandonado en una zona pantanosa para que se lo comieran los animales pero que fue protegido por un cuervo, y se establecieron en el Algarve, fundando un pueblo en el enclave más occidental de Europa y de todas las tierras habitadas, en el que los romanos habían establecido un culto a Heracles y que era conocido como Promontorium Sacrum, el Sagres actual, donde construyeron una iglesia en honor al santo en la que depositaron sus restos. También se dice que a partir de ese momento una colonia de cuervos empezó a frecuentar el lugar.

Punta de Sagres (2)

Pero durante una incursión islámica toda la población, salvo los niños, que fueron esclavizados, fue exterminada y las reliquias del santo quedaron a su suerte hasta que cuando D. Afonso Henriques derrotó a los musulmanes en una batalla, liberó a los cristianos esclavizados y éstos le hablaron de las reliquias del santo y de dónde podía encontrarlas.

Aunque los historiadores establecen que este relato es apócrifo y el cuerpo de San Vicente nunca salió de Valencia, lo cierto es que después de la conquista de Lisboa, el rey decidió trasladar los restos que se creían del santo a la capital y convertirlo en patrón de la ciudad. Se dice que durante el viaje desde el Algarve el barco con las reliquias fue acompañado en todo momento por dos cuervos, de ahí que aparezcan en el escudo de la ciudad.

Escudo de Lisboa

Tras este traslado, el culto al santo alcanzó gran prevalencia, incluso desbancando a otros cultos ya existentes, como el del mítico San Genís primer obispo lisboeta, Santa Justa, de fuerte devoción entre los mozárabes, San Félix, San Adrián, Santa Natalia o las hermanas Máxima y Julia, patronas de la iglesia más antigua de la ciudad.

El acto se considera un símbolo de la cristianización definitiva de la ciudad, lo mismo que lo fueron los traslados de los restos de San Eulogio y Santa Leocricia desde Córdoba a Oviedo en el año 883 por Alfonso III el Magno de Asturias, colocados en la Cripta de Santa Leocadia en la catedral de Oviedo o los de San Isidoro de Sevilla de León en 1063 por Sancha de León y Fernando I, depositadas en la Real Colegiata de san Isidoro.

A su llegada a Lisboa las reliquias de San Vicente primero fueron depositadas en la parroquia de Santa Justa y Santa Rufina y después trasladadas a la catedral, donde permanecieron relativamente olvidadas hasta el siglo XIV, cuando durante una campaña de obras promovida por D. Afonso IV en la cabecera de la Sé para ubicar allí su propio enterramiento y el de la reina, el túmulo de San Vicente alcanzó nuevo protagonismo y el rey incluso buscó ponerse bajo la protección del santo pues, según las descripciones, el sepulcro real, desaparecido en el terremoto de 1755, contenía escenas de su martirio. El traslado de sus restos al monasterio tuvo lugar a fines del siglo XVI.

De aquella primitiva edificación medieval sólo quedan los restos de una cisterna y vestigios de una necrópolis. Se cree que sería una iglesia fortificada, propia de las construcciones religiosas de la época, con las dependencias conventuales en torno a un claustro de dimensiones medianas.

Recreación del arquitecto José Artur Leitão Bárcia sobre cómo sería el monasterio medieval (3)

Su administración primero se entregó a una comunidad de premostratenses flamencos y después pasó a reglares de San Agustín venidos del monasterio de San Salvador de Banho, en la provincia de Braga, y del de Santa Cruz de Coímbra, con la misión de evangelizar el arrabal que rodeaba al conjunto, uno de los más populosos de la ciudad, y como símbolo de la refundación cristiana de ésta, convirtiéndose progresivamente en uno de los conventos más importantes de Lisboa.

En la primera mitad del siglo XVI el Monasterio de Santa Cruz de Coímbra, debido a la relajación de las costumbres y la falta de vocaciones que venían arrastrando los conventos agustinos desde el siglo anterior, por otro lado, un problema común a todas las órdenes, inició una profunda reforma impulsada por D. João III, que se la encargó a los jerónimos fray Brás de Barros, fray Jorge de Évora y fray Antonio de Lisboa, este último reformador de la Orden de Cristo y de algunos monasterios cistercienses. São Vicente de Fora, igual que otros monasterios agustinos, se adhirió a dicha reforma, que culminó en la creación de la Congregación de Santa Cruz por el papa Paulo IV en 1556, año a partir del cual los priores de San Vicente fueron también generales de la congregación.

En 1557 D. João III falleció sin descendientes directos, sucediéndole su nieto el infante D. Sebastián, hijo del príncipe don Juan y de doña Juana de Austria, hija de Carlos V y hermana de Felipe II, su abuelo y su tío respectivamente. Como el nuevo rey sólo tenía tres años, Portugal estuvo bajo la regencia de su abuela Catalina, hermana de Carlos V y tía de Felipe II, hasta que en 1568 cumplió catorce años y accedió al trono como Sebastián I. Pero en 1578 él también murió sin descendencia en la batalla de Alcazalquivir en África y aunque el trono fue ocupado por su tío-abuelo Enrique I, en 1580 éste también murió sin descendencia, iniciándose una lucha por los derechos a la corona entre Rainuncio de Parma, Catalina de Braganza, Manuel Filiberto de Saboya, D. António, prior de Crato, y Felipe II de España que se solucionó, tras tensas negociaciones y la ocupación del país por las tropas españolas prácticamente sin resistencia, con el reconocimiento de Felipe II como Felipe I de Portugal en las Cortes de Tomar del 21 de Abril de 1581, quedando Portugal incorporado a la Monarquía Hispánica hasta 1640.

Retrato de Felipe II de Sifonisba Anguissola y conservado en el Museo del Prado (4)

A mediados del siglo XVI São Vicente de Fora, a pesar de las constantes obras de mantenimiento que se habían emprendido tanto en el reinado de D. João III como de D. Sebastian I, se encontraba en precarias condiciones, amenazando ruina.

Así, el 25 de agosto de 1582, justo dos años después de la entrada del ejército español en tierras lusas, tuvo lugar la ceremonia de colocación de la primera piedra para reconstruir un nuevo convento que buscó conformarse en símbolo del nuevo poder real, no sólo por la fecha escogida sino porque éste había sido fundado por el primer rey portugués, D. Afonso Henriques, tras conquistar Lisboa a los musulmanes, y refundándolo, Felipe I pretendía también refundar el reino. El rey Austria también lo ideó, lo mismo que El Escorial, como monumento de celebración dinástica, incluso concebido también como panteón real.

Marcos da Cruz, cronista de São Vicente, relata la ceremonia de colocación de la primera piedra en un documento de 1626 de la siguiente manera:

“(…) vestido de todo de vermelho insígnia de sua dignidade, e logo atraz o Bispo com os seus Ministros; e assi por esta ordem forão descendo por huma prancha Larga e o fundamento da torre onde já estavão Balthezar Alvarez Cavaleiro do habito de Cristo Mestre e Architecto das obras […] e o aparelhador dellas com hua colher na mão fazendo com a cal a cama onde se avia de Lançar e enquanto o Bispo hia dizendo as Orações que ordena o Pontefical em semelhantes actos, o cardeal pegando na pedra com ajuda do Mestre, e aparelhador a pos no Lugar preparado […] Lançada a primeira pedra fundamental se comessou logo com muito fervor a trabalhar na obra, que a Magestade Del Rey Philippe veyo a ver depois duas vezes, pagandosse muito della por ser debuxo, que elle mandara fazer por Joan Herrera seu grande arquitecto, aprovado por Philippe 3º. (Filippo Terzi) e outros grandes arquitectos, e por elle que tinha muito bom voto nestas matérias; e não se achou S. Magestade ao lançar da primeira pedra fundamental por então se achar indesposto”.

La nueva edificación se puso bajo la doble advocación de los santos mártires Vicente y Sebastián para cumplir con el deseo de D. Sebastián de erigir en Lisboa una iglesia dedicada a su santo patrón que el arquitecto Afonso Álvares había iniciado en el Terreiro do Paço y que fue demolida antes de culminarse, integrándose sus reliquias en São Vicente da Fora.

La autoría de las trazas no está clara pero en los últimos años parece que los investigadores atribuyen las generales a Juan de Herrera, que como Maestro Mayor de la Corona se encargaba de revisar el trabajo de todos los arquitectos y artistas que trabajaban en las obras reales, además de ser el director de obras en San Lorenzo de El Escorial, la magna obra de Felipe II. Se sabe que llegó a Lisboa en 1581 para conocer la situación de los palacios y ordenar las obras necesarias y para, junto al mayordomo mayor del rey, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba, preparar los actos de aclamación y el recibimiento de éste en Lisboa mediante la construcción de los arcos de triunfo de arquitectura efímera. Herrera permaneció en Lisboa junto al rey hasta 1583 como supervisor y asesor de obras reales en curso y como autor de proyectos nuevos, además de ser el impulsor de la creación del Aula de Arquitectura para reunir a matemáticos, geógrafos, cartógrafos, arquitectos… destacados en ciencias, arte, cultura y técnica, y que tan importante influencia tuvo durante casi siglo y medio en la arquitectura portuguesa.

También se le atribuye una notable influencia al artista italiano Filippo Terzi, que se habría encargado de la dirección de obras bajo las órdenes de Herrera, siendo su intervención decisiva en la estructura final de la zona conventual. Conocido en España como Felipe Tercio, había llegado a Portugal unos años antes contratado por el rey D. Sebastián como experto en poliorcética para que le asesorara en sus campañas militares en África, se sabe que también trabajó en obras tan emblemáticas como el Convento de Cristo de Tomar o el Paço dos Bispos de Coímbra, hoy Museu Nacional Machado de Castro. Felipe II le nombró Intendente y Maestro de Obras Reales en el reino de Portugal, y además de trabajar en São Vicente de Fora, también realizó para el monarca varias fortificaciones a lo largo de la costa atlántica, los acueductos de Tomar y Vila do Conde, varias iglesias… Además, fue director del Aula de Arquitectura desde 1594 hasta su muerte en 1597.

A Herrera, que también murió en 1597, y Terzi les sucedió el arquitecto portugués Balthazar Álvares, que desde 1581 ya era Maestro Mayor de Obras de los palacios reales de Santarem, Almerín y Salvatierra y del Monasterio de Batalha además de mozo de cámara con Sebastián I, dignidad palatina que Felipe II le mantuvo. Dirigió las obras en São Vicente de Fora entre 1597 y 1624 y a él se le atribuye la composición final de la fachada, alterada respecto a las trazas iniciales y conformada como el origen del barroco que se desarrolla en Portugal y en su ámbito de influencia durante el siglo XVII.

Recreación sobre la posible traza original de la fachada de la iglesia según Chueca Goitia (5)

Fachada de la iglesia (6)

La iglesia fue consagrada en 1629, pero las obras no se terminaron hasta el siglo XVIII, con la posterior intervención de los maestros Diogo Pais (1624), Pedro Nunes Tinoco (1624), João Nunes Tinoco (1641), Luís Nunes Tinoco (1690), João Frederico Ludovice (1720)…

Vista aérea del monasterio (7)

Uno de los dos claustros del monasterio (8)

El terremoto de Lisboa de 1755 causó graves daños que afectaron a la iglesia, con el desplome del cimborrio sobre el crucero, a las capillas del convento, al coro de canónigos, a los dos claustros, a las escaleras, a la sacristía, a la portería y a los dormitorios, haciéndose necesarias importantes labores de restauración.

Entre 1771 y 1792, debido a las obras en la Sé de Lisboa tras el incendio que sufrió en 1769, la Patriarcal se instaló en el monasterio, y la comunidad de canónigos regulares agustinos tuvo que abandonar el convento y trasladarse al monasterio de Mafra, al que también se le transfirieron todos sus rendimientos y derechos, aplicados para la financiación de un colegio instituido en él, una situación que se perpetuó hasta 1790, cuando todos esos bienes le fueron restituidos. Además, en 1792, tras la supresión de los canónigos regulares de Mafra y de otros monasterios de la orden, hubo una reestructuración de sus bienes que favoreció al monasterio lisboeta, que al año siguiente acogió las Reais Escolas de São Vicente de Fora, con las cátedras de francés, griego, latín, aritmética, geometría, física experimental, teología, filosofía… para continuar con la labor que se había iniciado en Mafra.

En 1794 los ingresos de los monasterios extintos que habían estado unidos a Mafra fueron dedicados a otros fines formándose una nueva congregación de canónigos regulares de San Agustín que aunó los monasterios de Santa Cruz de Coimbra, São Vicente de Fora de Lisboa, Salvador de Grijó, Santo Agostinho da Serra, Santa Maria de Refóios de Lima y el Colégio da Sapiência de Coimbra, a los que les fueron restituidos todos sus bienes y privilegios. A São Vicente se le asignaron los bienes y rendimientos de varios de los monasterios extinguidos.

Pero en 1834 la reforma general eclesiástica emprendida en Portugal desde fines del siglo XVIII, por otro lado común a Francia y a España, y en la que primero se prohibió la admisión de nuevos novicios y después ya se suprimieron algunas casas por el reducido número de religiosos, culminó con la aprobación de un decreto de supresión de todas las órdenes religiosas, quedando extintos todos los conventos, monasterios, colegios, hospicios y casas de religiosos de todas las órdenes regulares, quedando los de religiosas sujetos a sus respectivos obispos hasta la muerte de la última monja, cuando todos los conventos serían cerrados definitivamente, un proceso que culminó en 1861. Los bienes de todas estas instituciones eclesiásticas fueron incorporados al Tesoro Nacional.

Inmersos en un nuevo régimen liberal en Portugal, estas desamortizaciones buscaban solucionar el problema de la resistencia de la Iglesia al cambio, redistribuir la riqueza entre la población general para conseguir su apoyo y solucionar la situación financiera del país mediante la venta de los bienes del clero regular. Pero la medida no logró sus objetivos y provocó un grave problema dejando prácticamente desamparados a todos los miembros del clero regular, sin lugar en el que vivir ni medios de subsistencia, y dio lugar a la desaparición y ruina de muchos de los edificios y a la dispersión de sus riquezas artísticas muebles. Los beneficiados fueron la nobleza y la clase media alta y la clase política instalada en el poder, que lograron hacerse con importantes propiedades en las subastas públicas.

Así, la iglesia y los claustros de São Vicente de Fora fueron de nuevo entregados al Patriarcado de Lisboa y la cerca y los jardines, que databan del siglo XVII, quedaron incorporados al Tesoro Nacional, pues el convento estaba rodeado de magníficos jardines decorados con azulejos, fuentes y esculturas.

Pero todo ello se fue perdiendo en el transcurrir del siglo XIX, conservándose solo algunas de las esculturas en los jardines del Palacio de Queluz, en los del de Mafra y en el parque Tapada das Necessidades.

En 1761 Inácio de Nossa Senhora da Boa-Morte decía de los jardines:

“Se entra por hua lameda de grandes arvores silvestres: depois se entra em hu belo e fermoso jardim Tem quatro estatuas de marmo-re, e m.tos vazos de pedra e outras figuras que vierão de fora. Nas paredes do jardim estão devididas em Paineis 12 Estatuas de azulejo de alguns santos conegos regulares com adversid.e de habitos de cada hua das congregaçoens em q. florecerão. no meyo da parede principal há hua caza /fl. 17 v./ com hua cascata com duas figuras de pedra nos lados que reprezentão o Inverno e o Verão em sima da cascata esta a image de N. Sra. com o Menino Jezus nos braços e o Sr. S. Jozé no passo da fugida p.a o Egypto; por sima desta caza cor-re hua grande varanda onde estão 12 grandes estatuas de pedra que vierão de Italia e serve de agradavel prespetiva ao jardim no meyo do qual fica o Tamque com varios rezistos de lançar a agoa que ser-vem de recreyo aos Religiozos nos dias determinados p.a hir ao cer-co. Tem mais hu grande jogo de Bolla, e dentro da Caza hu de Taco e nas paredes do cerco no fim das ruas Estatuas de azulejo dos S.tos Conegos Regulares todos com o Habito da manr.a q uza esta con-gregação”.

Lámina nº 37 del Atlas da Carta topográfica de Lisboa (1856-58) de Filipe Folque en el que todavía aparecen los jardines del monasterio (3)

Sin embargo en 1876 João Maria Baptista ya los describía de la siguiente manera:

“A quinta e jardins, dilicioso recreio no tempo dos cónegos, estão hoje muito abandonados, e apenas mostram vestígios de suas bellesas em arruinadas cascatas, lagos, estatuas, viveiros etc.".

Fotografía de 1940 en la que ya se ven bastantes construcciones levantadas donde antes había jardines (9)

El conjunto también contó con una de las más importantes colecciones pictóricas de Lisboa, pero las vicisitudes por las que pasó han hecho que casi toda ella esté dispersa en distintos museos y colecciones particulares.

En 1855 São Vicente se convirtió en sede episcopal, emprendiéndose una gran campaña de obras de restauración bajo la dirección de José María Nepomuceno, que incluyeron la creación del Panteón de la Casa de Braganza de la mano del arquitecto Costa Sequeira en 1885.

Panteón de la Casa Braganza

En 1910 la iglesia fue clasificada como monumento nacional de Portugal.

En la década de 1940 parte de las dependencias conventuales se habilitaron cono sede del Liceo Gil Vicente, hoy de San Vicente. En 1952 la antigua sala capitular se convirtió en Panteón de los Patriarcas. En 1992 el edificio pasó a ser propiedad del Instituto Português do Património Arquitetónico. En 1995 se comenzó a construir el Patio das Laranjeiras como nuevo acceso a las dependencias conventuales. Entre 2008 y 2011 la iglesia estuvo clausurada por el peligro de desprendimientos de los estucados añadidos al templo, y en la restauración se decidió eliminarlos porque no eran originales, no sin polémica entre los especialistas. En 2009 el conjunto pasó a depender de la Direção Regional da Cultura de Lisboa e Vale do Tejo.

Panteón de los Patriarcas

Patio das Laranjeiras

Si queréis seguir conociendo este impresionante monumento portugués en la actualidad, ya he publicado un artículo dedicado a su iglesia que podéis consultar en este enlace y otro de la zona conventual, que aloja el Museu do Patriarcado, al que podéis acceder desde este otro enlace.

Imágenes ajenas:

(4) https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/felipe-ii/7d7280d6-5603-488a-8521-933acc357d7a
(5) GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A., “La arquitectura portuguesa en el periodo filipino (1580-1640). La influencia española”, El Cronista extremeño, ¿?. http://cronistasdeextremadura.com/index.php/noticias-c/83-la-arquitectura-portuguesa-en-el-periodo-filipino-1580-1640-la-influencia-espanola.html

Fuentes:

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ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. Á., Juan de Herrera, Fundación Ignacio Larramendi, Madrid, 2013.
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COSTA SALDANHA, S., “A escultura em São Vicente de Fora: projecto, campanhas e autores”. En COSTA SALDANHA, S. (Ed.), Mosteiro de São Vicente de Fora. Arte e História, Lisboa, Centro cultural do Patriarcado de Lisboa, 2010, pp. 188-207.
COSTA SALDANHA, S., “Para recreação de huns conegos clausurados: estrutura e programa artístico da cerca monástica de São Vicente de Fora”. En CRAVEIRO, M. L., GONÇALVES, C. A. y ANTUNES, J. (Coords.), Equipamentos Monásticos e Prática Espiritual, Lisboa, SNBCI, 2017, pp. 275-292.
GOMES FERNANDES, A., Os cónegos regrantes de Santo Agostinho no norte de Portugal em finais da Idade Média: dos alvores de Trezentos à Congregação de Santa Cruz, Tesis doctoral, Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra, 2011.
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A., “La arquitectura portuguesa en el periodo filipino (1580-1640). La influencia española”, El Cronista extremeño, ¿?. http://cronistasdeextremadura.com/index.php/noticias-c/83-la-arquitectura-portuguesa-en-el-periodo-filipino-1580-1640-la-influencia-espanola.html
MENDES DRUMOND BRAGA, I. M. R., “Os monjes de São Vicente de Fora na Época Moderna”. En COSTA SALDANHA, S. (Ed.), Mosteiro de São Vicente de Fora. Arte e História, Lisboa, Centro cultural do Patriarcado de Lisboa, 2010, pp. 35-53.
PICOITO, P., “A Traslação de S. Vicente. Consenso e Conflito na Lisboa do século XII”, Medievalista online, nº 4, 2008.
RAMALHO FERREIRA, M. P., “São Vicente em Lisboa: dois protagonistas (leitura histórica de um fragmento musical)”. En INGLÊS FONTES, J. L. (Ed.), Lisboa Medieval: Gentes, Espaços e Poderes, 2017, pp. 205-222.
SALAZAR RIBEIRO, J. A., Filipe Tércio. Ingegnere e Architetto em Portugal (1577–1597), Dissertação realizada no âmbito do Mestrado em História da Arte Portuguesa, Faculdade de Letras da Universidade do Porto, 2016.

Comentarios

Paz Riera ha dicho que…
Llevo horas buscando buena información sobre este monasterio y me ha encantado esta publicación, espero ansiosa las próximas que hagas
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, Paz.

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