La decoración de la Sala Capitular del Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce

El Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce, uno de los conjuntos monumentales más importantes de la provincia de Sevilla, se ubica a unos siete kilómetros de la capital, en una loma en la margen derecha del Guadalquivir, dominando su valle y las primeras estribaciones de Sierra Morena y del Aljarafe, a la vera de la calzada romana de la “Vía de la Plata”, que unía Hispalis (Sevilla) e Italica (Santiponce) con Emerita Augusta (Mérida), Legio Septima Gemina (León) y Cantabria, convertido en la Edad Media en el “Camino Mozárabe”, el usado por los peregrinos a Santiago de Compostela desde Andalucía.

Sala Capitular de San Isidoro del Campo

Ya os he hablado de su historia, tanto del tiempo en que estuvo regentado por los cistercienses como en el que pasó a los jerónimos y también os he enseñado el monumento en la actualidad, sus dos iglesias y la pintura mural del Patio de los Evangelistas. En este último post me centraré en la decoración de su Sala Capitular.

Planta de la parte visitable del monasterio (1). Las indicaciones son mías

Ubicada en la crujía este del Claustro de los Muertos, junto a la sacristía, igual que ésta, fue profundamente modificada en la segunda mitad del siglo XV, tras la llegada de los isidros (una rama de los jerónimos que ocupó el monasterio, un acontecimiento del que podéis saber mas en La etapa jerónima del Monasterio de San Isidoro del Campo), ampliándose en longitud y altura al incorporarse una estancia contigua y eliminarse el dormitorio común cisterciense en la planta superior, conformándose un ámbito de planta rectangular de tres tramos cubierto con bóvedas de crucería simple de nervios sobre repisas. También se decoró con pinturas al fresco sobre mortero de cal. En la parte alta de los paramentos se imitó, igual que en el Refectorio, el despiece de sillares, se marcaron los perfiles arquitectónicos reales y se fingieron otros creando una estructura de arcos y molduras festoneados con cenefas, roleos, florones y cresterías. En los nervios de las bóvedas se pintaron dragones con claro sentido simbólico y apotropaico. Pero toda esta decoración de la cubierta está tapada por una bóveda encamonada del siglo XVII.

Maqueta que reproduce cómo sería la decoración pictórica de la Sala Capitular en el siglo XV

Dragón en un nervio de la bóveda de la Sala Capitular oculta por otra bóveda del siglo XVII (2)

Reproducción del muro occidental de la Sala Capitular con la decoración del siglo XV (3)

Los muros están rodeados de un banco corrido de madera sobre el que se ubica un arrimadero que imita una estructura arquitectónica de traza gótica a base de complejos contrafuertes con pequeños arbotantes, pilares y pináculos de más de dos metros y medio de altura, friso epigráfico y crestería que enmarcan escenas de la vida de San Jerónimo intercaladas con paños mudéjares de alicatados, armaduras y marquetería.

Decoración pictórica del siglo XV en el muro occidental de la Sala Capitular

Por detrás de esta estructura arquitectónica fingida asoma una especie de hortus conclusus de cipreses, laureles y palmeras y al fondo parece adivinarse un paisaje idealizado con suaves colinas, ríos y caminos entre los que aparecen ciudades, castillos, puentes… aunque casi toda esta decoración está perdida.

Detalle del jardín pintado tras la arquitectura fingida

Las escenas de la Vida de San Jerónimo eran ocho, cuatro a cada lado. La narración se inicia en el muro oriental y sigue el sentido contrario a las agujas del reloj. En este muro se han perdido dos escenas completas, la primera y la tercera, que se cree que serían San Jerónimo flagelado por los ángeles y San Jerónimo y Santa Paula, y sólo se conserva la parte superior de las otras dos.

La Imposición del capelo cardenalicio es habitual en las series del santo aunque no existe constancia histórica del acontecimiento. El fragmento, la parte superior, muestra a San Jerónimo arrodillado junto a otros dos frailes mientras es investido por el papa San Dámaso, tras el que aparece el colegio cardenalicio, y dos acólitos portan un bonete y otra prenda difícil de identificar. Al fondo se abre una ventana con un paisaje urbano, una forma de resolver la escena mostrando a la vez el interior y el exterior que resulta algo arcaica pero que todavía era frecuente en murales y miniaturas de la segunda mitad del siglo XV.

Imposición del capelo cardenalicio

En la Partida hacia Tierra Santa aparece San Jerónimo con un grupo de monjes en un barco leyendo los Libros Sagrados junto a unos marineros trabajando y una ciudad al fondo, seguramente Ostia, llamando la atención la representación minuciosa de los edificios y de los aperos del barco.

Detalle de la Partida a Tierra Santa

El muro occidental está mejor conservado, con tres escenas completas. San Jerónimo dictando a los monjes repite el asunto que ya hemos visto en el Claustro de los Evangelistas, en relación con la intención de vincular al santo con los cristianos de la antigua Itálica a través de sus Epístolas 28 y 29, donde se dice que mantuvo una relación epistolar con Lucinio Bético, su mujer Teodora y con el presbítero Abigao, todos de esta ciudad, y que Lucinio envió a seis copistas a Belén para que transcribieran las obras del santo. El santo está representado de mayor tamaño, con el hábito de los isidros y rodeado de seis monjes, en este caso todos dedicados a la labor intelectual, diferenciados porque los cuatro que escriben también presentan el hábito de los isidros y de los otros dos, con hábito jerónimo, uno sostiene un libro y el otro dicta. Al fondo hay dos puertas, por la de la derecha entra un correo que saluda descubriéndose la cabeza mientras le entrega una carta al hermano portero y por la de la izquierda sale otro emisario con sombrero, calabaza en el cinto y cayado en la mano, la forma de abrir la escena al exterior, espacial, temporal y conceptualmente. La interpretación de esta escena parece clara, haciendo apología de San Jerónimo y de su obra y justificando la reforma de Lope de Olmedo, pudiendo ser la causa de que en el siglo XVII, tras acabar con el foco protestante que se desarrolló en el monasterio, se optara por tapar el ciclo (si queréis conocer cómo fue ese foco, que acabó con varios monjes condenados a la hoguera, abrid el artículo La etapa jerónima del Monasterio de San Isidoro del Campo).

San Jerónimo dictando a los monjes

A continuación está la escena de San Jerónimo y el león, que narra cómo un león con una espina clavada en una pata se acercó al santo para que éste se la quitara. El santo aparece interrumpiendo su labor ante un escritorio y girándose hacia el león para atenderle mientras los monjes huyen tirando los libros.

San Jerónimo y el león

La última escena es la del Robo de los asnos, cuando el león los rescata. A la derecha aparecen San Jerónimo y cuatro monjes dialogando sobre las Sagradas Escrituras y al fondo se representa el monasterio de Belén. En el centro un monje está recibiendo a los asnos y detrás, entre riscos, los dos ladrones huyen del león.

Robo de los asnos

Se echa en falta una de las escenas más importantes del ciclo, San Jerónimo Penitente, que quizá podría haber ocupado el muro de la cabecera, en pintura mural o presidiendo un altar en otro soporte.
Son pinturas de gran calidad, relacionadas con las miniaturas del último tercio del siglo XV, anteriores a 1492, año del fallecimiento de don Enrique de Guzmán, II conde de Medina Sidonia, que habría sido su comitente, de ahí que su escudo ocupara el muro de los pies, adivinándose a través de una grieta en la decoración del siglo XVII.

La remodelación del siglo XVII, hacia 1634, consistió en colocar un banco corrido de madera sobre el arrimadero, ocultar las bóvedas de crucería con otras encamonadas de medio cañón simple en el primer tramo y con lunetos en los otros dos y ocultar los frescos medievales con una decoración al temple sobre mortero de yeso de carácter clasicista a base de grutescos, motivos vegetales, hermes, jarras, animales, seres fantásticos, cenefas, trampantojos en puertas y ventanas y cartelas que enmarcan las alegorías de la Justicia, la Caridad y la Concordia, virtudes que debían orientar el buen gobierno del monasterio, y ángeles en la bóveda, San Jerónimo y San Isidoro flanqueando el altar mayor, la Oración en el Huerto y el Cristo de la Humildad en los muros laterales cerca de la cabecera y Noli me tangere y Cristo Resucitado en el muro sur.

Cubierta del siglo XVII que oculta la crucería medieval

Maqueta que reproduce cómo sería la decoración del siglo XVII

Alegoría de la Caridad en la bóveda

Alegoría de la Justicia en la bóveda

Muro sur de la Sala Capitular

Noli me tangere en el muro sur de la Sala Capitular

Cristo resucitado

San Isidoro y Cristo de la Humildad

Oración en el huerto y San Jerónimo

El retablo, también del siglo XVII, se compone de cuerpo formado por columnas de fuste entorchado y capitel corintio que sustentan un frontón partido en el que se ubica el ático. El cuerpo presenta el lienzo de San Pedro de Pascuale Cati, autor italiano de la segunda mitad del siglo XVI, procedente de un altar del santo que estaba entre los dos ábsides de las iglesias, que sustituyó a una Flagelación de Cristo, que tras una restauración a fines del siglo XX y la recuperación del arrimadero del siglo XV fue trasladada al refectorio. En el ático se representa un Calvario.

Retablo mayor, flanqueado por San Jerónimo y San Isidoro

Calvario en el ático del altar mayor

También se colgó un Apostolado del siglo XVII que copia otro de Juan Navarrete el Mudo para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y que presenta a los apóstoles por parejas.

Muro oriental de la Sala Capitular con la disposición de los cuadros del Apostolado que se colgaron en el siglo XVII

Tras dicha restauración, el Apostolado quedó repartido entre esta estancia, donde cuelgan Santiago y San Andrés, San Bartolomé y Santo Tomás, San Simón y San Judas, y San Marcos y San Lucas, y el refectorio, donde están los demás.

Aquí os dejo con otros artículos de SAN ISIDORO DEL CAMPO en Viajar con el Arte:


Imágenes ajenas:

(1) RÍOS MOGUER, A., La Maltería, Centro de recepción de visitantes para el Monasterio de San Isidoro del Campo, Santiponce, Sevilla, Proyecto Fin de Carrera, Universidad de Sevilla, Grado de Arquitectura, 2018.
(2) RESPALDIZA LAMA, P. J., RAVÉ PRIETO, J. L. y FERNÁNDEZ CARO, J. J., San Isidoro del Campo. Cuaderno del Alumnado. ESO. Gabinete Pedagógico de Bellas Artes. Sevilla, Junta de Andalucía, Camas-Sevilla, 1984.
(3) RESPALDIZA LAMA, P. J. y RAVÉ PRIETO, J. L., Monasterio San Isidoro del Campo. Guía, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Santiponce, 2002.

Fuentes:

CAMPOS FDEZ. de SEVILLA, F. J. (Dir.), La Orden de San Jerónimo y sus Monasterios. Actas del Simposium, vols. I y II, San Lorenzo de El Escorial, 1999.
GARCÍA CABARCOS, Mª C., “Las copias de pinturas murales de Elías de Segura como restaurador-conservador de obras de arte del Ministerio (1920-1927)”, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, nº 36, 2017, pp. 405-418.
GESTOSO PÉREZ, J., Sevilla monumental y artística, vol. III, Sevilla, 1892.
FERNÁNDEZ, P. Historia de la Liturgia de las Horas, Biblioteca Litúrgica 16, Barcelona, 2002.
MARCHENA HIDALGO, R., “La obra de Nicolás Gómez, pintor y miniaturista del siglo XV”, Laboratorio de Arte, nº 10, 1997, pp. 373-389.
RALLO GRUSS, C., Aportaciones a la técnica y estilística de la pintura mural en Castilla al final de la Edad Media, Tesis doctoral, UCM, 1999.
RESPALDIZA LAMA, P. J., “Pinturas murales del siglo XV en el Monasterio de San Isidoro del Campo”, Laboratorio de Arte, nº 11, 1998, pp. 69-99.
RESPALDIZA LAMA, P. J. y RAVÉ PRIETO, J. L., Monasterio San Isidoro del Campo. Guía, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Santiponce, 2002.

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