La impresionante Cartuja de Burgos está situada a unos tres kilómetros de la ciudad, en la orilla izquierda del río Arlanzón, en un enclave que contaba con abundante en caza y pesca y rico paisaje, de ahí que se conociera como Miraflores.
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Cartuja de Miraflores |
Su origen estuvo en un pabellón real construido por Enrique III de Castilla en
bienes de propios del municipio, lo que le supuso continuos pleitos con el ayuntamiento, y que terminó donando en testamento para la fundación de un convento franciscano.
Pero su hijo, Juan II, se lo entregó a la Orden de San Bruno, sin que todavía estén claros los motivos del cambio, estableciendo allí su propio lugar de enterramiento y dotándolo de un rico patrimonio y de abundantes rentas, no sin antes vencer la fuerte oposición que seguía ejerciendo el ayuntamiento. Y finalmente, en 1442, cuarenta años después de la muerte de Enrique III, los cartujos terminaron tomando posesión del lugar, con una primera comunidad de cinco monjes y un hermano aunque con la idea de que se llegara a doce padres, ocho hermanos y doce criados.
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Iglesia de la Cartuja de Miraflores |
Además, a comienzos de la década de 1450, cuando casi estaban acabadas las obras de acondicionamiento para el nuevo uso del antiguo palacio, un incendio destruyó la construcción palacial y en 1454 fue necesario empezar a levantar un nuevo edificio con trazas de Juan de Colonia, el maestro de obras de la catedral de Burgos, elaboradas según las necesidades y criterios de la vida de la Cartuja, en la que había tres tipos de religiosos: los monjes o padres, los conversos, hermanos o legos, y los novicios. Los primeros llevaban una vida cenobítica y eremítica, mientras que los segundos eran los que desarrollaban los oficios necesarios para el funcionamiento del convento, desde el cocinero hasta el zapatero.
Así, el nuevo convento se proyectó de acuerdo a esas necesidades, con un primer claustro de la portería, el de ingreso a la cartuja, que da paso a la iglesia. Adosada a ésta se ubica el claustrillo, con la capilla de la familia, la sala capitular y el refectorio, que sólo se utiliza domingos y festivos, pues el resto de los días los cartujos comen en soledad en sus celdas. Este claustrillo se comunica con el claustro grande, alrededor del que se distribuyen veintiséis celdas que sólo se distinguen por letras, de la A a la Z, todas con igual distribución, con una primera planta para el trabajo y una segunda para la oración, el estudio y el descanso, todas con su correspondiente jardín cerrado.
En el jardín central del claustro grande se ubicaba el cementerio, sin lápidas, sólo con cruces de madera y con los cuerpos enterrados con los propios hábitos como mortaja y sobre la tierra, sin féretro.
Los hermanos contaban con sus propias celdas distribuidas en torno a un tercer claustro, llamado de las obediencias, muy próximo a todas las dependencias de servicio.
Pero durante el reinado de
Enrique IV, hijo del fundador, las obras quedaron estancadas y no se reanudaron hasta la subida al trono de Isabel la Católica, hija de Juan II y hermana de Enrique IV, que en 1477 concedió generosas donaciones que hicieron posible que en 1488 ya estuvieran culminadas las partes principales del cenobio, que pronto se convirtió en una de las fundaciones más prósperas de la península, con un papel preponderante dentro de la Orden cartuja, puesta bajo la advocación de Santa María de Miraflores.
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Detalle de la cruz en la explanada de acceso a la cartuja |
Como para esas fechas ya había fallecido Juan de Colonia, primero se hizo cargo de las obras Garci Fernández Matienzo y después Simón de Colonia, hijo de Juan, que fue el encargado de culminar la obra.
Durante la ocupación francesa el monasterio fue saqueado, produciéndose graves daños. También fueron nefastos los periodos en los que estuvo deshabitado merced a los sucesivos decretos de desamortización, aunque tras el de 1835, gracias a las negociaciones del prior Luis de Barrio, y a pesar de la dictada exclaustración, las autoridades permitieron la permanencia de una pequeña comunidad de monjes, reconociéndose el valor histórico y artístico de la cartuja y eludiendo la venta del conjunto hasta que en 1880, con la restauración de la Orden, Miraflores fue devuelta a los cartujos y habitada de nuevo por un grupo de monjes venidos de Francia.
Declarado Monumento Nacional en 1923, en la actualidad sigue acogiendo una comunidad cartuja, cuya regla implica la clausura, de ahí que sólo sea visitable una pequeña parte del conjunto, compuesta por la portería, un pequeño patio y la iglesia.
En 2003, y gracias a un proyecto conjunto de la Junta de Castilla-León, la Fundación Iberdrola, la Word Monuments Fund, el Arzobispado de Burgos y la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, se inició una intensa labor de restauración que quedó inaugurada en 2012.
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Planta de la cartuja con lo único visitable en la actualidad (1) |
El acceso se realiza a través de un atrio, con una portada que abre a un patio en el que se encuentra la fachada de la iglesia, con portada organizada mediante un arco apuntado en cuyo tímpano aparece una Piedad o Quinta Angustia, asunto de especial devoción de Isabel I, con las armas reales de Castilla y León a la izquierda y el escudo personal de Juan II a la derecha, blasones que también se repiten en el interior, señalando la fundación y el que es el panteón real de Juan II, por lo que las armas de los Reyes Católicos sólo están presentes en el hastial del templo.
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Atrio de acceso al complejo, con la iglesia al fondo, con el escudo de los Reyes Católicos en el hastial, único blasón de estos monarcas presente en el conjunto |
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Portada de acceso al patio en el que se encuentra la fachada de la iglesia |
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Patio con la fachada de la iglesia |
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Portada de la iglesia |
La iglesia es su ámbito más espectacular. Fue trazada por Juan de Colonia y concluida bajo la dirección de su hijo, Simón de Colonia. Es de planta rectangular. Cuenta con un atrio cubierto con bóveda de terceletes con estrellas de piedra caladas en las intersecciones de los nervios y un ventanal en la pared de la Epístola descubierto en las últimas obras de restauración y que perteneció a la edificación primigenia de caza de Enrique II.
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Portada que comunica el atrio con la iglesia |
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Detalle de las estrellas decorativas de la bóveda del atrio de la iglesia |
A continuación se desarrolla la iglesia en sí, de nave única muy alargada, para dar espacio a los tres tramos propios de los templos cartujos, pues la vida monástica de hermanos y padres se hacía por separado, incluyendo también los oficios divinos. Así, la zona más cercana a los pies, hasta la reja, estaba reservada para los seglares varones, con entrada prohibida a las mujeres, el intermedio era para hermanos, también llamados conversos o legos y, finalmente, el más cercano al presbiterio y, por tanto, el más próximo a la divinidad, para los padres, también llamados monjes.
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La nave desde la zona de los fieles |
Además de por su arquitectura, la iglesia también destaca por la gran calidad de las obras de arte que atesora. En la parte de la nave destinada a los fieles podemos contemplar un tríptico flamenco de grandes dimensiones, fechado a fines del siglo XV y adscrito a la Escuela de Rogier van der Weyden.
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Tríptico de la Escuela de Van der Weyden en el testero del Evangelio en la zona reservada a los fieles |
Está presidido por tres escenas del Ciclo de la Pasión, con una Crucifixión flanqueada por el Camino del Calvario y el Llanto ante Cristo muerto, aunque entre esas principales también aparecen otros episodios del Ciclo de la Resurrección y Glorificación, con la Resurrección, el Noli me tangere, los Discípulos camino de Emaús o la Ascensión.
Este ámbito para fieles está separado del coro de los hermanos mediante una reja, y el de éstos y el de los padres, por una estructura con dos altares barrocos del siglo XVII, obra de Policarpo de la Nestosa en madera dorada, con una talla de la Inmaculada de Bernardo de Elcarreta coronando la entrada, donde también puede leerse “FELIX COELI PORTA” (Feliz Puerta del Cielo).
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Estructura que separa el ámbito de los hermanos del de los padres en la nave de la iglesia |
En esta zona también destaca la sillería renacentista de los hermanos, realizada en nogal en 1558 por Simón de Bueras.
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Detalle de la sillería renacentista de los hermanos |
En cuanto a la del espacio reservado a los monjes, es de estilo gótico tardío, obra de Martín Sánchez en 1489.
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Sillería gótica de los padres |
La iglesia presenta cabecera poligonal ligeramente ensanchada respecto de la nave, cuenta con capillas laterales en el lado del Evangelio y se cubre con una bóveda de terceletes cuyos nervios descansan en ménsulas con las armas reales, que también se repiten en las claves, con mayor ornamentación en el ábside, con los nervios cairelados.
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Cubierta de bóvedas de terceletes en la nave |
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Cubierta de nervios cairelados del ábside. También se distinguen las tres vidrieras que se conservan, parcialmente, tapadas por el retablo, y las otras cuatro ventanas con vidrios transparentes colocados en el siglo XVII, seguramente para proporcionar luz al altar |
Lo más espectacular del conjunto se encuentra en la cabecera, con los sepulcros de los reyes Juan II de Castilla e Isabel de Portugal y el del infante don Alfonso y el grandioso retablo mayor.
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Cabecera desde el coro de padres |
Los sepulcros fueron realizados por Gil de Siloe entre 1485 y 1493. Son de alabastro y destacan por su monumentalidad pero también por su fuerte carga política, pues los entierros de Juan II e Isabel de Portugal, su segunda esposa, junto al hijo del matrimonio, se conforman como elementos sancionadores en defensa de la propia legitimidad de Isabel la Católica, encargados por ella misma justo después de vencer en la Guerra de Sucesión Castellana contra los defensores de la sucesión de la princesa Juana, la legítima heredera al trono como nieta de Juan II e hija de Enrique IV y Juana de Portugal, apartada de la corona por difamaciones respecto al adulterio de la reina con don Beltrán de la Cueva.
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Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal |
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Sepulcro del infante don Alfonso |
Como espectaculares obras de arte que son, merecen un artículo aparte en este blog: Los sepulcros reales de la Cartuja de Miraflores.
En cuanto al impresionante
retablo mayor, también fue obra de Gil de Siloe con la colaboración de Diego de la Cruz en el dorado y el policromado, realizado después que los sepulcros, entre 1496 y 1499. Destaca por su originalidad, plagado de figuras que forman distintas escenas en las que se representa la vida completa de Cristo, con Ciclo de la Infancia, el de la Pasión y el de la Vida Gloriosa, en una iconografía que desarrolla un coherente programa eucarístico y que también merece un artículo aparte:
El retablo mayor de la Cartuja de Miraflores.
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Sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal ante el retablo mayor |
La rica iluminación del templo proviene de grandes ventanales ojivales, con unas ricas vidrieras que se conforman como otra las maravillas de la iglesia de Miraflores, milagrosamente conservadas desde su colocación a fines del siglo XV, cuando se trajeron de Flandes. En el ábside solo se conservan tres de las siete y se cree que desarrollaban el Ciclo de la Vida de la Virgen y la Infancia de Cristo.
Si embargo, las diez de las naves están íntegras, conformando un conjunto de gran homogeneidad atribuible a un solo autor gracias a su reciente restauración, cuando se ha identificado la firma que aparece en la
Crucifixión, donde puede leerse “CLAS LEUVEN EASE”, con Niclais Rombouts. En ellas se muestra el Ciclo de la Pascua, con el
Via Crucis en las cinco del lado del Evangelio y el
Via Gloriae en las de la Epístola. También pueden verse con más detenimiento en un artículo aparte:
Las vidrieras de la Cartuja de Miraflores.
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La Flagelación |
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Escena del Descendimiento, con mezcla iconográfica con el Entierro de Cristo |
En las capillas laterales, adosadas al lado del Evangelio, se ha habilitado el espacio expositivo permanente El esplendor cartujo. De lo bello a lo divino, donde se pueden admirar obras de arte que se guardaban en la clausura de la cartuja, entre las que destacan una tabla de la Anunciación de Pedro Berruguete, las Tablas de la Vera Cruz, posiblemente pertenecientes a un retablo perdido del que no se conserva documentación alguna, la famosa imagen de San Bruno de Manuel Pereira, espléndidas tallas de marfil y piezas de orfebrería, además de retratos y documentos estrechamente ligados a los monarcas fundadores.
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La Anunciación de Pedro Berruguete |
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Tablas de la Vera Cruz |
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Vitrina con distintos objetos |
En el museo también se expone una réplica de un Santiago Apóstol que pertenecía al sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, robado a comienzos del siglo XX y que hoy se expone en The Cloisters de Nueva York.
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Réplica de Santiago Apóstol del sepulcro de los reyes, con el original en The Cloisters |
Entre el patrimonio perdido de la cartuja también está el Retablo de Miraflores, hoy en el Staatliche Museen de Berlín, y que se considera obra de Rogier van der Weyden, fechado antes de 1445, donado por el propio Juan II y que estuvo en la sacristía hasta la invasión francesa. Muestra una Lamentación ante Cristo muerto en la tabla central, flanqueada por una Natividad y por la Aparición de Cristo a la Virgen con una Resurrección al fondo.
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Rogier Van der Weyden (atribuido). Tríptico de Miraflores. Anterior a 1445. Staatliche Museen de Berlín (2) |
La capilla de la Virgen de Miraflores, integrada en este recorrido museal, data de 1539 y está enteramente decorada con pinturas murales que han sufrido serios deterioros a lo largo de los siglos, recientemente restauradas. En ella se representan emblemas en relación con el dogma de la Inmaculada Concepción de María, fervientemente defendido en esta cartuja durante el priorato de fray Nicolás de la Iglesia, su ideólogo, en el siglo XVII, además de una deteriorada Anunciación y la Asunción y Coronación de la Virgen en la bóveda. El zócalo con motivos geométricos es ya de fines del siglo XIX y también cuenta con un altar neoclásico.
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Bóveda de la capilla de Miraflores con la escena de la Asunción y Coronación de la Virgen |
En ese mismo lado del Evangelio también se ubica la capilla de la Compasión, con acceso desde el exterior.
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Fachada norte de la iglesia con las capillas adosadas y el acceso desde el exterior a la capilla de la Compasión |
Imágenes ajenas:
(1) TARÍN y JUANELA, F., Real Cartuja de Miraflores (Burgos): su historia y descripción,
Burgos, 1896.
(2)
http://www.columbia.edu/cu/spanish/courses/spanish3349/06augeimperio/arte_rrcc.html
Fuentes:
MARTÍNEZ RUIZ, Mª J., “Las aventuradas labores de restauración del conde de las Almenas en la Cartuja de Miraflores”.
Goya, 313-314, 2006, pp. 289-304.
NAVASCUÉS PALACIO, P.,
Monasterios en España. Arquitectura y vida monástica. Barcelona, Lunwerg, 2000.
TARÍN, F., “El retablo de la Cartuja de Miraflores: un estudio del Hermano Tarín”,
Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos, 1925, nº 13, pp. 399-404.
VV.AA.,
La Cartuja de Miraflores I. Los sepulcros, Madrid, Fundación Iberdrola-El Viso, 2007.
VV.AA.,
La Cartuja de Miraflores II. El retablo, Madrid, Fundación Iberdrola-El Viso, 2007.
VV.AA.,
La Cartuja de Miraflores III. Las vidrieras, Madrid, Fundación Iberdrola-El Viso, 2007.
http://cartujas.com/miraflores_03.htm
Comentarios
Me declaro una enamorada de la Cartuja de Miraflores desde que la visité por primera vez. Lo único que me disgusta es lo que comentáis, no poder acceder a toda la planta y no tener una vista del impresionante sepulcro desde arriba.
A nosotros también hubo que sacarnos de los pelos de allí dentro porque, tras más de dos horas, cerraban las puertas.
IMPRESCINDIBLE, estoy de acuerdo.