La basílica de santa Cecilia in Trastevere en Roma
La muralla de Aureliano en Roma, edificada en el siglo III,
incluía intramuros el barrio de la orilla derecha del Tíber, lo que hoy
conocemos como rione Trastevere, una zona embellecida durante la época imperial
con abundantes villas ajardinadas y en la que, dada la disponibilidad de agua
que ofrecía, también incluía molinos, balnearios, campos y templos además de un
desarrollo de actividades artesanales que hicieron necesaria la construcción de
ínsulas, viviendas más populares con abundantes habitaciones.
Detalle del ábside de la basílica de santa Cecilia in Trastevere |
En una de estas construcciones es donde la tradición, basándose en una Passio escrita en el siglo V por un escritor anónimo, por lo que resulta una historia difícil de autentificar, establece que vivió y murió santa Cecilia, una patricia romana cristiana de las primeras décadas del siglo III, en casa de su marido, Valeriano, al que convirtió, bautizado por el propio papa Urbano I, junto a su hermano, Tiburcio, aceptando un matrimonio en castidad. Pero cuando los dos hermanos junto a otro convertido, Máximo, empezaron a realizar buenas obras y a sepultar a los mártires cristianos, un acto prohibido en la época, fueron juzgados y martirizados, y cuando Cecilia también optó por sepultarlos, sufrió el mismo castigo, arrestada y condenada a morir asfixiada en los vapores del caldarium de su casa, martirio al que sobrevivió, por lo que finalmente intentaron decapitarla. Pero como ni tres golpes de espada lograron desprender su cabeza, la Passio afirma que la santa estuvo agonizando durante tres días, recibiendo finalmente sepultura en las catacumbas de san Calixto o de Pretextato, según las fuentes. Las alabanzas que, según una errónea traducción de su Passio, entonó durante su martirio, la convirtieron, a partir del siglo XV, en la patrona de los músicos.
Basílica de santa Cecilia in Trastevere |
Durante los primeros tiempos del cristianismo fue habitual
poner a disposición de los fieles para que desarrollaran sus cultos
determinadas zonas de viviendas privadas que adquirieron el nombre, o título,
de la familia que cedía tales espacios, conocidos por ello como “Titulus” seguidos
del nombre de dicha familia.
La primera referencia documental sobre la existencia de un Titulus Caeciliae está en el Martirologio Greronimiano, de comienzos
del siglo V, donde aparece citada una “Romae transitibere Caecilii”. Además, en
el Liber Pontificalis, y en
referencia a la vida del papa Virgilio, se dice que éste fue arrestado “in
ecclesia sanctae Caeciliae” el 22 de noviembre del 545, fecha establecida
convencionalmente como el aniversario del martirio de la santa, para ser
conducido a Bizancio. Y en el sínodo del 595 aparece una firma de un presbítero
con “titulus sanctae Caeciliae”. Otra referencia documental es el epígrafe de
Teodoro de Bizancio del 678, enterrado en Santa Cecilia y al que se le cita
como “VICTOR ARCHIPRESBYTER TITULI SANCTAE CAECILIAE”.
Fragmento del plano de Roma de Giambattista Nolli de 1748 en el que está señalada la ubicación de santa Cecilia in Trastevere (1) |
De todos modos, las excavaciones arqueológicas realizadas
bajo la basílica no han podido constatar que antes de la edificación
patrocinada por Pascual I hubiera existido una iglesia paleocristiana, aunque
lo que sí se localizó, en la década de 1980, fue un baptisterio situado justo
debajo de la actual capilla de las Reliquias datado en la primera mitad del
siglo V y una zona que parece formar parte de unos baños debajo de lo que hoy
es la capilla de santa Cecilia.
La erección de la basílica a partir del 821, que desde el
principio contó con monasterio mixto anexo, puesto bajo la advocación de las
santas Cecilia y Ágata según el Liber
Pontificalis, habría que incluirla dentro de un ambicioso proyecto
impulsado durante el “renacimiento carolingio” y su alianza con el papado a
través de Pascual I que se concretó en la edificación de otras muchas iglesias con
la intención de recoger reliquias de mártires procedentes de las catacumbas, en
ese momento fuera de las murallas de Roma, abandonadas y expuestas a la
profanación, para acoger las cada vez más crecientes peregrinaciones a la
ciudad que buscaban rendir culto a los primeros cristianos martirizados. Cuando las preciadas las reliquias de la santa titular de la basílica fueron
trasladadas a su nuevo templo, se dispuso que su cuerpo fuese colocado en un
ataúd de madera de ciprés dentro de un sarcófago de mármol, que en otro se
colocaran los de Valeriano, Tiburcio y Máximo y que se añadiera un tercero para
los de los papas Urbano I y Lucio I, todos ellos ubicados en una cripta bajo el
presbiterio.
Las características del templo fueron muy parecidas a las de Santa Práxedes o Santa Maria in Domnica, de la misma época y también bajo el patrocinio de Pascual I, de planta rectangular de tres naves separadas por arcadas con columnas, cuerpo de ventanas abiertas en la nave central y ábside semicircular bajo el que se ubicó la cripta con las reliquias de santa Cecilia, aunque las abundantes modificaciones en los siglos sucesivos terminaron por configurar su aspecto actual, muy distinto del original.
El antiguo baptisterio fue reformado y se mantuvo en uso hasta el siglo XIII a pesar de encontrarse a más de dos metros por debajo de la superficie del nuevo templo, algo que indica que éste desempeñó desde su fundación funciones de iglesia parroquial, estatus que mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Algunos autores defienden que Pascual I también recuperó el baño en el que la tradición decía, sin evidencia histórica alguna, que fue martirizada la santa y que lo abrió a los peregrinos.
El campanario se construye en el siglo XII y en el XIII se incorpora al monasterio, adosado a la nave del Evangelio de la basílica, un claustro, parte del cual todavía se conserva aunque no es visitable.
Las características del templo fueron muy parecidas a las de Santa Práxedes o Santa Maria in Domnica, de la misma época y también bajo el patrocinio de Pascual I, de planta rectangular de tres naves separadas por arcadas con columnas, cuerpo de ventanas abiertas en la nave central y ábside semicircular bajo el que se ubicó la cripta con las reliquias de santa Cecilia, aunque las abundantes modificaciones en los siglos sucesivos terminaron por configurar su aspecto actual, muy distinto del original.
El antiguo baptisterio fue reformado y se mantuvo en uso hasta el siglo XIII a pesar de encontrarse a más de dos metros por debajo de la superficie del nuevo templo, algo que indica que éste desempeñó desde su fundación funciones de iglesia parroquial, estatus que mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Algunos autores defienden que Pascual I también recuperó el baño en el que la tradición decía, sin evidencia histórica alguna, que fue martirizada la santa y que lo abrió a los peregrinos.
El campanario se construye en el siglo XII y en el XIII se incorpora al monasterio, adosado a la nave del Evangelio de la basílica, un claustro, parte del cual todavía se conserva aunque no es visitable.
Restos del claustro románico (2) |
A fines del XIII se realiza el pavimento cosmatesco, hoy desaparecido, Arnolfo di Cambio levanta el tabernáculo
y Pietro Cavallini y su taller se encargan
de decorar todo el templo con una serie de frescos
de los que apenas se conserva una mínima parte en lo que fue la contrafachada, hoy
coro de monjas. A partir de la segunda mitad del siglo XIV se empiezan a añadir
capillas adosadas a la nave de la
Epístola.
En 1585 el Pomarancio recibió el encargo de decorar con el
Ciclo de la vida de Santa Cecilia toda la parte baja del ábside, bajo el
mosaico.
Un acontecimiento esencial para la basílica fue el
descubrimiento, el 20 de octubre de 1599, del cuerpo incorrupto de santa Cecilia cuando
el cardenal Paolo Emilio Sfondrati,
sobrino del papa Gregorio XIV, ordenó la reapertura de su tumba.
Para conmemorar dicho acontecimiento, el cardenal encargó a Stefano Maderno la realización de su
famosa estatua que reproduce exactamente la postura en la que se encontró el
cuerpo de la santa. Además, también se decidió modificar el presbiterio para su
exposición, con la consiguiente ocultación de la parte baja del tabernáculo, e
iniciar toda una serie de trabajos de enriquecimiento del templo que
alteraron las líneas arquitectónicas conservadas desde el siglo IX.
En 1724 el cardenal
Francesco Acquaviva d'Aragona patrocinó
una profunda intervención en la nave central a cargo de los arquitectos Domenico Paradesi y Luigi Berrettoni en
la que, entre otras cosas, desaparecieron el pavimento cosmatesco y los
frescos del Pomarancio del ábside. En el transcurso de esta intervención fue
cuando el atrio adquirió el aspecto
actual, obra del arquitecto Ferdinando
Fuga.
En 1741-42, durante el cardenalato de Troiano Acquaviva d'Aragona, sobrino de Francesco, se construye el palacio que antecede al patio de la
basílica, también atribuido por algunos autores a Ferdinando Fuga, conformando una fachada exterior de cuatro plantas
en la que destaca un gran portal central de tres calles organizado mediante cuatro columnas dóricas con dos vanos rectangulares laterales y uno de medio
punto central que sustentan un entablamento, con un frontón partido central con
el escudo del comitente sostenido por dos putti en el central, con otros dos
putti en los extremos, sobre las columnas laterales, obra escultórica de Agostino Corsini.
Grabado de Giuseppe Vasi de la basílica ha. 1750 (3) |
A comienzos del siglo XIX, y debido a problemas
estructurales, el cardenal Giorgio Doria
encargó una nueva intervención en el templo porque el peso de la nueva
bóveda estaba generando problemas estructurales, y el arquitecto Pietro Bracci optó por esconder las
primitivas columnas, que todavía estaban a la vista, bajo los gruesos pilares
que hoy vemos.
La basílica desde la cabecera, con las intervenciones que a lo largo de los siglos han dado el aspecto actual |
A fines del siglo XIX el cardenal Rimpolla del Tindaro patrocinó la transformación de la primitiva
cripta en la que hoy se conserva, iniciándose también los estudios
arqueológicos bajo el suelo de la basílica en los que se localizaron casas
romanas y otros restos datados entre los siglos II aC. y V dC. que hoy pueden
visitarse, en parte.
Fachada del palacio desde el que se accede al patio de la basílica (2) |
Atravesando el portal del palacio se entra directamente a un
gran patio rectangular ajardinado
que conserva las medidas que tendría el cuadripórtico de la basílica construida
en el siglo IX con el patrocinio de Pascual I, con una fuente central ya del
siglo XX. La fachada de la derecha de este patio se corresponde con un
monasterio de monjas franciscanas de Egipto que ha mantenido parte de su
aspecto medieval y que creo que ahora está deshabitado, mientras que la de la
izquierda es la de un monasterio de monjas benedictino reconstruido en el siglo
XVI y todavía en uso.
Patio de Santa Cecilia in Trastevere, antiguo cuadripórtico de la basílica del siglo IX |
El patio desde el pórtico de la basílica |
Al fondo se ubica el pórtico
de la basílica, compuesto por cuatro columnas antiguas jónicas centrales y
dos pilastras corintias en los extremos que soportan un entablamento en cuyo
arquitrabe todavía se conserva una decoración musivaria del siglo XII con
volutas con flores, pequeños animales y tondos con bustos identificados como
los de los santos Cecilia, Ágata y Tiburcio y los papas Urbano I y Lucio I,
cuyas reliquias se custodian en la basílica. En el centro hay una cruz con el
alfa y la omega. El friso es corrido y muestra una inscripción en referencia al
patrocinio del cardenal Francesco Aquaviva en la remodelación de la basílica a
partir de 1724. Está rematado por pretil y tras él se ve el cuerpo de la nave
central, con frontón con el blasón del cardenal.
Pórtico |
Detalle del entablamento, con el arquitrabe de mosaico y el friso corrido con la inscripción (4) |
La torre campanario
es románica de mediados del siglo XII, realizada en ladrillo y compuesta por
cinco cuerpos, el primero con tres vanos ciegos de medio punto, el segundo con
dos vanos de medio punto por cada lado, el tercero con tres y el cuarto y
quinto, que forman el cuerpo de campanas, con ventanas tríforas con columnas de mármol que
soportan arcos también de medio punto. El remate es a cuatro aguas de muy poca
altura.
Torre campanario románica |
En el pórtico se
conservan losas sepulcrales de los siglos XIV y XV y en el testero de la
Epístola está el monumento funerario del
cardenal Paolo Emilio Sfondrati, bajo cuyo cardenalato se reabrió el
sarcófago con los restos de santa Cecilia, fallecido en 1618. En principio, el
monumento, proyectado por Girolamo Rainaldi con esculturas diseñadas por Pietro
Bernini, padre de Gian Lorenzo, y ejecutadas por Algelo di Pellegrino, estaba
ubicado en la nave de la Epístola y tapaba el antiguo acceso a la capilla
Ponziani, pero cuando a mediados del siglo XX decidió abrirse de nuevo éste
último, el mausoleo se trasladó al pórtico.
Pórtico |
Losas sepulcrales en el pórtico |
Monumento funerario del cardenal Paolo Emilio Sfondrati |
Ya en el interior,
primero se accede a un vestíbulo
decorado con frescos de fines del
siglo XVI atribuidos a Fabrizio
Parmigiano y Marzio Ganassini que representan en la bóveda a los santos Cecilia,
Valeriano, Urbano I, Esteban y Lorenzo y paisajes con santos ermitaños en las
paredes.
Bóveda del vestíbulo |
En la contrafachada del propio vestíbulo se ubican,
trasladados desde otros lugares originales y fruto de modificaciones, el monumento funerario de Adam Easton de
Norfolk, de fines del siglo XIV, en el lado de la Epístola, realizado por Paolo Romano, y el monumento funerario de Niccolò Forteguerri, del último tercio del
XV, con esculturas atribuidas a Mino de
Fiesole, en el del Evangelio, ambos cardenales de la basílica.
Monumentos funerarios de los cardenales Adam Easton de Norfolk y Niccolò Forteguerri, colocados a ambos lados de la puerta central |
La nave central, de gran anchura, cuenta con grandes
pilastras que esconden las columnas originales y son fruto de una intervención
a partir de 1823 con el patrocinio del cardenal Giorgio Doria y realizada por
el arquitecto F. Salvi para solucionar problemas estructurales. Soportan arcos
de medio punto que fueron rebajados para dar cabida, sobre las naves laterales,
a sendas galerías abiertas a la nave central mediante vanos con rejillas desde
donde las monjas podían seguir las ceremonias y que también actuaba de acceso
al coro a los pies construido adosado a la contrafachada.
Nave central de la basílica |
A continuación está la cubierta, una bóveda rebajada que tapa la techumbre original y que fue realizada
en 1724 con el patrocinio del cardenal Francesco Acquaviva. Cuenta con lunetos
que acogen las ventanas y está decorada con dorados, estucos y una escena
central pintada al fresco por Sebastiano
Conca con la Gloria de santa Cecilia,
destacando el órgano, su atributo, aunque en absoluto responda a realidad
alguna relacionada con su vida, instrumento inexistente en su época, sostenido por ángeles.
Aspecto de la cubierta de la nave central |
Pintura de la bóveda de la nave central |
También fue en esa época cuando se optó por retirar el
pavimento cosmatesco original, sustituido por barro cocido que también se
terminó retirando para colocar el actual, de losas en mármol blanco y negro formando
grandes cuadrados.
Las naves laterales
presentan cubiertas de crucería con
decoración pintada por Giovanni Zanna y
Tarquinio Ligustri, y sólo cuenta con capillas la de la Epístola, mientras
que en la del Evangelio, donde no se pudieron añadir porque tiene adosado el
claustro románico del monasterio, se suceden diversos altares con igual
composición añadidos a comienzos del siglo XVII por un equipo formado por
varios artista de la época, con ara de mármoles de distintos colores formando
una composición geométrica, encuadrados por columnas bajo plintos, unas de
orden jónico y otras corintio, que contienen un arco de medio punto con una
pintura y que soportan un entablamento con un frontón partido rematado por una
cruz.
Decoración de la bóveda de una de las naves laterales |
Lo primero que nos encontramos es el Altar de los santos Lorenzo y Esteban, con una pintura de Giuseppe Ghezzi fechada en 1676.
Nave del Evangelio, con el Altar de los santos Lorenzo y Esteban en primer plano |
A continuación sigue, no un altar sino la Tumba del cardenal Magalotti, fallecido
en 1538, y atribuida a Guglielmo della
Porta. Es una estructura parietal formada por un podio sobre el que se
ubica el sarcófago sobre el que aparece el difunto semitumbado apoyado sobre el
codo, no muerto sino vivo y en actitud activa, una postura que parece que se
pone de moda, recuperada de los sarcófagos etruscos, a partir de que Andrea
Sansovino la recupera por primera vez en los enterramientos
de los cardenales Ascanio Sforza y Girolamo Basso della Rovere en Santa Maria del Popolo y que
también utiliza Miguel Ángel, en fechas muy próximas a della Porta en esta obra
de Santa Cecilia, para la Tumba del propio Giulio II en la basílica de San Pietro in Vincoli.
Tumba del cardenal Magalotti |
El siguiente es el Altar
de san Andrés, con un óleo de Giovanni
Baglione y a continuación está el Altar
de santa Ágata, la copatrona del monasterio, con un óleo anónimo de fines
del siglo XVI del estilo del Caballero d'Arpino.
Altar de san Andrés |
Altar de santa Ágata |
Justo antes de llegar a la zona absidial, desde la nave del
Evangelio puede verse, a través de una reja, la capilla del coro, una zona reservada a las monjas del convento
benedictino, con un altar con un Crucificado entre santa Cecilia y el papa
Urbano I.
El último tramo de esta nave, justo al lado del ábside,
conforma una pequeña capilla con el Altar
de los santos Pedro y Pablo, con un cuadro también de Baglione.
Altar de los santos Pedro y Pablo |
En cuanto a las capillas de la Epístola, comenzando por los
pies, primero nos encontramos, con acceso desde el vestíbulo, con la capella del Crocifisso, fechada en 1600
aunque en su interior cuenta con obras de varias épocas y procedencias. Es un
ámbito rectangular con un altar de cerámica del siglo XVIII, procedente del
cercano y desacralizado oratorio di
Sant'Andrea dei Vascellari, sobre el que aparece un fresco con un
Calvario del siglo XIV que se localizó en la nave lateral. También destaca otro
fragmento en fresco, quizá procedente del monasterio, con la Virgen entre los
santos Jorge y Escolástica fechado a fines del siglo XV.
Capilla del Crucifijo |
Nave de la Epístola |
Ya en la propia nave, el primer ámbito es la capella de Santa Cecilia, encargada por
el cardenal Sfondrati en 1599, tras abrirse
el sarcófago que contenía los restos de la santa. Busca recrear el ambiente de
una catacumba, con un pasillo a modo de cubiculum,
con paredes decoradas en 1600 por Paul
Brill con santos penitentes en medio de paisajes, una escultura de San Sebastián de Lorenzo Lotti el Lorenzetto y un relieve con una Virgen con Niño atribuida al taller de Mino da Fiesole, desde el que
se accede, a la derecha, a la capilla en sí, conocida como capella del Bagno en recuerdo del Balneum caeciliae, lugar en el que la tradición dice que santa
Cecilia sufrió martirio, con suelo cosmatesco conservado del siglo XI y un
altar restaurado en 1600 con una Decapitación
de Santa Cecilia de Guido Reni y
bóvedas y paredes decoradas con frescos con escenas de la vida de la santa de
autores manieristas anónimos. Lamentablemente, esta zona no está abierta al
público.
Única parte de la capilla de santa Cecilia que puede verse |
Testero derecho de la capilla de santa Cecilia, con paisajes con penitentee de Brill y relieve de la Virgen con Niño del taller de Mino de Fiesole |
Le sigue la Capella
Ponziani, fechada en el siglo XV, la primera añadida a la basílica, panteón
de la familia política de santa Francesca Romana, con vivienda muy cerca del
templo, al que ella acudía con frecuencia, de ahí que la capilla esté bajo su
advocación. Es un ámbito rectangular cerrado por una reja cubierto con bóveda
de crucería decorada con el Padre Eterno y los cuatro Evangelistas y paredes
con los santos Jerónimo, Sebastián, Jorge y Catalina de Alejandría, obra de Antonio del Massaro da Viterbo, el Pastura,
de la escuela de Pinturicchio. Sobre el altar destaca un fresco con la Virgen
de la Misericordia entre los santos Esteban y Francesca Romana.
Bóveda de la capilla Ponziani |
A la izquierda de la capilla Ponziani está el Altar de San Benito, de las mismas
hechuras que los de la nave del Evangelio, y dedicado a ese santo por ser el
convento de monjas benedictinas, con óleo de Giuseppe Ghezzi.
Altar de san Benito |
A continuación se ubica la Capella delle Reliquie, que albergaba una colección de relicarios
que en 1935 fueron donados al Museo Sacro de la Biblioteca Vaticana. Es un
espacio cuadrangular diseñado por Luigi
Vanvitelli con bóveda con ángeles músicos y una pintura en el testero de la
Epístola con la Aparición del ángel a
santa Cecilia.
Bóveda de la capilla de las Reliquias (5) |
A continuación se ubica el altar de la Magdalena, con una pintura que unos atribuyen a
Giovanni Baglione y otros al círculo del Muziano. Le sigue el monumento funerario del cardenal Ferroni
fallecido en 1767, con un busto del escultor Andrea Lebrún.
Altar de la Magdalena |
La última es la capella
Rampolla, panteón del cardenal
Mariano Rampolla del Tindaro, con cubículum que desemboca en otro ámbito
alargado y que conforma un eje escenográfico para el monumento fúnebre, obra de
Ennio Quattrini datada en 1929, un
trampantojo escultórico neobarroco excepcional para la época que reproduce la
cripta bajo el altar mayor. La tumba está a la derecha pero no puede verse
desde la entrada.
Capilla Rampolla |
Altar de la capilla Rampolla, que reproduce la cripta de la basílica, incorporando una claraboya que lo ilumina creando un interesante efecto teatral |
La nave de la Epístola acaba en una capilla que es la base
del campanario y que también conserva la escalera de acceso a la cripta, aunque
ahora ya no se utilice. Tiene un altar dedicado a santa Teresa de Lisieux y
conserva también un fragmento del fresco del siglo XIII que decoraba el atrio
con un ciclo que narraba los martirios de los santos Vicente, Lorenzo y Esteban
además de las historias de santa Cecilia y su esposo, san Valeriano. La escena
muestra la Aparición de santa Cecilia a Pascual I y el descubrimiento del
cuerpo de la santa en las catacumbas.
Capilla de santa Taresa de Lisieux bajo el campanario, con un fragmento de los frescos del siglo XIII a la derecha |
El aspecto actual del presbiterio
corresponde a un diseño supervisado por Giacomo
della Porta en 1600. El pavimento fue elevado, todo el conjunto fue
protegido por una balaustrada y en el centro se ubicó la famosa estatua de Santa Cecilia de Stefano Maderno.
Presbiterio |
Aunque cuando el escultor fue designado para hacerla sólo
tenía veintitrés años y su elección fue muy polémica, dada su juventud, es evidente
que demostró que estaba sobradamente preparado para realizarla. Está hecha
en un único bloque de mármol griego de Paros de un blanco luminoso que queda
más evidenciado al contrastar con el nicho de mármol negro en el que está
inserta la obra. También son de Maderno los ángeles sobre el nicho y las
figuras, todas en bronce, de los santos Cecilia, Valeriano, Tiburcio y
Máximo y de los papas Urbano I y Lucio I, flanqueando el mismo.
Conjunto que alberga la escultura de Maderno |
Santa Cecilia de Maderno |
Por encima del nicho con la escultura sobresale el tabernáculo gótico, elemento que tenía
la función de solemnizar el lugar en que tenía lugar el sacrificio eucarístico.
Según una inscripción en el pedestal, localizada durante unas obras a comienzos
del siglo XIX, pues desde las remodelaciones de 1600 esta parte está oculta, Arnolfo di Cambio lo realizó en 1293.
Detalle del tabernáculo de Arnolfo di Cambio |
Se compone de cuatro columnas de mármol veteado negro y
blanco, seguramente recuperadas del primitivo tabernáculo de Pascual I, con
capiteles corintios sobre los que aparecen unos medallones de mosaico que
sustentan una estructura cuadrada con cuatro arcadas góticas con dos Profetas, los
cuatro Evangelistas y dos Vírgenes prudentes en las enjutas y las estatuas de
los santos Cecilia, Valeriano y Tiburcio y el papa Urbano I en las esquinas,
prolongadas en pináculos. Los cuatro lados están rematados por frontones con rosetones
centrales sostenidos por ángeles y toda la estructura está coronada por un pequeño templete.
El mosaico absidial
es lo único conservado in situ de la
primitiva basílica de Pascual I, ejecutado durante el primer cuarto del siglo
IX. En el centro del intradós del arco que forma el casquete absidial aparece el anagrama de Pascual I. El esquema del casquete es muy similar al de Santa Prassede, otra de las
basílicas levantadas con el patrocinio del mismo comitente, con una inscripción
en la base que explica quién fue su comitente y que edificó la basílica para
recoger las reliquias de santa Cecilia y de sus compañeros.
HAEC DOMUS AMPLE MICAT VARIIS FABRICATA METALLIS, OLIM QUAE FUERAT CONFRACTA SUB TEMPORE PRISCO, CONDIDIT IN MELIUS PASCHALIS PRAESUL OPIMUS. HAEC AULAM DOMINI FORMANS FUNDAMINE CLARO, AUREA GEMMATIS RESONANT HAEC DINDIMA TEMPLI, LAETUS AMORE DEI HIC CONIUNXIT CORPORA SANCTA. CECILIA ET SOCRIS RUTILAT HIC FLORE IUVENTUS, QUAE PRIDEM IN CRYPTIS PAUSABANT MEMBRA BEATA, ROMA RESULTAT OVANS, SEMPER ORNATA PER AEVUM.
Mosaico absidial |
A continuación hay un segundo registro con un Agnus Dei central sobre una especie de
fuente hexagonal, quizá un baptisterio en referencia al encontrado en el
subsuelo de la basílica, de la que brotan los cuatro ríos de la vida y a la que
se acercan doce corderos, símbolo de los Apóstoles, seis a cada lado, que
parten de las ciudades de Belén, en el lado del Evangelio, y de la de
Jerusalén, en el de la Epístola.
Por encima está Cristo, ataviado con una toga romana dorada
con banda púrpura, tras haber bajado por una escalera de nubes de colores, con
la mano derecha levantada bendiciendo y portando un rollo en la izquierda, tal
y como ya se había visto en el ábside del siglo VI de la iglesia de los santos
Cosme y Damián en los Foros. Sobre su cabeza, la Maiestas
Domini emerge de las nubes para coronar a su hijo.
Cristo flanqueado por los santos Pedro y Pablo |
Cristo está flanqueado por los santos Pedro y Pablo. A su
derecha se ubican, santa Cecilia apoyando una mano sobre el hombro, gesto
convencional para indicar que se está encargando de presentar al personaje ante
la divinidad, de Pascual I, que muestra nimbo cuadrado para indicar que todavía
está vivo y sujeta entre sus manos una maqueta de una iglesia para señalar que
él ha sido el comitente y que se la ofrece a Cristo.
A su izquierda aparecen san Valeriano y santa Ágata, copatrona del monasterio que se construyó anexo a la basílica, ambos con las manos
cubiertas en señal de humildad. Las dos mujeres están representadas como
princesas bizantinas, con zapatos rojos como señal del más alto rango y santa
Cecilia porta corona como patrona de la iglesia.
San Pedro y los santos Valeriano y Ágata |
En los extremos de la escena aparecen sendas palmeras que
simbolizan el Paraíso, y lo mismo que en Santa Prassede, en la que flanquea
a Pascual I, está posada un ave fénix como símbolo de la Resurrección.
La pared bajo el ábside con el mosaico, donde estuvieron los
frescos del Pomarancio con escenas de la Vida de santa Cecilia, está revestida
de mármol veteado verde enmarcado en rojo, resultado de una restauración
contemporánea.
Se sabe que el mosaico se extendía por los lados del
casquete y se cree que sería muy similar a lo que sí podemos contemplar en Santa Prassede. Desapareció durante
la intervención entre 1724 y 1725 bajo el patrocinio del cardenal Acquaviva,
cuando en estas zonas se construyeron sendos nichos para albergar los bustos de
los papas Inocencio XII y Clemente XI, ambos obra de Guseppe Mazzuoli.
Desde un ámbito a la izquierda del vestíbulo, a los pies de
la nave del Evangelio, habilitado como tienda de recuerdos, puede accederse, a
través de unas escaleras, al yacimiento
arqueológico bajo la basílica y a la cripta bajo el ábside. Son los restos
de una domus republicana de fines del siglo II aC. sobre la que en el siglo II
dC. se edificó una insula. Las distintas zonas han sido aprovechadas para
exponer restos localizados durante las excavaciones, como sarcófagos o fragmentos
arquitectónicos. Justo debajo de la actual capilla de las Reliquias se encontró la pila bautismal del siglo V ya mencionada, y también se localizó
un baño que, siguiendo la tradición hagiográfica, algunos han querido
identificar como el lugar del martirio de santa Cecilia, y que está situado
bajo la capilla dedicada a la santa en la basílica; en mi visita en diciembre
de 2014 esta zona no estaba abierta a las visitas.
Yacimiento arqueológico |
Yacimiento arqueológico musealizado |
En cuanto a la cripta,
ubicada justo debajo del presbiterio, debe su aspecto actual neobizantino a una
intervención en tiempos del cardenal Mariano Rampolla del Tindaro a inicios del
siglo XIX de la mano de Giovanni
Battista Giovenale, que amplió el ambiente primitivo creando un espacio
rectangular y bajó el primitivo pavimento más de un metro decorándolo en estilo
cosmatesco. El ámbito está cubierto por veinte bóvedas baídas decoradas con
estucos que apoyan en arcos de medio punto bajo los que se ubican columnas
monolíticas de orden compuesto. En el centro del testero occidental, con la
misma orientación que el altar mayor de la basílica, se ubica un altar con las
urnas de los mártires Cecilia, Valeriano, Tiburcio y Máximo y las de los papas
Lucio I y Urbano I. A los lados hay dos pequeñas capillas con mosaicos de Giuseppe Bravi dedicadas a las santas
Cecilia y Águeda y frente al altar se ubica una estatua de santa Cecilia de
Cesare Aureli.
Cripta |
Detalle de la decoración de una de las bóvedas de la cripta |
Cubículo de las reliquias |
La visita puede completarse con los frescos de Pietro Cavallini fechados a fines del siglo XIII y redescubiertos
a fines del XIX tras la sillería del coro de monjas construido en el siglo XVI sobre
el vestíbulo y que en origen ocupaban la contrafachada de la basílica. Restaurados
en la década de 1980 por Carlo Giantomassi bajo la dirección del arquitecto
Bernardo Meli, para verlos es necesario llamar a la puerta del vecino convento
benedictino femenino, que está a la izquierda del atrio de la basílica y, tras
pagar la correspondiente entrada, una monja nos acompaña a verlos después de
subir por un ascensor, pero no pueden hacerse fotografías, algo que lamenté profundamente.
La escena, conservada parcialmente, es un Juicio Universal, muy habitual en las
contrafachadas de la iglesias medievales como aviso a los fieles a la salida
del templo de lo que les sucedería si pecaban.
Juicio Final de Pietro Cavallini en la contrafachada (6) |
En el centro está Cristo
en mandorla; pero que ya no es el
Pantocrator románico heredado del arte bizantino, alejándose del Apocalipsis de san Juan, que es Cristo
Dios, para inspirarse más en el Evangelio
de san Mateo, más acorde con la sensibilidad del gótico, más humano y
paternal, Cristo Hombre, al que en iconografía occidental conocemos como Varón de Dolores, que aparece
semivestido y siempre muestra las llagas de la Pasión. Está rodeado de ángeles
y flanqueado por la Virgen y san Juan Bautista, conformando una Déesis, seguidos de los Apóstoles. Por
debajo, y también muy fragmentados, están los ángeles anunciando el Juicio
Final tocando sus trompetas y restos de lo que fueron el grupo de los elegidos,
a la derecha de Cristo, y el de los condenados, a su izquierda.
Cristo Varón de Dolores (6) |
Detalles de la Virgen y el Bautista flanqueando a Cristo. Por debajo se ven los ángeles anunciando el Juicio Final (6) |
Detalle de los apóstoles (6) |
Detalle de los elegidos, siempre a la derecha de Cristo (6) |
Además de la novedad iconográfica, las pinturas también
destacan por una recuperación del clasicismo en unas fechas todavía muy
tempranas y que queda evidenciada, sobre todo, en la colocación en perspectiva
en posición de ¾ de los Apóstoles mirando a Cristo.
En el testero de la izquierda puede adivinarse una
Anunciación muy dañada, y en el de la derecha estaba la escena, de la que se
conservan fragmentos, de la Escalera de Jacob.
El sueño de Jacob (6) |
Eran el inicio de las pinturas que decoraban los laterales
de la nave central con escenas bíblicas, el Antiguo Testamento para la Epístola
y el Nuevo para el Evangelio, una obra de gran envergadura en la que aunque la
dirección recayó en Cavallini, precisó, necesariamente, de la actividad de un
gran taller a sus órdenes.
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Referencias:
Fuentes:
- La Basílica de Santa
Cecilia de Roma, Marconi, Roma, 2005.
Comentarios
Es una lástima que las capillas estén cerradas con verjas y no pueda accederse a su interior. Si vuelvo, intentaré ver cómo se puede conseguir un permiso o algo así, pues me hubiera encantado poder "pasearlas" y no sólo verlas desde la nave de la Epístola.
Un beso.
Mi más sincera enhorabuena.
Un abrazo.