La historia y la iglesia del convento de San Marcos de León

El convento de San Marcos de León tiene su origen en la donación que en 1152 hizo la infanta doña Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII, de unos terrenos extramuros de la ciudad, junto al puente sobre el río Bernesga en el camino hacia Santiago de Compostela, para la construcción de un modesto edificio con iglesia, hospital para atender a los peregrinos y monasterio, puesto bajo la advocación de San Marcos, lo mismo que el puente, y entregado a canónigos agustinos. Pero en 1176 el obispo de León, Juan Albertino, confíó el convento al leonés don Suero Rodríguez, que al convertirse en caballero santiaguista, lo cedió para que se conformara, por expreso deseo de su monarca, Fernando II, que no quiso aceptar una única sede santiaguista ubicada en el Reino de Castilla, como priorato y Casa Mayor de la Orden de Santiago en el Reino de León.

Convento de San Marcos de León (1)

El antecedente de esta orden de caballería fue un grupo de caballeros comandados por don Pedro Fernández de Fuentencalada que habían participado en defensa de Cáceres frente a la invasión almohade y que se unieron, siguiendo el modelo de la milicia del Temple y también el de la Orden de Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que don Pedro habría conocido en Tierra Santa, jurando luchar contra los enemigos de la Iglesia y salvaguardar a los peregrinos que fueran camino de Compostela. Aunque el avance de las tropas musulmanas les hizo retirarse de Extremadura, en 1174 encontraron nuevo acomodo al recibir la donación de la villa de Uclés y todas sus tierras y posesiones, actual provincia de Cuenca, de don Alfonso VIII de Castilla y doña Leonor de Plantagenet, instalándose en el castillo de Uclés e iniciando obras para la construcción de un convento con una iglesia que se adecuaran a las nuevas necesidades.

Los nuevos adeptos se multiplicaron rápidamente y también lograron la adhesión a su causa de los canónigos reglares agustinos del convento de Loio, en Lugo, acogiéndose a su regla, menos rígida que la benedictina, la que adoptaron Calatrava y Alcántara, siendo el propio Alfonso VII el que promovió su constitución como Orden de Santiago, consiguiendo la aprobación de Alejandro III por bula de 1175.

Ilustración del Tumbo Menor de Castilla con Alfonso VIII y Leonor de Plantagenet entregando el castillo
de Uclés a Pedro Fernández de Fuentencalada en presencia de un fraile (2)

La organización acogió a tres tipos de miembros: los freiles (o “freires”, llamados así para distinguirlos de los “frailes”, miembros de órdenes religiosas no militares) casados, única orden de caballería que lo permitió desde sus inicios, incluso con autorización para vivir con la familia, y los freiles célibes, ambos laicos, que se dedicaban a la guerra, y los freiles clérigos, que se ocupaban de la liturgia, una dualidad religioso-militar que siempre los caracterizó. Además, también poseyó cenobios femeninos, las comendadoras de Santiago, que atendían a los peregrinos y recogían a esposas e hijas de los caballeros de la Orden mientras estos estaban en campaña. Todos ellos debían hacer voto de pobreza y obediencia.

Esta singularidad es la que motivó que el primitivo complejo de San Marcos tuviera una estructura laberíntica, por otro lado muy propia del medievo, conformándose como una ciudad en miniatura en la que se agrupaban la iglesia, el hospital y el convento junto a huertas, almacenes, establos, bodega, cárcel…

Durante toda la Baja Edad Media la Orden llegó a alcanzar gran poder económico y territorial, gobernando unas doscientas villas además de múltiples conventos femeninos y masculinos, parroquias y hospitales. Su territorio estaba dividido en provincias a su vez estructuradas en encomiendas, frente a las que se situaba un comendador que residía en un castillo, gozando de jurisdicción civil y penal y gobernando y administrando todas las rentas de tierras, industrias, pastos y diferentes impuestos a cambio de garantizar su defensa militar y el sustento de sus iglesias.

En el siglo XV este gran poder económico y militar, en manos de la nobleza, entró en conflicto con las pretensiones de los Reyes Católicos de crear un estado poderoso en el que la corona ejerciera la hegemonía, que aprovecharon la muerte del maestre de Santiago Alonso de Cárdenas en 1493, último elegido por los caballeros de mayor rango, los llamados “Trece”, para solicitar a Alejandro VI, con la excusa de la compensación por los gastos ocasionados con la conquista definitiva de la península, la administración del maestrazgo de la Orden, consiguiendo que el papa accediera a su demanda mediante bula firmada ese mismo año, con lo que Fernando de Aragón se convirtió en el maestre de Santiago.

Vista aérea del conjunto monumental en la actualidad

El edificio que hoy se conserva en León empezó a gestarse tras un capítulo general celebrado en Valladolid en 1513 precisamente bajo la presidencia del rey Fernando, que destinó una cuantiosa renta anual para la construcción de un nuevo edificio que sustituyera al antiguo, en el que aunque se habían hecho importantes reformas durante la segunda mitad del siglo XV, se consideraba que no reflejaba ni la importancia del Estado ni el poder de la Orden.

La historiografía tradicional atribuye las trazas generales de un edificio, con dos partes diferenciadas en iglesia y palacio-convento y una gran fachada de casi cien metros de longitud, a Pedro de Larrea, arquitecto del convento de Alcántara, que las habría entregado en 1514.

Un año después, ya en el reinado de Carlos V, que sucedió a su abuelo como maestre de la Orden santiaguesa, dieron comienzo las obras bajo la dirección de Juan de Horozco. Se empezó por la cabecera de la iglesia al tiempo que se realizaban las primeras labores de derribo de la construcción medieval.

Iglesia de San Marcos de León

Algunos autores consideran que a comienzos de la década de 1530 Juan de Álava, que aparece mencionado en los documentos de archivo recibiendo sustanciosos pagos por su intervención en San Marcos, sustituyó a Horozco como maestro de obras, fallecido en fecha imprecisa, y remataría la iglesia, ya muy avanzada en ese momento, y su fachada, aunque dado el prestigio de este maestro en ese momento y la cantidad que se le abona, que es muy elevada, también podría haber realizado el diseño de la fachada del convento, que comenzó a levantarse en torno a 1530 y fue a buen ritmo hasta 1541, cuando queda paralizada y no se reanuda hasta 1545 coincidiendo con la presencia de Martín de Villarreal en San Marcos, que seguramente sucedería a Álava, fallecido en 1537.

En esos mismos años Juan de Badajoz el Mozo realizó la sacristía y la sala del tesoro al tiempo que trabajaba en el claustro, en este último seguramente siguiendo trazas de Horozco. Se cree que desde el principio se decidió la construcción de sólo las crujías este y sur, donde se ubicaron las dependencias más representativas del monasterio, porque no había espacio en el solar sin hacer más derribos del convento medieval, donde se alojaban las estancias para la vida doméstica de la comunidad, como cocinas, despensas, paneras, portería, hospedería, dormitorio... que se pensaban aprovechar comunicándolas con la parte nueva.

Claustro procesional

La entrada de Martín de Villareal parece que determinó nuevas trazas en la zona claustral que afectaron, fundamentalmente, a las galerías altas y sus dependencias, como el cuarto contiguo al coro, el cuarto prioral en la crujía sur, abierto a la fachada principal del convento, y la escalera del ángulo noreste que comunica el claustro con las sacristías y el crucero del Evangelio del templo. Así, a mediados de la década de 1640 las partes más importantes planeadas del nuevo edificio, o sea, la iglesia, la sacristía-tesoro, la fachada principal y los dos paños del claustro, con el capítulo y el cuarto prioral, estaban casi terminadas, aunque todavía quedaban las otras dos crujías del claustro, en donde había, entre otras cosas, que ubicar las dependencias de habitación para los freiles, un asunto complicado porque su construcción implicaba el derribo de la antigua fábrica, todavía unida al convento y con dependencias necesarias para la vida doméstica.

Pero en torno a 1560 las obras quedaron de nuevo interrumpidas, y esta vez sine die, porque el convento de San Marcos fue abandonado por problemas internos en la Orden que se arrastraban desde su fundación, pues aunque ya en el siglo XIII, tras la unión de las coronas de Castilla y León, Fernando III el Santo nombró a Uclés sede única de Santiago, no se terminó con la bicefalia porque siguió existiendo una división eclesiástica en dos prioratos, con dos priores todopoderosos en sus respectivos dominios de San Marcos y Uclés, ambos con jurisdicciones independientes y exentas de la autoridad de cualquier obispo, directamente dependientes del papado.

La excusa para que se decretara el abandono de León en un capítulo general presidido por Felipe II fue que el inacabado monasterio presentaba unas condiciones de vida muy complicadas, una circunstancia que la historiografía parece desmentir. También se alegó que el priorato de San Marcos estaba demasiado alejado de los territorios que gobernaba, casi todos en Extremadura y Andalucía, lo que dificultaba el cobro de rentas y diezmos. El caso es que la comunidad fue obligada a salir de León para ubicarse, primero provisionalmente a Calera y después definitivamente en Mérida, una de las encomiendas más ricas de la Orden, elegida como sede conventual definitiva de San Marcos y sin que se pensara, en ese momento, en una vuelta a León, más aun teniendo en cuenta que la intención de Felipe II era “vender el edificio a otra religión”, de ahí que todos sus enseres de valor, bienes muebles y objetos litúrgicos, incluyendo la extraordinaria sillería de coro, fueran trasladados a Extremadura.

Pero la situación dio un giro coincidiendo con la llegada al trono de Felipe III, pues las continuas presiones ejercidas por los partidarios del restablecimiento de la primitiva sede, sobre todo del Concejo de León y del Cabildo de la catedral, y las pésimas condiciones en las que los monjes estaban instalados en la fortaleza de Mérida, dieron su fruto cuando en 1602 Clemente VII y el monarca aprobaron el regreso de la comunidad al convento de San Marcos, una vuelta que en 1615 supuso la reanudación de las obras para culminar las dos alas que faltaban del claustro.

Planta de las crujías del claustro procesional. En gris, las realizadas en el siglo XVI y en negro las del XVII y XVIII (3)

La última intervención en la edad moderna se produce en torno a 1715 para levantar un nuevo lienzo de fachada entre la entrada y el río que imitó al construido en el siglo XVI y que se remató con una torre palaciega.

A pesar de los años transcurridos entre el inicio de las obras y su culminación, el conjunto denota unidad de estilo porque los freiles siempre abogaron por ello, con obras dirigidas por Pedro del Hoyo y Toribio de la Teja en el siglo XVII y Pedro Salgar en el XVIII, con Martin de Suinaga y Antonio y Pedro de Valladolid como encargados de la nueva fachada.

Francisco de Quevedo, caballero de Santiago, estuvo encarcelado en San Marcos entre 1639 y 1643 por orden del Conde-Duque de Olivares, periodo en el que trabajó en sus obras Vida de San Pablo, Constancia y paciencia del Santo Job y Providencia de Dios. De este periodo dejó escrito:

“(…) de rigurosísima prisión, enfermo de tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río que tengo por cabecera, se me han cancerado, y por falta de cirujano, no sin piedad, me han visto cauterizar con mis manos; tan pobre que de limosnas me han abrigado y entretenido la vida. El horror de mis trabajos ha espantado a todos”.

Tras la supresión de los conventos de órdenes religiosas entre 1836 y 1837 y la desamortización de sus bienes, los freiles de San Marcos, canónigos reglares de San Agustín fueron exclaustrados y tuvieron que abandonarlo, y aunque en 1844 fue declarado Monumento Histórico Artístico, aquello no evitó que iniciara un largo periodo de cambios legales, patrimoniales y arquitectónicos en el que se sucedieron los usos como Instituto de Segunda Enseñanza, Casa de misioneros, Escuela de Veterinaria, Museo Arqueológico de León, cárcel provincial, hospital para enfermos de viruela…

En cuanto a la rica colección de bienes muebles que la Orden había ido acumulando a lo largo de siglos, sólo una pequeña parte aparecía reflejada en los inventarios o en las descripciones de los Libros de Vista a lo largo de los siglos XVI al XVIII, y aunque es difícil cuantificar su pérdida, es evidente que fue muy considerable. Para dificultar todavía más su estudio, el inventario tras la desamortización apenas aporta datos significativos, limitándose a reseñar el número de objetos de cada clase, tipología, el material a veces y la ubicación que tenían en el edificio. Llama la atención la ausencia de piezas valiosas del mundo medieval y de reliquias, por lo que se supone que hubo ocultación previa de las mismas, las más interesantes a los ojos del pensamiento romántico, que muy probablemente salieron del edificio de forma ilegal. También son muy escasas las obras de plata, sin que exista ninguna de oro, datos que no concuerdan con los abundantes recursos con los que contó San Marcos.

Precisamente las piezas sobre las que hubo un mayor deseo de poner a resguardo de la venta o enajenación pública, son las que fueron sacadas del convento de forma ilegal sin ser inventariadas, terminando por dispersarse y yendo a parar a manos privadas o museos en los que se ocultó su procedencia, un expolio cuya causa directa no estuvo en las desamortizaciones.

En 1875, después de que el año antes se extinguiera la jurisdicción religiosa de la Orden de Santiago, se pensó en derribar el convento, pero en 1894 fue entregado al Ministerio de la Guerra, que comenzó a utilizarlo para las oficinas del Estado Mayor del 7º Cuerpo del Ejército, aunque manteniendo las tres salas de la sacristía, la sala del tesoro-biblioteca, y la denominada “sala del claustro” como museo.

La sacristía en 1934 como sala del Museo Arqueológico de León. Fotografía tomada de un panel in situ

Sala del tesoro en 1934. Fotografía de un panel in situ

Durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra fue campo de concentración de prisioneros republicanos, símbolo de la represión franquista en León.

A comienzos de la década de 1960 el edificio pasó al Ministerio de Turismo, que lo traspasó al Instituto Nacional de Industria para convertirlo en hotel de lujo inaugurado como “Hostal de San Marcos” en 1965. Este nuevo uso implicó profundas transformaciones de su fisonomía interna sin consideración al valor artístico de sus dependencias, escapando de las alteraciones sólo las zonas consideradas “monumentales”, que fueron la fachada, el claustro comenzado en el siglo XVI, la sala capitular, el refectorio, la sacristía, la iglesia, respetándose la actividad parroquial de la misma, y las salas cedidas al Museo.

En 1986 el hostal se convirtió en Parador de Turismo y en la actualidad compagina ese uso con el de parroquia y Anexo monumental del Museo de León.
Planta de San Marcos (4). Las indicaciones son mías

La iglesia, obra de Juan de Horozco iniciada en 1515, está orientada en el eje norte-sur aprovechando el espacio dejado por una demolición muy parcial del templo primitivo por la necesidad de utilizarlo para los oficios hasta que la capilla mayor del nuevo estuviera terminada.

Conjunto de San Marcos, con la iglesia en primer plano

Comenzando por la fachada, presenta un gran arco de medio punto que cobija un atrio con cubierta de crucería en el que se aloja la portada, todo ello flanqueado por dos torres inacabadas. La portada es de arco escarzano sobre el que se sitúa otro de medio punto con tímpano sin decoración, toda ella flanqueada por sendos pináculos que se prolongan hacia arriba enmarcando siete calles separadas por pilastras que contienen peanas con doseletes góticos que estarían preparados para esculturas.

Fachada de la iglesia

Sobre el pórtico hay una terraza abalaustrada que se antepone al hastial de remate, con un cambio de lenguaje que podría deberse a la sucesión en la dirección de obras de Álava, observándose ya elementos renacientes como la compartimentación rectangular del muro, la división tripartita subrayada mediante pilastras o los frisos decorados con grutescos, que también enmarcan el óculo central que ilumina el coro. Y lo mismo ocurre con la repetición sistemática de veneras y sillares facetados que recorren los muros. El conjunto estaba concebido para ser rematado con un frontón triangular que no llegó a concluirse, dejándose simplemente con un pequeño frontispicio triangular de exaltación del Imperio, con el águila bicéfala de Carlos V flanqueada por las columnas de Hércules con el lema Plus Ultra y dos maceros.

En el primer cuerpo de las torres destacan sendas hornacinas de medio punto flanqueadas por pilastras que sostienen un entablamento, todo ello con labor esculpida de grutescos, y un frontón trapezoidal. En el del lado de la Epístola el arco contiene un Calvario en muy mal estado de conservación, y por la inscripción junto a uno de los tondos de las enjutas, la obra se atribuye a Juan de Horozco padre. El retablo pétreo de la torre del Evangelio contiene un Descendimiento mucho mejor conservado que se cree que pudo ser realizado por Juan de Juni y que demuestra conocimiento del clasicismo y de la perspectiva renacentista italiana.

Retablos del Descendimiento y de la Crucifixión en las torres de la fachada de la iglesia

El interior muestra una estructura habitual en la época, con planta de cruz latina con nave única de cinco tramos, capillas-hornacina entre los contrafuertes abiertas a la nave mediante sencillos arcos apuntados y comunicadas entre sí, cuerpo de ventanas, bóvedas estrelladas de tradición gótica de diseño variado, coro alto a los pies de gran desarrollo sobre bóveda de crucería en carpanel, crucero que no sobresale en planta, separado por una destacada rejería, y ábside poligonal.

La iglesia desde el sotocoro (4)

Capillas del lado de la Epístola

Tercera capilla del Evangelio, convertida en atrio de acceso al claustro procesional

Cubiertas del crucero y del ábside

La iglesia desde la zona absidial, con la reja que separa el crucero de la nave

Las ventanas son ojivales ajimezadas y las vidrieras fueron realizadas por Alberto de Holanda y Francisco Valdivieso, vecinos de Burgos, aunque se conservan muy fragmentadas. Las dispuestas en el presbiterio están constituidas por elementos reaprovechados teniéndose sólo en cuenta la mezcla de colores para lograr una luminosidad similar a la de los vitrales góticos, pero sin coherencia iconográfica ni unidad estilística, imposibilitando la lectura iconográfica de las mismas. Las mejor conservadas son las del testero norte del crucero, en las que aparecen San Joaquín y Santa Ana en el lado del Evangelio y Santa Catalina y San Cristóbal en el de la Epístola.

Claristorio con las ventanas y bóveda de terceletes de la nave de la iglesia

El retablo mayor, del siglo XVIII porque el primitivo no se sabe dónde está después de que fuera llevado a Extremadura cuando el convento fue trasladado allí, presenta una estructura neoclásica con pinturas en las que se representa una Anunciación central rodeada de un Apostolado. También tiene sendos retablos en los testeros de la cabecera de los brazos del transepto.

Retablo mayor

Retablos del Salvador y de la Inmaculada en los transeptos

Una de las obras muebles más destacadas de la iglesia es la sillería del coro, realizada por un grupo de artistas franceses que incorporaron a su trabajo aportaciones españolas e italianas, quizá dirigidos por Juan de Juni mientras estuviera trabajando en el retablo de piedra con una Natividad en la entrada a la iglesia desde el claustro, que varios autores también le atribuyen.

Coro a los pies con la sillería

Tiene forma de U con dos niveles, uno alto con cuarenta y cinco sitiales y otro bajo con veintinueve, y desarrolla un complejo programa iconográfico basado, fundamentalmente, en la Biblia. En los respaldos superiores, atribuidos a Juan de Juni, se representan santos, mártires, Padres de la Iglesia y los Apóstoles, aunque no todos fueron realizados por él. Juan de Angers, imaginero con un estilo influido por Juni, sería el artífice de alguna figura de la parte superior y de los medallones inferiores del tramo central y del Evangelio.

Sillería de San Marcos (5)

Respaldos de la sillería alta. Fotografía cedida por la web www.monestirs.cat (6)

Por su parte, Guillén Doncel, entallador colaborador de Juni, habría realizado algunas de las imágenes de esta zona superior y los medallones inferiores del lado de la Epístola con Sibilas y Profetas, firmando la obra  en el asiento principal de la sillería baja en 1542, donde puede leerse: "MAGISTER GUILLERM' DOZEL ME FECIT 1542". También habría sido el encargado de la instalación y del montaje definitivo en 1543, aunque en 1545 Juan de Juni, ya residente en Valladolid, recibió el encargo del espaldar de la silla prioral con la imagen de Cristo.

Medallones de Sibilas y Profetas de la parte baja. Fotografía cedida por la web www.monestirs.cat (6)

Firma de Guillén Doncel (7)

Espaldar de la silla prioral. Fotografía cedida por la web www.monestirs.cat (6)

El transepto del Evangelio cuenta con una sencilla portada de acceso al claustro bajo de medio punto con decoración vegetal, otra portada retablo plateresca por la que también se accede al claustro bajo y una tercera, ya renacentista, para la sacristía y a una de las dos escaleras de subida al claustro alto.

La portada retablo plateresca se organiza mediante arco de medio punto entre columnas que soportan un friso sobre el que se ubica un segundo cuerpo con tres hornacinas aveneradas con una Virgen con Niño central flanqueada por Santiago y un obispo. Por encima hay un vano de arco escarzano que abre a la galería alta del claustro rematado por un frontón triangular.

Testero del transepto del Evangelio con las portadas, de izquierda a derecha, de acceso al claustro, retablo central también de acceso al claustro y de la escalera, desde donde se accede a la sacristía

Detalle de la puerta de acceso a la sacristía y a la escalera del claustro

Escalera, con el acceso a la sacristía a la derecha


Bóveda de la sacristía

Sacristía

Y en este otro enlace podréis "pasearos" por otros artículos de LEÓN en Viajar con el Arte.

Referencias e imágenes ajenas:
(3) MORAIS VALLEJO, E., “Pervivencia de formas góticas en la arquitectura del Barroco. El caso de León”. Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº 108, 2011, pp. 195-242.
(4) GRAU LOBO, L., Plan museológico del Museo de Léon, Madrid, Ministerio de Cultura, 2007.

Fuentes:

ALONSO GÓMEZ, C., León (España). Manual del turista, Valladolid, Eds. Libertad, ¿1953?
BRAÑA, R. A. de la, “San Marcos de León”, Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, nº 28, abril 1905, año III, pp. 57-63.
CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, Mª D., “El convento de San Marcos de León después de la desamortización”, Tierras de León, Vol. 37, nº 105-106, 1998, pp. 119-132.
CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, Mª D. y ORICHETA GARCÍA, A., “Implicaciones artísticas en una decisión del Consejo de Órdenes Militares. El traslado del convento de San Marcos de León a Extremadura (1560-1604)”, Norba, nº 16, 1996, pp. 83-101.
CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, Mª D. y ORICHETA GARCÍA, A., “El convento de San Marcos de León. Nuevos datos sobre el proceso constructivo en el siglo XVI”, Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, nº 86, 1998, pp. 231-274.
GRAU LOBO, L., Plan museológico del Museo de Léon, Madrid, Ministerio de Cultura, 2007.
Núñez Rodríguez, Manuel. (2006) - In: Liño Bd. 12 (2006) S. 45-53
LLAMAZARES RODRÍGUEZ, F., “La portada del exconvento de San Marcos de León. Ingreso al Aula Dei”. En NIETO IBÁÑEZ, J. Mª (coord.), LÓGOS Hellenikós: homenaje al Profesor Gaspar Morocho, 2003, pp. 857-665.
LLAMAZARES RODRÍGUEZ, F., “Sobre el concepto bíblico del initium et finis mortis en el claustro de San Marcos de León”, LIÑO 21. Revista Anual de Historia del Arte, 2015, pp. 9-20.
MERINO RUBIO, W., “León en el siglo XV”, Tierras de León, Vol. 12, nº 15, 1972, pp. 14-62.
MORAIS VALLEJO, E., “Pervivencia de formas góticas en la arquitectura del Barroco. El caso de León”. Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, nº 108, 2011, pp. 195-242.
NÚÑEZ RODRÍGUEZ, M., “Carlos V y la flamante metáfora de un Imperio Universal”, Liño, nº 12, 2006, pp. 45-53.
POSTIGO CASTELLANOS, E., “Las tres ilustres órdenes y religiosas caballerías” Studia Histórica. Historia Moderna, nº 24, Salamanca, 2002, pp. 55-72.

Comentarios

rafael de Juan ha dicho que…
Como siempre darte las gracias por estos trabajos. Solo eso. ¡Gracias!
Sira Gadea ha dicho que…
¡Gracias a ti, Rafael!
rafael de Juan ha dicho que…
Veo que vas a hacer un estudio sobre San Miguel de la Escalada. ¡bravo!.
La arquitectura mozarabe me apasiona por su serena belleza que impresiona para una época tan dificil de batallas y repoblaciones. Lo espero con impaciencia para organizar el viaje a Leon con un grupo de amigos que creen que soy un experto en arte, gracias a tus articulos.
Un abrazo
Sira Gadea ha dicho que…
Ya está hecho. Espero publicarlo en breve. Cuestiono un poco la denominación de "mozárabe". Espero que te guste. Un abrazo de vuelta.
Boro ha dicho que…
Como siempre muchas gracias por una nueva "novela" de arte.
Es una pena que para que muchos de nuestros mejores edificios pudieran sobrevivir hayan tenido que sacrificar importantes partes de los mismos a la reforma hostelera y todo esto con el aplauso de parte de la sociedad.
Recuerdo que mi padre, que estudio en el magnífico pero ya desaparecido instituto del Padre Isla en León, me decía en nuestras visitas a León que en la torre del extremo del convento, junto al río, estuvo encerrado Quevedo y ahí es donde pasaba tantísimo frío. Esto se lo decía un profesor de literatura y el lo creyó en buena lógica, hasta que yo le dije que esa torre era muy posterior a la muerte del poeta... creo que le estropee una buena historia.
Supongo que el antiguo retablo ardería en Calera de León durante la Guerra Civil, aunque es posible que exista alguna fotografía.
Un abrazo
Sira Gadea ha dicho que…
Es el eterno problema de estos grandes monumentos, el dilema entre conservarlos dándoles un uso o mantenerlos como emblemas, con el costo que ello supone y la escasa sensibilidad institucional y social para justificar sus gastos, pues muchas voces que hablan de que tendrían que mantenerse se rasgarían las vestiduras si, de verdad, supieran lo que ello supone en dinero contante y sonante, aunque yo, por supuesto, daría por buenísimamente bien empleado.
Lo poco que he leído respecto al retablo mayor es que se trasladaría, junto con el resto de bienes muebles y objetos de valor a Extremadura cuando se decretó que San Marcos se estableciera allí y se obligó a la comunidad a abandonar León. Pensé que después de su paso por Calera terminaría en la fortaleza de Mérida, que se suponía que iba a ser la sede definitiva ¿Tienes tú algún dato respecto a que se quedara en Calera? Conseguir una fotografía ya sería impagable. Un abrazo, Boro.

Pdt: No tienes perdón, haberle hecho semejante faena a tu padre.
VENTANA DE FOTO ha dicho que…
El año pasado visité esta ciudad y visité esta obra de arte. Ahora tus imágenes me traen su recuerdo, y además me has facilitado una completísima información.

Saludos
Sira Gadea ha dicho que…
Pues me alegra mucho haberte recordado la visita. Muchas gracias. Un saludo.
Boro ha dicho que…
Bueno es mayorcito debería superarlo, además creo que se sigue fiando más de la historia del profesor que le enseñaba literatura y del que habla muy bien, seguro que le cuenta a sus nietos la historia, queda mucho mejor situar la historia en un lugar físico exacto para imaginársela.

Pues no tengo un dato exacto en realidad, fue una composición que yo me hice después de leer que la iglesia de Santiago del conventual de Calera de León fue amueblada espléndidamente durante la estancia del prior en el lugar, llegando a tener la iglesia hasta cinco órganos, claro que como dices lo lógico es que luego el amueblamiento siguiera viaje hasta Mérida. Creo que el retablo de Calera fue destruido durante la Guerra Civil, y ahora tiene uno moderno y pensé que ...
Un abrazo

PD: Por cierto, la sillería hizo viaje de ida y vuelta?
rafael de Juan ha dicho que…
Ya me has intrigado. Espero tu opinion sobre la denominación "mozárabe" en tu proximo artículo.
Boro ha dicho que…
Bueno, en este artículo sobre la Iglesia de Calera se hace referencia al listado de bienes que recayeron en Calera durante la estancia de los caballeros y se habla de varios retablos pero no del traslado de un retablo mayor de cierto tamaño como parece que fue el de San Marcos a tenor de las marcas que existen en la pared sobre el retablo barroco. Tal vez no se llevó a Calera y fue directamente a Mérida o era excesivo para cualquiera de los dos lugares (no he conseguido ver una foto de la iglesia del conventual de Mérida) y se quedó en León y se perdió posteriormente. Sobre el coro se habla del coro bajo.
http://www.dip-badajoz.es/cultura/ceex/reex_digital/reex_XLVIII/1992/T.%20XLVIII%20n.%201%201992%20en.-abr/RV10985.pdf
Sira Gadea ha dicho que…
En uno de dos artículos (ahora no sé cuál de los dos porque para los arts. del blog no anoto referencias exhaustivas por pura practicidad) que menciono en la bibliografía de Mª Dolores Campos y Arántzazu Oricheta he leído varias de las vicisitudes de los bienes muebles en su viaje a Extremadura, con especial atención, precisamente, a la sillería del coro, y en ellos se afirma con rotundidad que sí viajó y que después volvió. Es más, parece ser que tiene grabadas una serie de indicaciones de montaje que las autoras no se atreven a asegurar si fueron originales o posteriores, pero que si fueran posteriores defienden que serían, precisamente para facilitar el nuevo montaje por tierras extremeñas.

En cuanto al retablo mayor, también creo que hablan de él estas dos investigadoras. Por lo que creo recordar de lo leído, en principio pensaban que Calera iba a ser su destino definitivo, y allí estuvieron unos cuarenta años, aunque las pésimas condiciones, o eso es lo que alegaron, hicieron que se buscara nuevo acomodo en Mérida. De todos modos, ese asunto lo he "tocado" más bien tangencialmente porque si me lío y me lío no acabo ninguna publicación.

Muchas gracias por el artículo. Tengo que leerlo. Un abrazo, Boro.
Sira Gadea ha dicho que…
Jajajajajaja... Es eso, mi simple opinión después de haber leído lo que opinan del asunto los investigadores más al día en la actualidad. Espero que te guste.
enrique ha dicho que…
Bravo, una vez más. Consigues que cada entrada tuya sea un tratado.
Tengo yo varias fotos hechas en esa sillería del coro, es extraño que todo un retablo mayor desaparezca sin dejar rastro.
Como curiosidad, el marqués de Lozoya, eminente historiador del arte, fue caballero Trece de Santiago.

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