La iglesia del monasterio jerónimo de la Concepción de Granada

Después de habernos recreado en la historia del monasterio de la Concepción de Granada y de pasearnos por uno de los dos claustros que hoy es visitable, nos quedaba una emocionante visita a la iglesia, el ámbito más espectacular del conjunto, con una parte gótica tardía, la que se corresponde al cuerpo, y una cabecera renacentista que se construye cuando doña María Manrique, duquesa de Sessa y Terranova, viuda de don Fernando González de Córdoba, el Gran Capitán, obtiene de Carlos V la concesión del altar mayor como panteón familiar.

Iglesia del monasterio jerónimo de la Concepción de Granada (1)

Doña María, mujer de esmerada educación, vasta cultura humanista y gustos muy italianos después de su estancia en Italia cuando su marido fue virrey de Nápoles, donde es muy probable que mantuviera una pequeña corte personal al estilo de la época, frecuentada por artistas, pensadores y literatos, también se comprometió al amueblamiento de la cabecera mediante la incorporación de un retablo mayor y una reja además de sus respectivos túmulos funerarios de mármol, en un esquema que parece seguir el de la Capilla Real de los Reyes Católicos y con el que busca dar cumplimiento a las disposiciones testamentarias de su esposo.

Y mando que si Dios nuestro Señor fuere servido de disponer de mi en esta enfermedad mi cuerpo sea depositado en el monasterio de señor San Jeronimo extra muros de esta cibdad de Granada, et que de alli sea puesto et enterrado donde la duquesa mi muger quisiere et hordenare” (2)

Para su ambicioso proyecto la duquesa contrató a Jacopo Lazzaro di Pietro Torni, conocido en España como “Jacobo Florentino”, arquitecto, escultor y pintor italiano que había llegado a Granada poco antes para trabajar en la Capilla Real dirigiendo y facilitando modelos para la decoración de la misma y como tracista de la sacristía de la Catedral, de las cajonerías y del espacio de la antesacristía de unión con la girola, con una interesante portada concebida como arco de triunfo. Algunos autores consideran que por esas fechas ya habría empezado a trabajar, contratado por la duquesa, y previo consentimiento del prior, en la iglesia de los Jerónimos, incluso antes de recibir la concesión oficial del emperador.

Tras la muerte de Florentino en 1526, Diego de Siloé, uno de los más afamados arquitectos del momento en la península, se hace cargo de la dirección, y aunque la duquesa de Sessa murió en 1527, sus disposiciones testamentarias dejaron suficientes fondos para continuar con las obras, por lo que a comienzos de la década de 1550 la iglesia ya estuvo preparada para recoger los restos mortales del matrimonio, trasladados en 1552 en solemne procesión a la cripta ubicada a tal efecto bajo el crucero, procedentes del convento de San Francisco, donde habían estado depositados provisionalmente porque la capilla mayor era el panteón de los González de Córdoba.

En esos años de mediados del siglo XVI don Gonzalo Fernández de Córdoba y Fernández de Córdoba, III duque de Sessa, nieto del Gran Capitán y heredero del patronato, cedió al monasterio el cortijo de Ansola, perteneciente a su mayorazgo, para que con sus rentas los monjes estuvieran obligados a rematar las obras y costear el retablo, la reja, la solería de la capilla y unos sepulcros exentos para sus abuelos que tendrían que haberse colocado en el centro del crucero, pero que nunca llegaron a labrarse.

Del exterior de la iglesia lo que más llama la atención es su impresionante cabecera, con gruesos contrafuertes que todavía nos hablan de medievalismo pero con decoración en relieve ya renaciente atribuida a Jacopo Florentino y en la que destaca el paño central con un gran escudo con las armas del Gran Capitán y su esposa sostenido por guerreros “a la romana”.

Exterior del ábside

Los “tenantes” tienen su origen en los dos pajes que en los desfiles de justas sostenían los escudos de cada caballero, utilizados con anterioridad en edificios civiles como el Palacio del Infantado de Guadalajara, realizado por Juan Guas hacia 1480. Pero el caso de los Jerónimos es uno de los primeros en un edificio religioso y ello tiene relación con el carácter funerario y de inmortalidad laica que adquiere la cabecera. El primero quizá sea en la Capilla de los Condestables de la catedral de Burgos, en donde aparecen, tanto en el interior como en el exterior.

Tenante con el escudo de armas de los duques de Sessa

En el segundo cuerpo, que ya se debe a Diego de Siloé, aparece una inscripción que narra las hazañas del comitente sostenida por las alegorías de la Fortuna y la Industria: GONSALO FERDINANDO A CORDVBA MAGNO HISPANORVM DVCI GALLORVM AC TVRCARVM TERRORI.

Decoración de Diego de Siloé en el segundo cuerpo del ábside

Además, en los paños laterales se representan dos tondos clasicistas con sendos bustos, uno masculino y otro femenino, que representan a los duques, al lado del Evangelio y de la Epístola respectivamente, siguiendo la división canónica de hombres y mujeres de la propia iglesia.

Tondo con el busto del Gran Capitan en el lado del Evangelio

En los testeros exteriores de los brazos del transepto también se sitúan escudos, esta vez sostenidos por putti.

Transepto de la Epístola desde el claustro, con la heráldica de los duques con ángeles tenantes

La fachada de la iglesia se divide en tres cuerpos flanqueados por potentes contrafuertes. El primero está protagonizado por la portada de mármol, material diferente, añadida en 1590, con arco de medio punto central flanqueado por dobles columnas dóricas que soportan un entablamento sobre el que se ubica una hornacina cuadrada rematada por frontón que acoge un altorrelieve de san Jerónimo, atribuido a Martín Díaz de Navarrete y Pedro de Orea, y flanqueada por dobles estípites culminados en bolas sobre las columnas.

Fachada de la iglesia

El segundo y el tercer cuerpo son obra de Siloé. En ellos aparece un escudo de los Reyes Católicos central flanqueado por dos pequeñas ventanas cuadrangulares y por las iniciales F e Y coronadas con el yugo y las flechas, al lado del Evangelio y de la Epístola respectivamente, siguiendo de nuevo la división canónica de hombres y mujeres, y una gran ventana de medio punto, que ilumina el coro alto, flanqueada por bichas y los tondos con los bustos de los santos Pedro y Pablo. Aunque esta decoración se fecha ha. 1540, es lógico que aparezca la heráldica de los Reyes Católicos en vez de la de Carlos V, como fundadores del monasterio.

Detalle de la decoración de los dos cuerpos superiores de la fachada, obra de Diego de Siloé

A la derecha de la fachada de la iglesia se alza la torre campanario. La cimentación y los dos primeros cuerpos se atribuyen a Jacobo Florentino y el resto siguió trazas de Diego de Siloé, terminada en 1565, con el artista ya fallecido. Es de planta cuadrada con tres cuerpos más el de campanas, este último fruto de una reconstrucción en la década de 1980 porque durante la invasión francesa una parte fue derruida para construir el Puente Verde sobre el Genil, que une el Paseo de la Bomba con la Avenida de Cervantes.

Fachada, con la torre campanario a la derecha

La iglesia tiene planta rectangular de cuatro tramos con capillas laterales, coro alto a los pies y crucero que no sobresale en planta pero que presenta un amplio desarrollo, lo que unido a una cabecera semioctogonal, consigue dar la impresión de espacio centralizado, tan propio a fines del gótico para ámbitos de uso funerario, aunque mucho más evidente en planta que en altura, donde esta impresión queda rota al presentar la capilla mayor elevada sobre una amplia escalinata, en una disposición que según unos autores lo que buscaba era su mejor contemplación desde el coro alto, donde los monjes se ubicaban para los oficios diarios, y que según otros lo que hace es imitar la disposición de la Capilla Real de los Reyes Católicos, en la que los túmulos funerarios, que en el caso de San Jerónimo, nunca llegaron a realizarse, no interrumpieran la visión de la capilla mayor.

Interior de la iglesia desde el sotocoro

Cuando Jacopo Florentino se hizo cargo de la obra se cree que ya estaría terminada la nave, cubierta con crucería tardogótica basada en arcos semicirculares, y la bóveda de la cripta bajo el crucero.

´Bóveda tardogótica de la nave

El coro alto, característico de las iglesias jerónimas, prolongado por los lados de la nave, a modo de balcones en el que se ubican los órganos, tiene un gran desarrollo, ocupando los dos primeros tramos, y está soportado mediante arco escarzano y bóvedas de crucería muy bajas.

La iglesia desde el crucero

La sillería de nogal fue realizada por Diego de Siloé en 1544. Tiene dos series de asientos con relieves de bichas en los brazos y tableros con cabezas y adornos en los espaldares, rematada por un guardapolvos con rosetones y crestería de medallones y con filacterias con versículos de salmos. Destaca el relieve de la silla prioral con una Virgen con Niño, aunque el que se conserva in situ es una reproducción del original, hoy en el Museo de Bellas Artes de Granada.

Las dos capillas entre los pilares de la nave más cercanas al transepto abren mediante grandes arcos apuntados, mientras que las otras seis presentan arcos carpaneles y se cubren con bóvedas ojivales sencillas.

La iglesia desde el sotocoro, con las capillas laterales de la Epístola a la derecha

En la cabecera, convertida en panteón de don Gonzalo Fernández de Córdoba y doña María Manrique de Lara, se aprecia claramente el cambio de estilo introducido por Jacobo Florentino, artista italiano que ya trabaja “a lo romano”, término que en ese momento se daba a la nueva estética renacentista proveniente de Italia. Así, aprovechando lo ya construido, Florentino optó por recrecer los primitivos pilares mediante monumentales pilastras estriadas con capiteles pseudocorintios con hojas de acanto y animales fantásticos, incorporó en los transeptos dos retablos de piedra con hornacinas aveneradas y capiteles con mascarones y cambió los arcos de entrada de las capillas laterales. Florentino muere en 1526 y se cree que las obras siguen según sus trazas.

La construcción de este tipo de panteones se inscribe dentro de una costumbre arraigada a fines de la Baja Edad Media, cuando el cristianismo tomó conciencia de que la Parusía y el Juicio Final anunciados en los Evangelios no iban a ser inmediatos y se formó una idea de Juicio del alma individual justo después de la muerte que afianzó fuertemente el concepto de Purgatorio, un lugar intermedio antes de subir al Cielo, al que los purgantes podrían llegar dependiendo de las misas, oraciones y buenas obras que los vivos ofrecieran por ellos después de su muerte, de ahí la proliferación de capellanías privadas en monasterios, catedrales y parroquias a las que se dotaba económicamente para que se celebraran misas por las almas de sus comitentes.

Precisamente la Orden jerónima, institución de tendencia puramente contemplativa, asidua a la oración y la penitencia en soledad y silencio, siempre destacó por el cuidado y la solemnidad que aplicaban a la liturgia funeraria y por la preparación  musical de sus monjes, orientada a la mayor solemnidad de la misma, de ahí que desde su creación en el siglo XIV, bajo la Regla de san Agustín, fuera una de las preferidas para encomendar los rezos a difuntos.

Además, con la introducción del Humanismo, que implicó un profundo cambio de mentalidad, a los valores netamente cristianos de salvación de las almas, estos proyectos funerarios fueron acompañados de un intenso deseo de que su recuerdo perdurara a través de los tiempos mediante una construcción arquitectónica, dentro de la idea humanista que defendía que por encima de sus hazañas, los grandes hombres serían recordados por sus empresas constructivas, una inmortalidad también laica, la pervivencia de la casa y el linaje.

Cuando Diego de Siloé se hace cargo de la dirección de obra, con contrato firmado en 1528 aunque se supone que ya antes habría empezado a desempeñar esas funciones, termina los transeptos, pequeños brazos que ya contaban con los retablos de Florentino, a los que incorpora grandes escudos de armas en la hornacina central, lansquenetes haciendo guardia en las hornacinas laterales y alegorías de las Virtudes Cardinales, con la Fortaleza y la Justicia en el retablo de la Epístola y la Fe y la Esperanza en el del Evangelio.

Transepto del Evangelio, con retablo de Florentino modificado por Siloé, que también
"firma" el cuerpo de ventanas y la bóveda castetonada

Bajo el retablo del Evangelio en 1795 se hizo otro retablo de estuco con columnas jónicas al que se le adaptó un frontal de mármol italiano del siglo XVI con cabezas y medallones que sirvió de base para un Entierro de Cristo de Jacopo Florentino que después pasó a la esquina sureste del claustro y que hoy se encuentra en el Museo de Bellas Artes de la ciudad.

Entierro de Cristo de Jacopo Florentino (3)

En la actualidad alberga una Virgen con Niño del escultor flamenco Roque Balduique flanqueada por los santos Jerónimo y Paula, estatuas de autor granadino del siglo XVII procedentes de Santa Paula, el convento jerónimo femenino del que procede la comunidad que hoy habita éste. Bajo el retablo de la Epístola hay una puerta que comunica con el monasterio que también fue realizada por Siloé.

Retablo del brazo de la Epístola, bajo el que está la puerta hacia el claustro procesional

Los transeptos están iluminados por grandes ventanales de triple arcada de medio punto, la central de mayor luz, y cubiertos con bóveda de medio punto con casetones que presentan una decoración según una estudiada iconografía compuesta por héroes de la antigüedad, al lado del Evangelio, y heroínas y mujeres de la Biblia en el de la Epístola, identificados mediante cartelas y haciendo referencia a las virtudes específicas que la duquesa, probablemente asesorada por un desconocido creador del ciclo iconográfico, quiso resaltar del Gran Capitán y de ella misma, al estilo de los ciclos de hombres y mujeres ilustres italianos que doña María tan bien conocería por su estancia en Nápoles y otras ciudades italianas, alternándose con bustos, bichas y otras figuras fantásticas, produciendo un fuerte efecto claroscuro.

Transpeto del Evangelio, con triple ventanal y bóveda de cañón casetonada con héroes
de la antigüedad relacionados con el Gran Capitán

Las ocho figuras en relación con las virtudes del Gran Capitán, colocadas en el transepto del Evangelio, siguiendo también en esto la división canónica, son Homero, Escipión, Mario, Marco Tulio Cicerón, Julio César, Pompeyo, Marcelo y Aníbal, todas paganas, personajes anteriores a Cristo y de clara tradición clásica aunque de diversos orígenes. Parece que fueron elegidos, Homero como escritor que relata hazañas de grandes hombres, en la idea de que todos necesitan de que su recuerdo perviva, y el resto como grandes militares que sufrieron fuertes reveses provocados por la envidia, lo mismo de lo que don Gonzalo se quejaba al final de su vida. Las fuentes que se cree que se manejaron fueron la traducción de Sannazzaro de Vidas Paralelas de Plutarco, muy conocida entre los círculos literarios napolitanos en los que se movieron los duques durante su estancia en el virreinato de Nápoles, y los Triunfos de Petrarca, pues en el capítulo el “Triunfo de la Fama” están todos ellos.

Esquema de la decoración de castetones del brazo del Evangelio,
dedicada a don Gonzalo Fernández de Córdoba (4)

En cuanto a las figuras relacionadas con las virtudes de la duquesa, colocadas en el arco del transepto de la Epístola, se dividen en cuatro de origen bíblico y otras cuatro mitológico. Las bíblicas son Judit, Ester, Débora y Abigail, colocadas en la parte más cercana al altar, probablemente como alegorías de la Fortaleza, la Templanza la Justicia y la Prudencia y que vistas en conjunto prefigurarían a la Virgen, según se refleja en el Libro de las Claras y Virtuosas mugeres de Álvaro de Luna de mediados del siglo XV, que pudo muy bien ser una de las fuentes para elaborar el ciclo. En cuanto a las figuras de origen mitológico, son Artemisia, Alcestis, Penélope y Hersilia, colocadas en el lado cercano a la nave, y con las que la duquesa se identificaría por su entrega a sus esposos: Artemisia por haber encargado el gran Mausoleo para su esposo Mausolo, Alcestis por haber ofrecido su vida para salvar la de su marido, aunque en el último momento fuera salvada por Hércules, Penélope por su paciencia y fidelidad esperando tantos años el regreso de Ulises y Hersilia por su fecundidad al haber dado un heredero a Rómulo.

Transepto de la Epístola, con cañón casetonado con figuras femeninas
identificadas con las virtudes de la duquesa de Sessa

Esquema de la decoración de los casetones en el lado de la Epístola,
dedicada a doña María Manrique de Lara (4)

El cimborrio se levanta sobre los cuatro pilares de Florentino a los que Siloé incorpora un entablamento, un juego que le sirve de ensayo para lo que después realiza en la catedral granadina. Sobre estos cuatro potentes soportes, Siloé ubica sendas trompas que soportan hornacinas aveneradas con repisas circulares en las que ubica a los cuatro evangelistas, y en los tramos rectos aparecen cuatro oculos flanqueados con sátiros y gigantes desnudos.

Transepto desde la nave de la iglesia

La bóveda es octogonal de crucería casetonada con arcos formeros apuntados que contrastan con el resto de la decoración quizá porque Siloé pensó que así soportaría mejor los empujes.

Bóveda del cimborrio

Siloé también levantó la capilla mayor, que se organiza con un primer tramo rectangular transversal cubierto con bóveda de cañón y otro semioctogonal con bóveda de horno, ambas de nuevo casetonadas y conteniendo las figuras de el Salvador, los apóstoles y ángeles con los atributos de la pasión además de relieves de los santos guerreros Jorge, Eustaquio, Sebastián, Martín, Francisco y Pedro Mártir y de las santas Catalina, Bárbara, Lucía, María Magdalena, Paula y Eustaquia, todos ellos de especial devoción para los duques de Sessa y de nuevo respetando la estricta separación entre mujeres en el lado de la Epístola y varones en la del Evangelio.

Capilla mayor, elevada y con una escalinata central

Decoración de la bóveda casetonada de la capilla mayor

El retablo mayor todavía es una incógnita en cuanto a su autoría. Aunque hay autores que defienden que la traza primitiva ya habría sido dada por el propio Jacopo Florentino en la década de 1520 y otros creen que la primera traza sería de Diego de Siloé diez años después, lo cierto es que su ejecución se retrasó mucho en el tiempo. Se sabe que en 1570 se contrató al pintor Juan de Aragón para que realizara la parte de pintura, dorado y estofado de acuerdo a unas trazas y labor escultórica en la que se menciona a Diego de Navas, Bernabé de Gabiria, Pablo de Rojas, Martínez Montañés y Juan Bautista Vázquez el Mozo. Pero se cree que en 1573 las trazas fueron modificadas y ampliadas por Diego Pesquera y Lázaro de Velasco, hijo, precisamente, de Jacobo Florentino. En 1585 todavía se estaba trabajando en él, con la intervención de Alonso Rivero de Jaén, Luis Fernández y Francisco Castillejo de Sevilla y Miguel Sánchez de Córdoba, terminándose hacia 1605 aunque modificado según otra nueva traza de Pedro de Orea en la que se le añadió un cuerpo más.


Retablo mayor

Muestra cinco calles y cuatro entrecalles organizadas en sotobanco, banco, cuatro cuerpos y ático y relata el Ciclo de la Vida de Cristo. En el sotobanco aparecen los relieves de los santos Esteban, Lorenzo, María Egipciaca, Constantino, Martín, Cosme, Damián, Úrsula y Susana. En cuanto al banco, representa a santas mártires en los pedestales y los santos Mateo, Bartolomé, Jerónimo, Agustín, Juan, León, Ambrosio, Ildefonso y Marcos, Evangelistas y Doctores de la Iglesia junto al patrón de la Orden, en los relieves intermedios.

Fuera del retablo, y a la altura del banco, se colocaron las esculturas orantes del Gran Capitán y de su esposa, de nuevo siguiendo el riguroso orden de la figura masculina en lado del Evangelio y la femenina en el de la Epístola.

Sotobanco y banco del Evangelio, con el Gran Capitán orante a la izquierda

Sotobanco y banco de la Epístola, con la condesa de Sessa orante a la derecha

El primer cuerpo es de orden dórico, con una imagen central de la Virgen de la Pera procedente del retablo de Santa Paula flanqueada por los apóstoles Pedro y Pablo, los relieves de la Adoración de los pastores y la Epifanía, las santas Catalina y Bárbara en pareja, Santa Margarita y esculturas de bulto de los santos Benito y Bernardo en las entrecalles de los extremos.

Calles centrales del primer cuerpo

Adoración de los pastores

Epifanía

Santos Pedro y Pablo

El segundo cuerpo es de orden jónico, con una Inmaculada central del siglo XVII, siendo esta iglesia el primer templo dedicado a este misterio, cuando todavía no estaba ni aprobado por Roma, inicio de una devoción concepcionista que en Granada alcanzó gran predicamento. A sus pies se encuentran los bustos de sus padres, los santos Joaquín y Ana, y está flanqueada por los santos Juanes, los relieves de la Anunciación y la Presentación en el templo, los santos Paula y Eustaquio en pareja, Santa María Magdalena y esculturas de bulto de los santos Andrés y Santiago en las entrecalles de los extremos.

Calles centrales del segundo cuerpo

Anunciación

Presentación en el templo

El tercer cuerpo es de orden corintio, con San Jerónimo en el desierto en el centro flanqueado por Cristo atado a la columna y el Ecce-Homo, los relieves de la Oración en el Huerto, el Prendimiento, la Crucifixión y la Piedad y las esculturas de bulto de los santos Andrés y Santiago en las entrecalles de los extremos.

Calles centrales del tercer cuerpo

La Piedad

Calles laterales

El cuarto cuerpo es de orden compuesto, con una imagen central de un Calvario flanqueado por los relieves de la Ascensión y Pentecostés, las alegorías de la Prudencia y la Justicia y los escudos de los duques de Sessa.

Finalmente, en el ático se representa a Dios Padre entre nubes flanqueado por los santos Justo y Pastor y la Fortaleza y la Templanza, con la Fe, la Esperanza y la Caridad coronando el conjunto.

Cuarto cuerpo y ático

Las capillas abiertas a ambos lados del presbiterio estuvieron dedicadas a albergar numerosas reliquias de gran devoción, en una organización espacial común a otros templos jerónimos, siendo el ejemplo más famoso el de la basílica de San Lorenzo de El Escorial y sus famosos relicarios laterales.

El pavimento de la iglesia es de mármol blanco y negro ajedrezado, destacando en el centro del crucero una lápida colocada en el siglo XIX que es lo único que recuerda la función principal de este ámbito como panteón funerario del Gran Capitán:

GONZALI-FERNANDEZ
DE-CORDOVA
QVI-PROPIA-VIRTVTE
MAGNI-DVCIS-NOMEN
PROPRIVM-SIBI-FECIT
OSSA
PERPETVAE-TANDEN
LVCI-RESTITVENDA
HVIC-INTEREA-LOCVLO
ACREDITA-SVNT
GLORIA MINIME CONSEPVLTA

(Los huesos de Gonzalo Fernández de Córdoba, que por su valor se apropió del sobrenombre de Gran Capitán, están confiados a esta sepultura hasta que de nuevo sean restituidos a la luz perpetua. Su gloria no quedó sepultada con él).

Ocupa el lugar en el que deberían haber estado los túmulos funerarios, en una disposición similar a la que ocupan los de los Reyes Católicos en la Capilla Real, pero que nunca se realizaron. Debajo está la cripta en la que fueron depositados los restos del matrimonio junto a los de su hija doña Elvira Fernández de Córdoba y Manrique y su esposo (y primo), don Luis Fernández de Córdoba. Pero durante la invasión francesa la tumba fue profanada y la exclaustración y el abandono del templo no hicieron más que empeorar la situación hasta que la Academia de Bellas Artes recogió los huesos que quedaban, siendo devueltos a la cripta en 1857 por orden de Isabel II, sacados de nuevo por orden del ministro Ruiz Zorrilla para que ocuparan un lugar en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid y de nuevo devueltos a Granada en 1874, depositados en una caja de plomo, aunque las últimas investigaciones, realizadas a mediados de la década de 2000, han confirmado que no son los restos del ilustre personaje, quizá perdidos para siempre.

La decoración pictórica de la iglesia, fechada en la primera mitad del siglo XVIII es de Juan de Medina. Comenzando con la contrafachada, a ambos lados de la puerta se ubican las escenas de San Pedro curando a un tullido y Jesucristo arrojando a los mercaderes del templo. En los ocho pilares de la nave se representan los siete arcángeles, Barchiel, Sealtiel, Rafael, Miguel, Jahudiel, Uriel y Gabriel además del Ángel de la Guarda, que no forma parte de la serie iconográfica pero aparece por cuestiones de simetría.

San Pedro curando a un tullido en el lado de la Epístola de la contrafachada,
con el pilar del Ángel de la Guarda a la izquierda

Cristo arrojando a los mercaderes del templo en el lado del Evangelio de la contrafachada,
con el pilar del arcángel Barachiel a la derecha

Arcángeles Sealtiel y Rafael

Arcángeles Jahudiel y Uriel

Sobre las capillas del tercer tramo hay unas tribunas también añadidas en el siglo XVIII en las prolongaciones laterales del coro alto para alojar unos nuevos órganos de los que hoy sólo se conservan las cajas y sobre las del cuarto tramo la decoración se completa con pintura en quadratura que simula una balaustrada tras la que se ubican ángeles músicos y cantores. Además, en la parte superior de los muros de toda la nave aparecen escenas con la Vida y Pasión de Cristo que imitan tapices.

Caja del órgano de la Epístola (5)

En el cuerpo de ventanas se representa a los Padres de la Iglesia flanqueando los vanos. Todas las ventanas estaban cubiertas por vidrieras con el ciclo de la Vida de la Virgen realizadas por Arnao de Vergara y Juan de Campo bajo la supervisión de Siloé, que quizá también aportó cartones, conservándose algunas originales in situ y otra más en el Museo de Bellas Artes.

Decoración sobre la última capilla del Evangelio, con la cantoría de ángeles en quadratura, la escena
de Cristo clavado en la cruz imitando un tapiz y la ventana con la vidriera de la Natividad 
flanqueada por los Padres de la Iglesia san Agustín y san Gregorio

Vidriera de la Natividad

Decoración sobre la última capilla de la Epístloa, con la cantoría de ángeles, la escena del Calvario 
y la ventana con la vidriera de la Epifanía flanqueada por los
Padres de la Iglesia san Ambrosio y san Jerónimo

En los brazos del crucero aparecen de nuevo escenas de la Vida de la Virgen, con la Epifanía y la Adoración de los pastores en el transepto del Evangelio y Pentecostés y la Dormición de la Virgen en el de la Epístola.

Adoración de los pastores y Epifanía

Dormición de la Virgen y Pentecostés

Las paredes del coro también están decoradas con pintura mural de Juan de Medina, destacando las escenas de la Virgen junto a las santas mujeres y los santos padres, el Triunfo de la Eucaristía y el Triunfo de la Iglesia a ambos lados y un Cristo de la Expiración en el testero de los pies, otros asuntos religiosos, una Asunción, una Inmaculada, grupos de ángeles...

Coro alto (6)

La realización de estas pinturas supuso el tapiado de algunas de las ventanas que iluminaban el coro, que también contaban con vidrieras del siglo XVI, una de ellas recuperada durante una restauración y depositada en el Museo de Bellas Artes de Granada.

La decoración pictórica del presbiterio está dedicada al Gran Capitán, con El papa Alejando VI bendiciendo y entregando al héroe la espada que le regaló para la defensa de la Iglesia en el lado del Evangelio y una escena de batalla en la que aparece utilizando dicha espada en el de la Epístola.

Laterales de la capilla mayor, con los arcos de entrada a las capillas absidiales donde se guardaban
las reliquias y la decoración pictórica alusiva al Gran Capitán

Las capillas laterales también contaban con pinturas, hoy desaparecidas, del siglo XIX, realizadas por un pintor denominado como Plazas y que no ha sido identificado, salvo las de las dos últimas, que sí se conservan y se atribuyen a Martín de Pineda Ponce. Además, estos ámbitos también conservan algunas tallas, como un Cristo a la columna con san Pedro arrodillado ante él, muestra de imaginería andaluza de fines del siglo XVI, una Soledad de vestir del siglo XVIII, un Cristo yacente atribuido a Pablo de Rojas o una escultura de San Miguel del siglo XVII muy deteriorada, todas seguramente procedentes del monasterio de Santa Paula.

Soledad de vestir y Cristo yacente en una de las capillas laterales

Otros ÁMBITOS FUNERARIOS en Viajar con el Arte que podréis ver si abrís los siguientes enlaces:

La capilla de los Condestables de la catedral de Burgos
La Tumba de Julio II en San Pietro in Vincoli de Roma
La capilla de la Concepción de la catedral de Burgos
La capilla de San Blas en el claustro de la catedral de Toledo

Referencias:

(2) COLLADO RUIZ, Mª J., “La mujer granadina como mecenas de espacios funerarios durante el Antiguo Régimen”. Asparkía, nº 21, 2010, pp. 169-184.
(4) CALLEJÓN PELÁEZ, A. L., Los ciclos iconográficos del monasterio de San Jerónimo de Granada. Hypnerotomachia ducissae, Tesis doctoral, Granada, 2007.
(6) GUTIÉRREZ GARCÍA, A. Mª, El Monasterio de San Jerónimo de Granada. Musealización y puesta en valor de un monumento, Granada, 2007.

Fuentes:

CALLEJÓN PELÁEZ, A. L., Los ciclos iconográficos del monasterio de San Jerónimo de Granada. Hypnerotomachia ducissae, Tesis doctoral, Granada, 2007.
CARRASCO, D. J., “Documentos para una nueva aproximación al proyecto de la Capilla Mayor del Real Monasterio de san Jerónimo extramuros de Granada”. Cuadernos de Arte e Iconografía, Madrid, T. XVI, nº 32, 2007, pp. 385-422.
COLLADO RUIZ, Mª J., “La mujer granadina como mecenas de espacios funerarios durante el Antiguo Régimen”. Asparkía, nº 21, 2010, pp. 169-184.
GUTIÉRREZ GARCÍA, A. Mª, El Monasterio de San Jerónimo de Granada. Musealización y puesta en valor de un monumento, Granada, 2007.
MATEOS, I., LÓPEZ-YARTO, A. y PRADOS, J. M., El arte de la Orden Jerónima. Historia y mecenazgo, Madrid, Ed. Encuentro, 1999.
SÁNCHEZ, M., “Visiones del monasterio de san Jerónimo de Granada”, Arte, Arqueología e Historia, nº 15, 2008, pp. 99-106
TORRE, L. de, “La traslación de los restos del Gran Capitán al monasterio de San Jerónimo”. La Alhambra, año XVIII, nº 404, 1916,  pp. 35-39.
VALLEJO, J., “Ángeles, arcángeles, serafines y otros seres alados en el arte granadino”. Al compás, año XIV, nº 36, 1994, pp. 12-37.

Comentarios

nacho san marcos ha dicho que…
Impresionante conjunto, pero también impresionante y minucioso el trabajo que has hecho Sira, de análisis y descripción de tan complejo edificio en el que todas las artes se suman fundiéndose sin distinción. Para explicar esta maravilla, primero hay que entenderla desde su contexto histórico y artístico. La arquitectura soporte hay que abstraerla a los elementos principales que la construyen, y luego describir sus ornamentos iconográficos y complementos escultóricos inherentes al uso. Me encanta cómo lo haces en todos los reportajes, y cómo usando un vocabulario preciso y precioso, engrandeces el arte consiguiendo que un edificio, que puede marear por su exuberante ornamentación en una lectura precipitada y desordenada, sea entendido desde su esquema inicial hasta su finalización con la última escultura o moldura, a través de un análisis jerárquico de sus elementos. Arquitectura, escultura, y pintura son aquí una misma cosa. Añadiría que también la fotografía es un arte como herramienta didáctica que tú utilizas con sensibilidad artística y solvencia técnica. En todas estas cuestiones eres maestra, y contribuyes a que los que te leemos, nos enamoremos de la historia, y aprendamos con cada reportaje, pues son clases magistrales de Arte ( con mayúsculas). Muchas gracias Sira, y un abrazo.
enrique ha dicho que…
Maravillado e impresionado me quedo de este magnífico edificio, del que tal poco sabía hasta que tu detallado estudio me ha abierto los ojos y los sentidos!
Santo Dios, que profusión de arte!
Me he quedado estupefacto ante la cabecera del templo, habrá, cara Sira, algo similar en toda la arquitectura hispana?
Un edifico tal merece un estudio de tu altura, salve seas!
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, Nacho. Algo tengo de masoca buscando encajar todos los datos como en un puzzle, pero cada uno nos divertimos a nuestra manera y algunos nos divertimos mucho. Un beso fuerte.
Sira Gadea ha dicho que…
La verdad es que es un conjunto de gran erudición fruto de un momento concreto y de la cultura de unas personas concretas. Asombra verdaderamente. Creo que está bien estudiado, y eso ha ayudado a desentrañar toda su compleja significación. Es una auténtica gozada. De esos lugares que dejan una profunda huella. Muchas gracias por pasarte por aquí, Enrique. Ya sabes que es "tu casa". Un abrazo.

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