La Adoración de los Reyes del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos
El Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, al que ya le he
dedicado un artículo que podéis consultar en este enlace, que también se conoce
como Colegio de la Compañía, por sus regidores originales, o Colegio del
Cardenal, por su patrocinador, mandado construir por el cardenal don Rodrigo de
Castro Osorio, un relevante personaje del siglo XVI, poseía un tríptico con una
tabla central con una Adoración de los
Reyes que durante la invasión francesa perdió las dos tablas móviles
laterales, que se cree que, según copias antiguas de la obra, contendrían una Natividad y una Circuncisión.
Aunque no se sabe cómo llegó al colegio y tradicionalmente se consideraba una donación del cardenal, el fundador no lo menciona ni en la dotación del colegio ni en su testamento, algo que choca con su meticulosa mentalidad, que incluso hace constar en este último documento los utensilios culinarios que posee y establece muy detalladamente toda la repartición de sus bienes sin olvidarse ni de uno de sus criados.
La escena se desarrolla dentro de un edificio en ruinas. A la izquierda se sitúan María con el Niño en el regazo y san José a su derecha. En el centro está el rey mago más anciano arrodillado ante Jesús con las manos en oración y la corona en el suelo como gestos de sumisión, y ha depositado un recipiente de oro con monedas también de oro sobre una piedra.
El de mediana edad aparece detrás haciendo una genuflexión mientras sujeta, ayudado por un sirviente arrodillado, otro rico recipiente. A continuación está el mago más joven, que es negro y todavía está de pie, sujetando también el presente que trae al Niño. Los tres van suntuosamente vestidos y acompañados de sus sirvientes.
Aunque no se sabe cómo llegó al colegio y tradicionalmente se consideraba una donación del cardenal, el fundador no lo menciona ni en la dotación del colegio ni en su testamento, algo que choca con su meticulosa mentalidad, que incluso hace constar en este último documento los utensilios culinarios que posee y establece muy detalladamente toda la repartición de sus bienes sin olvidarse ni de uno de sus criados.
Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes. Gemäldegalerie de Berlín |
En cuanto a su autor, durante un tiempo se dijo que era de
Rubens (¡qué dislate!) y también se atribuyó a Felipe van Orley o a Memling,
hasta que a comienzos del siglo XIX el especialista en pintura flamenca Walter
Armstrong, director del Museo de Dublín, dictaminó, no sin disputas, que era de
Hugo van der Goes pintada ha. 1470, cuando su estilo ya estaba plenamente
consolidado.
Pero lo que hay en Monforte en la actualidad es una copia de la original, vendida una vez atribuido al famoso pintor flamenco, con la
consiguiente revalorización de la misma.
Retablo con la copia del cuadro en una de las capillas laterales de la iglesia del colegio |
La idea de vender la obra partió del propio colegio y del
ayuntamiento de Monforte como única solución para poder invertir el dinero en
restaurar el edificio, que en ese momento estaba en pésimas condiciones,
incluso en peligro de ruina total, y poder continuar impartiendo enseñanza en
él. El Imperio Alemán pronto se interesó por él y ofreció 1.180.000 francos
alemanes.
Pero dicha venta llegó a oídos del gobierno español, que se
opuso a ella y así se lo notificó al gobernador de Lugo que, a su vez, envió al
alcalde de Monforte un telegrama en el que se leía:
“Según participa el Ministerio de Instrucción Pública existe
en el Colegio Compañía, hoy a cargo de las Escuelas pías de ésa, un Cuadro
llamado de los Reyes, de gran valor artístico que Ayuntamiento trata de
enajenar extranjero.
Como quiera que fundador al donar cuadro citado prohibió su
venta, sírvase Ud. decirme qué hay de este asunto y adopte disposiciones precisas
para evitar sea burlada la voluntad del fundador, impidiendo que el cuadro
salga del Colegio interim la Superioridad resuelva lo procedente. Deme cuenta
medidas adoptadas y acúseme recibo de este telegrama”.
Ante la urgencia por reparar el edificio, el 15 de abril de
1909 el rector del colegio dirigió una instancia al patrono, don Jacobo Fritz
James Stuart Falcó, XVII duque de Alba, exponiéndole la situación límite en la
que se encontraban con las siguientes palabras:
“Que el Colegio ya por haber quedado a medio construir, ya
por el transcurso de los tiempos y no contando con recursos adecuados para su
conservación, se halla en estado que demanda urgente remedio; pues, no se trata
ya de que las enseñanzas del Colegio pudieran darse con la mayor extensión que
desearían V.E. y PP. Escolapios, en consonancia con las necesidades de la época
y en las condiciones de higiene que aconseja la pedagogía moderna, sino de
evitar que, diferidas por más tiempo las obras de reparación, acabe por
arruinarse totalmente el edificio. Además, las dimensiones hacen imposible que
se atienda su conservación con las rentas habidas.
Posee el Colegio una obra de valor, que vendida sufraga los
gastos de reparación”.
El duque respondió dando permiso para la enajenación de la
obra y, a pesar de la prohibición gubernamental, se iniciaron los trámites,
pues incluso ya existía una oferta de un agente oficial del Imperio Alemán. Al
tiempo, el propio duque se puso en contacto con don Álvaro de Figueroa y
Torres, conde de Romanones, nuevo Ministro de Instrucción Pública y Bellas
Artes, ofreciéndole el cuadro por la mitad de lo que ofrecían los compradores
alemanes, pero como el ministro le respondió que no había presupuesto para ese
desembolso, el rector del colegio siguió adelante con la venta a pesar del gran
revuelo que la misma generó en la opinión pública y en la prensa, una polémica
en la que participaron escritores como Azorín, Emilia Pardo Bazán, Menéndez
Pidal… artistas como Sorolla, Zuloaga, Benlliure, Beruete… o políticos como
Canalejas o el propio Romanones. Incluso se inició una campaña de suscripción
popular para conseguir dinero para poder comprar el cuadro y donarlo a un museo
español.
Joaquín Sorolla, en ese momento presidente de la Asociación
de Pintores, publicó una carta en El País el 27 de marzo de 1913 en la que se
leía:
"como buenos patriotas no debemos permanecer impasibles
ante la desaparición de nuestras joyas artísticas, las cuales deben ir a
enriquecer nuestros Museos, y nunca hemos de consentir que por un puñado de
pesetas se nos arrebaten obras que son gloria del arte nacional".
A su vez, Azorín escribió un artículo en La Vanguardia
publicado el 1 de abril de 1913 donde decía:
"En la prensa se ha producido un estruendoso clamor a
propósito de la venta de este cuadro; se han escrito multitud de artículos; se
han pergeñado brillantes crónicas; se han hecho pintorescas informaciones; han
surgido personalidades que han ofrecido cantidades diversas, se ha abierto una
suscripción; propúsose la celebración -¡cómo no!- de una corrida de toros; en
suma, las proposiciones, protestas, gritos de indignación, trazas y arbitrios
mil han resonado, en pintoresca greguería, a través de toda España?".
Pero la campaña fue un auténtico fracaso y aunque el
gobierno español suspendió la venta hasta que el Tribunal de lo contencioso
fallase sobre quién era el legítimo propietario del cuadro y si los estatutos
del colegio lo permitían, finalmente, en febrero de 1913, siendo Ministro de
Instrucción Pública López Muñoz, debido a las presiones del embajador alemán y
en medio de un conflicto diplomático, terminó levantándose la suspensión de
salida del cuadro después de un largo examen de las Leyes de la Fundación
porque
“no se encuentra en las cláusulas fundacionales prohibición
expresa a los Patrones para enajenaciones como
las del cuadro en cuestión, sino antes bien, amplitud de funciones e
iniciativas, con mayor razón cuando ellas tienden al beneficio y mejoramiento
de la Institución misma, según acontece en el presente caso”.
En el informe también se dice que
“es de lamentar desde el punto de vista de la riqueza
artística nacional, que pueda salir de nuestra Patria una joya tan apreciada
como el cuadro del insigne maestro flamenco, es lo cierto que aún no existe en
España, como en otros países, particularmente en Italia, una Ley que impida
eficazmente la exportación de obras de arte en consonancia con los anhelos de
la opinión pública, con justicia alarmada ante la frecuencia con la que los
particulares y entidades se vienen desposeyendo de obras que constituyen
verdaderos tesoros, de cuyo mal se ha dado cuenta el Gobierno de su Majestad al
incluir entre sus propósitos preferentes una disposición que haga punto en este
triste éxodo, dañoso para la cultura y ocasionando el abatimiento del espíritu
nacional”.
También se considera que el cuadro debería ser adquirido por
el gobierno español, pero éste alegó que no había presupuesto para ello.
La escritura de venta fue formalizada en octubre de 1913 y
en las cláusulas se especificó que el precio debía ser el estipulado de
1.180.000 francos alemanes, que al cambio resultaron 1.261.125 pesetas, que
debía ir por cuenta de Alemania el embalaje, la extracción y el transporte, que
el producto íntegro de la venta tenía que invertirse en láminas intransferibles
a nombre del colegio que debían depositarse en el Banco de España sin que
pudiera disponerse nunca de ellas sin mutuo consentimiento del patrono y de los
beneficiarios del colegio, que las rentas se destinaran a la urgente
reconstrucción del edificio y que una ver reparado éste, las rentas tendrían
que destinarse a la creación de nuevas cátedras de primera y segunda enseñanza.
También se pactó que Alemania enviara al colegio una copia fiel del cuadro,
pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial esta cláusula no se hizo
efectiva hasta 1920. El cuadro pasó a formar parte de la colección del Kaiser
Friedrich Museum de Berlín, hoy Gemäldegalerie de los Museos Nacionales de
Berlín.
El cuadro, datado ha. 1470-80, mide 147 x 242 cm., está
pintado al óleo sobre tabla de roble y conserva en el marco original y las
bisagras de las alas laterales perdidas, pero está cortado en su parte
superior.
La escena se desarrolla dentro de un edificio en ruinas. A la izquierda se sitúan María con el Niño en el regazo y san José a su derecha. En el centro está el rey mago más anciano arrodillado ante Jesús con las manos en oración y la corona en el suelo como gestos de sumisión, y ha depositado un recipiente de oro con monedas también de oro sobre una piedra.
Corona y presente del rey más anciano |
El de mediana edad aparece detrás haciendo una genuflexión mientras sujeta, ayudado por un sirviente arrodillado, otro rico recipiente. A continuación está el mago más joven, que es negro y todavía está de pie, sujetando también el presente que trae al Niño. Los tres van suntuosamente vestidos y acompañados de sus sirvientes.
Rey de mediana edad y rey joven |
Por un vano al fondo de la estancia se asoman varios
pastores y algunos autores consideran que el barbudo con sombrero de piel con
plumas que está a la izquierda podría ser un autorretrato del artista. Están
sobre un fondo de paisaje en el que puede verse a dos pastores señalando algo a
una anciana con un niño que se han interpretado como santa Isabel y san Juanito
camino de ir a visitar al recién nacido.
Posible autorretrato del autor a la izquierda y escena al fondo identificada por algunos autores como santa Isabel y san Juanito camino de ir a visitar al recién nacido |
En la parte superior del cuadro, la cortada, se cree que se
representaría un coro de ángeles sobrevolando la escena central, de ahí los
tejidos rosa y amarillo que asoman y que pertenecerían a sus vestiduras. El
esquema sería similar al del cuadro del mismo tema de Jan Gossaert.
Todas las miradas de los personajes convergen en Jesús, y
éste mira hacia el espectador. El artista denota un extraordinario dominio de
la técnica, con dominio del espacio y gran calidad en el tratamiento de los
distintos materiales, como brocados, pieles, terciopelo, cabellos y barbas,
metales preciosos, perlas… además de la expresividad de los rostros y las
manos.
El suelo está pintado en perspectiva para dar profundidad y
abundan los detalles simbólicos repartidos por el cuadro, como los lirios a la
izquierda, una ardilla en una de las vigas superiores o una pequeña naturaleza
muerta con un cuenco, una olla, una cuchara de madera y un pedazo de pan en un
nicho en la pared.
A la izquierda la escena se abre a un paisaje en el que
pueden verse unos edificios y un lago en el que descansan los palafreneros con
los caballos de los reyes magos, todos pintados en tonos más claros y
brillantes, en perspectiva aérea.
San José arrodillado, lirios como símbolo de la virginidad de María y paisaje con palafreneros y los caballos de los reyes |
Fuentes:
DÍAZ FERREIROS, J., “La Adoración de los Reyes de Hugo van
der Goes. De Monforte a Berlín”, Boletín
do Museo Provincial de Lugo, nº 6, 1993-1994, pp. 83-98.
Comentarios