El monasterio de Santa María de Huerta en Soria
El monasterio de
Santa María de Huerta, bajo la advocación de la Virgen de las Navas en
honor a la Batalla de las Navas de Tolosa, se encuentra en la localidad
del mismo nombre al sureste de la provincia de Soria, en la margen derecha del
río Jalón y, gracias a su estado de conservación, aunque con múltiples
intervenciones y restauraciones, permite entender cómo sería un convento
cisterciense masculino entre fines del siglo XII y comienzos del XIII.
Vista aérea del monasterio de Santa María de Huerta (1) |
Su fundación se remonta a la década de 1140, cuando Alfonso
VII, rey de Castilla y León, en cumplimiento de una promesa tras tomar la
ciudad de Coria, hizo venir a una comunidad de monjes cistercienses de la
abadía de Berdoues en Gascuña, filial de Marimond, que bajo el abadiato de
Rodulfo, primero se alojaron en unos modestos edificios en el paraje de Cántabos,
en el municipio de Fuentelmonje, a unos 15 kms. al norte del actual
emplazamiento, pero que debido a la aridez del paraje, en la década de 1160
decidieron trasladarse a unos terrenos más fértiles y productivos por estar
bañados por el río, de ahí que se denominaran “Huerta”, que los padres de don
Martín de Finojosa, monje profeso de Cátabos, habían cedido al cenobio, una
zona que ya era una importante vía de comunicación y lugar de asentamientos
humanos desde la prehistoria, como atestiguan los vestigios arqueológicos
encontrados.
La ceremonia de colocación de la primera piedra, que se cree
que fue unos años posterior al inicio de las obras, tuvo lugar en 1179 de la
mano de Alfonso VIII, uno de los grandes impulsores de la orden del Císter en
su reino, y ya bajo el abaciato del propio Finojosa, que después fue nombrado
obispo de Sigüenza pero que renunció a la diócesis para regresar a Huerta, canonizado
en la segunda mitad del siglo XVIII.
Maqueta del monasterio expuesta en el compás |
Se
piensa que las trazas corrieron a cargo del maestro de la catedral de Sigüenza
y las obras avanzaron rápido gracias a las abundantes donaciones que comenzó a
recibir el nuevo cenobio, de la corona castellana y de la aragonesa, ubicado en
territorio de frontera, de eclesiásticos, como don Rodrigo Ximénez de Rada,
arzobispo de Toledo y sobrino de Finojosa, y de nobles, como don Manrique Pérez
de Lara, I señor de Molina y I conde de Lara, el noble más poderoso de Castilla
en la época, o don Bernal de Bearne, I duque de Medinaceli, ya a fines del
siglo XIV.
Estatuas del abad san Martín de Finojosa y del obispo don Rodrigo Ximénez de Rada en el claustro de la hospedería |
La prosperidad del Císter en los siglos siguientes, adquiriendo
poder social, político y económico, empezó a declinar con el desarrollo de las
ciudades y las universidades y la aparición de las órdenes mendicantes, que
supusieron la consiguiente disminución de su influencia intelectual. La
situación se vio agravada por el Cisma de Occidente, la larga Guerra de los
Cien Años (1337-1453) y el consecuente hundimiento demográfico que mermó las vocaciones,
con una paulatina relajación en el cumplimiento de la disciplina y la vida
monástica que dio paso a una corriente reformista europea que en España se
tradujo en la creación, en 1425, de la Congregación Cisterciense de Castilla, a
la que se fueron adhiriendo los monasterios que buscaron recuperar el espíritu de
la regla y a la que Santa María de Huerta quedó adscrita en 1498, una decisión
trascendental que supuso el inicio de la renovación intelectual, espiritual y
económica del monasterio, logrando recuperar una hacienda pujante que en el
siglo XVI permitió emprender obras de ampliación del monasterio que gozaron del
patrocinio de Carlos V y Felipe II y que buscaron acomodarse a las nuevas
reglas de vida de la orden, erigiéndose un nuevo claustro, remodelando las
dependencias del antiguo y añadiéndole una segunda altura y construyendo, al
quedar el templo abierto a la feligresía, un coro alto a los pies para acomodo
de la comunidad monástica, en el que se reubica un órgano y la sillería coral que
hasta ese momento ocupaba el último tramo de la nave central.
El siglo XVIII supone el inicio de otro declive en Santa
María de Huerta. Primero viene la Guerra de Sucesión, que afecta al convento y
sus propiedades. A continuación se produce la expulsión de los jesuitas y la
Revolución Francesa, varapalos psicológicos. Además, en 1761 y 1772 hubo
grandes inundaciones con inmensas pérdidas para el cenobio al romper las
cercas, inundar la planta baja del monasterio y destrozar víveres y enseres de
los monjes.
Las desamortizaciones del siglo XIX fueron trascendentales porque terminaron desembocando en la definitiva
expulsión de la comunidad, la conversión de la iglesia en parroquia y la
pública subasta del convento, que en 1846 fue adquirido, junto a gran parte de
sus tierras, por doña Inocencia Serrano y Cerver, viuda de don Antonio del
Valle, y tras su segundo matrimonio con don Enrique Aguilera y Gamboa, XVII
marqués de Cerralbo (Museo Cerralbo de Madrid), ambos
decidieron construir una casa-palacio junto a las antiguas caballerizas de
Huerta como su residencia de verano evitando con sus inversiones, y con la
colaboración del último prior, fray Gregorio Pérez Alonso, nombrado párroco de
la villa, la ruina total del monasterio, que en 1882 fue declarado monumento
nacional. También fue el marqués el que inició el estudio arquitectónico e
histórico del conjunto monacal.
Doña Inocencia Serrano y Cerver y don Enrique Aguilera y Camboa, XVII marqueses de Cerralbo (2) |
Tras la muerte de doña Inocencia en 1896 la propiedad fue
heredada por su hijo, don Antonio del Valle y Serrano, I marqués de
Villa-Huerta, y tras la muerte de éste en 1900, pasó a la hija, doña Amelia, II
marquesa de Villa-Huerta, hijastros del marqués de Cerralbo.
A partir de 1908 el marqués de Cerralbo, también inició una
intensa actividad arqueológica por toda la zona del Jalón, sufragando y
participando en numerosas excavaciones en Arcóbriga, Torralba y Ambrona, por lo
que hoy es considerado uno de los precursores de la arqueología científica
española.
En 1922 doña Amelia donó el monasterio a la reagrupada, por mandato de León XIII en 1892, Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, trapenses, y desde 1930 ya estuvo habitado por una comunidad de monjes de la Trapa procedente de la abadía de Santa María de Viaceli de Cóbreces, en Cantabria.
La idea era crear un priorato titular, pero el estallido de
Guerra Civil Española lo truncó porque aunque la zona de Huerta quedó bajo el
bando nacional y el cenobio no sufrió en demasía, la casa madre santanderina sí
se vio muy afectada, con una merma considerable de su comunidad y sin monjes
suficientes para repoblar Huerta, teniéndose que esperar a 1949 para que ya
fuera posible el envío de un grupo que, encabezado por el padre Ignacio
Astorga, elegido primer prior titular un año después, iniciara la restauración
y la habilitación del cenobio y recuperar su vida monástica.
En 1965 Huerta recupera el rango de abadía y don Ignacio Astorga se convierte en primer abad de la restauración, y aunque en los años siguientes se sufre la carencia de vocaciones y el abandono de la vida monástica por algunos hermanos de la comunidad, en 1977 se elige el primer abad ingresado y formado en el monasterio, don Luis Esteban, iniciándose un periodo de renovación que ha ido acompañado de la creación de la Fraternidad laica cisterciense de Santa María de Huerta, un grupo de seglares que buscan vivir dentro de “los valores esenciales del carisma cisterciense” sin apartarse del mundo. En cuanto al monasterio, la celebración del IX Centenario del Císter en 1988 supuso un importante impulso para su restauración y la de su entorno.
El conjunto, que está rodeado de un muro perimetral con
cubos, muestra dos etapas constructivas, una de los siglos XII y XIII, cuando
se construye el claustro gótico y las dependencias a su alrededor y la iglesia
y otra de los siglos XVI y XVII que es cuando el coro es trasladado desde la
nave central a los pies de la iglesia y se levantan la galería superior del
claustro gótico y el segundo claustro o de la hospedería.
La entrada al recinto
se realiza por una portada del siglo XVI de arco de medio punto entre dobles
columnas con hornacinas que contaron con esculturas que soportan un
entablamento sobre el que se sitúa un frontón triangular con una Virgen entre
dos escudos en el tímpano. El frontispicio superior de líneas curvas es una
adición del siglo XVIII, adornado con un jarrón de azucenas, símbolo mariano.
Entrada al recinto |
Ya en el compás,
a la derecha se ubican varias construcciones de servicio del convento, a la
izquierda está la fachada del convento y al fondo se ubica la iglesia, que
tiene adosado al lado de la Epístola el cementerio parroquial.
Compás del convento |
Cementerio parroquial en el lado de la Epístola de la iglesia |
La fachada del
convento, que se corresponde con el claustro incorporado en el siglo XVI, se
compone de muro de sillarejo con vanos rectangulares marcados por sillares y
una sencilla portada del siglo XVI retocada en el XVIII compuesta por arco de
medio punto entre semicolumnas toscanas que sustentan un entablamento sobre el
que se ubica una ventana rectangular rematada con frontón triangular.
Fachada del convento tras la maqueta del conjunto expuesta en el compás |
La fachada de la
iglesia está parcialmente tapada por el cuerpo del segundo claustro,
construido en el siglo XVI, y todavía se aprecian las huellas de un nártex del que solo se conservan las primeras hiladas del muro
perimetral, en el que hubo enterramientos, como el de doña María Manrique, hija
de don Manrique de Lara, señor de Molina y vizconde de Cardona, casada con don
Diego López de Haro, fallecida a comienzos del siglo XIII, una sepultura con
losa llana de alabastro con relieve yacente que en época de Carlos V se sabe
que se trasladó al capítulo, donde yacían sus padres.
Fachada de la iglesia con la portada descentrada por la adición del cuerpo del claustro del siglo XVI. Se aprecian las huellas del desaparecido nártex |
La portada, que
abre a los pies de la nave central, está formada por un vano de seis arquivoltas
apuntadas con decoración de sencillos baquetones, arquillos, dientes de sierra
y puntas de diamante que apoyan sobre columnas con capiteles con motivos
vegetales y conserva algún resto de policromía del siglo XVI. En el intradós se
adivina la inscripción
DOMUS MEA DOMUS ORATIONES VOCABITUR
(mi casa será llamada casa de oración)
Portada de la iglesia |
Sobre la portada se ubica un gran rosetón de cuatro
circunferencias concéntricas con decoración de puntas de diamante enmarcando
doce arquillos trilobulados fruto de una reconstrucción en 1965 porque el
original estaba cegado y muy deteriorado.
Rosetón |
La iglesia, la
parte más antigua del conjunto, iniciada en 1179 pero con posteriores
modificaciones, las más significativas en los siglos XVII y XVIII, tiene planta
de cruz latina de tres naves de cinco tramos, transepto que sobresale en planta
y cinco capillas absidiales, las cuatro laterales abiertas al transepto
mediante arcos apuntados dobles de planta cuadrangular con testero plano, y la
central semicircular y más grande y con cubierta de crucería.
Nave central de la iglesia, con el altar mayor al fondo |
Nave central de la iglesia, con el coro alto y el rosetón al fondo |
Las naves están separadas por potentes arcos, unos de medio
punto y otros apuntados, y gruesos pilares que recogen los formeros en ménsulas
de rollo. Por encima se sitúa el claristorio, con vanos de medio punto.
Arranque de los arcos, claristorio, crucerías de la nave central y lunetos de la lateral |
Sección transversal de la iglesia. Planoteca IPCE |
Sección longitudinal de la iglesia. Planoteca IPCE |
Los tres primeros tramos de la nave central presentan
cubiertas de terceletes, los dos últimos y el transepto, crucería simple; el primero
y segundo tramos de las naves laterales tienen bóvedas de crucería y el resto
presenta bóvedas de lunetos que en 1632 sustituyeron a la primitiva techumbre de
madera. Algunas claves de las bóvedas conservan grandes florones de madera
policromada.
Bóveda de terceletes del tercer tramo de la nave central |
La capilla mayor
cuenta con un retablo barroco de 1766 de Félix Malo y está decorada con pintura
mural del siglo XVI realizada por Bartolomé de Matarana que representa
episodios de la Batalla de las Navas de Tolosa, destacado triunfo bélico de
Alfonso VIII, con Don Rodrigo bendiciendo
las tropas antes de la batalla en el testero del Evangelio y Alfonso VIII y don Rodrigo a la cabeza de
las tropas en la batalla en el de la Epístola. La iconografía se completa con
los cuatro evangelistas en los plementos de la bóveda y Alfonso X el Sabio y el
infante don Fernando de la Cerda, su hijo, sujetando los escudos de Castilla y
León, sobre dos maceros, en el intradós del arco.
Plementos de la bóveda de altar mayor con los Evangelistas |
Retablo mayor |
Aunque desde su fundación, el Císter prohibió expresamente
que las personas ajenas a la comunidad recibieran sepultura en sus conventos,
la fama de los monjes blancos, basada en la pureza de su ideal monástico y en
su estricta observancia de la Regla Benedictina y lo que ello suponía en el
sentido de que sus oraciones intercedieran ante el Juez Supremo el día del
Juicio Final, hicieron posible que en 1152 se decidiera permitir el
enterramiento en sus templos de reyes, reinas, obispos y arzobispos, aunque con
la condición de que sus cuerpos quedaran cubiertos de una sencilla lápida, unas
excepciones que ni siquiera afectaron a los propios abades sin el permiso
expreso del abad de Citeaux, ni a los fundadores, a los que ya se les había
permitido el enterramiento en las galerías del claustro, pero no en la iglesia.
Pero la creciente insistencia de los fieles por recibir
sepultura dentro de los recintos monásticos cistercienses y la fuente de
ingresos que generaban los derechos de entierro para los conventos en la
segunda mitad del siglo XIII provocaron un definitivo levantamiento de la
prohibición, produciéndose enterramientos laicos tanto en los cementerios como
en los claustros y hasta en las iglesias.
En Huerta, esta medida hizo posible que el abad san Martín
de Finojosa (†1213) y el
obispo don Rodrigo Ximénez de Rada (†1247) recibieran sepultura en el
presbiterio de la iglesia, uno bajo una losa en el suelo y otro en un lucillo
en el lado del Evangelio, donde permanecieron hasta su traslado, a mediados del
siglo XVII, a nuevos enterramientos gemelos realizados en mármol colocados en
los testeros laterales. El sarcófago de la primitiva sepultura de don Rodrigo,
fechada entre los siglos XIII y XIV, quedó instalado en el sotocoro, donde
todavía permanece.
Decoración pictórica del siglo XVII en los testeros laterales del altar mayor y enterramientos gemelos del abad san Martin de Finojosa y del obispo don Rodrigo Ximénez de Rada |
Este privilegio también se extendió a don Bernardo de Bearne
(†1381), I Conde de Medinaceli, fundador de la Casa de Medinaceli, también enterrado
en el presbiterio, de ahí la presencia de su escudo nobiliario en este ámbito, convertido
en panteón familiar.
Las capillas
absidiales estuvieron bajo la advocación de los santos Miguel, Pedro, en el
lado del Evangelio, y Martín y María Magdalena en el de la Epístola. Las tres
primeras conservan retablos barrocos con sus tallas correspondientes y la de la
Magdalena presenta restos de decoración mural gótica.
Capillas absidiales de san Miguel y de san Pedro en el lado del Evangelio |
Capillas absidiales de san Martín y de María Magdalena en el lado de la Epístola |
Desde el transepto
del Evangelio se accede a una pequeña torre campanario del siglo XII pero
con un chapitel del XVII, a la sacristía, y, mediante una escalera, al
dormitorio de monjes de coro, que ocupaba la panda este del claustro plateresco
alto.
Transepto del Evangelio desde el de la Epístola, con la entrada a la sacristía y la escalera de acceso al dormitorio de los monjes de coro, hoy desaparecido |
En el transepto de la
Epístola están los sepulcros románicos de la familia Finojosa y desde ahí
se accede a la capilla de Nuestra Señora del Destierro, una adición de mediados
del siglo XVIII destinada a relicario que también cuenta con la imagen románica
de la Virgen del siglo XIII que la tradición dice que Ximénez de Rada llevaba
en su silla de montar durante la batalla de las Navas de Tolosa. No está
abierta al público.
El coro a los pies,
al que se accede desde la panda sur del claustro alto plateresco, tiene gran
desarrollo, ocupando dos tramos de la nave central, con una sillería de nogal
de la segunda mitad del siglo XVI en la que destacan los relieves de la Virgen
con el Niño y los santos Benito y Bernardo de Claraval. También cuenta con un
destacado órgano del siglo XVII.
Órgano |
Se apoya sobre cubierta aplanada de combados formando un
sotocoro separado del cuerpo de la nave por una reja de hierro forjado y dorado
de la segunda mitad del siglo XVIII, delimitando el espacio al que podía
acceder el pueblo del reservado para la clausura.
Coro y sotocoro a los pies del templo |
Bóveda de combados del sotocoro |
La iglesia desde el sotocoro |
Adosado a la nave del Evangelio se desarrolla el claustro de los caballeros, de planta
cuadrada y dos alturas y llamado así porque tras el levantamiento de la
prohibición de enterramientos laicos en los recintos claustrales cistercienses
este ámbito se convirtió en panteón de algunos de los miembros de las familias
de la nobleza castellana y aragonesa, recibiendo por ello el monasterio importantísimas
donaciones para ejecutar sus obras a cambio de cuidar de las sepulturas y rezar
por el eterno descanso de sus almas.
Panda norte del claustro de los caballeros, con el cuerpo del refectorio y el de la escalera renacentista |
Las transformaciones sufridas en el ámbito a lo largo de los
siglos hacen muy difícil precisar cuántos hubo y dónde estuvieron exactamente,
aunque se sabe que ocuparon tanto los muros externos como los internos del
perímetro, las arquerías abiertas al jardín, e incluso que se reutilizaron
huecos antiguos, como puertas o el antiguo armariolum, el lugar en el que se
depositaban los libros que los monjes leían en sus paseos por el claustro, un
nicho ajimezado de arcos apuntados que apoyan sobre tres columnas y con un
óculo entre los dos arcos ubicado al lado de la entrada de monjes de coro a la
iglesia, que junto con otro arco apuntado que contiene una tracería compuesta
por otros dos arcos trilobulados con rosetón superior justo al lado, fueron
convertidos en panteón de los condes de
Molina.
Enterramientos de los condes de Molina |
La galería baja se organiza mediante gruesos contrafuertes y
arcos apuntados que en el siglo XVII fueron modificados levantando muros con
óculos y arcos de medio punto, estos últimos parcialmente cegados un siglo
después para dejar vanos semicirculares. Las cubiertas son de bóvedas de
crucería simple con los plementos apoyados sobre ménsulas en los muros, que
estuvieron decorados con lienzos con escenas relacionadas con el Císter y de
los que en la actualidad sólo se conserva uno que muestra, según la
inscripción, a unos monjes atendiendo a unos caballeros tras un torneo.
Lienzo conservado en el claustro de los caballeros (3) |
La galería alta ya es obra plateresca del segundo tercio del
siglo XVI, durante los abadiatos de fray Pedro de Espinosa y fray Ignacio de
Collantes, con cubierta de madera y abierta al jardín mediante arcos escarzanos
sobre capiteles con columnas de hojas de acanto, antepecho con escudos de
Carlos V, pues la obra se realiza durante su reinado, y ornamentación con
medallones agrupados en reyes, apóstoles, caudillos militares y profetas.
Las pandas del claustro bajo reciben el nombre según las
estancias medievales que aglutinaban. La panda
sur o del mandatum no contiene estancias porque es la que está adosada a la
iglesia, con dos puertas de acceso a la nave del Evangelio, una en el primer
tramo para monjes conversos o hermanos legos, directamente desde el pasillo de
conversos, un ámbito de servicio entre la panda oeste y la cilla, y otro para
monjes reglares o de coro en el último tramo, directamente desde la panda este.
Estancias medievales alrededor del claustro de los caballeros, algunas modificadas y otras desaparecidas en siglos posteriores (1) |
Panda del mandatum, adosada a la iglesia |
Los monjes de coro eran de origen noble, debían tener
cierto nivel de estudios, pudiendo estar o no ordenados sacerdotes, y se
ocupaban de los oficios litúrgicos y de tareas intelectuales. Los conversos
eran laicos de origen burgués o campesino, muchos de ellos iletrados, que
trabajaban en labores agropecuarias y otras tareas manuales dentro del
monasterio y en sus granjas. Hacían vidas separadas dentro del monasterio, con
partes destinadas a cada grupo y las actividades en común eran escasas.
Esta panda este o del
capítulo se desarrolla en paralelo con el transepto norte y adosado a éste.
La estancia más cercana a la iglesia, con acceso también desde ésta, fue la sala capitular del siglo XIII, donde la
comunidad se reunía después de la misa matinal para que el abad comentara la
regla y para realizar la confesión pública y donde recibieron sepultura varios
nobles benefactores del monasterio, tanto en el pavimento, como en sepulturas
embutidas en los muros. Presentaba planta cuadrada con cuatro columnas
centrales que sustentaban una bóveda de crucería de nueve tramos y que abría al
claustro mediante un arco apuntado flanqueado por dobles ventanas, cegadas y también
convertidas en enterramientos cuando en el siglo XVI este ámbito se transformó
en una sacristía de planta rectangular
con dos tramos separados por un arco fajón apoyado en pilastras y cubierta de
cañón con lunetos decorados con yeserías. El retablo cuenta con una pintura de la Lapidación de san Esteban, copia de la de Giulio Romano en la iglesia de Santo Stefano de Génova, traída a España por el duque de Medinaceli en el siglo XVI.
Arcadas cegadas de la antigua sala capitular en la panda este |
Sacristía con retablo con la Lapidación de San Esteban copia de Giulio Romano |
A continuación estaban la escalera de subida al dormitorio, el locutorio, donde se repartían las tareas cotidianas, el pasaje de salida a la huerta y una gran
sala que se cree que sería lugar de
trabajo o scriptorium, donde los
monjes reglares realizaban las actividades intelectuales que les estaban
reservadas.
Estos ámbitos fueron modificados para construir la sala de Profundis, donde los monjes
cantaban un salmo antes de entrar al refectorio y en la que se exponían y
velaban los cadáveres hasta su enterramiento, que fue mandada levantar por el
abad fray Mateo Nava entre el siglo XVI y el XVII.
Sobre estas estancias de la panda de capítulo estaba el dormitorio de monjes, suprimido en el siglo XVII, un gran espacio rectangular directamente comunicado, a través de una escalera, con el transepto del Evangelio, una disposición habitual en los monasterios cistercienses que facilitaba el acceso a la iglesia para cumplir con el primero y el último rezo del día.
La panda norte o del
refectorio agrupaba el calefactorio,
donde a comienzos del siglo XVII se construyó una escalera renacentista de comunicación con el claustro alto cuya
caja sobresale formando una torre, el refectorio
y las cocinas.
A la derecha de la portada del refectorio hay un sencillo
lucillo de medio punto y otro de arco apuntado que abarca uno trilobulado que
la tradición dice que es el sepulcro de don Nuño Sancho de Hinojosa, hermano de
san Martín, y su esposa, doña Marquesa, importantes patrocinadores de esta
panda, aunque las investigaciones históricas parecen indicar que es una
información apócrifa porque dichos benefactores estuvieron enterrados en el
primer arco abierto al jardín de esta galería.
Arcosolios de enterramiento en la panda del refectorio |
La portada del refectorio
de monjes de coro, muy similar al de
acceso a la iglesia, es un arco apuntado de triple arquivolta con decoración de
baquetones y dientes de sierra que apoyan en columnas con capiteles de
decoración vegetal. Por encima sobresale la fachada, en la que destaca un gran
rosetón de columnillas radiales semioculto por la galería superior del
claustro.
Portada del refectorio |
El refectorio, el
espacio más conocido del conjunto conventual, desarrollado en perpendicular a la
crujía en vez de en paralelo, una peculiaridad habitual en los monasterios
cistercienses, empezaría a construirse a comienzos del siglo XIII bajo el
patrocinio de don Martín Nuño de Finojosa, sobrino del abad Finojosa y miembro
destacado de la corte de Enrique I de Castilla. Presenta planta rectangular de
cuatro tramos y observando su construcción se distinguen dos proyectos
superpuestos, uno para la erección de la parte inferior hasta la línea de
impostas, con dieciséis grandes ventanales que proporcionan una potente
iluminación completada por el rosetón del testero sur, y otro para las bóvedas sexpartitas
apoyadas sobre ménsulas, con un cambio entre ambos, quizá provocado por la
llegada al monasterio de un nuevo maestro procedente del norte de Francia o de
Borgoña, que se deja ver, por ejemplo, en que las columnas en ménsula de los
arranques no coinciden con el centro del entrepaño que separa los ventanales
del cuerpo inferior o en que uno de los contrafuertes de la fachada este está
empotrado en una de las ventanas.
Refectorio |
Bóvedas sexpartitas del refectorio |
El púlpito está
ubicado en el testero este y se apoya sobre una columna adosada al muro,
destacando porque la escalera de acceso está embutida en la pared, cubierta con
bóveda de cañón en rampa y abierta a la sala mediante una arquería de cuarto de
circunferencia apoyada sobre pilares octogonales.
Púlpito del refectorio |
En el testero occidental hay un pequeño vano abierto en el
muro medianero con la cocina,
ubicada a continuación, por donde se introducían los alimentos. Es una cocina
de planta cuadrada dividida en nueve tramos de bóvedas de crucería salvo el
central, que contiene una gran chimenea apoyada sobre cuatro grandes arcos
apuntados.
Pasaplatos entre el refectorio y la cocina (3) |
Bóvedas de la cocina |
A continuación se ubica el último tramo del pasillo de conversos, con salida a la
huerta, y desde ahí se accede, a través de una sencilla portada de arco de
medio punto doblado, al domus
conversorum, su propio refectorio, realizado entre fines del siglo XII y
comienzos del XIII, una de las partes más antiguas conservadas del conjunto, un ámbito de
planta rectangular con dos naves separadas por gruesas columnas exentas con
capiteles con motivos vegetales esquemáticos que sustentan doce tramos de
bóvedas de crucería simple que se apoya en ménsulas de rollo en los muros
laterales. La iluminación procede de vanos de medio punto abocinados. En el
piso superior del refectorio de conversos estaba su dormitorio.
Refectorio de conversos |
Toda la panda oeste o
de la cilla está ocupada por un gran almacén o cilla, que junto con el
refectorio de conversos son las zonas más antiguas conservadas del convento,
levantada entre los siglos XII y XIII. Tiene planta rectangular con cubierta de
madera a dos aguas sustentada por cinco grandes arcos diafragma de medio punto
apoyados directamente sobre los muros laterales hasta llegar al suelo. Cada
tramo cuenta con una ventana de medio punto abocinada en el muro occidental. En
origen ocupaba toda la panda, una gran nave de ocho tramos, pero en las
intervenciones a partir del siglo XVI se le restaron los dos de los extremos
para ubicar sendos pasillos de comunicación entre el claustro clasicista y el
gótico.
Cilla |
Sobre la cilla hubo otra sala con igual función de almacén y
similar estructura que a partir de 1620 se convirtió en biblioteca, redecorada al estilo barroco.
Adosado a esta crujía occidental se desarrolla un segundo claustro construido a partir de
1580 con motivo de la entrada de Santa María de Huerta en la Congregación de
Castilla, y en el que incluyeron dependencias nobles entre las que destacó un
palacio abacial. En la actualidad alberga una hospedería que acoge,
principalmente, a peregrinos camino de Santiago de Compostela.
Presenta planta cuadrada con dos alturas separadas por un
entablamento y organizadas mediante arcos de medio punto entre pilastras
toscanas. En el jardín central hay dos estatuas que representan al abad san
Martín de Finojosa y a don Rodrigo Ximénez de Rada.
Claustro de la hospedería |
Crujía del claustro de la hospedería |
Referencias:
Fuentes:
LÓPEZ DE GUEREÑO, Mª T., “Santa María de Huerta, panteón de
la nobleza castellana”, De Arte, 6,
2007, pp. 37‐56.
MAIRA VIDAL, R., “Bóvedas sexpartitas: traza, estereotomía y
construcción. Monasterio de Santa María de Huerta”. En HUERTA, I., GIL CRESPO,
I., GARCÍA, S. y TAÍN, M. (Eds.), Actas
del Séptimo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29
octubre 2011, Madrid, Instituto Juan de Herrera, 2011, pp. 831-832.
NAVASCUÉS PALACIO, P., Monasterios en España. Arquitectura y vida monástica. Barcelona,
Lunwerg, 2000.
http://web.archive.org/web/20100913040323/http://www.fundacionmedinaceli.org/casaducal/fichatitulo.aspx?id=33
Y ahora ¿qué tal si compARTEs?
Y ahora ¿qué tal si compARTEs?
Comentarios
Esa escalera al púlpito imbuida en la pared y el refectorio de conversos son maravillas entre maravillas.
Por cierto, se dice que el marqués de Cerralbo era nigromante y que en una de sus sesiones apareció, no un demonio cualquiera, sino el mismísimo demonio
impresionante como siempre, un placer saludarte y darme mi enhorabuena. Hay una foto de la sacristía en la que aparece un gran cuadro de altar. Me es rematadamente familiar, ... ¿tienes alguna información de la pieza?, supongo que será una copia de época posterior.. pero aun así es extraño.. me recuerda a algo de escuela italiana del XVI...
Una vez mas mi enhorabuena por el blog!!!!!
Es un trabajo tremendo y fantástico el que has hecho, fíjate si lo conozco, si habré comprado chocolate, si nos habán llevado a misas...etc., mehasdescubierto cantidad de cosas, sobre todo de historia.
Muchisimas gracias a ti y a una de mis compañeras del colegio que lo ha compartido