El retablo mayor de la
Cartuja de Miraflores fue diseñado
por Gil de Siloe, realizado entre los años 1496 y 1499, poco después de los
sepulcros de Juan II e Isabel de Portugal y el del infante don Alfonso. Con pino
para la estructura y nogal para las esculturas, su excepcional calidad lo
conforma como uno de los retablos más importantes del siglo XV en la península.
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Retablo mayor de la iglesia de la Cartuja de Miraflores |
Es evidente que su diseño buscaba causar un fuerte impacto
visual al tiempo que integraba un coherente programa eucarístico. Para su ejecución Siloe contó con un disciplinado taller y con la maestría en la
policromía de Diego de la Cruz, no en vano en todos los los documentos figura a la par, una simbiosis que dio como resultado una obra
extraordinariamente impactante, con una composición excepcional en toda Europa
que nos presenta a Diego de Siloe como un gran innovador, un creador de modelos que
servirían de pauta para obras posteriores.
A pesar de la profusión decorativa, el retablo muestra un
esquema geométrico preciso, dividido en dos cuerpos rectangulares pero tomando
como base el círculo, seguramente por influencia de los rosarios alemanes, dato
que podría apoyar la hipótesis del origen germánico de Siloe.
Así, el cuerpo superior se articula en torno a un gran círculo que
simbolizaría la hostia, una rueda de ángeles que cobija una Crucifixión y cuyos brazos dividen el
espacio en cuatro zonas en las que se desarrollan escenas de la Pasión, con la Oración en el Huerto, la Flagelación, Camino del Calvario y la Piedad
o Quinta Angustia, esta última en
sustitución el asunto más habitual del Ecce
Homo por ser de especial devoción para Isabel I.
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Cuerpo superior del retablo |
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La Oración en el Huerto |
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La Flagelación |
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La Subida al Calvario |
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La Quinta Angustia |
Pero más que de una Crucifixión tendríamos que hablar un Calvario, pues el Crucificado está
flanqueado por la Virgen y San Juan Evangelista, situados en un
plano inferior, lo que hace
que la Cruz destaque, remarcando el papel redentor de Cristo, sobre el que
aparece un pelícano, tradicionalmente asociado con el sacrificio de Jesucristo
por la salvación del hombre porque, según la leyenda, se pica su propio pecho
para dar de beber a sus polluelos.
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Cristo crucificado con el pelícano sobre la cruz y la Virgen y San Juan Evangelista a los pies |
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Patetismo del rostro de Cristo |
El Crucificado está resaltando la humanidad de Cristo pero, al mismo tiempo, también se está reflejando su divinidad a través de la
presencia de la Trinidad, pues a la
altura de los brazos de la cruz aparecen Dios Padre como emperador celeste, un
anciano con la triple corona, y el Espíritu Santo, que en vez de representarse
como una paloma, en este caso adopta la forma de un hombre joven con ropas
sacerdotales, señal de celebración eucarística, ambos haciendo el gesto de
sostener los brazos de la cruz.
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Dios Padre haciendo un gesto de sujetar la cruz |
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El Espíritu Santo con aspecto de joven coronado haciendo el mismo gesto de sujetar la cruz |
Ya fuera del círculo angélico, en los cuatro ángulos se
representa el Tetramorfos, aunque no
en el orden habitual, pues arriba a la izquierda, en vez de Mateo, está Juan,
quizá por la devoción que tuvieron hacia él tanto la reina Isabel como su
padre. Juan II, en honor al que se erigió el panteón. A ambos lados del círculo aparecen los santos Pedro y Pablo, y en los
espacios superiores e inferiores entre el círculo angélico y los del Tetramorfos, los Padres de la Iglesia Occidental.
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San Pedro |
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San Pablo |
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San Juan Evangelista y San Gregorio |
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San Mateo y San Ambrosio |
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San Marcos y San Jerónimo |
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San Lucas |
El cuerpo bajo también está fragmentado a modo de
entrecalles marcadas por las figuras de los santos Catalina de Alejandría, Juan
Bautista, María Magdalena y Santiago el Mayor.
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Santa Catalina de Alejandría |
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San Juan Bautista |
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María Magdalena |
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Santiago el Mayor |
La calle central es la que más se detiene en el asunto
eucarístico, con un tabernáculo añadido en el siglo XVII sobre el que aparece
un tambor giratorio con escenas que cambian según el calendario litúrgico: Nacimiento, Bautismo, Resurrección, Pentecostés y Asunción, y que comparten eje con el Crucificado del cuerpo
superior.
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Escena de la Resurrección en el tambor giratorio, de acuerdo al Tiempo de Pascua del Calendario Litúrgico |
Las siguientes calles del cuerpo bajo muestran escenas de la
Vida de Cristo, con la Anunciación y
la Epifanía en la parte superior y la
Última Cena y el Beso de Judas en la inferior.
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La Anunciación |
En la Epifanía llama la atención el protagonismo de san José, que ya no aparece apartado de la escena sino al lado de la Virgen y el Niño contemplando la Adoración.
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La Epifanía |
La escena de la Última
Cena, en realidad, está reflejando dos momentos diferentes: la propia Cena
pascual y la Cena en casa de Simón, cuando María Magdalena muestra su
arrepentimiento y amor a Jesús.
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La Última Cena |
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El Beso de Judas, escena que muestra mezcla con el Prendimiento |
Contemplando todas las escenas representadas en su conjunto,
se observa como en el retablo aparece toda la vida completa de Cristo, con Ciclo
de la Infancia, el de la Pasión y el de la Vida Gloriosa.
En las entrecalles más externas del cuerpo bajo se
representan a Juan II e Isabel de Portugal, orantes y protegidos,
respectivamente, por Santiago y santa Isabel, quizá con san Juanito al lado,
aunque no es la forma tradicional de representarlo, ya que tiene los rasgos de un
adulto pero pequeño tamaño.
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Juan II orante protegido por Santiago |
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Isabel de Portugal orante protegida por su patrona |
Por encima de ellos aparecen, respectivamente, los escudos reales: el blasón real de
Castilla soportado por leones rampantes y el de Castilla y Portugal por dos
ángeles.
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Escudo de Castilla y Portugal sostenido por dos ángeles, ubicado encima de la figura de Isabel de Portugal orante |
Son los reyes de Castilla, para cuya gloria su hija, Isabel
I, desplegó todo este panteón real con fuertes connotaciones políticas en las
que es evidente que buscó demostrar su propia legitimidad al trono de Castilla,
justificando una línea sucesoria que había sufrido un quiebro al apartar de la
corona a la infanta doña Juana, hija de Enrique IV y de Juana de Portugal y que hubiera sido la legítima sucesora como nieta de Juan II y de su primera esposa, María de Aragón, con la que hubiera sido más lógico, de no existir estos intereses, que hubiera sido enterrado el rey.
Finalmente resulta sorprendente que en la culminación del
retablo dos de los cuatro santos sean dominicos: Domingo de Guzmán y Pedro
Mártir, y no haya cartujos. Quizá la causa esté en la estrecha
colaboración de la reina con el inquisidor Tomás de Torquemada y con Diego de
Deza, ambos dominicos, justo coincidiendo con el asesinato, por parte de
conversos, del inquisidor Pedro de Arbués en Zaragoza.
Fuentes:
TARÍN, F., “El retablo de la Cartuja de Miraflores: un
estudio del Hermano Tarín”, Boletín de la
Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos, 1925,
nº 13, pp. 399-404.
VV.AA., La Cartuja de
Miraflores II. El retablo, Madrid, Fundación Iberdrola-El Viso, 2007.
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