La iglesia de las Agustinas de Monterrey de Salamanca
La iglesia de la Purísima, también conocida como "las Agustinas de Monterrey", frente al palacio
Monterrey, es el templo del Convento de las Agustinas Recoletas de Salamanca, fundado
en la década de 1630 precisamente por el señor del palacio, don Manuel Alonso
de Zúñiga Acevedo y Fonseca, VI conde de Monterrey, hombre de vasta cultura e inmejorables relaciones en la corte, hijo de don Gaspar de Azebedo y
Zúñiga, V conde de Monterrey, y de doña Inés de Velasco y Tovar, además de sobrino
de doña María de Acevedo, también llamada María Pimentel de Fonseca, casada con
don Enrique de Guzmán y Ribera, II conde de Olivares, los padres de don Gaspar
de Guzmán y Pimentel, I Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV y, por
tanto, su primo hermano.
Nave de la iglesia de la Purísima Concepción de Salamanca |
Blasón del fundador coronando la portada de la iglesia de las Agustinas de Monterrey en Salamanca |
Fue comendador en la Orden de Santiago, condestable de
Castilla, presidente del Consejo de Italia, miembro del Consejo de Estado del
rey Felipe IV, embajador en la Santa Sede y culminó su carrera con su
nombramiento como virrey de Nápoles entre 1631 y 1637, periodo en el que se
convirtió, además, en importante impulsor de las artes, fundando el monasterio
y conformando una magnífica colección de pintura.
Ya durante su estancia diplomática en Roma había colaborado en la adquisición de muchas de las obras que decorarían el Palacio del Buen Retiro que Felipe IV estaba construyendo y en el que el Conde-Duque era intendente de obras y fueron precisamente sus negociaciones las que lograron, por ejemplo, que Niccolò Ludovisi donara al monarca español La bacanal de los andrios y la Ofrenda a Venus de Tiziano.
Ya durante su estancia diplomática en Roma había colaborado en la adquisición de muchas de las obras que decorarían el Palacio del Buen Retiro que Felipe IV estaba construyendo y en el que el Conde-Duque era intendente de obras y fueron precisamente sus negociaciones las que lograron, por ejemplo, que Niccolò Ludovisi donara al monarca español La bacanal de los andrios y la Ofrenda a Venus de Tiziano.
Como todo noble de la época Monterrey iba a construirse su propia capilla
funeraria en el vecino convento salmantino de las Úrsulas, justo detrás de su
palacio, donde ya estaba el panteón familiar con los restos de los cuatro primeros condes y con los de su
madre, pues su padre, virrey del Peru, había muerto en Lima en 1606, donde
había sido enterrado.
La espectacular cabecera de la iglesia de las Úrsulas desde una de las torres del palacio de Monterrey |
El proyecto incluía cuatro sepulturas y no se sabe a ciencia
cierta a quiénes estaban dedicadas las otras dos. Hay autores que dicen que
serían para la hermana de Monterrey y el Conde-Duque, pero otros piensan que
serían para su tío don Baltasar de Zúñiga y su esposa, un personaje de gran importancia en las cortes de Felipe III y
Felipe IV, que había sido de gran ayuda cuando el joven conde y su hermana Inés quedaron huérfanos por la muerte
del padre en 1606 y de la madre solo dos años después.
Además, aunque don Baltasar había acordado con los cartujos de Santa María del Paular de Rascafría, su enterramiento en la sala capitular, convirtiéndola en su panteón familiar, Monterrey consideraba que los monjes habían incumplido dichos acuerdos y no habían sabido honrar su memoria.
Además, aunque don Baltasar había acordado con los cartujos de Santa María del Paular de Rascafría, su enterramiento en la sala capitular, convirtiéndola en su panteón familiar, Monterrey consideraba que los monjes habían incumplido dichos acuerdos y no habían sabido honrar su memoria.
De acuerdo a esto, al poco de la llegada de Monterrey a Nápoles como nuevo virrey, ya encargó a Cosimo Fanzago, gran especialista en mármoles polícromos embutidos, el altar mayor para esa nueva capilla en las Ursulinas.
Pero con el proyecto ya iniciando y sin que se sepan claramente las causas, el conde cambió de opinión y optó por erigir, en los terrenos frente a su palacio salmantino, un nuevo convento para las Agustinas Descalzas de San Roque, cuyo edificio había quedado destruido en una riada, con la idea de convertir el templo, la parte pública del convento, en su propio panteón, y en el que, finalmente, los dos únicos enterramientos monumentales fueron el suyo y el de su esposa.
Amplios terrenos ocupados por le monasterio, con el palacio de Monterrey enfrente |
Vista con el palacio de Monterrey a la derecha y el convento de las Agustinas a la izquierda (1) |
La construcción de este tipo de monumentos se inscribe
dentro de una costumbre arraigada a partir del siglo XV, cuando el cristianismo
empezó a pensar que la Parusía
y el Juicio Final anunciados en los Evangelios no iban a ser inmediatos y se
fue formando la idea de la existencia de un juicio del alma individual justo
después de la muerte, dando origen al Purgatorio, lugar intermedio antes de
alcanzar el Cielo, que los purgantes podían finalmente alcanzar dependiendo de
las misas, oraciones y buenas obras que los vivos ofrecieran por ellos después
de su muerte, de ahí la proliferación de capellanías privadas en monasterios,
catedrales y parroquias a las que se dotaba generosamente para que los
capellanes celebraran misas por las almas de sus comitentes.
Pero además de los fines religiosos, estas fundaciones también mostraban el poder y el prestigio del difunto en vida y sus propios gustos estéticos, adscribiéndose a las distintas corrientes artísticas vigentes en la península.
Las obras para el nuevo convento se iniciaron alrededor de 1636 siguiendo unas trazas del napolitano Bartolomeo Picchiatti, ingegnere maggiore del Regno de Nápoles, mostrando un marcado carácter italiano según los gustos estéticos del fundador.
Al tiempo que en Salamanca el maestro de obras Curzio Zaccarella, colaborador de Picchiatti y enviado a la ciudad a tal fin, empezaba las obras, en Nápoles el trabajo ya iniciado cuando todavía se pensaba que el destino iba a ser las Úrsulas, seguía un intenso ritmo.
Cosimo
Fanzago seguía con el retablo mayor acoplándolo al nuevo emplazamiento y
también se le encomendaron los nichos funerarios, los retablos del crucero, el púlpito y la portada principal, y el propio
Picchiatti realizaba las portadas del crucero a la sacristía y al
convento. Además, Jusepe Ribera estaba realizando la Inmaculada
Concepción y otras obras y Giuliano Finelli se ocupaba las esculturas funerarias para los nichos del
altar. Y todo ello después terminaría por conformar un conjunto que mi querida
profesora doña Ángela Madruga califica como “puente artístico entre Nápoles y
Salamanca”.
Pero en 1643 cae el Conde-Duque de Olivares y Monterrey también se resiente, enviado a Aragón. Las obras quedan prácticamente paralizadas. Además, el conde fallece en 1653 y su esposa al año siguiente, y como la iglesia todavía no estaba acabada, reciben sepultura en la sala capitular del convento.
Pero en 1643 cae el Conde-Duque de Olivares y Monterrey también se resiente, enviado a Aragón. Las obras quedan prácticamente paralizadas. Además, el conde fallece en 1653 y su esposa al año siguiente, y como la iglesia todavía no estaba acabada, reciben sepultura en la sala capitular del convento.
Los VII condes de Monterrey, don Juan Domingo de Haro Guzmán y su esposa, doña Inés Francisca de Zúñiga, nieta de don Baltasar, el tío amado del fundador, nombrada heredera por la condesa viuda a falta de descendencia directa, se hicieron cargo de las obras.
Según un documento del Archivo de las Agustinas de 1657 referenciado por Ángela Madruga, los nuevos comitentes también se encargaron de cumplir los deseos del fundador de trasladar los restos de don Baltasar y su esposa desde El Paular, no en vano también eran los abuelos de doña Inés. Lo que no se sabe a ciencia cierta es dónde están. Quizá detrás de una pared en la sala capitular, de donde tampoco salieron nunca los de los fundadores, siendo los monumentos del altar, cenotafios y no sepulturas.
En cuanto a las obras realizadas en Nápoles, que hacía años que ya estaban en Salamanca, no quedaron asentadas en la iglesia hasta después de 1685 de la mano de los arquitectos y especialistas en mármoles Bartolomé y Miguel Zumbigo y Salcedo.
Esquema del monasterio según Ángela Madruga (2) |
La iglesia muestra planta de cruz latina con nave única
de cuatro tramos, una capilla lateral a cada lado pero de distintas medidas, crucero
de gran desarrollo con cúpula central y coro alto a los pies que parece que se
pensó como espacio para la familia del fundador, pues sus planes incluirían
unir el templo con su frontero palacio mediante una arcada que, finalmente, no
se construyó, un espacio no utilizado, pues el coro de monjas
está a la derecha del presbiterio, con acceso directo desde el convento. También llama la atención la presencia de sendos pórticos laterales a ambos lados del primer tramo de la nave.
Planta de la iglesia según María Teresa Menervini (2) |
Nave de la iglesia hacia los pies, con el coro alto al fondo |
Cúpula del crucero |
Nave |
Capilla lateral de la Epístola |
Capilla lateral del Evangelio, hoy utilizada como zona de acceso al convento, no visitable |
Bóveda de cañón con lunetos |
Alegoría de la Justicia en uno de los capiteles bajo una pechina de la cúpula |
Alegoría de la Fortaleza |
Alegoría de la Prudencia |
Crucero |
La capilla mayor desde el crucero |
En cuanto a los monumentos de los fundadores, Cosimo Fanzago
diseña dos nichos a ambos lados del altar enmarcados por pilastras y con
frontón con escudo familiar central.
Monumento funerario de don Manuel Alonso de Zúñiga Acevedo y Fonseca, VI conde de Monterrey, en perpetua oración ante la Inmaculada Concepción |
Monumento funerario de doña Leonor María de Guzmán |
Detalle del monumento funerario del conde, apreciándose la desproporción entre el arcosolio y el orante |
Detalle del monumento funerario de la condesa |
Las estatuas orantes, en mármol blanco, fueron realizadas por el genovés Giuliano Finelli, a quien Monterrey había conocido en su periodo de embajador en Roma mientras trabajaba en el taller de los Bernini, aunque ya había tenido una primera formación con Michelangelo Naccherino en Nápoles. El conde, de todos modos, no adopta una postura estrictamente orante, sino en la genuflexión típica del protocolo cortesano de los Austrias que aquí Monterrey repite ante la divinidad. Está representado con las insignias de caballero, la banda por los hombros, la cruz de Santiago en el pecho y el casco en el suelo, con la mano izquierda al corazón y la derecha empuñando el cetro de su autoridad, en una actitud que parece mostrar su personalidad animosa y extrovertida, mientras que su esposa aparece más recogida en sí misma, piadosa, con el rosario en la mano rezando ante la Inmaculada Concepción que preside el retablo mayor, la advocación de la iglesia.
Estatua del conde |
Estatua de la condesa |
Retablo mayor |
Inmaculada Concepción de Jusepe Ribera en el retablo mayor de las Agustinas de Monterrey |
Inmaculada Concepción de Fancisco Zurbarán fechada ha. 1630 y hoy en las colecciones del Museo del Prado (3) |
Inmaculada Concepción de Guido Reni en San Biagio de Forli (4) |
Tiene las manos cruzadas sobre el pecho en señal de aceptación y eleva su mirada al Padre Eterno, en la parte superior, rodeado de ángeles y extendiendo su mano derecha para lanzar la paloma del Espíritu Santo, encargada de la concepción de María.
Esta imponente presencia de la Inmaculada tiene una explicación ligada a una de las condiciones de Monterrey para la nueva fundación, la de que el convento cambiara la advocación de San Roque al de la Purísima Concepción. Y es que uno de sus mayores éxitos diplomáticos fue cuando en 1622 consiguió que el papa Gregorio XV firmara un decreto, después ratificado por Urbano VIII, en el que se avanzaba un paso más en la definición del dogma inmaculista, de especial empeño para la Monarquía Hispánica, al prohibir la defensa de cualquier doctrina contraria a la Inmaculada, aunque todavía hubiera que esperar a 1858 para que la Bula Ineffabilis Deus aprobara el Dogma de la Inmaculada Concepción de María.
El que para Monterrey fuera un asunto de vital importancia lo demuestra el largo epitafio en latín bajo su estatua orante:
GENITRICI DEI IN CONCEPTU SANCTAE VOTA UBIQUE SUPLEX
UNI SONAM ROMAE LEGATUS APELLATIONEM
ANTIQUATA A GREG.XV ET URB.VIII VOCE SANCTIFICATIONIS
EDICTOQUE
NE QUIS CONCEPTUM DEIPARAE EMACULATUM
INMACULATUM OMNES APELLENT
MEMORANDA COELO TERRIS INFERIS LEGATIONE
HIC TEMPLUM ARAMQUE PLACABILEM SESE LARESQUE SUOS
D.D. ENMANUEL DE FONSECA ET ZUÑIGA COM. MONTIS REY
AN. SAL.
HUM. CICICCXXVI
(Don Manuel de Fonseca y Zuñiga, conde de Monterrey,
recogiendo el deseo unánime como legado en Roma sobre la Concepción de la Madre
de Dios, consiguió el edicto de Gregorio XV y Urbano VII por el que, en lugar
del anticuado vocablo de santificación, nadie se atreva a denominar la
Concepción de la Madre de Dios manchada sino inmaculada, durante su legación
admirable en el cielo, la tierra y en el infierno, y en recuerdo erigió aquí
este templo y este altar apaciguador como hogar suyo en el año de la salvación
humana 1636).
De arriba a abajo, en la calle de la derecha se ubican el Abrazo ante la Puerta Dorada, símbolo de
la concepción inmaculada de María cuando san Joaquín y santa Ana se encuentran
a las afueras de la ciudad, y San Juan
Bautista; en la de la izquierda vemos a San
José y San Agustín y el ángel,
sin que exista unanimidad respecto de la autoría de las mismas por parte de los
historiadores aunque sí estén de acuerdo respecto a que los tres primeros son de
pintores italianos del setecientos mientas que el San Agustín es de procedencia flamenca, adscrito al taller de Rubens.
Abrazo ante la Puerta Dorada y San Juan Bautista |
San José y San Agustín |
Y en el mismo eje central, por encima del muro, se observa una Creación del mundo de Giovanni Lanfranco, amigo del escultor Giuliano Finelli y a quien Monterrey también habría conocido en Roma, y los blasones de los fundadores.
Detalle del ático con la Piedad de Ribera, el Crucificado y el resto de esculturas, los blasones y, por encima, la Creación del mundo de Giovanni Lanfranco |
Crucero del Evangelio |
Detalle del crucero del Evangelio, con el altar de Fanzago con el lienzo de San Genaro de Ribera al lado de una de las portadas de acceso al convento diseñada por Picchiatti |
Otro detalle del crucero del Evangelio con el atar de Fanzago con el San Agustín de Ribera bajo la Epifanía de Luciano Borzone |
Los tres cuadros de la nave son una Anunciación de Lanfranco, una Crucifixión de Francisco Bassano y una Virgen del Rosario entre Santo Domingo y San Antonio de Maximo Stanzione.
Crucifixión |
Anunciación |
Virgen del Rosario |
El púlpito, en el último tramo del muro de la Epístola, justo antes del crucero, es una tribuna de mármoles de colores en delicada intarsia apoyada sobre consolas, con los escudos de armas del fundador y tornavoz ricamente trabajado.
Púlpito de intarsia con mármoles polícromos |
Se divide en dos cuerpos. El primero se organiza mediante
tres calles con pilastras estriadas de orden corintio enmarcando grandes arcos
de medio punto en las laterales y con portada poligonal central.
El segundo cuerpo fue proyectado por fray Lorenzo de San
Nicolás en 1675, al tiempo que realizó las trazas para la nueva cúpula del
crucero, que había quedado arruinada después de la caída de un rayo. Solo presenta calle central con vano rectangular que ilumina el coro,
rematada por frontón y flanqueada por sendos aletones que se continúan con un
zócalo que recorre los laterales de la fachada rematado por bolas.
Fachada adelantada de la iglesia de las Agustinas |
Portada de la iglesia de las Agustinas |
Detalle de la calle central de la fachada, con una inscripción sobre la fundación |
Lamentablemente la clausura no puede visitarse. La fachada
del convento situada frente al palacio de Monterrey cuenta con dos
portadas, una de ingreso a la portería y otra que corresponde a la sacristía.
Ambas son iguales, con dos pilastras y cornisa sobre la que se abre una
hornacina con las esculturas de San Agustín y la Purísima respectivamente.
Detalle de la fachada del convento frente al palacio de Monterrey con la portada de la portería |
Portada de la Portería, con una escultura de San Agustín en la hornacina superior |
Imágenes ajenas:
(1) http://historiasdelcuartodeatras.blogspot.com.es/2013/02/maria-magdalena-estudio-social-de.html
(2) MARÍAS,
F., “Bartolomeo y Francesco Picchiatti, dos arquitectos al servicio de los
virreyes de Nápoles: las Agustinas de Salamanca y la escalera del Palacio
Real”, Anuario del Departamento de
Historia y Teoría del Arte, Universidad Autónoma de Madrid, nº 7-8,
1995-1996, pp. 177-195.
Fuentes:
ABAD, C., y MARTÍN ANSÓN, Mª L., “D. Melchor de Moscoso y
Sandoval († 1632) y Baltasar de Acevedo y Zúñiga († 1622), dos personajes de la
corte enterrados en el Monasterio de El Paular”. Archivo Español de
Arte, vol. 81, nº 323, julio-septiembre, 2008, pp. 271-290.
CASASECA, A. (Ed.), Jardines,
sitios y conjuntos históricos de la provincia de Salamanca, Salamanca,
Consorcio Salamanca 2002, 2002.
DOMBROWSKI, D., “Nápoles en España: Cosimo Fanzago,
Guiuliano Finelli, las esculturas del altar mayor en las Agustinas Descalzas de
Salamanca y un monumento funerario desaparecido”. Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, Universidad
Autónoma de Madrid, nº 7-8, 1995-1996, pp. 87-93.
FALCÓN, M., Salamanca artística y monumental ó
Descripción de sus principales monumentos, Salamanca, 1867.
GARCÍA HERNÁNDEZ, F. A., “Un lienzo de Luciano Borzone en la
iglesia de la Purísima Concepción de Salamanca”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, nº 61,
Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995, pp. 389-394.
MADRUGA REAL, A., Arquitectura
barroca salmantina. Las Agustinas de Monterrey, Salamanca, Centro de
Estudios Salmantinos, 1983.
MARÍAS, F., “Bartolomeo y Francesco Picchiatti, dos
arquitectos al servicio de los virreyes de Nápoles: las Agustinas de Salamanca
y la escalera del Palacio Real”, Anuario
del Departamento de Historia y Teoría del Arte, Universidad Autónoma de
Madrid, nº 7-8, 1995-1996, pp. 177-195.
RODRÍGUEZ G. de CEBALLOS, A. y NOVERO PLAZA, R., “La
representación del poder en monumentos funerarios del barroco español. Los
sepulcros de los condes de Monterrey en las Agustinas Descalzas de Salamanca”.
En CABAÑAS, M., LÓPEZ-YARTO, A. Y RINCÓN, W. (coord.), Arte, poder y sociedad en la España de los siglos XV a XX, 2008,
pp. 253-264.
http://www.evangelizarconelarte.com/cuadro-del-mes/mayo-2011-inmaculada-de-ribera-1635/
Comentarios
Enhorabuena
Un saludo.
Muy buen blog, gracias por un magnífico trabajo desinteresado.
Pero a medida que lo fuí leyendo, y viendo las detalladas fotos, me fue creciendo una duda... porque se dice que es gótica, aparte del casual uso del arco apuntado, los muros son casi ciegos, no hay bóvedas de piedra, ni arbotantes...
espero seguir disfrutando de este blog muchos años mas(tengo 80!)
Muchas gracias!!
¡Muchas gracias!
Reciba un cordial saludo,
Collette Keating