El monasterio de Santa María de Moreruela de Granja de Moreruela, en Zamora
Las imponentes ruinas de Santa María de Moreruela, en el
término municipal de Granja de Moreruela, provincia de Zamora, en la margen
izquierda del río Esla y al lado de la Vía de la Plata, son los restos
de una de las primeras fundaciones de la Orden del Císter de la Península
Ibérica.
Cabecera exterior de Moreruela |
Alzado de la cabecera de Moreruela. Se indica el nivel al que estaba el suelo antes de las restauraciones de fines del siglo XX (1) |
La primera referencia documental conocida de un monasterio de
Moreruela está en la “Vida de San Froilán” intercalada por Juan Diácono
aprovechando un hueco en el fol. 101 del Condex
biblicus legionensis de la catedral de León, una Biblia del siglo X que
copia otra conservada en el monasterio de Albares de la Ribera, y que dice que
el obispo Froilán, siguiendo el consejo de Alfonso III el Magno, fundó los
monasterios del Salvador de Tábara y de “Morerola” en la ribera del Esla.
Pero según estudios arqueológicos recientes, esta referencia, que no dice en qué margen del río se ubicó, podría tratarse de una fundación en Moreruela de Suso o Tábara, bajo la advocación de san Miguel Arcángel, en la margen derecha del Esla, que quedaría destruida en las campañas militares de Almanzor a fines del siglo X y sobre la que después se levantó la actual iglesia bajo la misma advocación.
Ruinas del claustro regular desde el locutorio, ubicado en la panda este |
Tras las razzias de Almanzor, la política de repoblamiento del
reino asturleonés en esta zona norte de la actual provincia de Zamora consistió
en la donación de territorios a la nobleza y la creación de una tupida red de
monasterios, entre los que hay autores que defienden que estaría Moreruela, ahora
sí en su actual enclave, como parece corroborar un documento de 1038, una
escritura del monasterio de San Antolín en el que se menciona el “monasterium
Morairola”, y del que se deduce que en estas fechas ya estaba en la margen
izquierda del Esla.
Dos documentos más del siglo XI, sendas donaciones al
monasterio de Santiago de Moreruela, siguen sin concretar en qué orilla. Es una
advocación no mencionada hasta ese momento pero que no resulta extraña teniendo
en cuenta que estaba justo en la encrucijada en la que el Camino jacobeo por la
Vía de la Plata se desgaja en el Camino mozárabe o sanabrés.
Moreruela en las rutas jacobeas (2) |
Lo que sí se deduce de estos documentos es que el cenobio
debía estar bien establecido en la zona y con gran riqueza agropecuaria, sin
que se sepa cuándo comenzaría su declive, quizá provocado por su competencia
con Sahagún.
Este declive podría explicar un vacío documental hasta 1143,
fecha de una concesión de Alfonso VII de León de la villa “desertam”, lo que
indica que estaría despoblada o, por lo menos, sin organizar, de Moreruela de
Frades, un nombre que parece implicar la presencia previa de frailes, a don Ponce Giraldo de Cabrera, príncipe
de Zamora, mayordomo de su corte y uno de sus nobles de mayor confianza, para
que construyera y mantuviera un monasterio y que lo entregara a los monjes Sancho y
Pedro, que vivían bajo la regla de San Benito.
En este punto hay autores que consideran que aquí Moreruela
ya se conformó bajo la reforma cisterciense, pues el que estuviera bajo regla
benedictina no lo contradice, y otros que piensan que la adscripción se produjo
casi veinte años después de la cesión de los bienes a Ponce, a fines de la
década de 1150, de ahí el cambio de advocación de Santiago a Santa María, la
típica del Císter, con una especial devoción a la Virgen, mediante Bula de
Alejandro III de 1163, y la presencia de monjes con nombres francos y del abad
Gualterio, quizá una prueba de la tradición de enviar doce monjes y un abad
procedentes de Claraval para cada nueva fundación. En este mismo sentido podría
interpretarse la inscripción “E MCC” encontrada en uno de los absidiolos de la
cabecera del templo que ha servido para datar el inicio de la construcción en 1162.
En cuanto a las circunstancias que llevaron a la adscripción
de Moreruela al Císter, hay autores que lo ponen en relación con el matrimonio
del conde don Ponce con doña María Fernández de Traba, hija de don Fernando
Pérez de Traba, introductor de los bernardos en el monasterio de Sobrado en
1142, casi unánimemente admitido como la primera fundación cisterciense en la
Península Ibérica.
La intención del Emperador Alfonso VII para la fundación de
un gran monasterio en este enclave parece clara, en relación con su
reconocimiento de Alfonso Enríquez como rey de Portugal y su necesidad de
proteger y poblar la frontera con ese nuevo reino. Así, al tiempo que comienzan
las obras, la nueva comunidad también inicia una colonización territorial del
entorno de la Tierra de Campos, lagunas de Villafáfila y Lampreana, la Sierra
de Culebra, Toro o Villalpando, incluso llegando hasta Salamanca y Bragança, gracias
a importantes donaciones del propio Alfonso VII y su sucesores, del fundador y
sus descendientes, de otros nobles, de compras de los propios monjes, cambios
de bienes y derechos… una colonización al servicio de la corona que incluía
labores de control y ordenación del territorio y de las comunidades campesinas.
Los reyes también cedían sus privilegios de inmunidad y
jurisdicción, con el abad convertido en señor absoluto, titular del ejercicio
de la justicia, administración y fiscalidad en el dominio, que estaba exento de
actuaciones jurídicas ajenas.
La vida del monasterio siguió su curso, con reformas y
nuevas edificaciones prolongadas hasta comienzos del siglo XIX, cuando
empezaron a ser interrumpidas por las sucesivas leyes desamortizadoras de este
convulso periodo que comenzaron ya durante el reinado de José I
tras la invasión francesa y que culminaron en 1836 con la definitiva supresión
de las órdenes regulares, cuando la comunidad, en ese momento compuesta por
unos cincuenta monjes, la mitad de ellos establecidos en el monasterio y el
resto in itinere estudiando o
atendiendo parroquias o prioratos, fue forzada a abandonar el monasterio y se
produjo la desamortización completa de sus bienes patrimoniales, que fueron
adquiridos por particulares en pública subasta.
Con el abandono del conjunto, los nuevos propietarios
empezaron a explotar el monasterio como cantera para construcciones en la zona,
como puede observarse en la iglesia del vecino pueblo de la Granja de
Moreruela.
El monasterio a comienzos del siglo XX (4) |
Y aunque en 1931 fue declarado Monumento Histórico
Artístico, el expolio persistió hasta que en 1981 el Ministerio de Cultura
inició expropiaciones forzosas que culminaron en 1995, cuando se le nombró
conjunto protegido de la Junta de Castilla y León,
iniciándose intervenciones de consolidación que han culminado hace pocos años.
Apartado de cualquier núcleo poblacional, según la observancia
benedictina, las ruinas hoy conservadas nos muestran un modelo arquitectónico
basado en el de Cluny adaptado al Císter que indican que tuvo un periodo inicial
románico que fue evolucionando hacia el primer gótico, siguiendo las
directrices constructivas dictadas en Capítulo General, tanto en relación con
la estructura como con la decoración, sin escultura y con paredes de piedra
vista o enlucidas en blanco, sin pinturas ni vidrieras, contrastando
fuertemente con la riqueza ornamental cluniacense.
Alzado de la fachada sur de las ruinas de la iglesia (1) |
Sección longitudinal de las ruinas de la iglesia (1) |
La iglesia se
construyó con grandes sillares de piedra cuarcítica procedente de las
estribaciones de la Sierra de la Culebra y llama la atención las numerosas y variadas
marcas de cantero que se localizan en todos sus muros.
Reconstrucción virtual de la nave central de la iglesia desde los pies, con la capilla mayor al fondo (5) |
Transcripción de muchas de las marcas de cantero y otros símbolos grabados en las piedras de Moreruela en un folio que me enseñó el guarda del monumento, Antonio, al que desde aquí doy las gracias |
Una de las abundantes marcas de cantería de Moreruela |
También son abundantes los grafitis contemporáneos, algunos
incluso se han prestado a confusión, como uno arquitectónico en el exterior del
absidiolo central de la cabecera que da la sensación de ser un planteo
medieval, aunque está comprobado que no es así.
Grafitis contemporáneos en Moreruela |
Grafiti que parece reproducir un planteo medieval en el exterior del ábsidiolo central de la cabecera de la iglesia |
La iglesia se adscribe al románico aunque con elementos de
transición al gótico, como las bóvedas de ojiva. La espadaña que todavía
conserva es un añadido del siglo XVIII, pues el Císter no presenta ni torres ni
campanarios.
Maqueta de la iglesia de Santa María de Moreruela en el Museo de Zamora |
Se cree, como parece corroborar la inscripción mencionada en
uno de los absidiolos, que las obras se iniciaron en 1162 comenzando por la
cabecera, como era habitual, convertida en el testimonio más antiguo conservado del Císter de
cabecera con girola y capilla radiales salientes hacia el exterior, aplicación
de un modelo ensayado apenas diez años antes en la iglesia de Claraval pero que
hoy no se conserva.
La capilla mayor abre a la nave central mediante arco de
triunfo de medio punto doblado y se organiza con ocho columnas sobre plinto
corrido que soportan arcos ligeramente apuntados en la parte circular y de
medio punto en los tramos rectos del ábside, ventanas que repiten el esquema de
la girola pero más grandes, con arquivoltas baquetonadas semicirculares sobre
columnas de capiteles lisos, y cubierta de medio cañón para el presbiterio
rectangular y remate en bóveda de horno con nervios de refuerzo recogidos en
haces de tres columnas apoyados sobre ménsulas vegetales, un conjunto en el que
destaca ya una verticalidad que está remitiendo al gótico.
Estado de la iglesia a comienzos del siglo XX (4) |
La cabecera en la actualidad, con la ruina consolidada |
Cubierta de la capilla mayor |
Detalle de la capilla mayor |
La girola está iluminada mediante ventanas de medio punto de
arquivolta baquetonada y sus tramos van cubiertos con bóvedas cuadradas de
gruesas nervaduras en la zona recta del presbiterio y trapezoidales en la parte
circular.
Cubierta de la girola |
Finalmente, los siete absidiolos radiales, que responden a
la necesidad de ubicar abundantes altares ante la obligación de oficiar misas diarias a cada uno de los monjes-sacerdotes y al creciente número de
estos, abren a la girola mediante arcos de medio punto sobre columnas, están
iluminados mediante un vano de medio punto muy abocinado y se cubren con bóveda de horno.
El exterior de la cabecera es una de las imágenes más
conocidas del monasterio. Muestra los tres niveles en altura y su aspecto es
fruto de las intervenciones de fines del siglo XX en las que se eliminaron
algunos elementos incorporados en otra intervención de la década de 1970 que
estaban alterando la estructura de la piedra y con coeficientes de dilatación
diferentes que provocaban fisuras en los muros, se rebajó el terreno recrecido
casi un metro para controlar las humedades en el interior y se construyó una
cubierta de cerámica.
Detalle de las tres alturas de la cabecera |
Las excavaciones arqueológicas en la década de 1980
informaron de que en el interior del templo se estuvieron haciendo
enterramientos hasta época de Carlos III. Se sabe que allí fueron sepultados varios
miembros de la familia de los fundadores, por lo menos, durante cuatro
generaciones más, adoptándose características de incipiente panteón familiar, forma
de preservar la memoria de la familia. En ese sentido, don Fernán Pérez Ponce
de León, bisnieto del fundador y nieto de Alfonso IX de León, y su esposa, doña
Urraca Gutiérrez de Meneses, estuvieron enterrados en un sepulcro en el lado
del Evangelio de la capilla mayor, el ámbito más sagrado.
Ruinas de la iglesia de Santa María de Moreruela |
El cuerpo de la iglesia muestra una planta muy alargada de
cruz latina con tres naves de nueve tramos y crucero muy pronunciado. Sólo
están en pie los muros laterales, muy modificados, y los basamentos de grandes
pilares cruciformes, que se cree que soportaban una bóveda de cañón apuntado en
la nave central y crucería en las laterales. En las reformas del siglo XVI se
cree que se añadió un andito sobre las naves laterales y un coro alto a los
pies del templo.
Resto de uno de los pilares |
En el muro de la Epístola se observan los restos de una
galería de ladrillo a modo de mirador o loggia
abierta al paisaje circundante, también añadida en el siglo XVI.
La iglesia desde la cabecera, con el muro de la Epístola y los restos de la loggia del siglo XVI a la izquierda |
En el del Evangelio hay dos puertas. La de los monjes de
coro, que eran de origen noble, debían tener cierto nivel de estudios, pudiendo
estar o no ordenados sacerdotes, se sitúa en el último tramo antes del crucero.
Puerta de los monjes desde la iglesia |
La destinada a los conversos, hermanos legos, laicos de
origen burgués o campesino, iletrados y que trabajaban en labores agropecuarias
y otras tareas manuales dentro del monasterio y en sus granjas, es la más
cercana a los pies. La tercera puerta, a los pies, era la de la feligresía que acudía a los oficios, con una reja entre los
tramos quinto y sexto que separaba el ámbito público del reservado a la comunidad monástica.
El transepto de la Epístola solo conserva el muro oeste y el
hastial, con un óculo superior y la portada de difuntos, de salida al
cementerio, pues los monjes Císter no solían enterrarse en las iglesias sino en
camposantos junto a la cabecera. La portada al exterior está conformada por arquivoltas de
medio punto de baquetones y escocias sobre columnas con capiteles vegetales en
las que los fustes han desaparecido.
En cuanto al transpeto del Evangelio, está en mejor estado, con un abovedamiento de medio cañón apuntado con arcos fajones de refuerzo.
En cuanto al transpeto del Evangelio, está en mejor estado, con un abovedamiento de medio cañón apuntado con arcos fajones de refuerzo.
Exterior del transepto de la Epístola |
Detalle de la Portada de difuntos |
Plano del monasterio en época medieval (5). Las indicaciones son mías |
La sacristía
estaba adosada al transepto del Evangelio, en la crujía este del claustro.
El claustro regular,
centro de la vida monacal, empezaría a levantarse al mismo tiempo que el templo, adosado a la nave del Evangelio. Aunque lo habitual en los monasterios Císter
es que estuviera en la zona sur, la más soleada, en este caso está al otro lado, quizá para facilitar el aprovisionamiento de agua, tan necesaria para la vida
del monasterio.
Ruinas del claustro regular desde la puerta de monjes |
Presenta planta cuadrangular y está comunicado con la
iglesia por las dos puertas que ya he mencionado para monjes y conversos.
Puerta de monjes de acceso a la iglesia desde el claustro, de triple arquivolta de medio punto sobre capiteles vegetales muy deteriorados |
Se cree que en época medieval se abriría al jardín mediante
una arquería y la cubierta sería de madera. No se han localizado los restos de
la habitual fuente de los claustros cistercienses.
En la crujía este, en perpendicular al eje de la
iglesia, se ubicaban la llamada escalera de día, de acceso al dormitorio de monjes, la sala
capitular, la puerta hacia la huerta y la sala de monjes.
El claustro regular desde el ángulo noroeste, con las ruinas de la iglesia a la derecha y la recreación de la sala capitular, con un vano central y dos laterales, al fondo |
La sala capitular
era el espacio más importante del monasterio después de la iglesia, donde se
leían capítulos de la Regla y el abad impartía justicia. También acogía
importantes enterramientos, y en este sentido, en el testero norte se conserva
una inscripción que documenta el de un gran señor de comienzos del siglo XIII y
de su hijo: Hic iacet Pelagius Tabladelli et hic filius eius Petrus Pelagii.
Detalle de la inscripción que documenta un enterramiento de comienzos del siglo XIII en la sala capitular |
Es una sala de planta cuadrada con cuatro pilares centrales
que soportan una cubierta de bóvedas de ojiva con gruesos nervios recogidos por
ménsulas en los muros. La iluminación provenía de la portada central y las
ventanas laterales abiertas a la panda este del claustro y de tres ventanas de
medio punto baquetonadas en el muro opuesto.
La sala capitular a comienzos del siglo XX (4) |
Ventanas baquetonadas del muro este de la sala capitular |
La mitad hacia el claustro estaba desplomada y en las
restauraciones de la década de 1990 se optó por recrear la cubierta mediante un
encofrado de hormigón que imita el ritmo espacial de las bóvedas originales
aunque distinguiéndose de lo conservado.
Detalle de la cubierta de la sala capitular. A la derecha están las bóvedas originales y a la izquierda se ve el encofrado reconstruido |
Una de las bóvedas originales de la sala capitular |
En esta misma panda también estaban la sacristía, el armaliorum,
después convertido en arcosolios de enterramiento, y el locutorio, de planta rectangular y con cubierta de bóveda de cañón
y el único ámbito en un monasterio cisterciense en el que se podía hablar,
utilizado para organizar el trabajo diario de los monjes.
La sala de monjes,
donde estos realizaban trabajos colectivos, está en la esquina noreste del
claustro en una cota inferior al resto del monasterio, obra de fines del siglo
XII y la dependencia mejor conservada del conjunto.
Sala de monjes |
Es de planta rectangular dividida en dos naves mediante
enormes pilares con cuatro semicolumnas adosadas que reciben arcos formeros
apuntados en sentido longitudinal y de medio punto en el transversal, y entre
los que se desarrollan las bóvedas de horno de la cubierta, en su momento
revestidas con mortero de cal.
Detalle de la cubierta de la sala de monjes |
Se ilumina mediante vanos de medio punto abocinados en el
muro este y en tiempos medievales tenía tres puertas más a un patio interior, a
las letrinas y al calefactorium, pero tras las restauraciones de fines del
siglo XX fueron tapiadas, dejando el espacio desvirtuado. Además, con las
modificaciones de la vida monástica a lo largo de la vida del convento
posiblemente tuvo otros usos, quizá hasta de simple almacén, dada su proximidad
a la crujía norte, con la cocina o los refectorios.
La segunda planta de la crujía este era dormitorio de los monjes, comunicado con el claustro mediante la mencionada
escalera de día y con la iglesia a través de la escalera de maitines, utilizada
para acceder al templo para el primer rezo de la jornada, y de la que todavía
se conserva, abierta al crucero del Evangelio, un vano de medio punto y algunos
escalones.
En la panda norte estaban los espacios domésticos, con el calefactorium, el refectorio
de monjes, la cocina, un horno de pan, el locutorio de conversos y el refectorio
de conversos. Su aspecto medieval quedó completamente desvirtuado en las
transformaciones de los siglos XVI y XVII, cuando varios de estos ámbitos se
subieron al segundo piso, hoy desplomado, por lo que tampoco se sabe mucho de
ellos.
La panda oeste, donde se conservan varios arcosolios
funerarios, estaba destinada a los conversos, con una atarjea que recogía el agua para el monasterio, la cilla y el llamado pasaje de conversos, desde donde se accedía a la hospedería. En la segunda planta estaba
el dormitorio de conversos.
Arcosolios de la panda oeste del claustro regular, con el acceso al claustro de la hospedería a la derecha |
La primera referencia documental conservada de la hospedería
de Moreruela es de 1252, cuando se la denominaba “hostal”. Una de las funciones
de los monjes era dar habitación a cualquier viajero o peregrino que así lo
solicitara, tanto religioso como seglar, y el monasterio estaba en plena ruta
jacobea, por lo que su actividad en ese sentido debía ser grande.
A partir de la incorporación del monasterio, a fines del
siglo XV, a la Congregación de San Bernardo de Castilla o Regular Observancia
de Castilla, el claustro regular empezó a experimentar profundas
transformaciones.
Maqueta del monasterio como se cree que sería en la Edad Moderna en el Centro de Interpretación del Císter en Granja de Moreruela |
Pasaje entre los contrafuertes de la fachada norte del claustro regular |
A continuación de la panda este hacia el norte se añadieron
una bodega y un almacén de grano. Se remodeló toda la segunda planta de esa
misma panda compartimentando el antiguo dormitorio de monjes medieval y creando
una nueva sala capitular, un calefactorio, varios dormitorios individuales, quizá
destinados al cillerero y otros altos rangos del convento, una letrina y una
librería, alojada sobre los nuevos almacenes de la planta baja.
Ruinas de la librería del siglo XVII en la segunda planta de la crujía este |
Zona del dormitorio de monjes medieval, que en el siglo XVII se remodeló compartimentándolo en espacios habitacionales individuales |
En la crujía norte se ubicaron un horno de pan y una nueva
cocina y se añadió un piso alto para varias dependencias, entre ellas un nuevo
refectorio. En cuanto a la panda oeste, desapareció el pabellón de conversos,
donde se ubicó una escalera principal de subida a la también incorporada
segunda planta en ese ala.
En el siglo XVII se añadió el llamado dormitorio de novicios, una gran ala de planta muy estrecha y
alargada en perpendicular a la crujía este del claustro regular que acogió una
nueva sacristía con acceso desde la antigua, una panera, las cuadras, un
dormitorio para los carreteros… y dos escaleras de acceso a la planta superior,
con las celdas de los monjes, el dormitorio de novicios, un calefactorio…
Antigua zona de huerta desde las ruinas de la librería, en la esquina noreste del claustro, con el dormitorio de novicios al fondo |
Finalmente, también se construyó un nuevo claustro adosado a
la panda oeste del anterior, con obras que se prolongaron hasta el siglo XIX y
del que, lamentablemente, poco queda, apenas conservándose los muros
perimetrales y un pabellón hoy convertido en espacio de recepción del visitante.
Parte rehabilitada en el claustro de la Hospedería como espacio de recepción del visitante |
Se conoció como claustro
de la Hospedería pero también contaba con la portería, las habitaciones
del abad, la cillerería, la
enfermería o la botica, que daba
servicio a todas las poblaciones de alrededor.
Ruinas del claustro de la Hospedería. Al fondo todavía se ve el arranque de alguno de los arcos que formaban las pandas del mismo |
Otros MONASTERIOS en Viajar con el Arte:
San
Juan de los Reyes de Toledo
San Benito el Real de Valladolid
San
Martiño Pinario en Santiago de Compostela
Convento de las Bernardas de Alcalá
de Henares, en Madrid
Santa
María del Paular en Rascafría, de Madrid
Santo
Tomás de Ávila
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María del Parral de Segovia
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Convento
da Madre de Deus, hoy Museu Nacional do Azulejo en Lisboa
Santa Maria da Vitória de Batalha
Santa-Clara-a-Velha de Coímbra
Santa Cruz de Coímbra
Santa María de Celas de Coímbra
Santa María de Alcobaça
Basilica
dei Santi Giovanni e Paolo de Venecia
Basilica di Santa Maria Gloriosa dei Frari de
Venecia
Monasterio
de San Michele in Isola de Venecia
San
Giorgio Maggiore de Venecia
Referencias:
(1) Planoteca IPCE
(2) VV.AA., Camino de
Santiago. Guía de los caminos históricos, Junta de Castilla y León, 2010.
(5) CAMPANO, J. L., El
monasterio de Santa María de Moreruela. Análisis de la patología de los muros y
bóvedas de la iglesia. Tesis doctoral presentada en la UPM, 2012.
Fuentes:
ALFONSO, I., La
colonización cisterciense en la meseta del Duero. El dominio de Moreruela
(siglos XII-XIV), Zamora, 1986.
ALFONSO, I., “Moreruela revisitada: viejos documentos,
nuevos interrogantes”. En LARRÉN, H. (Coord.), Moreruela, un monasterio en la historia del Císter, Salamanca,
Junta de Castilla y León, 2008, pp. 57-77.
ALONSO, R., “Los promotores de la Orden del Císter en los
reinos de Castilla y León: familias aristocráticas y damas nobles”. Anuario de Estudios Medievales, 37/2,
julio-diciembre 2007, pp. 653-710.
BALADO, A. y ESCRIBANO, C., Guía del Císter en Castilla y León, Valladolid, Junta de Castilla y
León, 2010.
BUENO, Mª L., “Espacios de espiritualidad. El monasterio de
Moreruela”. Hispania Sacra, vol, 59,
nº 119, 2007, pp. 35-50.
CALDERÓN, I., “El impulso nobiliario y la expansión del
Císter en el reino de León. La parentela de Ponce de Cabrera en los monasterios
de Santa María de Moreruela y San Esteban de Nogales”. Medievalismo, nº 18,
2008, pp. 341-374.
CAMPANO, J. L., El
monasterio de Santa María de Moreruela. Análisis de la patología de los muros y
bóvedas de la iglesia. Tesis doctoral presentada en la UPM, 2012.
Comentarios
Se te ha echado de menos este mes. Aunque a mí me ha servido para ponerme al día con tu blog y redescubrir Venecia (al final casi me estás convenciendo para que vuelva).
Qué decir de tu post. ¡Me ha encantado! Estuve en Moreruela hace años (con mi perro que disfrutó, por decirlo de alguna manera, su primera visita cultural :-D) y, chica, la ignorancia es atrevida, pero no fui capaz de ver, más bien imaginar, todo lo que describes. Es fascinante. Qué pena que estos monumentos se echen a perder... Estoy leyendo este libro y, gensanta, qué poco valor hemos dado a nuestro ingente patrimonio artístico. Para ver claustros tendremos que ir a Miami, por ejemplo.
Otra cosa que tengo que agradecerte es lo de la Biblia Vimara. De veras que dentro de todos los ¡ay, la leche! que he pronunciado leyendo "Viajar con el Arte" este ha sido el más sonoro. Albares de la Ribera es el pueblo de origen de mi familia política y, créeme, jamás de los jamases hubiera imaginado que allí (¡¡¡si está todo arrasado por el ladrillo y el PVC!!!) había un monasterio con un scriptorium del que salió semejante maravilla. Otra constatación más de lo poco que hemos apreciado lo nuestro desde siempre.
Ya, ya, que se me va la tecla. Pues eso, Sira, que gracias por alegrarnos la depre postvacacional. Beeeeeeesos.
M.
Pdt: Vete a Venecia en cuanto puedas (ni verano ni semana santa, por favor), que la vas a disfrutar de verdad. Lo sé seguro.
En esto último mi placer es casi orgiástico...
Sobresaliente Cum Laude para esta entrada, Sira.
Deberías ser académica de la de Historia, de la de Bellas Artes y de la de San Quirce.