El Colegio Imperial de la Compañía de Jesús en Madrid y su iglesia, hoy colegiata de san Isidro
Los orígenes de la primera fundación de la Compañía de Jesús
en Madrid comenzaron en 1558 cuando don Gómez III Suárez de Figueroa y Córdoba,
V conde y I duque de Feria, a instancias del padre jesuita Pedro de
Rivadeneyra, uno de los más allegados a san Ignacio de Loyola, sabiendo ya que
Felipe II tenía previsto ubicar una Corte permanente en Madrid, decidió que dicha fundación era
una prioridad y acudió a la ayuda de la noble portuguesa doña Leonor
Mascarenhas, dama de la emperatriz doña Isabel, aya de Felipe II, que había conocido
en persona al propio Ignacio de Loyola en Valladolid, para que cediera a la
Orden unos terrenos cercanos a la puerta del Balnadú que sólo un año antes
había adquirido a don Bernardino de Mendoza buscando fijar allí su residencia y
establecer una fundación religiosa.
Colegiata de san Isidro en la actualidad |
Pero este primer intento fracasó, se cree que por la propia oposición de Felipe II al considerar que el lugar estaba demasiado cercano al Alcázar y la fundación entorpecería el proyecto de ampliación que tenía previsto en su propia residencia regia.
Hubo que esperar tres años para que la propia doña Leonor
adquiriera otra propiedad en pleno centro de la ciudad, en la colación de San
Justo, a espaldas del monasterio de la Concepción Jerónima, hoy desaparecido,
que de nuevo cedió a los jesuitas.
Así, entre 1560 y 1567 se erigió una iglesia, puesta bajo la
advocación de san Pedro y san Pablo.
Con trazas del padre Bartolomé de Bustamante, sería de planta rectangular de
una sola nave con una pequeña capilla dedicada a san Ignacio. A continuación, y
bajo la dirección del arquitecto jesuita Juan García, se levantó la Casa de los
monjes, desde donde ya empezaron a impartir clases a los primeros alumnos y que quedó terminada en 1581.
Pero a partir de 1590, y dada la evidente falta de una
infraestructura educativa acorde con el nivel que había adquirido Madrid
como corte de un Imperio, sería el propio san Francisco
Javier, el que empezaría a pensar en la necesidad de crear un colegio en sí con un
templo más grande, para lo que fue necesario ir comprando distintas casas y
huertas aledañas.
Aunque al principio los jesuitas se enfrentaron a la
oposición del propio Ayuntamiento, que consideraba que ese nuevo colegio jesuita iba a entrar en competencia con los Estudios de la Villa, instaurados en 1346 y dependientes del propio
concejo, la influencia que la Compañía tenía en ese momento obligó al
consistorio a tener que ceder e incluso a aceptar que pocos años después dichos
Estudios fueran absorbidos por la nueva fundación.
El edificio específico para colegio empezó
a levantarse en 1596 siguiendo trazas del arquitecto Francisco de Mora. Pero la construcción del vasto complejo en el que terminó
convirtiéndose el conjunto atravesó por serias dificultades por falta de presupuesto hasta la muerte, en 1603, de la emperatriz doña María de Austria,
esposa de Maximiliano II e hija de Carlos V, retirada tras su viudedad en el
convento de las Descalzas de Madrid, que aceptó el patronato de la institución jesuita y le dejó
en herencia gran parte de sus bienes, incluyendo unos
terrenos anexos al primitivo edificio en la calle Toledo que permitieron la
erección, tras la demolición parcial del antiguo complejo, de otro colegio de
nueva planta que adquirió la denominación de “Imperial” en honor a su patrona y que terminó por convertirse en el establecimiento docente jesuita más importante de
España, ofreciendo los estudios de Gramática, Retórica y Teología y contando
entre sus estudiantes a Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de
Quevedo o los hijos de las familias más ilustres de la Corte.
Juan Pantoja de la Cruz. La emperatriz doña María de Austria, ha. 1600. Convento de las Descalzas Reales, Madrid (1) |
La solemne ceremonia de colocación de la primera piedra de
la iglesia tuvo lugar, con la asistencia
del propio Felipe IV y toda la corte, en 1622, poniéndose bajo la advocación de
san Francisco Javier, canonizado ese mismo año por el papa Gregorio XV junto a
san Ignacio de Loyola, los dos fundadores de la Compañía.
El arquitecto jesuita
Pedro Sánchez, autor de las trazas, dirigió la obra y llegó hasta la
cornisa al tiempo que trabajaba en el Colegio de san Ildefonso de Toledo
y el Noviciado de Madrid, sucedido a su muerte, en 1633, por uno de sus
discípulos, el también jesuita Francisco
Bautista (al que ya conocemos en Viajar
con el Arte por ser el autor del tabernáculo del ábside de las Bernardas de
Alcalá de Henares), que culminó el alzado, la cúpula, las cubiertas y
la fachada en 1643. Él también fue quien se encargó de rematar la iglesia de
la Compañía en Toledo iniciada por su maestro.
En 1646 el padre Ignacio Raeth comenzó la decoración
interior del templo con la pintura al fresco en las pechinas y los plementos de
la media naranja. Después se instalan las vidrieras en todas las ventanas, se
construye la Capilla Mayor, se pavimentan las capillas laterales y las
tribunas, se coloca la rejería… y en 1651 el nuncio apostólico de la Santa Sede
en la Corte, Giulio Rospigliosi, futuro Clemente IX, preside la solemne
ceremonia de consagración.
En años sucesivos se construyó la capilla del Buen Consejo,
se transformó la primitiva iglesia de los santos Pedro y Pablo en sacristía, se
finalizó la capilla del Cristo de los Dolores…
En cuanto al colegio,
la enorme influencia en el mundo docente que empezó a ejercer la Compañía
despertó la oposición de las universidades de Salamanca, Valladolid y, sobre
todo, Alcalá, a la creación de un centro universitario en Madrid. Así, aunque
en 1625 los jesuitas aceptaron la propuesta del propio Felipe IV para fundar
unos Estudios Reales con carácter de
superiores, creyendo necesario un centro de docencia jesuítico en el que se
formaran los hijos de la nobleza, y del Conde-Duque de Olivares, que buscó
convertirlos en la Universidad que creía que la ciudad necesitaba después de que
Madrid recuperara su capitalidad respecto de Valladolid tras el reinado de
Felipe III, estos Estudios no fueron acompañados del derecho a otorgar títulos
oficiales, obligando a sus alumnos a terminar marchando a una de sus tres
rivales para poder obtenerlo.
El plan quedó establecido con estudios menores de gramática
latina y estudios mayores compuestos por diecisiete cátedras: erudición,
griego, hebreo, caldeo y siríaco, historia cronológica, súmulas y lógica,
filosofía natural, metafísica, dos de matemáticas, ética, políticas y
económicas, “de re militari”, historia natural, “sectas, opiniones y pareceres
de los antiguos filósofos acerca de todas las materias de filosofía moral y natural”,
teología moral y casos de conciencia y Sagradas Escrituras.
Según el plano de Texeira de 1656, la iglesia se destaca
como una majestuosa construcción dentro del entramado urbano de la ciudad y las
torres muestran un remate copulado cuya construcción no ha podido constatarse
documentalmente. En cuanto al resto de edificios de la Compañía con las aulas
para la enseñanza, no se sabe hasta qué punto el plano podría ser fiable.
Muestra un cuerpo edificado adosado al muro sur de la iglesia que podría corresponder
al denominado Cuarto Viejo, las primeras estancias de habitación del primitivo
convento de los santos Pedro y Pablo, y un gran vacío ajardinado tras el ala
construida en la calle del Estudio, a la que parece adosado un volumen que
podría corresponder a lo que después se convirtió en capilla de la Concepción,
aunque aparece girado 90 grados en relación con la actual, y de la que hablaré
cuando nos detengamos en las estancias conservadas de la parte dedicada a
colegio.
Detalle de la Topographia de la Villa de Madrid de Pedro de Texeira de 1656 con el Colegio Imperial en esas fechas resaltado en negro, cuando todavía no se ha construido el Patio Principal (2) |
La construcción del nuevo
Colegio en torno a un patio principal
y a otros secundarios, tuvo lugar durante el reinado de Carlos II, a fines de
la década de 1670, según trazas de Melchor
de Bueras, quedando así culminado el dilatado proceso de construcción del
conjunto.
Patio Principal del Colegio, con la cúpula de la iglesia al fondo |
Pero aunque en el siglo XVIII la Compañía se había
convertido en la Orden más influyente y mejor organizada de España, su
monopolio docente y su ferviente antirregalismo no hizo más que
aumentar sus enemigos, una situación que en 1767 desembocó en su expulsión de
todos los territorios de la corona española y la expropiación de todos sus
bienes decretada por Carlos III, en línea con la corriente antijesuítica generalizada
que recorría todas las cortes ilustradas europeas. El edificio se dividió en
tres partes: iglesia, zona de viviendas y colegio.
Reconstrucción en plano basada en la Planimetría General de Madrid de 1762 de cómo sería el Colegio Imperial en su conjunto antes de la expulsión de los jesuitas (3). Las indicaciones son mías |
Alzado de la fachada de la iglesia y del colegio (4) |
En 1769 Carlos III decidió trasladar a la iglesia, desde la
parroquia de San Andrés, quizá intentando borrar la presencia de los jesuitas,
los restos de san Isidro Labrador, el patrón de la ciudad, y de su esposa,
santa María de la Cabeza. El arquitecto Ventura Rodríguez proyectó un nuevo
presbiterio en el que acoger los restos de los dos santos y un nuevo retablo
mayor, aunque hoy solo se conoce mediante pinturas y grabados antiguos porque
quedó muy dañado durante la Guerra Civil.
El templo pasó a ser parroquia pero reteniendo el título
de Capilla Real que le había sido concedido en el reinado de Felipe IV, y una bula de Pío VI de 1788 transformó a sus capellanes en canónigos con iguales prerrogativas que los
de una iglesia catedral, y aunque dicha bula no convirtió al templo en
colegiata, lo cierto es que, por el hecho de contar con un cabildo, terminó
denominándose “Real Colegiata de San Isidro”.
Durante el primer tercio del siglo XIX, los canónigos se
suprimieron y restablecieron dependiendo del regreso o la expulsión de los
jesuitas de San Isidro durante ese periodo tan complicado de la Historia de
España. Pero con la expropiación definitiva tras la desamortización de 1836-37,
como la Real Capilla nunca había sido disuelta, los capellanes en San Isidro reclamaron
y obtuvieron, dado que la bula de Pío VI no había sido derogada, el uso de su
condición de canónigos. El Colegio se convirtió en sede de los Reales Estudios Superiores de San Isidro.
En aquella convulsa primera mitad del siglo XIX también se
decidió el cierre de varias universidades consideradas obsoletas. Una de ellas
fue la Universidad de Alcalá, que por Real
Decreto de Isabel II de 1836 se estableció su desmantelamiento mediante la
integración de sus rentas y profesorado en la recién creada Universidad Central de Madrid, germen de la Universidad Complutense, que incluso terminará adoptando el nombre de la de Alcalá, y que a falta de
infraestructuras propias, comenzó utilizando varios edificios entre los que se
encontró el antiguo Colegio Imperial, donde quedaron instaladas la Facultad de
Filosofía y Letras, la Escuela de Arquitectura, la de Artes y Oficios y la de
Diplomática.
Manzana del colegio con la iglesia en 1860 (3) |
En 1885 otra bula creó la Diócesis de Madrid-Alcalá y fue
precisamente este documento que convirtió a San Isidro en su catedral el que “oficializó”
la denominación al referirse a la misma como “Colegiata”. Lo que en realidad hizo
dicha bula fue transformar en cabildo catedralicio el cabildo de capellanes con
el título de canónigos ya existente, que permaneció en San Isidro hasta el fin de las obras de Nuestra Señora la Real de la Almudena, trasladándose a la catedral definitiva de la diócesis de Madrid en 1993, cuando San Isidro se queda sin cabildo pero
recupera, sólo a efectos honoríficos, el título de “Colegiata” que, en
realidad, nunca tuvo de derecho.
Procesión del Corpus en 1915 en el momento de la salida desde San Isidro cuando el templo ejercía funciones de catedral (6) |
En 1936, al estallar la Guerra Civil, un incendio había afectado gravemente al templo destruyendo gran parte de los retablos de las capillas y
la mayoría de las cubiertas terminaron por hundirse, siendo reconstruidas por
el arquitecto Javier Barroso en la posguerra, que también decidió culminar las
torres de la fachada que habían quedado en su día inacabadas. La iglesia fue declarada bien de Interés Cultural con
categoría de Monumento en 1995.
En cuanto a la parte del colegio, cuando las facultades de
la Universidad encontraron nuevo acomodo, se convirtió en Instituto de Segunda Enseñanza San Isidro, el primero de esta
categoría en la capital junto con el Cardenal Cisneros, y que todavía sigue
activo. Pero en la década de 1960 el edificio experimentó una profunda reforma
en la que sólo se conservaron la fachada, el patio, que puede visitarse por el buen hacer del portero del instituto (aprovecho la ocasión para darle las gracias por su amabilidad), y la
escalera imperial, cerrada a las visitas.
La fachada de la
iglesia está realizada en piedra berroqueña y cuenta con un único cuerpo,
dividido en tres calles por cuatro semicolumnas gigantes de orden corintio que sustentan una potente cornisa rematada por una balaustrada, todo ello enmarcado por los cuerpos bajos de las torres, definidos mediante pilastras del
mismo orden. Las torres son de planta cuadrada y ya he comentado que no
quedaron concluidas hasta la década de 1960, cuando los primitivos tejados a dos
aguas fueron sustituidos por las cúpulas que lucen en la actualidad.
Exterior en la actualidad |
Postal de la década de 1920 de la calle Toledo desde la Plaza Mayor, con la iglesia al fondo. Las torres todavía presentaban cubierta a dos aguas (5) |
Desde la fachada se accede, mediante una escalinata, a tres
grandes vanos que ocupan cada una de las calles, el central más alto y rematado
por arco de medio punto, y los laterales, adintelados. Están cerrados por
sendas rejas conservadas desde el siglo XVII y la central luce el escudo
imperial de doña María de Austria.
Cuerpo central de la fachada de la iglesia |
Sobre el vano central se ubica una hornacina con las
esculturas de los santos Isidro y María de la Cabeza, obra de Juan Pascual de
Mena, aunque reconstruidas después de los sucesos de 1936. Sobre las puertas
laterales se ubican, sucesivamente, una hornacina adintelada y un balcón,
correspondiéndose en las torres a dos ventanas y un balcón.
Hornacina con los santos Isidro y María de la Cabeza |
Las puertas abren a un atrio, una excepción en las iglesias
jesuíticas, que responde a la necesidad de aislar el interior del ruido de la
calle Toledo, una de las más transitadas de la ciudad desde sus inicios, y a la de dar cabida a los criados, que se quedaban fuera.
En cuanto al interior,
Pedro Sánchez siguió el modelo de la
iglesia del Gesù en Roma para erigir
un templo monumental dedicado a la predicación y a la congregación masiva de la
Corte, el más grande que tuvo Madrid durante el Antiguo Régimen, con planta de
cruz latina, de nave única, espacio que busca concentrar la atención de la
feligresía durante los oficios, capillas laterales conectadas entre sí para dar
cabida a patronatos privados y fundaciones de misas, fuente de ingresos para la
orden, sin alterar los oficios realizados en la nave, transepto y crucero
cubierto con cúpula.
Nave de la iglesia |
Pero la alternancia en la nave de tramos anchos y estrechos dieron
lugar a capillas laterales alternas de dos tamaños diferentes, y otra de sus
características es la singularización de las capillas centrales, la del Buen Consejo y la del
Cristo, esta última con mayor desarrollo en profundidad mediante la adición de
un ámbito con planta de cruz griega.
Planta de la iglesia. IPCE. Las indicaciones son mías |
Ya se ha comentado que la sacristía se ubicó detrás del
presbiterio, en el ámbito de la primitiva iglesia de nave única de los santos
Pedro y Pablo.
Los distintos tramos están organizados mediante pilastras
corintias y sobre las capillas se ubica una galería que alterna vanos adintelados sobre las de menor tamaño,
con otros de medio punto sobre las de mayor dimensión. Este espacio estaba
reservado a la comunidad y a los visitantes más ilustres, convirtiendo el
templo en un auténtico salón con balcones a modo de palcos abiertos a la nave y desde los que
observar pero también ser observado, una demostración del estatus de privilegio de
los “elegidos”. Sobre la galería se desarrolla una potente cornisa desde la que arranca la cubierta, una bóveda de medio cañón con lunetos.
La primera capilla del Evangelio es la capilla de los santos Cosme y Damián, con reja del siglo XVII y
retablo barroco tardío además de una talla del Santo Cristo de las Siete Palabras, obra contemporánea del
imaginero sevillano Manuel Ramos Corona, en el testero de la izquierda.
Capilla de los santos Cosme y Damián |
Cristo de las Siete Palabras |
A continuación se ubica la capilla de san Antonio de Padua, en la que destaca una lápida de
mármol fechada en 1622 dedicada al nuncio J. Rospigliosi y su sobrino Jerónimo.
Capilla de san Antonio de Padua, con una Virgen de procesionar a la izquierda |
La tercera es la capilla
de Nuestra Señora del Buen Consejo, diseñada por Sebastián Herrera Barnuevo
con mayor desarrollo que el resto, de planta de cruz latina, con tribunas
laterales y cúpula sobre pechinas en el crucero, haciendo las veces de
parroquia y capilla bautismal con la denominación de “Capilla del Santísimo”. El
retablo barroco tardío está presidido por una Virgen del Buen Consejo realizada
para sustituir a la talla original, destruida en el incendio de 1936.
Capilla de Nuestra Señora del Buen Consejo |
Cùpula de la capilla de Nuestra Señora del Buen Consejo |
A continuación, y abierta en uno de los tramos cortos, está la capilla de la Virgen el Carmen.
Capilla de la Virgen del Carmen |
La última capilla de este lado del Evangelio es la capilla de santa Rita de Casia. Tras la
Guerra Civil fue restaurada gracias a donaciones de la comunidad británica en
Madrid, de ahí que el escudo del país ocupe el ático del retablo, obra
contemporánea.
Capilla de santa Rita de Casia |
La primera capilla de la Epístola es la capilla de Nuestra Señora de los Reyes, con un retablo con su
imagen.
Capilla de Nuestra Señora de los Reyes |
A continuación se ubica la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena, sede de la
Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y de María Santísima de la
Esperanza desde la década de 1940. La talla, contemporánea, es del imaginero Antonio Eslava Rubio.
Capilla de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena |
La tercera capilla de la Epístola, la capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder aunque antes lo fuera
del Cristo de la Buena Muerte, con una talla de Juan de Mesa y Velasco del siglo
XVII hoy en la catedral de la Almudena, es una de las más interesantes del
templo, milagrosamente salvada en el incendio de 1936.
Capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder |
En pendant con la del Buen Consejo en
el lado del Evangelio, presenta una cubierta con cúpula encamonada (más información sobre este tipo de solución en este magnífico artículo de InvestigArt) decorada por Claudio Coello, con los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel en las
pechinas y ángeles con los instrumentos de la pasión en los gallones.
Cúpula de la capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder |
Decoración de la cúpula con los ángeles con los instrumentos de la Pasión |
El retablo está formado por grandes columnas salomónicas que
enmarcan un Cristo con la cruz a cuestas con un relieve del Padre Eterno
Bendiciendo en la parte superior.
Cristo con la cruz a cuestas |
Los dos cuadros de los laterales son de Francisco Rizzi, con
Jesús camino del Calvario en el lado del Evangelio y Cristo ante Caifás en el
de la Epístola. El óvalo con Las lágrimas de san Pedro sobre la puerta lateral
izquierda también es de Rizzi.
Le sigue la capilla
de san José, con un retablo barroco del siglo XVII con la talla del
titular, dos pinturas de Herrera el Mozo
que representan a San Antón y San Antonio de Padua y ático con otro lienzo con
la Virgen y el Niño.
Capilla de san José |
Los laterales están cubiertos de pinturas de santos realizadas por
los pintores de Cámara del siglo XVIII Pablo
Pernícharo y Benavente y Juan
Bautista Peña.
Pinturas del lateral del Evangelio de la capilla de san José |
Pinturas del lateral de la Epístola de la capilla de san José |
La última capilla de la Epístola es la capilla de las Dos Trinidades, aunque antes estuvo dedicada a la
Sagrada Familia. En ella destaca el retablo, que unos autores atribuyen a Sebastián Herrera Barnuevo, discípulo
de Alonso Cano, y otros al padre Bautista.
Las pinturas de la predela, los santos de los estilóbatos y el soberbio cuadro
central de la Sagrada Familia sí son de Herrera
Barnuevo. En el ático se representa el Martirio del santo jesuita san Pablo
Miki y sus compañeros crucificados en Nagasaki a fines del siglo XVII, obra de Diego González de la Vega. La
decoración de la bóveda se piensa que sería obra de Dionisio Mantuano.
Capilla de las Dos Trinidades, antes de la Sagrada Familia |
Sagrada Familia de Sebastián Herrera Barnuevo |
En el pavimento de la nave hay varias lápidas de obispos de
Madrid de la época en la que el templo fue catedral, como las de los arzobispos
Eijo y Garay, Casimiro Morcillo o el cardenal Vicente Enrique y Tarancón.
El transepto tiene un gran desarrollo. El brazo del Evangelio se conforma
como capilla de san Francisco de Borja,
presidido por un retablo con un gran lienzo de Francisco Rizzi con la Conversión de san Francisco de Borja.
Vista del transepto del Evangelio |
Retablo con la Conversión de san Francisco de Borja de Francisco Rizzi |
A la derecha del retablo se abre la pequeña capilla de la Dormición, con un
conjunto escultórico con la Dormición de
la Virgen del siglo XVII procedente de la capilla de los santos Cosme y
Damián.
Dormición de la Virgen del siglo XVII |
Desde el mismo brazo también se accede a la capilla de San Isidro de Naturales, un
ámbito adosado al ábside de planta ovalada quizá un añadido posterior a la
fábrica primitiva, cerrado por una verja y con un altar barroco presidido por
una talla de la Inmaculada Concepción flanqueado por las tallas de los santos
Isidro y María de la Cabeza.
Capilla de san Isidro de los Naturales |
El brazo de la Epístola
está presidido por una imagen contemporánea de Nuestra Señora de la Fuensanta,
patrona de Murcia, que sustituye a otra perdida de la Virgen de la Almudena.
Vista del transepto de la Epístola |
En cuanto al crucero, estuvo cubierto con una cúpula encamonada realizada por Bautista, la primera de este tipo que
se construye en Madrid, con plementos de yeso y trabazón de madera, permitiendo
así la ausencia de grandes machones portantes que hubieran condicionado
negativamente la visibilidad del presbiterio desde la nave. Así, se apoya sobre
pilastras dobles entre las que aparecen hornacinas con las tallas de los doce
Apóstoles y otros santos de especial devoción para la Orden. La actual cúpula es
una reconstrucción posterior a la Guerra Civil realizada por Javier Barroso siguiendo el modelo de
Bautista.
Cúpula del crucero |
Lamentablemente, las pinturas que decoraban la bóveda y la
cúpula, realizadas por Ignacio Raeth, también se perdieron en el
incendio de 1936. Y lo mismo ocurrió con otras decoraciones pictóricas según la
técnica de la quadratura en las que
intervinieron Francisco Rizzi, Claudio Coello, José Jiménez Donoso, Antonio
Palomino o Teodoro Ademans.
El presbiterio es
ancho y profundo y está elevado sobre cuatro gradas para permitir observar con
facilidad lo que en él se desarrollaba, en una concepción muy similar a la de
un escenario teatral.
Presbiterio desde la nave |
En cuanto al retablo
mayor hoy es un remedo de lo que fue. El original, realizado por el padre
Bautista, presentaba grandes semejanzas con el del santuario de La Fuencisla de
Segovia, del mismo autor. Formaba una estructura unitaria en la que destacaba
la hornacina central con tabernáculo en forma de templete con columnas gigantes
que sostenía un friso decorado continuación del entablamento que recorre toda
la iglesia. Entre los pedestales de las columnas, había puertas que daban
acceso a la sacristía y que arquitectónicamente se correspondían con hornacinas
con las imágenes de bulto policromado de la Virgen y los santos Ignacio, José y
Francisco Javier. El conjunto se completaba con un trasparente tras la
custodia, aunando arquitectura, pintura y luz para resaltar el presbiterio.
Fue modificado por Ventura
Rodríguez cuando la iglesia se convirtió en colegiata y lo que hoy queda
tampoco responde al proyecto de este último, con una restauración de José Lapayese Bruna después de la
Guerra Civil y esculturas inspiradas en las anteriores de José Luis Vicent Llorente. En el cuerpo central aparece san Isidro
rodeado de ángeles apoyado sobre las arcas que contienen los restos de los
santos Isidro y María de la Cabeza.
Altar mayor en la actualidad |
Aguafuerte de James Bayle Alles del Altar Mayor de San Isidro según un dibujo de David Roberts, publicado en Picturesque Sketches in Spain taken during the years 1832.1833, London, 1837 (5) |
El Colegio, a la
derecha de la iglesia, se organiza mediante una fachada con un
cuerpo bajo de sillares, otro cuerpo superior con dos alturas y un ático, con
ventanas cuadradas y dos portadas.
Fachadas del colegio y de la iglesia desde la confluencia de las calles Toledo y Estudios |
Portadas del antiguo Colegio Imperial. La de la derecha es ahora la de acceso al IES San Isidro |
Placa conmemorativa que recuerda la importancia del edificio |
Utilizado hoy como instituto, sólo es visitable el llamado Patio Principal, al que se accede a
través de la portada más alejada de la iglesia y tras atravesar la portería. Es una construcción levantada a fines de la década de 1670, durante el reinado de
Carlos II, según trazas de Melchor de
Bueras con planta cuadrada y dos cuerpos superpuestos. El primero está
compuesto por arcos de medio punto entre pilastras y, a pesar de lo tardío,
denota influencias herrerianas, de fuerte repercusión durante todo el siglo
XVII en Madrid. Estas crujías inferiores están cubiertas con bóvedas de arista.
Patio Principal, con el pozo en medio |
Cubierta de bóvedas de arista en las crujías inferiores |
La decoración se reduce a las claves de los arcos, donde
figura un águila bicéfala con un medallón en el que aparecía el anagrama JHS de
la Compañía, todavía visible en alguno de ellos. A continuación se ubica un
entablamento sobre la que descansa el segundo cuerpo, compuesto por balcones adintelados
con balaustradas de hierro sobre los que se desarrollan pequeñas cornisas y que
están rodeados de un sistema rítmico de molduras con un adorno escultórico
central. El conjunto se remata con una cornisa y en el centro del patio se
ubica un pozo.
Detalle del patio |
En la crujía este se levanta la Gran Escalera de distribución de las distintas dependencias del
Colegio Imperial y que en la actualidad no conduce a ningún sitio, congelada en
el tiempo y el espacio tras las reformas que sufrió el edificio en la década de
1960. Además, lamentablemente, no está abierta a las visitas.
Crujía este |
Escalera del Patio Principal (7) |
En la crujía oeste, enfrentada a la escalera, se ubicaba la biblioteca, de gran fama por la
cantidad y calidad de sus libros, sobre todo tras la orden dada por Carlos III
de reunir en ella los fondos bibliográficos de todos los centros jesuíticos de
Madrid, que en el primer tercio del siglo XX fueron traspasados a la nueva
Facultad de Letras de la Universidad Complutense.
Otra de las estancias importantes del conjunto, aunque,
lamentablemente en la actualidad no es visitable dado el pésimo estado de
conservación en el que se encuentra, es la capilla
de la Real Congregación de Nuestra Señora de la Concepción, institución aprobada a
comienzos del siglo XVII por Claudio Acquaviva,
el 5º General Superior de la Compañía, e integrada por seglares, muchos de
ellos estudiantes o antiguos estudiantes de colegios de la Orden, con el
propósito de propagar el culto mariano, especialmente la defensa del misterio
de la Inmaculada Concepción de María, en el que los jesuitas estuvieron
especialmente involucrados porque consideraban que la devoción a la Virgen era
la forma más rápida y segura de llegar a Cristo, además de que estas
congregaciones también funcionaban como difusoras del mensaje de la
contrarreforma de culto a las imágenes.
Grabado con el retrato del padre Claudio Aquaviva y sus años de generalato (8) |
El ámbito, aunque no como capilla de la Inmaculada, existía
antes que el patio principal y después quedó integrado en el conjunto. Se sabe
poco de los artífices, lo más lógico parece vincularla, o a los artífices de la
propia iglesia, los arquitectos jesuitas Sánchez y Bautista, o al autor del
propio patio principal, Melchor de Bueras.
Tiene planta rectangular y la decoración arquitectónica está
realizada en yeso mediante pilastras cajeadas pareadas de orden compuesto que
soportan un entablamento sobre el que se apoya una bóveda encamonada.
El testero principal está presidido por un retablo con una
pintura de la Inmaculada Concepción de Juan Carreño de Miranda y el resto de la
decoración pictórica se concentra en la bóveda, decorada por Juan Delgado siguiendo un diseño
pictórico de su maestro, Antonio Palomino, artista cordobés
especializado en decoraciones arquitectónicas (al que ya conocemos en Viajar
con el Arte porque fue el artífice de la decoración del Sagrario de la iglesia de la Cartuja de Granada).
La base de la bóveda está compuesta por una arquitectura
fingida de columnas salomónicas azules que sostienen un entablamento
también fingido, quebrado y rematado por frontones curvos, composición que
recuerda a lo pintado por Rizzi y Carreño en la iglesia de san Antonio de los
Alemanes, y entre los que aparecen diecisiete grandes fundadores de las
principales órdenes religiosas, incluyendo las dos santas Teresa y Clara, representadas
en la cabecera.
Decoración de la bóveda de la capilla de la Concepción sobre el altar, con las santas Clara y Teresa a los lados y los Evangelistas Mateo y Juan por encima (7) |
En el centro del lado del Evangelio, enfrente de la puerta
de acceso a la capilla, está la Virgen del Rosario adorada por los cuatro
fundadores de las principales órdenes mendicantes, los santos Agustín,
Francisco, Domingo de Guzmán y, mirando directamente al espectador, Ignacio de
Loyola.
Virgen del Rosario. Foto InvestigArt |
En los ángulos se encuentran los cuatro Evangelistas con sus
respectivos símbolos y la zona central muestra una visión del Apocalipsis de
San Juan, con el Trono Vacío y el Cordero Místico sobre el libro de los Siete Sellos
rodeado de una corte de ángeles, la mujer del Apocalipsis, imagen de la que
deriva la iconografía de la Inmaculada, en el centro de la bóveda, con Dios
Padre infundiéndole el Espíritu Santo a su derecha, y debajo hay una
representación de la Jerusalén Celeste y San Miguel Arcángel y otros ángeles
soldados luchando contra el Dragón de las Siete Cabezas que intenta devorar el
niño que lleva en el vientre la mujer.
Trono vacío en la parte superior, Cordero místico a la izquierda y Mujer del Apocalipsis con Dios Padre infundiéndole el Espíritu Santo en forma de paloma más abajo. Foto InvestigArt. |
Detalle de la Mujer del Apocalipsis (7) |
San Miguel Arcángel con otros ángeles soldados luchando contra el Dragón y la representación de la Jerusalén Celeste a la izquierda (7) |
Tras la expulsión de la Compañía se convirtió en capilla de
los nuevos Estudios Reales.
Quiero terminar dándole las gracias a Ramón García Gómez, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, por su inestimable aportación al explicarme los complicados entresijos que rodean a la denominación como “Colegiata” a San Isidro.
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Quiero terminar dándole las gracias a Ramón García Gómez, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, por su inestimable aportación al explicarme los complicados entresijos que rodean a la denominación como “Colegiata” a San Isidro.
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Referencias:
(3) ORTEGA VIDAL, J. y MARÍN PERELLÓN, F. J., “La
conformación del Colegio Imperial de Madrid (1560-1767)”. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo LIII, Madrid,
CSIC, 2013, pp. 135-175.
Fuentes:
FUENTES LÁZARO, S., ““Un Dios en tramoya”. Influencia de la
fiesta teatral en la arquitectura del Colegio Imperial de Madrid”, Anales de Historia del Arte, 2011,
Volumen Extraordinario, pp. 167-182.
ORTEGA VIDAL, J. y MARÍN PERELLÓN, F. J., “La conformación
del Colegio Imperial de Madrid (1560-1767)”. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo LIII, Madrid,
CSIC, 2013, pp. 135-175.
https://investigart.wordpress.com/2015/01/19/boveda-capilla-de-la-congregacion-de-la-inmaculada/
Y ahora ¿qué tal si compARTEs?
Y ahora ¿qué tal si compARTEs?
Comentarios
Gracias por redescubrir Madrid.
Un abrazo.
Lo primero darte mi enhorabuena por el fantástico y documentado post. Lo segundo confirmarte que el lienzo de Barnuevo de las "Trinidades" estuvo hasta el año 2001 en la sacristía, en su lugar había una imagen moderna de la Virgen del Pilar, la capilla estaba bastante sucia y apenas se apreciaban las pinturas de la predela ni del ático, todas obra segura de Barnuevo, al que también se puede atribuir las pinturas de la bóveda.
Gracias por compartir, un abrazo. Cipriano
Tan sólo añadir que el Colegio o Instituto de San Isidro pasaban sus exámenes públicos los varones de la Real Familia, incluido D. Juan Carlos.
Citas el Santuario de La Fuencisla, espero que hagas un día una entrada sobre esa pieza arquitectónica a las orillas del Eresma.
Me quito el cráneo una vez más, Sira!!
Tengo una pregunta. Hay información que en 1600 don Luis de Molina, el gran filósofo jesuita, fue enterrado en la vieja iglesia (ahora la sacristía).
Existe hasta hoy evidencia visual or documental de su tumba?
Gracias por su ayuda!
Alejandro Deustua