El Panteón Real, los claustros y el Museo de la Colegiata de san Isidoro de León
Tras habernos paseado detenidamente por La historia y el templo de la Real Basílica Colegiata de san Isidoro, teníamos pendiente su impresionante Panteón
Real, sus claustros y el museo. Pues bien, vamos a ello.
Panteón Real de san Isidoro de León (1) |
Situado a los pies del templo, el origen remoto del Panteón Real quizá habría que centrarlo en el reinado de Alfonso V, cuando, tras las razzias de Almanzor a fines del siglo X, dentro de la campaña de recuperación de la urbe regia que este monarca emprende, restaurando la ciudad de León y otorgándole fueros, mandó reconstruir la primitiva iglesia de san Juan Bautista y el anexo monasterio de san Pelayo, el inicio de lo que después fue la Real Basílica Colegiata de san Isidoro, y dotó al templo con dos cementerios, uno como osario para obispos y reyes en la cabecera, y otro en los pies, este último a modo de atrio descubierto, destinado a sus propios padres, don Bermudo II y doña Elvira, y donde él mismo también recibió sepultura, una articulación que imitaría al enterramiento con el que contaba la iglesia de Santa María de Oviedo construido por su antecesor Alfonso II en el siglo IX.
En cuanto a la configuración arquitectónica que se conserva,
se cree que se levantó entre 1054 y 1067 con el patrocinio de doña Sancha de León, hija de Alfonso V y dómina del Infantazgo con sede en san Pelayo, y Fernando I, último conde de Castilla y rey consorte de León. La decoración pictórica sería posterior, de época de la infanta doña Urraca de Zamora, hija de ambos y heredera del Infantazgo.
Como hijo y heredero de Sancho el Mayor de Navarra, aunque lo lógico hubiera sido que Fernando I optara por el panteón de su dinastía en Oña, su primera intención fue establecerlo en el monasterio de Arlanza por la especial devoción que sentía por ese cenobio y en relación con su nueva condición de rey de Castilla, y con esa intención ya había hecho trasladar allí los restos de los hermanos mártires Vicente, Sabina y Cristeta procedentes de la iglesia de san Vicente de Ávila.
Pero doña Sancha sería quien convenciera a su esposo para que eligiera como definitivo lugar de enterramiento la iglesia de san Pelayo en León, con el palacio real adosado a su esquina suroeste y la ciudad en proceso de convertirse en urbe regia heredera del poderío y el esplendor del reino astur, una importante decisión que sería la que provocaría la sustitución de la humilde edificación de Alfonso V por una nueva más acorde con esas nuevas funciones, una iglesia que sería de tres naves sin crucero, cabecera tripartita con testeros rectos escalonados y cubierta de madera, además de la transformación del atrio a los pies en Panteón Real, trasladando también allí los restos de su padre, Sancho el Mayor de Navarra. Este nuevo templo todavía no estuvo abierto a los fieles sino configurado como pequeña capilla palatina para uso de los monarcas.
Como forma de prestigiar la fundación y fomentar las peregrinaciones, una gran fuente de ingresos en la época y en pleno Camino de Santiago, durante la ceremonia de consagración a fines de 1062, el templo recibió los restos de los tres santos abulenses procedentes de Arlanza pero también los de san Isidoro de Sevilla, que se unieron a la ya antigua reliquia de la mandíbula de san Juan Bautista, cambiándose la advocación a san Isidoro en vez de san Pelayo, dado que sus reliquias habían sido trasladadas a Oviedo para salvarlas de Almanzor y ya nunca volvieron.
Otra teoría defiende que aunque Fernando I y doña Sancha serían los impulsores de la nueva iglesia, el Panteón Real como tal, fue obra de la infanta doña Urraca de Zamora, su hija y dómina del Infantazgo, entre 1072 y 1101.
La infanta doña Urraca de Zamora en el Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (3) |
En lo que hoy conocemos como Panteón Real de san Isidoro reposan los restos de reyes y reinas,
infantes, condes… que estuvieron dispuestos en sepulcros ocupando tres órdenes. Pero con invasión francesa, un escuadrón de Dragones de Napoleón ocupó
la colegiata, las urnas fueron profanadas para ser utilizadas como abrevaderos
de caballos y los huesos quedaron amontonados en un rincón hasta que los
canónigos los recogieron y depositaron en la iglesia de Santa Marina la Real. Finalizada la guerra, fueron devueltos al Panteón y colocados en los sarcófagos
sin orden alguno hasta su apertura en 1997 para iniciar un ambicioso estudio
multidisciplinar para determinar si el número de individuos enterrados era de
treinta y tres, según informaban las crónicas, los rasgos fisionómicos y
antropológicos, como el tipo de dieta o las enfermedades que padecieron y saber
si podían ser identificables. Se identificaron los restos de más de ochenta individuos
pero el estudio no llegó a muchas más conclusiones después de casi diez años de
investigación.
El Panteón Real es un ámbito cuadrangular de poca altura dividido en tres
naves de dos tramos mediante dos columnas centrales de fuste bajo que sustentan
cuatro grandes arcos de medio punto que también apoyan en pilares cruciformes y
columnas adosadas a las paredes y sobre los que se desarrollan seis bóvedas
completamente decoradas con pinturas murales.
El acceso desde el templo se hacía mediante una puerta a los
pies del mismo que quedó cegada durante las reformas del siglo XII para
convertirla en un altar dedicado a santa Catalina de Alejandría, de ahí que en
algunos documentos el ámbito se denomine como “Capilla de Santa Catalina” y en
otros aparezca como “Capilla de los Reyes”.
Primitiva portada del Panteón, convertida en altar de santa Cecilia de Alejandría (4) |
Los variados capiteles presentan decoración vegetal de
tradición mozárabe, con hojas de acanto y palmetas, otros motivos zoomórficos
y cinco escenas figurativas que
desarrollan pasajes bíblicos y que se conforman como pioneras en el románico
español en este tipo de soportes y que son: el Sacrificio de Abraham, la
Historia de Balaam, Sansón desquijarando al león o la Curación del leproso y la
Resurrección de Lázaro, estos últimos en la portada tapiada que daba acceso a
la iglesia, hoy convertida en altar.
La datación más aceptada del ciclo pictórico, que se
extiende por las seis bóvedas, los arcos y los lunetos, en la actualidad es de
entre fines del siglo XI y principios del XII, aunque durante mucho tiempo se fechó a fines de ese siglo al identificar al donante orante que aparece en la
Crucifixión con Fernando II, que hoy se cree que es Fernando I, con su esposa, doña
Sancha, al otro lado, los padres de doña Urraca, la que se piensa que fue
comitente de la obra.
A pesar de su extraordinaria calidad y el impresionante
estado de conservación, estas pinturas apenas fueron reconocidas
hasta que Gómez Moreno las puso en valor a mediados del siglo XX, cuando
después de variados estudios se calificaron como las mejores de su tiempo no
sólo en el ámbito peninsular sino en el europeo.
Las pinturas están realizadas al temple sobre una base de
estuco con las figuras recortadas sobre fondo blanco, con uso de tonos ocres,
amarillos, rojos y grisáceos, y relata los ciclos de la Natividad, muy a
propósito de Fernando I, que fallece precisamente en la Navidad de 1065, de la
Pasión y de la Resurrección de Cristo, la mayoría acompañadas de inscripciones
que identifican las escenas representadas, que ocupan tanto los lunetos
como las bóvedas.
Panteón Real (1) |
El carácter funerario del ámbito se deja ver en su
iconografía, condicionada, según algunos autores, por el desarrollo de la misa
mozárabe, después sustituida por la romana pero todavía en vigencia cuando tuvo
lugar su decoración, de ahí que desarrolle sus tres ciclos litúrgicos: Navidad,
Pasión y Resurrección. La lectura hay que iniciarla en
la esquina sureste, a la derecha de la antigua puerta de acceso a la iglesia, y
sigue el sentido de las agujas del reloj para terminar en el muro este.
El Ciclo de la
Natividad se compone de las escenas de la Natividad, la Anunciación
y la Visitación en el luneto sureste,
el Anuncio a los Pastores en esa
bóveda, la Huida a Egipto, la Epifanía y la Presentación en el templo, muy deterioradas en el luneto suroeste,
y la Matanza de los Inocentes en esa bóveda.
Navidad, muy fragmentada (7) |
Anunciación y Visitación (8) |
Anunciación (7) |
El Anuncio a los
pastores se considera obra excepcional en la pintura románica porque supone el abandono del repertorio bizantino, con la
desaparición del excesivo simbolismo y el inicio de los grandes ciclos
historiados del románico, algo que unos autores consideran que se debió a la
influencia francesa y que otros ponen en relación con pintores autóctonos que
recogen la tradición pictórica mozárabe para mezclarla con las nuevas
tendencias románicas extendidas por Cluny.
Anuncio a los pastores (9) |
La escena, identificada mediante una inscripción central en
la que se lee “ANGELUS PASTORES”, está integrada por el ángel, tres pastores,
un mastín, vacas, carneros, cabras, ovejas y cerdos, con árboles, arbustos y
matas de hierba que ambientan una escena en el campo con un naturalismo poco
frecuente en la pintura románica. Las figuras, con gran movimiento, algunas
incluso en escorzo, están distribuidas alrededor de la bóveda en una
disposición que recuerda a los márgenes de los libros miniados. Los pastores
son los que en aquel momento poblaban la zona, con sus atuendos, sus
instrumentos y objetos de uso cotidiano, acompañados del mastín… El ángel está
sobre una roca, con las alas desplegadas y señalando el pesebre de la escena
contigua del Nacimiento mientras cabras y ovejas a su alrededor mordisquean las
hierbas.
Detalle de uno de los pastores (9) |
Detalle del ángel (9) |
La Matanza de los
inocentes muestra gran realismo y expresividad, con Herodes en el centro
presenciando la escena desde su trono.
Matanza de los inocentes (7) |
Detalle de la Matanza de los inocentes (5) |
A continuación empieza el Ciclo de la Pasión, con la Última
Cena en la bóveda central oeste, una escena conjunta con el Beso de Judas, el Prendimiento, Pilatos
lavándose las manos, la Negación de
san Pedro y las Lágrimas de san Pedro
en la bóveda noroeste y la Crucifixión
en el luneto noreste.
La escena de la Última Cena se desarrolla en un ambiente palaciego, con Cristo presidiendo la mesa rodeado de los apóstoles, barbados y todos con nimbo menos Judas. También aparece Marcial de Limoges, personaje ajeno a la escena que se presenta como copero, derramando el vino en un cuenco, con varias teorías sobre el porqué de su presencia. Debajo de él hay un gallo en alusión a la negación de Pedro.
Última Cena (7) |
San Marcial de Limoges como copero de la Última Cena (6) |
La bóveda que engloba las escenas de la Pasión muestra el Beso de Judas en el centro mientras unos soldados le atan las manos a Cristo y Pedro le está cortando la oreja a Malco. También se ve a Pilatos lavándose las manos, la Negación de san Pedro, las Lágrimas de san Pedro y el Cireneo portando la cruz.
Bóveda con las escenas de la Pasión (7) |
En cuanto a la Crucifixión,
es una escena con Cristo en la cruz flanqueado por el Sol y la Luna, dos
soldados, san Juan y la Virgen y, en un plano inferior, en actitud orante, un
personaje masculino con una cartela en la que se lee FREDENANDO REX y otro
femenino, lo más probable Fernando I y doña Sancha, los padres de doña Urraca
de Zamora, comitente de la obra, que buscó hacer un homenaje póstumo a sus
padres.
Crucifixión, con los reyes orantes en la parte de abajo (8) |
Finalmente, el Ciclo
de la Resurrección se compone del Cristo
Apocalíptico en alusión al Juicio Final en la bóveda noreste y el Pantocrátor en la bóveda central este.
La última escena, en el luneto central este, justo encima de lo que era la puerta
del templo, después cegada, es la Puerta
del Cielo, flanqueada por dos columnas con los mencionados capiteles con la
Curación del leproso y la Resurrección de Lázaro.
Cristo Apocalíptico
aparece sedente flanqueado por san Juan Evangelista y un ángel. De su boca
salen dos puñales y junto a su mano derecha se lee “IHS VII STELLAS IN DEXTERA
SVA” en referencia a las siete estrellas de ocho puntas que hay al lado y al
mandato en el Apocalipsis a las siete iglesias de Asia, escena que se ha
identificado como de exhortación a la conversión y la penitencia para lograr la
vida eterna, un asunto muy conocido, que ya aparece en las copias de los Beatos
de la época, y que relata que fue Cristo mismo el que ordenó a san Juan que
escribiera una carta a cada una de las iglesias, a saber, Éfeso, Esmirna,
Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Leodicea, representadas en la pintura
mediante edificios identificados por su correspondiente inscripción.También
aparece un altar con siete candelabros y un ángel con el Liber Domini abierto.
Cristo apocalíptico (5) |
El Pantocrátor,
Cristo Triunfante, está representado en mandorla rodeado del Tetramorfos
bendiciendo con la mano derecha y sosteniendo con la izquierda el Liber Domini en el que se lee “EGO SUM
LUX MUNDI”, sobre un fondo azulado de estrellas en el que destaca, a ambos lados
de su cabeza las letras alfa y omega, principio y fin de todas las cosas.
Pantocrátor rodeado del Tetramorofos (7) |
También es muy conocido el Calendario que cubre el intradós del arco formero que separa las
bóvedas del Anuncio a los Pastores y el Pantocrátor, que con su mano bendice,
precisamente, las faenas agrícolas propias de cada mes del año, los rebaños,
los pastores y la vida del labrador… representados mediante doce medallones que
nos muestran la importancia del tiempo en la vida rural de la Edad Media. En este sentido, es
también Cristo como Cronocrátor, dominador del tiempo.
Detalle del Calendario (7) |
Detalle del Calendario (7) |
En estas representaciones observamos reminiscencias del
mundo romano, por ejemplo, en el mes de enero, GENVARIVS, que se representa con
la iconografía de Jano, con dos caras, despidiendo al año anterior y recibiendo
al que acaba de empezar. Febrero, FEBRVARIVS, es un hombre sentado al fuego
protegiéndose del frío, señalando que es un mes poco propicio para el trabajo
en el exterior. Marzo, MARCIVS, se representa con un hombre podando y calzando
una vid. Abril, APRILIS, mes de la siembra, se representa con un hombre con
brotes tiernos listos para sembrar en las manos. Mayo, MAGIVS, mes que no se
asocia a ninguna labor agrícola específica, está representado por un caballero
con escudo, en relación a la caza, la cetrería, el ejercicio físico o la
guerra. Junio, IVNIVS, y julio, IVLII, están dedicados a la siega. Agosto,
AGVSTVS, es el mes dedicado a la separación del cereal de la paja. Septiembre,
SETEMBER, está representado por la vendimia. Octubre, OCTOBER, se representa
con un hombre sacudiendo un árbol del que caen bellotas para engordar a un
cerdo. Noviembre, NOVEMBER, es el mes de la matanza del cerdo. Y diciembre,
DECEMBER, se representa con un hombre sentado al fuego descansando de todas las
labores del año.
Representación de Enero (5) |
Representación de Septiembre (5) |
Representación de Diciembre (5) |
Por toda la decoración también encontramos representados,
distribuidos en los intradoses de los arcos, a profetas y patriarcas, como
Elías o Enoc, y a los santos Gregorio
Magno, Martin de Tours, Jorge matando al dragón y Eloy, que algunos autores
interpretan como intercesores del alma de Fernando I ante Dios, cada uno de
ellos mostrándole uno de los méritos del difunto para ser admitido en el Cielo.
En cuanto a la galería
románica, los autores que consideran a Fernando I y doña Sancha como los
patrocinadores del Panteón Real y a su hija como la que encargó la decoración,
creen que también fueron ellos los que levantaron una galería porticada en L adosada a los muros norte y oeste del
panteón, este último tramo empotrado entre el propio panteón y la muralla
romana. También serían ellos los patrocinadores de una tribuna real superior abierta a la iglesia, ámbito muy propio de
una capilla palatina y a la que se accedía a través del palacio. Otros
especialistas piensan que la galería fue añadida por la hija, la infanta doña Urraca de Zamora, a fines
del siglo XI.
Pero en el siglo XII esta galería se amplió por todo el muro
del Evangelio de la iglesia hasta llegar al transepto, conformándose como el primer ejemplo románico de este tipo de
los muchos que después se construyeron, aunque en la mayoría de los casos
posteriores, no ocuparon el lado norte sino el sur, adosados a la nave de la
Epístola, y no se cubrieron con bóvedas de piedra de toba, como en este caso,
sino con techumbres de madera.
Galería románica |
Exterior de la galería románica adosada a al nave del evangelio de la iglesia, con la nave central por detrás |
Aunque después se completarían el resto de crujías hasta
formar un típico claustro románico, las otras tres hoy no se conservan porque
en el siglo XVI el arzobispo Juan Rodríguez Fonseca, abad de San Isidoro entre
1519 y 1524, ordenó construir un nuevo claustro.
Las tres nuevas crujías fueron
levantadas en ladrillo con cubierta gótica de combados. En las pandas norte y
este se organizaron ámbitos de servicio para la abadía y la panda oeste fue dedicada a capillas funerarias adquiridas bajo patronazgo por familias de la
nobleza leonesa.
Crujía este del claustro procesional bajo, con acceso a la antigua sala capitular a la derecha |
Crujía oeste, a la que abren las antiguas capillas funerarias |
En esta intervención también se decidieron tabicar la
galería sur y el ala oeste adosada al Panteón Real. En esta última se conformó
un ámbito que se conoce como Panteón de
Infantes, al que fueron trasladados algunos enterramientos de infantes
reales y otros miembros de la nobleza leonesa.
En el siglo XVIII, de la mano de varios arquitectos, como Compostizo, Pablo de Valladolid o Santiago Velasco, las tres galerías góticas fueron modificadas añadiéndoseles grandes arquerías de medio punto y también se construyó un claustro alto de arcos escarzanos abiertos, aunque poco después estos últimos se decidieron cegar hasta la altura del arco y acristalar la parte superior. Destaca la labor escultórica en los frisos de las fachadas norte y oeste, con veintiocho medallones con bustos de reinas flanqueados por animales fantásticos y todo un repertorio decorativo en el que se distinguen armas, instrumentos musicales, guerreros, animales y plantas. El friso del ala este quedó inacabado y no presenta decoración alguna.
Claustro procesional |
La galería románica adosada a la nave del Evangelio de la
iglesia siguió quedando oculta tras el muro, muy probablemente para contener
los empujes que ejercía la nave central del templo, que ya habían provocado
desplomes.
Durante la ocupación francesa las capillas funerarias en la
crujía oeste sufrieron graves desperfectos, permaneciendo semiabandonadas más de siglo y medio hasta unas restauraciones de 1960 dirigidas por el arquitecto Luis Menéndez
Pidal, cuando también se optó por modificar el claustro alto incorporando
balcones rectangulares con barandillas de hierro forjado y los óculos
superiores que hoy pueden verse.
Las labores de restauración también incluyeron la demolición
del muro que tapaba la galería románica para dejarla al descubierto, compuesta
por cuatro arcos de doble rosca que flanquean otro central más pequeño y una
cornisa de canecillos con cabezas de lobo que recuerdan mucho a los de la
iglesia asturiana de san Pedro de Teverga.
También se reincorporaron seis capiteles que habían ido a
parar al Museo Arqueológico de León y se labraron otros de nueva factura
imitando a los románicos que fueron señalados con una R para distinguirlos de
los originales. Además, se rehizo la bóveda de toba de acuerdo a cómo era la
original.
Algunas de las capillas funerarias recuperadas se utilizaron
para salas del Museo de la Basílica y el antiguo refectorio, que ocupa toda la
panda norte, es hoy sede de la Cátedra de san Isidoro, aunque no es visitable.
Antiguo refectorio, hoy Cátedra de san Isidoro (10) |
Adosado al claustro procesional por su crujía norte en 1735
el abad Manuel Rubio Salinas mandó levantar un segundo patio en el que se ubicó una hospedería y que hoy es un
hotel que también abarca parte del claustro procesional.
Segundo patio |
Parte del claustro procesional barroco habilitada como hotel (10) |
El Museo de la
Colegiata está compuesto de varias salas en el cuerpo adosado al oeste de
la basílica, donde estuvo el primitivo palacio real, ahora integrando varios
ámbitos como la biblioteca o la tribuna real.
La biblioteca es
una construcción de fines del siglo XVI proyectada por Juan de Badajoz el Mozo, un espacio rectangular dividido en tres
tramos, con grandes ventanales, bóvedas estrelladas en los tramos laterales y
una cúpula central ovalada sobre pechinas decoradas con cuatro medallones con
los Evangelistas. Las inscripciones en letras doradas sobre la línea de impostas
son elogios a san Isidoro.
Cúpula ovalada central de la cubierta de la biblioteca (11) |
El conjunto también fue restaurado durante la campaña de la
década de 1960, añadiéndose una reja del toledano Julio Pascual para separarla
del vestíbulo de entrada. Sobre este ámbito estuvieron las viviendas del
archivero y el secretario y en la actualidad está dedicada a taller de
restauración bibliográfica y laboratorio fotográfico.
Entre sus piezas más valiosas destacan, la Biblia mozárabe
de León o Codex Biblicus Legionensis,
fechada en el 960, realizada en el scriptorium del monasterio de Valeránica por
el miniaturista Florencio y el calígrafo Sancho, unos trescientos incunables,
libros raros, unos ochocientos documentos en pergamino, unos ciento cincuenta
códices y otros documentos hispánicos.
Detalle de uno de los códices de la biblioteca (1) |
En cuanto a la tribuna
real, fue un ámbito construido sobre el panteón como palco para uso
exclusivo de los reyes, desde donde podían asistir a los oficios en el templo, compuesto
por dos cuerpos rectangulares cubiertos con bóveda de cañón. Después se
convirtió en dependencia del palacio de la infanta doña Sancha Raimúndez,
dómina de la colegiata, y a fines del siglo XII el canónigo Santo Martino la
convirtió en capilla de Santa Cruz,
instalando allí su despacho. En el siglo XVI se habilitó como nueva sala
capitular porque la antigua se había convertido en capilla funeraria de los
Quiñones y desde 1967 es una de las salas del Museo de la Colegiata que se conoce como Cámara de doña Sancha, remodelada para exponer las piezas más
importantes de la colección.
Cámara de doña Sancha del museo (12) |
El Arca de los
Marfiles fue el relicario de los restos de san Pelayo y de la supuesta mandíbula
de san Juan Bautista. Realizada en 1059 con el patrocinio de los reyes Fernando
I y doña Sancha, tiene alma de madera con cubierta en forma de artesa y placas
de marfil incrustadas, doce con los apóstoles, cada uno bajo un arco de
herradura, otra con un Cordero místico y otra con San Miguel
luchando contra el demonio, estas últimas en la tapa. El interior está forrado
con un valioso tejido árabe. Ambrosio de Morales, humanista del siglo XVI, hizo
una descripción de esta pieza y dijo que estaba revestida de chapa de oro con
filigrana y piedras preciosas, pero en la invasión napoleónica toda la parte de
orfebrería fue arrancada, perdida para siempre.
Arca de los Marfiles (13) |
El Arca de San
Isidoro custodió durante nueve siglos los restos del santo. Es una pieza de
1065 con alma de madera con chapas en plata repujada con relieves en torno a la
Creación, comenzando por la Creación de Adán y terminando en la Expulsión del
Paraíso. Está forrada por dentro con un magnífico tejido andalusí con
cuadrados en los que se disponen, alternativamente, cuadrúpedos y aves de
perfil. Sufrió graves desperfectos durante la Invasión Francesa y fue
restaurada.
Arca de san Isidoro (14) |
Detalle del tejido andalusí del Arca de san Isidoro (15) |
La Caja de los
esmaltes, del siglo XII, también tiene alma de madera con forma de templo
con cubierta a dos aguas y está forrada con placas de esmaltes del taller de
Limoges con los Apóstoles, la Crucifixión y el Tetramorfos. También se cree que
fue utilizado como relicario.
Caja de los esmaltes (1) |
El Cáliz de doña
Urraca se expone en una sala aparte en el cuerpo bajo de la torre, separado
del resto de la colección. Es un objeto suntuario de época romana compuesto por
dos cuencos de ágata enriquecidos en el siglo IX con oro, plata sobredorada,
esmaltes, piedras y un camafeo antiguo. En la parte inferior cuenta con una
inscripción que nos informa de quién fue su donante, doña Urraca: IN NOMINE
D[OMINI] VRRACCA FREDINA[N]DI (En nombre del Señor Urraca la de Fernando).
Cáliz de doña Urraca (16) |
Desde hace muy poco hay historiadores que apuntan
que las piezas originales de ónice podrían ser del Santo Grial, procedentes de
la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y regaladas a Fernando I de León por musulmanes españoles como gesto de paz.
El Pendón de Baeza
o de San Isidoro es una de las piezas más veneradas del museo, obra de la
segunda mitad del siglo XIV que representa, restaurada en 1900, sobre fondo
carmesí con las armas de León y Castilla, al santo como caballero guerrero con
espada y cruz, reflejo de una leyenda de fines del siglo XIII sobre la toma de
Baeza por Alfonso VII en el verano de 1147 en la que se afirma que su aparición
fue decisiva para ganar la batalla, aunque ésta nunca tuvo lugar porque la
plaza se rindió por capitulación pactada.
Pendón de Baeza (17) |
El museo se completa con otras salas también situadas en la
esquina suroeste del conjunto y en las que se exhiben las piezas conservadas del
enorme ajuar litúrgico donado por los distintos reyes, compuesto por
portapaces, ostensorios, relicarios, cruces de altar, vestiduras…
Si todavía tenéis ganas de conocer más y mejor este emblemático munumento, pinchando en este enlace podréis acceder a La historia y el templo de la Real Basílica Colegiata de san Isidoro.
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Referencias:
(4) UTRERO AGUDO, Mª Á. y MURILLO FRAGERO, J. I.: “San
Isidoro de León. Construcción y reconstrucción de una basílica románica”, Arqueología
de la Arquitectura, 11: e014. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2014.011
(5) http://www.arquivoltas.com/12-Leon/01-SanIsidoro01.htm
(5) http://www.arquivoltas.com/12-Leon/01-SanIsidoro01.htm
Fuentes:
GARCÍA MARTÍNEZ, A., “El Panteón de San Isidoro de León:
Estado de la cuestión y crítica historiográfica”, Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte (UAM), vol.
XVI, 2004, pp. 9-16.
PRADA MARCOS, Mª E., “Estudio antropológico del Panteón Real
de San Isidoro. La Antropología al servicio de la Historia: Un caso real”, ProMonumenta: revista de la Asociación de
Amigos del Patrimonio Cultural de León, nº 2, León, 1998, pp. 12-26.
SILVAVERASTEGUI, Mª S. de, “Espacios para la penitencia
pública y sus programas iconográficos en el Románico Hispano”. Clio y Crimen, 7, 2010, pp. 111-135.
Comentarios
Para completar un poco las joyas de San Isidoro, enlazo a las obras del MAN, que fueron incautadas en 1869 de la colegiata, para dar realce al nuevo museo y que son tan esplendidas como las conservadas http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?Museo=MAN&txtSimpleSearch=Colegiata%20de%3Cb%3E%20San%20%3C/b%3EIsidoro&simpleSearch=0&hipertextSearch=1&search=advanced&MuseumsSearch=MAN|&MuseumsRolSearch=9&listaMuseos=[Museo%20Arqueol%F3gico%20Nacional]
Las piezas del MAN son verdaderamente espléndidas y, en este caso y sin que sirva de precedente, creo que quizá sería mejor lugar de exposición el propio museo de la Colegiata, aunque no lo tengo muy claro.
Un abrazo, Boro.
Un abrazo y espero que sigan bien las vacaciones
Son vacaciones... no sé bien cómo llamarlas, más bien está siendo una "parada técnica", en la que no estoy publicando nuevos artículos pero sí trabajando en ellos (ahora mismo ando liada con San Miguel de Escalada). Para las vacaciones de verdad todavía tengo que esperar a octubre; ahí si que desconectaré, aunque nunca del todo, que me es imposible. Espero que tú sí estés de vacaciones y disfrutándolas.
Muy bien por tu blog. Es una excelente idea. Enhorabuena! Lo enlazaré en el mío. (arelarte.blogspot.com
Cómo dices pintura castellana? Convendría tener más cuidado con afirmaciones que ignoran la más elemental geografía. Castilla está a cientos de kilómetros de San Isidoro