La historia y el templo de la Real Colegiata de san Isidoro, hoy basílica, de León
La Real Colegiata
Basílica de san Isidoro en León, una de las paradas más relevantes en las
peregrinaciones medievales a Santiago, es uno de los monumentos más destacados
de la península, tanto por su historia como por su arquitectura y los objetos
suntuarios que conserva, conocida, sobre todo, por contener el Panteón Real de
los reyes leoneses a los pies del templo, decorado con pintura mural y obra
excepcional del románico, aunque la larga trayectoria del conjunto ha hecho que
se termine conformando como un crisol de estilos, con restos románicos,
góticos, renacentistas y barrocos, declarado Monumento Histórico Artístico en
1910.
Fachada sur de la basílica de san Isidoro de León (1) |
La primera edificación conocida, ubicada ya en el mismo solar que hoy ocupa, adosada a la muralla romana de la Legio VII Gemina en su lado noroeste, fue un monasterio fundado por el rey Sancho I de León hacia el año 956 para albergar los restos de san Pelayo, niño mártir en Córdoba en el año 925, construido junto a otro templo dedicado a san Juan Bautista para alojar la supuesta reliquia de la mandíbula del santo, seguramente un baptisterio, quizá fundado a mediados del siglo IX, durante el reinado de Ordoño I, sobre un solar en el que podría haber estado un templo romano dedicado a Mercurio.
Restos de la muralla romana, sobre los que sobresale el cuerpo del claustro procesional y desde donde también se ve la torre campanario |
De todos modos, Sancho I murió sin haber logrado el traslado
de los restos del santo desde Córdoba a León, siendo su hermana, doña Elvira Ramírez, la que, por fin,
lo consiguiera. Regente durante la minoría de edad de don Ramiro III, abadesa
del monasterio femenino de San Salvador de Palat del Rey de la ciudad, sede del
Infantado de León, opta por
trasladar la comunidad al nuevo cenobio, momento en el que el Infantado cambia su denominación por el
de San Pelayo.
(El infantado o infantazgo fue una
institución medieval creada por Ramiro II de León a mediados del siglo X, un
señorío independiente que abarcaba amplios territorios además del monasterio,
con jurisdicción propia, tanto civil como eclesiástica, con una comunidad de
canónigos en calidad de capellanes, y que entregó como dote a su hija, la
infanta doña Elvira, que no había contraído matrimonio para dedicarse a la vida
de oración, con el cargo de abadesa o dómina del señorío. De este mismo periodo
data la fundación del Infantado de Covarrubias para las
infantas del condado de Castilla que optaban por la vida religiosa).
Pero apenas unos años después, en el año 988, durante el
reinado de Bermudo II, León sufrió las razzias
de Almanzor y las dos pequeñas iglesias, tanto la antigua de san Juan
Bautista, como la nueva de san Pelayo, quedaron arrasadas. De todos modos, ya
antes, y en vista del peligro, doña
Teresa Ansúrez, reina viuda de Sancho I, y abadesa tras la muerte de doña
Elvira, había tenido la precaución de ordenar el traslado al monasterio de san Pelayo de Oviedo de la comunidad femenina,
poniendo también a salvo los restos del santo niño cordobés, que ya nunca
volvieron a León.
A comienzos del siglo XI la campaña de reconstrucción de
León como urbe regia heredera del reino astur impulsada por Alfonso V, también afectó a la iglesia
de san Juan Bautista y al monasterio de san Pelayo, levantados de nuevo con materiales
pobres, tapial y ladrillo, y siguiendo todavía premisas constructivas
prerrománicas, con testero tripartito recto, pues hasta avanzado el siglo XI la
iglesia católica en el Reino de León practicó la liturgia visigótica o mozárabe aprobada
en el Concilio de Toledo, sin que todavía se hubiera implantado la romana, que
fue la que conllevó el cambio hacia el románico, impulsada desde el papado y
que estaba experimentando una gran expansión gracias a la Orden benedictina de
Cluny.
Ambas construcciones siguieron habitadas por una comunidad
de canónigos, propia del Infantado, encargada de la iglesia de san Juan
Bautista, y por otra de monjas que atendían el monasterio de san Pelayo, todos
ellos bajo el mandato de la dómina la infanta doña Teresa, hermana de Alfonso V. Se cree que esta reconstrucción
también incluyó dos cementerios, uno a la cabecera de la iglesia para obispos y
otro a los pies a modo de atrio sin cubrir donde se depositaron los restos de
Bermudo II y Elvira García, padres de Alfonso V, y donde él mismo también
decidió que fuera su enterramiento.
En el segundo tercio del siglo XI doña Sancha de León, hija de Alfonso V y dómina del Infantado de san Pelayo antes de su matrimonio con Fernando I, último conde de Castilla y rey consorte de León aunque con poder efectivo, considerado el primer rey de Castilla y León, convenció a su esposo para que eligiera este templo como lugar de enterramiento en vez del monasterio de Arlanza o el de Oña, las otras dos posibilidades barajadas dado que su condado era el de Castilla.
Estos monarcas pronto decidieron sustituir la humilde
edificación de Alfonso V por una nueva más acorde con las nuevas funciones del
templo. Lo que podría deducirse de los estudios arqueológicos es que esta nueva
iglesia sería de tres naves sin crucero, cabecera tripartita con testeros
rectos escalonados y cubierta de madera, respondiendo todavía a la tradición
prerrománica asturiana. Pero también se baraja la hipótesis de que el nuevo
templo, al tener un alzado ya realizado en piedra bien labrada, fuera una
construcción híbrida con elementos ya románicos como fruto de la alianza de
Fernando I con Cluny en la implantación del rito romano en sustitución del
mozárabe, la vía de expansión por toda Europa de las nuevas premisas artísticas
románicas, coincidiendo con el hecho histórico de que a partir de estas fechas
la comunidad de monjas se adscribió a la Regla benedictina aunque, como
Infantazgdo que era, siguiera contando con un cabildo de canónigos.
Hipótesis de cómo sería la planta (señalada en rosa) de la iglesia mandada construir por Fernando I y doña Sancha (2) |
De todos modos, el templo todavía no estuvo abierto a los
fieles sino que era una pequeña capilla
palatina para uso de los monarcas, con el palacio, pegado a la muralla,
adosado a la esquina suroeste de la iglesia, que fue consagrada a fines de 1062.
La iglesia desde el sotocoro |
Siguiendo la costumbre, y como forma de prestigiar la
fundación y fomentar las peregrinaciones, una gran fuente de ingresos en la
época y en pleno Camino de Santiago, a fines de 1062 y durante la ceremonia de
consagración, el templo recibió los restos de san Isidoro de Sevilla, y los de san Vicente y sus hermanas Sabina y Cristeta, que estaban en el monasterio de Arlanza procedentes de la iglesia de san Vicente de Ávila,
que se unieron a la ya antigua reliquia de la mandíbula de san Juan Bautista. También se cambió la advocación a san Isidoro en
exclusividad. Los reyes, además, dotaron la nueva fundación con un
excepcional ajuar litúrgico, hoy conocido como Tesoro de León, e importantes propiedades.
En cuanto a la construcción del Panteón Real, los autores no se ponen de acuerdo. Unos lo datan en
tiempos de Fernando I y doña Sancha mediante la modificación del espacio
dedicado a enterramiento a los pies de la iglesia donde habían recibido
sepultura Alfonso V y sus padres, cerrándolo mediante muros alineados con los
de la iglesia, y en el que recibieron sepultura Bermudo III, hermano de doña
Sancha, los propios reyes, tres de sus hijos, la infanta Urraca de Zamora, la infanta Elvira de Toro y el rey García
de Galicia, y el tío de don Fernando I, don García Sánchez de Castilla, de
quien él había heredado el condado. El conjunto se habría completado con una galería porticada en L adosada a los
muros norte y oeste del panteón y con una tribuna
real superior abierta a la iglesia, ámbito muy propio de una capilla
palatina y a la que se accedía a través del palacio.
Panteón Real de San Isidoro de León (3) |
Otros autores creen que tanto el Panteón Real como la
galería fueron obra de la infanta doña
Urraca de Zamora, dómina del Infantado e hija de Fernando I y Sancha, a
fines del siglo XI, cuya intervención los primeros consideran que se centró
solamente en la decoración pictórica. Esta infanta también enriqueció la iglesia con importantes donaciones entre las que destacan el famoso Cáliz de doña Urraca, últimamente identificado por algunos estudiosos con el Santo Grial, y un crucifijo de oro y marfil hoy desaparecido.
La infanta doña Urraca de Zamora en el Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (4) |
También sería en ese periodo, a fines del siglo XI o
comienzos del XII, cuando se iniciara la construcción de un templo mucho más grande, ya plenamente
románico, porque la pequeña capilla palatina se habría quedado pequeña para
la gran afluencia de peregrinos que pasaban por León camino de Santiago y veneraban las reliquias de San Isidoro. Según
recientes investigaciones arqueológicas este nuevo templo aprovecharía parte del
trazado de los muros norte y oeste del anterior para conformarse con tres
naves, transepto y tres ábsides semicirculares. Además, la galería porticada
que rodeaba al panteón se prolongó por todo el muro del Evangelio de la iglesia
hasta llegar al transepto.
San Isidoro a la altura del crucero |
Otros autores, basándose en fuentes epigráficas que informan
de una consagración de la iglesia en 1149, durante el reinando Alfonso VII y con su hermana la infanta doña Sancha Raimúndez como dómina del Infantado, han defendido que
la adición del transepto no se produjo en tiempos de doña Urraca de Zamora sino
que fue una decisión de la reina Urraca
I, hija de Alfonso VI y madre de Alfonso VII y doña Sancha Raimúndez, en el
primer cuarto del siglo XII, cuando también creen que se levantó una nueva
cabecera en la que se reutilizarían elementos decorativos de la inmediatamente
anterior, una obra que quedaría terminada ya en tiempos de sus hijos, de ahí la fecha de consagración.
Doña Urraca I de León en el Tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela (5) |
Pero las últimas
investigaciones históricas y arqueológicas parecen descartar esta hipótesis
y consideran que la lápida se estaría refiriendo a la culminación de unas
reformas promovidas por Alfonso VII,
guiado por el firme propósito de difundir el culto a san Isidoro buscando
convertir León, con su iglesia, el panteón y los restos del santo, en claro
referente de su dinastía, y de la mano del maestro de obras Pedro de Deustamben, que no
consistieron en introducir el transepto, que estaría pensado desde el
principio, en la obra de doña Urraca de Zamora, sino en elevar en altura la
nave central para incluir un cuerpo de ventanas que proporcionara luz
directa al templo y cubrirla con bóveda
de cañón, con las naves laterales con bóvedas de arista en vez de
techumbres de madera.
Altura de la nave central |
Pero este cambio provocó rápidamente el colapso y ruina en
la mitad occidental del templo, por lo que, ya en el reinado de Fernando II, fue necesaria una importante
intervención en la que varias bóvedas, tanto en la nave central como en las
laterales, se realizaron en ladrillo y se reforzaron los arcos fajones y sus
soportes en las naves mediante semicolumnas. Incluso la última pareja de
pilares adosados a los muros de las naves laterales discurre por delante de las
ventanas.
Cubierta de cañón de la nave central. Las partes enfoscadas son las que se reconstruyeron en ladrillo |
Columna que soporta un arco fajón de la nave del Evangelio y que discurre por delante de una ventana |
En ese mismo proceso también tuvo que reconstruirse parte de
la fachada sur, reforzada con gruesos contrafuertes, incluyendo la Puerta del
Cordero, portada principal del templo, abierta al cuarto tramo de la nave de la
Epístola. La fachada norte no se habría visto tan afectada por el colapso al estar
protegida por las estructuras del claustro románico, del que sólo se conserva,
precisamente, la crujía adosada a la nave del Evangelio. Aun así, la fábrica
fue arrastrando problemas estructurales durante toda su existencia hasta una
consolidación ya en el siglo XXI.
En cuanto a la comunidad que habitaba el cenobio, en la
década de 1140, periodo de la infanta doña
Sancha Raimúndez como dómina, el cenobio empezó a depender exclusivamente
de un cabildo de Canónigos Regulares
adscrito a la Regla de san Agustín, bajo el priorato de Pedro Arias, y las
monjas abandonaron San Isidoro.
Durante el reinado de Fernando
II, en la segunda mitad del siglo XII, el papa Alejandro III elevó a San
Isidoro al rango de abadía, con una
serie de privilegios entre los que estuvo la exención de la jurisdicción
episcopal, siendo Menendo el primer
prelado con dignidad abacial.
En 1191 se construye la capilla
de la Santísima Trinidad adosada al ábside de la Epístola que, a efectos
estructurales, evitó la ruina de esa zona.
Dejando de lado puntuales intervenciones provocadas por los
continuos desajustes de la fábrica, la siguiente importante intervención en el
templo tuvo lugar en el siglo XV, cuando el abad Simón Álvarez patrocinó la construcción de una tribuna gótica entre las tres primeras
arcadas de la nave central.
A comienzos del siglo XVI Juan de Cusanza o Juan de León ordenó la construcción de la capilla gótica de santo Martino y el derribo del ábside románico para levantar
el gótico con el que hoy cuenta el templo, una obra a cargo del arquitecto
Juan de Badajoz el Viejo.
Según las investigaciones arqueológicas la siguiente planta
indicaría la fecha de los restos constructivos localizados en la iglesia. El
color amarillo señala lo que quedaría del templo que mandan erigir Fernando I y
doña Sancha en el segundo tercio del siglo XI. El color beige marca la
construcción de una iglesia de tres naves, tres ábsides y transepto a fines del
siglo XI o comienzos del siglo XII durante el periodo de doña Urraca de Zamora,
pero que cuando Alfonso VII decide elevar la altura de la nave central y cubrirla
con bóveda de cañón, colapsa casi inmediatamente, ocasionando la ruina de la
zona occidental del templo. El color rojo indica las labores de restauración
de los cuatro últimos tramos occidentales introduciendo contrafuertes meridionales,
bóvedas de ladrillo y reconstrucción de la Puerta del Cordero a mediados del
siglo XII, durante el reinado de Fernando II. El color morado señala la
construcción de la biblioteca a los pies del templo y del ábside mayor gótico.
Finalmente, el color azul señala restauraciones menores en la fachada
meridional entre los siglo XVII y XVIII y la adición de la peineta a la Puerta
del Cordero.
Planta con las distintas intervenciones en la iglesia (6) |
Durante el abaciato del arzobispo Juan Rodríguez Fonseca,
entre 1519 y 1524, se construye un claustro
procesional de ladrillo con cubiertas de combados y se tabica
la galería porticada románica adosada a la nave del Evangelio de la iglesia.
Cubierta de combados del claustro procesional |
A continuación don
Pedro Suárez de Quiñones, comendador de san Isidoro, ordenó la transformación la sala
capitular en su propia capilla fúnebre y en 1534 el Cabildo decidió transformar la tribuna real en sala capitular.
Ese mismo año el arquitecto Juan de
Badajoz el Mozo demolió el primitivo palacio real románico en la esquina
suroeste del conjunto para construir una biblioteca,
un ámbito con acceso a través de una puerta también renacentista abierta en la
antigua tribuna transformada en sala capitular que se cubrió con la primera
bóveda elíptica del Renacimiento español.
En el siglo XVIII se
modifica el claustro procesional añadiéndole grandes arquerías de medio punto y
una segunda altura, pero la galería románica siguió quedando oculta tras el
muro para contener los empujes que ejercía la nave central del templo, que ya habían
provocado desplomes. También se construye un segundo patio en el que se ubica una hospedería, hoy reconvertida
en hotel ocupando también parte de las crujías del claustro procesional.
Claustro procesional |
Segundo patio, hoy hotel |
El siglo XIX comenzó con la ocupación de la abadía durante
la invasión francesa, el expolio de muchas de sus obras de arte y el incendio
de la iglesia con la retirada de las tropas. A duras penas el monasterio fue
ocupado de nuevo hasta la supresión de la comunidad en la desamortización de 1835, y
aunque ésta fue restablecida en 1851 por bula del papa Pío IX, la
restauración del edificio no comenzó hasta fines del siglo de la mano de los
arquitectos Juan Bautista Lázaro y Juan Crisóstomo Torbado, extendiéndose hasta
la década de 1920.
Durante la Guerra Civil el convento sufrió de nuevo saqueos
y expolios. Terminada la contienda, el Cabildo volvió a ocupar el edificio y en
1942 la iglesia obtuvo el título de basílica menor. El arquitecto Luis Menéndez Pidal inició nuevas restauraciones
bajo el la supervisión del Patronato Artístico Nacional, cuando se optó por
demoler el muro de ladrillo que había dejado oculta durante varios siglos la galería románica. Pero en 1956 la decadencia del Cabildo Regular de San
Isidoro era tal, con sólo el abad y tres ancianos canónigos, que fue necesaria
una solución de urgencia, optándose por transformarlo en Instituto Secular
Sacerdotal, encargado de mantener el culto en la basílica hasta la actualidad. Las campañas restauradoras se fueron sucediendo durante toda
la segunda mitad del siglo XX afectando, sobre todo, a la basílica y al
claustro procesional. En este
periodo también se realizaron excavaciones arqueológicas que se han continuado
en el siglo XXI junto al último plan restaurador entre 2004 y 2012 que ha
afectado a casi todos los ámbitos del conjunto monumental que hoy forma San
Isidoro, estando en curso una nueva restauración del claustro procesional, y quedando
pendiente todavía una intervención en el museo y la restauración del Panteón Real.
Galería románica del claustro redescubierta en el siglo XX asomando por detrás la nave central del templo |
La iglesia,
orientada canónicamente con la cabecera hacia el este y los pies hacia el
oeste, presenta toda su fachada sur despejada, con dos portadas, la Puerta del Cordero abierta al cuarto
tramo de la nave de la Epístola y la Puerta
del Perdón en el brazo del transepto de ese mismo lado, toda ella rodeada
por un atrio abierto a una plaza desde la que puede observarse el edificio en
todo su esplendor.
Fachada sur de la basílica (7) |
Alzado de la fachada sur (8) |
El resto del edificio está envuelto por otras
construcciones, con la muralla hacia el oeste, donde sobresale la Torre del Gallo, y el claustro procesional y otro patio
barroco adosados, sucesivamente, hacia el norte.
La Torre del Gallo
se ubica a los pies del Panteón Real y está empotrada en la muralla romana. Es
de planta cuadrada y sus dos primeros cuerpos tuvieron funciones defensivas,
pertenecientes al siglo XI, en tiempos de Fernando I, mientras que los dos
siguientes ya son del siglo XII y se corresponden con su función de campanario.
Está coronada con un chapitel de pizarra y una veleta con un gallo que es la
que da nombre a la torre, convertido en símbolo de la ciudad.
Torre campanario |
Durante la importante campaña de restauraciones en la década de 1960 dirigida por el arquitecto Luis Menéndez Pidal se realizaron obras de restauración de esta torre que fueron continuadas a comienzos del presente siglo por otras de consolidación siguiendo los métodos más avanzados en este sentido. También se optó por sustituir la famosa veleta por una reproducción, y la origianl se exhibe en el museo.
La Puerta del Cordero está dividida en dos cuerpos, con una peineta ya barroca incorporada en el siglo XVIII compuesta por un escudo real central y rematada por una escultura de San Isidoro a caballo que sigue la iconografía del Pendón de Baeza, pieza conservada en el propio museo de la basílica, y una portada inferior que quedó configurada tal y como hoy la conocemos tras la reconstrucción del templo durante el segundo tercio del siglo XII después del colapso producido por la desproporcionada altura de la nave central y que afectó a esta parte de la fachada sur.
La Puerta del Cordero está dividida en dos cuerpos, con una peineta ya barroca incorporada en el siglo XVIII compuesta por un escudo real central y rematada por una escultura de San Isidoro a caballo que sigue la iconografía del Pendón de Baeza, pieza conservada en el propio museo de la basílica, y una portada inferior que quedó configurada tal y como hoy la conocemos tras la reconstrucción del templo durante el segundo tercio del siglo XII después del colapso producido por la desproporcionada altura de la nave central y que afectó a esta parte de la fachada sur.
Puerta del Cordero |
Peineta de la Puerta del Cordero, añadida en el siglo XVIII |
Presenta un vano abocinado de medio punto con tres
arquivoltas con escocias decoradas con palmetas, dos apoyadas en columnas sobre
plintos muy altos que no son originales y capiteles decorados con figuras del
bestiario medieval y una tercera dovelada que descansa sobre las jambas, todo
ello rodeado de una moldura ajedrezada.
Arco de la Puerta del Cordero |
En cuanto al tímpano,
apoyado sobre jambas rematadas por cabezas de carneros, está formado por tres
placas y muestra dos zonas diferenciadas relacionadas con la Redención. En la
parte baja se representa el Sacrificio de
Isaac, prefiguración de la Crucifixión en el Antiguo Testamento, asunto
habitual en la Hispania mozárabe, justo cuando escucha la voz de Dios,
representada en la Dextera
Dei, flanqueado por la doble descendencia de Abraham, Sara a la
puerta de su tienda con unos criados, a la derecha, e Ismael, representado como
un arquero, y su madre Agar, esclava con la que Abraham tuvo el hijo antes que
con su esposa, a la izquierda. En la parte la superior hay un Agnus
Dei en roleo sustentado por dos ángeles flanqueados por otros dos
portando los instrumentos de la Pasión. Las últimas investigaciones
arqueológicas parecen indicar que esta decoración escultórica responde a dos
épocas diferentes y que la escena con el Sacrificio
se realizó durante el mencionado proceso de reconstrucción, reaprovechándose
las tres placas superiores, que procederían de la anterior portada, para una
nueva composición.
Tímpano de la Puerta del Cordero |
Las enjutas
también contienen relieves y figuras reutilizados colocados con cierto
desorden. En la de la izquierda aparece san Isidoro, identificado mediante la
inscripción “ISIDORUS” junto a su cabeza, bajo cuya advocación está el templo,
los relieves de David y seis músicos y los símbolos del zodiaco. En el Museo de
León se conserva otra escultura de san Vicente que se cree que haría pareja con
san Isidoro, pues las reliquias de ambos santos fueron trasladadas al
monasterio al mismo tiempo en 1063. En la jamba de la izquierda está la
escultura de San Pelayo con los relieves de otros dos músicos y el resto de
símbolos del zodiaco.
Enjutas del arco de la Puerta del Cordero |
La fachada del
transepto de la Epístola está dividida en dos cuerpos mediante una cornisa
ajedrezada apoyada en canecillos. En el cuerpo superior se ubican tres arcos de
medio punto, ciegos los dos laterales y el central cerrado por una reja
románica y el cuerpo inferior contiene la que popularmente se conoce como Puerta del Perdón aunque en las fuentes
medievales nunca aparece con ese nombre sino como Puerta de San Pedro porque era el acceso a la homónima parroquia
ubicada en el ábside de la Epístola, suprimida en 1782 para
unirse a la de Santa Marina. Por ella entraban los peregrinos del Camino de
Santiago para conseguir las indulgencias en este templo, aunque ahora solamente
permanece abierta en años de Jubileo Compostelano. Su ejecución es posterior a
la del Cordero, perteneciente al románico pleno.
Fachada del transepto de la Epístola con la Puerta del Perdón |
Con el conjunto rodeado por una moldura ajedrezada, el vano
se compone de dos arquivoltas de medio punto ligeramente peraltadas que apoyan
sobre sendas columnas acodilladas con plinto.
El tímpano, con
dintel apoyado sobre dos cabezas de animales, quizá un león y un perro, girados
como mirando al peregrino que accede al templo, se divide en tres dovelas con
tres relieves con escenas de la Pasión de Cristo: el Descendimiento en el centro, flanqueado por la Ascensión y Las tres Marías
ante el sepulcro vacío. Su tratamiento está ya muy alejado de la influencia
mozárabe, atribuidos al maestro Esteban, que se cree que también trabajó en las
catedrales de Pamplona y Santiago de Compostela, asuntos extendidos por el
Camino de Santiago y después exportados a Francia, donde son de cronología
posterior. En la rosca del arco se lee la inscripción “ASCENDO AD PATREM MEUM
PATREM VESTRUM” (Asciendo a mi Padre, a vuestro Padre).
Tímpano de la Puerta del Perdón |
Las esculturas de las enjutas
sí muestran reminiscencias mozárabes, no por el asunto, con los dos patronos de
Cluny y pilares de la Iglesia Romana, cuyo rito ya está completamente impuesto
en la Península Ibérica, sino por la posición que ocupan, pues San Pablo se
ubica a la derecha de la puerta, la izquierda para el espectador, el lado del
Evangelio, el lugar preferente, porque en la liturgia hispánica es más venerado
que San Pedro, colocado a la izquierda.
Detalle del arco de la Puerta del Perdón, con los santos Pedro y Pablo en las enjutas |
La fachada del transepto del Evangelio contuvo la Puerta Norte o Capitular, que toma su
nombre porque sólo funcionó como acceso público unas pocas décadas, pues en
1148 con la infanta doña Sancha
Raimúndez como dómina del infantado, hermana de Alfonso VII, cuando en San
Isidoro quedó instalado un cabildo de
Canónigos Regulares adscrito a la Regla de san Agustín, se construyó una
sala capitular lindante con este transepto y la portada pasó a ser el acceso a
la misma, integrada dentro de la zona de clausura. Esta sala capitular después
pasó a ser capilla funeraria de los Quiñones, zona no visitable en la
actualidad, donde quedó integrada la portada aunque cegada.
Su composición sería muy similar a la de la Puerta del Perdón
y aunque en la actualidad el tímpano
es liso y antes estuvo pintado, en origen contendría un relieve sobre el que se
ha planteado una hipótesis teniendo en cuenta el estudio de varios fragmentos
escultóricos recopilados. Casi con toda seguridad en el centro figuraría una Maiestas
Domini en mandorla rodeada de los símbolos del Tetramorfos flanqueado
con un ángel girado hacia atrás para ofrecer la mano a un santo, quizá el
propio San Isidoro, identificado con un abad u obispo porque porta báculo, al
que presenta a la Divinidad, en actitud de mediador, y otro ángel al que,
quizá, un hombre orante coge la mano ¿uno de los miembros de la familia real
leonesa? Los fragmentos conservados son tan escasos que sólo es una conjetura,
abierta a otras posibles interpretaciones si se localizaran más elementos.
Hipotética reconstrucción del tímpano de la Puerta Norte según T. Martin (9) |
Contqría con una inscripción inferior que, según un fragmento
localizado en el lapidario en el que puede leerse: [ ]NE MAIESTATIS ARCE +
ADORAN[ ], Podría completarse como “SEDENTEM IN SUPERNE MAIESTATIS ARCE
ADORANT” (“Sentado en la cima de la fortaleza de la Majestad, le adoran”),
frase derivada de las alabanzas de los ángeles y las bestias que rodean el
trono de Dios en el Apocalipsis.
Los dos tímpanos de las puertas de los transeptos podrían tener
una lectura iconográfica conjunta en la que la sur resumiría la historia de la
Muerte y Ascensión de Cristo como testimonio de Redención que da esperanza a
los fieles animándolas a entrar al templo y en la norte se continuaría la
historia con Cristo entronizado en el Cielo y preparado para juzgar a los
hombres y ofreciendo la salvación a los peregrinos que visitaban las reliquias
de san Isidoro, intercesor ante la Divinidad.
También se cree que en las enjutas de esta portada norte, igual que en la Puerta del Perdón aparecen los santos Pedro y Pablo, estarían, actuando como contrapunto, los santos Juan Evangelista y Santiago el Mayor, apóstoles y hermanos, creyéndose que un fragmento identificado con el Evangelista hoy conservado en el Museo de León, podría proceder de dicha portada.
Hipotética reconstrucción de la fachada norte del transepto según T. Martin (9) |
En relación con la importancia de la Colegiata de San
Isidoro en las peregrinaciones a Santiago, según consta en la llamada Guía del
Peregrino, el libro V del Códice
Calixtino, estos cuatro santos, los más importantes para Cluny, eran los
que ocupaban la Portada de la Azabachería en la catedral compostelana, por la
que, precisamente, entraban los peregrinos. Su introducción en ambas portadas
del transepto de la Colegiata podría estar en relación con la intención de doña
Urraca de Zamora de utilizarlas para resaltar los vínculos de la iglesia que
prestigiaba su dinastía con los dos máximos poderes eclesiásticos del periodo,
Cluny y Santiago.
En la fachada este
destaca el cuerpo rectangular del ábside central gótico y sólo queda visible, a
su derecha, parte del ábside románico de la Epístola, con sendos vanos, uno ciego y
otro habilitado, organizados mediante arcos de medio punto apoyados sobre
columnas con capiteles con decoración zoomórfica de románico pleno. Bajo la
cornisa también destacan los canecillos, de variada decoración.
Ábside y transepto de la Epístola |
Vano del ábside de la Epístola |
Testero del ábside central gótico en la fachada este |
Ya en el interior,
el templo presenta planta de cruz latina con tres naves de seis tramos, coro
alto a los pies y tres ábsides, los dos laterales, conservados de la
construcción románica, cubiertos con bóveda de horno, y el central, fruto de una
intervención gótica en el siglo XVI. Como las ampliaciones tuvieron que
adaptarse a lo existente, el eje y la anchura de las naves laterales, muy
estrechas, no coinciden con los de los ábsides.
Interior de la basílica de san Isidoro |
Nave del Evangelio, con el ábside lateral al fondo, apreciándose cómo no coinciden en anchura ni eje |
La nave central
destaca por su altura, con pilares cruciformes con semicolumnas adosadas con
capiteles vegetales e historiados, arcos doblados de medio punto peraltados, claristorio con grandes ventanas
abocinadas también de medio punto y cubierta por bóveda de cañón con arcos
fajones, unos apoyados sobre ménsulas, otros sobre semicolumnas y otros sobre
pilares con semicolumnas y todos ellos reforzados por robustos contrafuertes
exteriores.
Alzado de la nave central y de la del Evangelio desde el transepto de la Epístola |
El crucero, con
la misma altura que la nave central y también con cubierta de cañón, abre a los
transeptos mediante arcos polilobulados que denotan influencia mozárabe,
mientras que las cubiertas de las naves laterales presentan unos potentes arcos fajones
pero entre los arcos se disponen unas tempranas bóvedas de arista.
El curcero desde el transepto del Evangelio, apreciándose los arcos polilobulados |
Prestando atención a los capiteles, sus formas son muy
diversas. Los hay de tradición clásica, con acantos, roleos, palmetas, con
motivos vegetales, con representaciones inspiradas en el bestiario románico y
otros que muestran escenas bíblicas.
Capitel del último pilar del lado del Evangelio, antes del transepto, con Sansón desquijarando al león |
Capitel en el tercer pilar del lado de la Epístola con una escena de lucha entre hombres |
Capitel del quinto pilar del lado de la Epístola con una Maiestas Domini |
La capilla mayor
es fruto de una intervención a partir de 1513 con el patrocinio del padre Juan de Cusanza y bajo la
dirección de obras de Juan de Badajoz el
Viejo en la que se sustituyó la antigua estructura románica de tiempos de
doña Urraca de Zamora por otra gótica. Tiene planta rectangular, con testero plano,
ventanas bíforas y cubierta de terceletes.
Cubierta de terceletes de la capilla mayor |
Capilla mayor |
El retablo mayor
también es gótico y procede de la iglesia de santo Tomás de Pozuelo de la Orden
de Valladolid, cuya parroquia, en 1920, cuando fue trasladado a San Isidoro,
todavía pertenecía al obispado de León. Se realizó entre 1525 y 1531 con
labores de talla y ensamblado todavía góticos de la mano del maestro Giralte,
probablemente Giralte de Bruselas, con banco, tres cuerpos y siete calles, todo
ello recorrido por un guardapolvo con decoración vegetal donde asoman animales, dragones y otros seres fantásticos.
La calle central
está protagonizada por un ostensorio, que sustituye a una escultura de santo
Tomás, titular de la iglesia de donde procede el retablo, y una talla de la Asunción bajo dosel que tampoco se considera
original del retablo. Además, en la parte baja de la calle central se aloja una
urna realizada por el orfebre leónes Antonio Rebollo en 1847 con los restos de san
Isidoro.
Escultura de Santo Tomás que perteneció al retablo mayor (la fotografía me la ha cedido para publicarla Juan Carlos Álvarez Sánchez ¡Muchas Gracias!) |
El resto muestra veinticuatro tablas de pintura realizadas
por Lorenzo de Ávila, que quizá actuara como director artístico, Antonio
Vázquez, ambos seguidores de Juan de Borgoña, y Andrés de Melgar, discípulo de
Alonso Berruguete.
En el banco
aparecen los apóstoles identificables por sus atributos y por parejas, una
composición muy habitual en la época. Los del lado del Evangelio son san Mateo
con san Judas Tadeo, san Simón Zelotes con san Bartolomé y san Andrés con san
Pedro. En el de la Epístola se distribuyen san Pablo con san Juan Evangelista,
Santiago el Menor con santo Tomás y Santiago el Mayor con san Felipe.
Retablo mayor |
En el primer cuerpo
se relata la Vida de santo Tomás,
con seis escenas que toman la iconografía de la Leyenda Dorada de Jacobo de la
Vorágine. El segundo cuerpo está dedicado al Ciclo de la Pasión de Cristo, con las escenas de la Oración en el huerto, el Prendimiento, Cristo ante Caifás (o Pilatos), la Flagelación, el Ecce Homo
y Camino del Calvario. En cuanto al tercer cuerpo, se centra en el Ciclo de Vida de la Virgen, con el Abrazo ante la Puerta Dorada, la Natividad de la Virgen, los Desposorios, la Anunciación, la Circuncisión
y la Asunción.
Escenas del lado de la Epístola del segundo y tercer cuerpo. Arriba se encuentran la Anunciación, la Circuncisión y la Ascensión; abajo vemos la Flagelación, el Ecce Homo y Camino del Calvario |
La iglesia conserva muy poco de su decoración mueble, apenas
reducida al retablo mayor, que ya se ha mencionado que no es el original, la
sillería del coro que recorre el presbiterio y tres esculturas góticas: una de
San Isidoro en el pilar de la Epístola ante el altar mayor y otra de la Virgen
de la Concepción en el del Evangelio, que hace pareja con el Arcángel san
Gabriel adosado al pilar del muro de la nave del Evangelio justo antes del
Transepto.
Esculturas de la Virgen y el Arcángel san Gabriel |
La Virgen de la Concepción y el Arcángel san Gabriel |
Además, en ambos ábsides se exponen un Cristo del Sagrado
Corazón y una Piedad.
Ábside de la Epístola con un Cristo del Sagrado Corazón y ábside del Evangelio con una Piedad |
Detrás del ábside de la Epístola, con acceso mediante una
puerta en el transepto, se ubica la capilla
de la Santísima Trinidad, mandada construir hacia 1191 por Santo Martino,
el canónigo de San Isidoro, para guardar las numerosas reliquias que había ido
acumulando a lo largo de sus viajes y para que también sirviera de cementerio
común de los canónigos en el ámbito del primitivo cementerio organizado durante
el abaciato de doña Teresa, hermana de Alfonso V, dedicado a enterramiento de
obispos.
A comienzos del siglo XVI fue ampliada por orden del abad
don Juan de León adosándole otro espacio gótico de planta rectangular con
cubierta de crucería y el conjunto cambió su denominación a Capilla de Santo Martino porque esta ampliación se construyó expresamente para alojar los restos de ese santo.
Cuenta con un retablo barroco del siglo XVII con la imagen
del titular, la de santa Mónica, madre de san Agustín, la urna con los restos
del santo y otras muchas reliquias atesoradas por el templo, obra de José de
Margotedo, también autor del retablo mayor de la basílica, destruido en un
incendio en 1811.
Capilla de Santo Martino (10) |
El coro alto, que
ocupa los tres primeros tramos de la nave central, es fruto de una intervención
en la primera mitad del siglo XV por orden del abad Simón Álvarez, de ahí que
su escudo se encuentra en una de las claves de la bóveda rebajada que lo
sustenta.
Coro alto desde el crucero |
En el sotocoro se conservan dos puertas, ambas tapiadas por
el exterior. La de la izquierda es de medio punto con un crismón trinitario con el alfa y el omega invertidos y se cree que sería el primitivo acceso al palacio. La otra, casi en el centro,
muestra reminiscencias mozárabes, formada por tres arcos de herradura con el
interior polilobulado, abría directamente al panteón.
La iglesia desde el sotocoro |
En el Panteón Real de san Isidoro, situado a los pies del templo, un ámbito cuadrado de poca
altura dividido en tres naves de dos tramos mediante dos columnas centrales y
cubierto con seis bóvedas de arista, reposan los restos de más de veinte reyes
y reinas, doce infantes y nueve condes, conformado como uno de los ámbitos más
importantes del románico, con un ciclo pictórico cuya datación más
aceptada en la actualidad lo sitúa entre fines del siglo XI y principios del
XII.
Panteón Real de San Isidoro de León (11) |
Sobre el Panteón estuvo la Tribuna Real, un palco para uso exclusivo de los reyes, desde donde
podían asistir a los oficios en el templo, compuesto por dos cuerpos
rectangulares cubiertos con bóveda de cañón. Después se convirtió en
dependencia del palacio de la infanta doña Sancha Raimúndez, dómina de la
colegiata, y a fines del siglo XII el canónigo Santo Martino la convirtió en capilla de Santa Cruz, instalando allí
su despacho. En el siglo XVI se habilitó como nueva sala capitular porque la
antigua se había convertido en capilla funeraria de los Quiñones y desde 1962
es una de las salas del Museo de la
Colegiata que se conoce como Cámara
de doña Sancha.
La trascendencia
histórico-artística del Panteón Real de la Basílica de san Isidoro de León, joya del Románico, merece un artículo aparte junto al claustro procesional y al museo, dado que, además, en la visita turística
estos ámbitos se ven juntos.
Otras COLEGIATAS en Viajar con el Arte:
La ex colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, en Burgos
Otras COLEGIATAS en Viajar con el Arte:
La ex colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias, en Burgos
El Colegio Imperial de la Compañía de Jesús
en Madrid y su iglesia, hoy colegiata de san Isidro de Madrid
La antigua colegiata y el Museo Diocesano
Catedralicio de Valladolid
La ex colegiata de San Antolín de Medina
del Campo, en Valladolid
Referencias:
(6) UTRERO AGUDO, Mª Á. y MURILLO FRAGERO, J. I.: “San
Isidoro de León. Construcción y reconstrucción de una basílica románica”, Arqueología
de la Arquitectura, 11: e014. doi: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2014.011
(9) MARTIN, T., “Una reconstrucción hipotética de la portada
norte de la Real Colegiata de San Isidoro, León”. Archivo Español de Arte, LXXXI, 324, oct-dic 2008, pp. 377-378.
Fuentes:
CAVERO DOMÍNGUEZ, G., “El discurso de la Crónica
silense: San Isidoro y el panteón real”, e-Spania, 14, décembre
2012 http://e-spania.revues.org/21612
MARTIN, T., “Una reconstrucción hipotética de la portada
norte de la Real Colegiata de San Isidoro, León”. Archivo Español de Arte, LXXXI, 324, oct-dic 2008, pp. 377-378.
PARRADO, J. Mª, “Andrés de Melgar en el retablo de Pozuelo
de la Orden. Las relaciones entre pintores en el medio castellano del primer
tercio del siglo XVI”, Boletín del
Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, BSAA, 1998, nºv64, pp.
255-277.
SILVAVERASTEGUI, Mª S. de, “Espacios para la penitencia
pública y sus programas iconográficos en el Románico Hispano”. Clio y Crimen, 7, 2010, pp. 111-135.
UTRERO AGUDO, Mª Á. y MURILLO FRAGERO, J. I.: “San Isidoro
de León. Construcción y reconstrucción de una basílica románica”, Arqueología
de la Arquitectura, nº 11, 2014: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2014.011
Comentarios
Hace tiempo que te 'sigo', digo así porque para seguirte hacen falta dos vidas :)
Me encanta tu blog.
Estuve por primera vez en León hace medio año, será de los viajes que más he disfrutado. Me impactó muchísimo en todos los sentidos...su gente, sus monumentos.
Traje ( 'robada' ) una foto del Panteón Real; sin flash, claro.
Soy riojana y en mi pueblo -Nájera- tenemos el sepulcro de Bermudo III de León. Hay un monasterio muy bonito con panteón Real. Se da la circunstancia de que Nájera fue capital del Reino de Nájera-Pamplona, allá por el siglo XI; también campo de batalla de castellanos y navarros.
Mira, te dejo el sepulcro del que te hablo:
http://lavidadevezencuando.blogspot.com.es/2014/10/san-isidoro-de-leon-santa-maria-la-real.html
Un placer, Sira.
Blanca
Pdt: disculpa mi tardanza en contestarte. No sé dónde tengo últimamente la cabeza.
https://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_I_de_Le%C3%B3n
Sira, por si vienes a Nájera ...
bgarcia.aldonza@gmail.com
Gracias a ti, por tu maravilloso blog.
Sobre lo que dices , de la relación de Fernando I con el condado de Castilla , tengo mis dudas sobre esta versión. Según lo que yo puedo saber el último conde castellano fue Sancho García , enterrado en el monasterio de Oña , tuvo un solo hijo que el mismo día de su boda en León fue envenenado, por lo que el condado de Castilla , a la muerte de Sancho Garcia, es heredado por el rey de Navarra : Sancho el Mayor, lo hereda por estar casado con doña Munia , hermana de Sancho García y Castilla desde ese momento es reino de Navarra, tanto doña Munia como Sancho el Mayor de Navarra descansan en Oña.
Posteriormente un hijo de Sancho el Mayor es el primer rey castellano. Un saludo