La historia del Monasterio de San Salvador de Celanova, en Orense
El monasterio de San
Salvador de Celanova, al suroeste de la provincia de Orense, en la orilla
izquierda del río Sorga, afluente del Arnoia, fue fundado por san Rosendo en el
año 942 en una villa de pertenencia
familiar donde ya había una capilla dedicada a san Martín, donada por su
hermano, el conde Froilán Gutiérrez, un conjunto de tierras fértiles y de labor
cerca de la frontera portuguesa y en un cruce de caminos norte-sur entre las
antiguas Auria y el Luccus romano (Santiago) y Braccara Augusta (Braga) y
este-oeste entre los campos de la meseta peninsular y la costa gallega.
Fachada occidental del Monasterio de San Salvador de Celanova |
“Ego Froyla et usor mea Sarracina (…) offero
(…) Villam in términos Gallecie, territorio Bubalo, subtus monte
Leporario, ripam rivusculi Sorice, quam inquiunt Villare, cum Moraria, Sampiri et Poleiares (…) ut construatur ibi
templum. U (…) hedificent ibi monasterium. Locus vocatus
Villare et dehinc vocatur Cella Nova”. (1)
(Yo Froilán y mi esposa Sarracina (...) ofrezco (...) una villa en los términos de Gallecie, territorio de Bubalo, bajo el monte Leporario, a la orilla del río Sorice, donde se encuentran Villare, con Moraria, Sampiri y Poleiares (...) para que allí se construya un templo. Para que (?) (...) edifiquen allí un monasterio. Lugar llamado Villare y ahora Cella Nova)
(Yo Froilán y mi esposa Sarracina (...) ofrezco (...) una villa en los términos de Gallecie, territorio de Bubalo, bajo el monte Leporario, a la orilla del río Sorice, donde se encuentran Villare, con Moraria, Sampiri y Poleiares (...) para que allí se construya un templo. Para que (?) (...) edifiquen allí un monasterio. Lugar llamado Villare y ahora Cella Nova)
Rudesindus Gutiérrez, canonizado como san Rosendo por el
papa Celestino III en 1195, probablemente la figura más importante de la Gallaecia altomedieval, nació, según una
tradición del siglo XVI, en el año 907, hijo de los condes Gutier Menéndez e
Idaura o Aldara Ériz, miembros de la alta nobleza gallega, poseedores de un
ingente patrimonio territorial y emparentados con la realeza asturleonesa, una
familia aristocrática, profundamente religiosa y culta del siglo X,
comprometida con la restauración política y espiritual de Galicia, que
proporcionó una sólida formación cultural a su hijo que fue completada en su
adolescencia junto a su tío Sabarico, obispo de Mondoñedo, muy respetado en su
época, al que sucedió en el cargo con sólo dieciocho años. Después también fue nombrado
virrey de Galicia por el rey asturleonés Ordoño III para organizar la defensa
del territorio de los ataques normandos y de los ejércitos de Al-andalus,
además de obispo de la diócesis de Iria Flavia, primitiva Santiago de
Compostela, único obispo de toda la Alta Edad Media del que se nos legó una
biografía, la Vita et miraculi sancti
Rudesindi escrita por Ordoño de Celanova en el último tercio del siglo XII
con motivo de su canonización, un dato que da cuenta de lo extraordinario de su
figura.
San Rosendo sedente en el retablo de la capilla del último tramo de la nave de la Epístola |
Según cuenta la leyenda, fue un sueño durante una noche de
vigilia en el monasterio de Caaveiro cuando san Rosendo recibió una indicación
divina para fundar un cenobio en honor al Salvador allí donde cayó una piedra que
tuvo que lanzar desde el monte Laobreiro, un lugar al que a partir de ese
momento decidiría llamar “Cela Nova” para distinguirlo de “Cela Vella”, su
lugar de nacimiento, la villa de Salas en el lugar de Cela, al sur de la
antigua Gallaecia romana, que llegaba hasta el río Duero, actual San Tirso, en
Portugal, donde residían sus padres. Otros autores explican el topónimo como
derivación de “Celada”, por una celda que se fabricó el santo en dicho sitio.
Otros autores defienden que el topónimo procede del vocablo eslavo “selá”, que
significa casas o viviendas, y “nóva selá” estaría en relación con los nuevos
edificios de la nueva fundación de Rosendo, a partir de la que se fue formando,
progresivamente, un pequeño núcleo poblacional.
Como era habitual,
el fundador también dotó al nuevo cenobio de los objetos litúrgicos, libros y
ornamentos necesarios para la celebración de los oficios divinos, aunque en
este caso la excepcionalidad está en la riqueza de lo donado, no comparable a
ninguna otra donación de la que se tengan noticias a un centro religioso
gallego e incluso superior a las donaciones reales a Santiago de Compostela, solo
equiparable a las ofrendas de los reyes asturianos al santuario de San Salvador
de Oviedo, una prueba evidente del peso político, económico y social que tenía
su familia.
La primera comunidad que habitó el monasterio, bajo el
abadiato de Fránquila y quizá ya siguiendo los postulados de la regla
benedictina, estuvo compuesta por unos treinta monjes procedentes del
Monasterio de santo Estevo del Ribas del Sil.
Hipótesis de cómo serían las primeras construcciones superpuestas al perfil del conjunto actual, en la que 1 corresponde a la Capilla de San Miguel, conservada, 2 sería la preexistente Capilla de San Martin y 3 sería la primera iglesia, las dos últimas desaparecidas (1) |
Al principio sólo contaron con unas pocas edificaciones,
pero éstas fueron aumentando en paralelo a la acumulación de propiedades
entregadas por los familiares del fundador y a los privilegios y propiedades
concedidas por los reyes astur-leoneses y por otros miembros de la familia
real, emparentados con el propio san Rosendo, pues la fundación, como era lo
habitual, no tuvo un objetivo sólo espiritual sino, sobre todo, de gestión
económica, y la posesión de abundantes propiedades implicó un dominio
prácticamente absoluto sobre los valles de los ríos Arroya, Limia y Támega, al
sur de Galicia, una zona especialmente apta para la producción agrícola y
ganadera y que así, además, se poblaba y controlaba políticamente.
Las donaciones fueron todavía incluso más numerosas cuando Rosendo,
quizá imbuido del milenarismo que se extendió antes de la llegada del año 1000,
creyendo en el fin del mundo y en un cambio de vida y entrega a Dios
practicando una religiosidad que llevaba al retiro del mundo en monasterios,
eremitorios o casas dedicadas a la observancia de una vida en común bajo una
disciplina regular, renunció al obispado y a organizar la defensa de Galicia
contra los normandos para ingresar en el monasterio donde, a la muerte de Fránquila
en el año 959, fue el abad hasta su propio fallecimiento en el 977.
Retrato idealizado de San Rosendo de Gregorio Ferro Requeijo fechado a comienzos del siglo XIX y conservado en la sacristía (2) |
Según el monje Ordoño de Celanova en la mencionada primera
biografía de san Rosendo, el primitivo monasterio, que seguiría premisas
arquitectónicas del Prerrománico asturiano, tenía una iglesia de tres ábsides
dedicados al Salvador, san Pedro y san Juan Evangelista, respectivamente,
viviendas para los treinta monjes de coro, dedicados a la celebración
solemne del oficio divino y a la asistencia a otros actos comunes, y para los conversos,
hermanos legos que se ocupaban del trabajo en el huerto, la cocina o las
granjas, liberando a los monjes de las labores que no eran propias de sus
votos, un albergue para peregrinos y un pequeño oratorio dedicado al arcángel
san Miguel, lo único que se conserva en la actualidad, conocida como Capilla de san Miguel, una joya
prerrománica a la que le he dedicado un artículo aparte.
Hipótesis de cómo sería el conjunto altomedieval superpuesto al perfil de las construcciones actuales, en la que 1 se corresponde con una torre, 2 sería el cuerpo de la iglesia, 3 sería la capilla mayor dedicada al Salvador, 4 sería la Capilla de San Pedro, 5 sería la Capilla de San Juan, 6 sería el claustro y 7 sería la sala capitular-refectorio. Arriba a la izquierda se aprecia la silueta de la Capilla de San Miguel, conservada (1) |
Fachada occidental de la Capilla de San Miguel (3) |
Fachada oriental de la Capilla de San Miguel, con la cabecera de la iglesia al fondo (4) |
Con posterioridad, con el cambio del rito hispano por el
romano, ya se alzaría un nuevo cenobio siguiendo las directrices del Románico
que se convertiría en uno de los monasterios benedictinos más poderosos de
Galicia en la Edad Media. No tenemos vestigios de este conjunto románico pero
sí otro testimonio de 1610 de Mauro Castellá Ferrer en su Historia del
apostol de Iesus Christo Sanctiago Zebedeo, patron y capitan general de las
Españas, que lo describe de la siguiente manera:
“Yo alcancé a ver algunas pieças della, que ahora toda está
reedificada de nueuo, el grandor de las celdas seria de catorze pies en largo,
y otro tanto en ancho, su altor era estado y medio, poco mas que apenas
llegaria a dos, el techo pintado de roxo, y blanco. El refitorio no tenia
quarenta pies de largo, y hasta treynta de ancho. En aquel tiempo fue este vno
de los mejores edificios de España. Lo que de está en pie es la Ermita de S.
Miguel: la Yglesia con la torre mayor que para antigua es muy grande, hermosa,
y de muy buena boueda coronada toda de almenas, y saeteras, que bien parecia
Soldado, y Cauallero”. (5)
Con el desarrollo de las peregrinaciones a Santiago,
Celanova se conformó como uno de los enclaves de la llamada “Via Nova”, que
partía de Oporto pasando por Maia, San Tirso (Salas), supuesto lugar de
nacimiento de san Rosendo y hoy ciudad hermanada con Celanova, Vilanova de
Famalicão, Braga, Dume, donde se veneraban las reliquias de san Martín de
Dumio, Amares y Terras de Bouro (Portela do Homem) en Portugal y, ya en España,
continuaría por Lobios (Portela de Hombe), Bande, con las reliquias de san
Torcuato, discípulo del propio Santiago según el Codex Calixtinus y obispo de Guadix, desde donde los peregrinos
seguían una vía secundaria por Lobeira, Portela (Verea) y San Salvador de
Celanova, donde veneraban las reliquias de san Rosendo, a las que después se
unieron, trasladadas desde Bande, las de san Torcuato, desde donde enlazaría
con la Vía de la Plata por Allariz o se continuaría hacia el norte atravesando
Barbadás hasta llegar a Orense, donde se veneraba al Santo Cristo y a Santa
Eufemia, y donde también enlazaría con la Vía de la Plata.
Posteriormente, ya en el siglo XIV, la reina santa Isabel de
Portugal peregrinó dos veces a Santiago e, igual que otros miembros de la nobleza
portuguesa, eligió esta ruta que pasaba por Celanova, un trayecto que aunque
hoy también se conoce como “Camiño da Raíña Santa”, ya estaría transitado de
antes, como lo prueba el que en el Tumbo
de Celanova se recoja la intención a comienzos del siglo XII del abad de
Celanova y del prior de San Munio de Veiga de construir un hospital en Portela
(Verea).
De la propia configuración del monasterio y de su ubicación
en un camino se desprende la conformación alargada del núcleo urbano de
Celanova en pleno camino, que lo atraviesa de norte a sur.
Vista aérea de Celanova, con el monasterio en el centro (1) |
En estos primeros siglos el monasterio adquirió gran
relevancia y poder, llegando a tener anexionados a su abadiato el de señor de
la villa y otros pueblos de la provincia de Orense, con derecho a nombrar
alcaldes, escribanos y jueces en los territorios sometidos a su dominio, extendido
a más de cincuenta entidades entre monasterios, iglesias y prioratos, el de arcediano
de Celanova, dignidad de la catedral de Orense con asiento en el coro de la
misma, el de conde de Bande, el de marqués de Sande y el de capellán de la Casa
Real.
Pero en el siglo XV San Salvador de Celanova sufrió la misma
crisis internacional que afectó a todos los monasterios de todas las órdenes como
resultado del Cisma de Occidente (1378-1417) y el costoso mantenimiento de dos
curias, una en Roma y otra en Avignon, la consiguiente división de la Iglesia
católica en dos bandos, las epidemias, la degradación que sufría la vida
conventual por la falta de vocaciones y la penuria económica por la que
atravesaban los monasterios causada, sobre todo, por las luchas de poder entre
el papado y los obispos por el control económico de los cenobios, y por los
abades comendatarios, nombrados por el papa, que se desentendían del gobierno y
la administración de los mismos al tiempo que malversaban y dilapidaban sus
rentas, muchas de ellas empleadas en las luchas intestinas entre la nobleza y
la monarquía por acaparar parcelas de poder. La situación incluso fue más grave
en Galicia, imbuida en una profunda crisis política provocada por los conflictos dinásticos en el reinado de Enrique IV, con nobles que eran
partidarios de la integración en la corona de Portugal enfrentados a los
adeptos a Castilla, como lo demuestra, ya durante el reinado de los Reyes
Católicos y promovida por ellos buscando la unidad del reino, la bula de
Inocencio VIII Quanta in Dei Ecclesia
de 1487, por la que se comisionó a cuatro prelados españoles para reformar los
monasterios gallegos benedictinos, cistercienses y de canónigos regulares de
san Agustín, y en cuyo preámbulo puede leerse:
“De algún tiempo a esta parte, a causa de la relajación que
se introdujo entre los abades, priores, comendatarios, monjes (…), se fue
enfriando en los repetidos Monasterios la regular observancia, y no solo fue
abandonada por completo la antigua regla de vida, sino que sus moradores,
dejándose llevar de reprobados instintos, postpuesto el temor de Dios, hacen
una vida libre y disoluta, hasta el punto de que en muchos conventos ha cesado
del todo el culto divino, y sus abades y priores o comendatarios gastan con
hombres de armas sus rentas y frutos o los emplean en otros usos profanos y
poco honestos, los despojan de sus tierras y haciendas y otros bienes
destinados al culto divino, echan fuera a los monjes y religiosos y no cesan de
cometer cada día otros muchos y nefandos atentados para la perdición de sus
almas, ofensas de la divina Majestad, desdoro de la Religión, disminución del
culto divino en dicho reino de Galicia”. (6)
Para San Salvador de Celanova la reforma tomó cuerpo
definitivo en 1506 con la bula de Julio II de adhesión a la Congregación benedictina de Castilla, creada
a iniciativa de los Reyes Católicos por bula de Alejandro VI en 1497 y con casa
matriz en el Monasterio de san Benito de Valladolid,
ejemplo de Observancia benedictina. Dicha adhesión supuso el fin de los abades
comendatarios, la elección de un nuevo abad por parte de la propia comunidad,
cargo que recayó en fray Martín de Orozco, y el comienzo de un periodo de
observancia de la regla.
Las nuevas normas comunitarias impuestas por la Congregación
generaron nuevas necesidades e impulsaron una renovación arquitectónica en casi
todos los monasterios, con un protocolo de actuación diseñado por los generales
de la Orden de remodelación total de los conjuntos para transformarlos en
verdaderos símbolos de poder terrenal, alejados de los principios de austeridad
y pobreza de los primeros tiempos, que se repitió casi sin cambios en la
mayoría de los monasterios. Primero se reformaron los edificios existentes para
que pudieran alojar a las nuevas comunidades para a continuación pasar a una
ampliación de las dependencias para poder atender la nueva organización de la
vida comunitaria derivada de la observancia estricta de la reforma de la regla
y de la incorporación de celdas individuales que sustituyeron a los dormitorios
comunitarios medievales, implicando la incorporación de un piso superior en los
claustros de una sola planta.
También se ampliaron las
sacristías, los refectorios, las hospederías y las habitaciones del abad, pues
el control administrativo que empezó a ejercerse sobre los monasterios generó
visitas institucionales y reuniones entre los delegados de las sedes y los
abades que derivó en una remodelación de las mismas para incorporar salas de
reunión, biblioteca, cocina privada y dormitorios, adoptando una estructura
casi palaciega en la que también se incluyó una monumental escalera.
La renovación en Celanova, proyectada en 1548 por el abad
fray Alonso de Valladolid, que desarrolló todo el plan general de construcción
del conjunto de los claustros, comenzó en 1550, ya en tiempos del abad fray
Pedro de Torrecilla, por el claustro
reglar, levantado sobre el solar que ocuparía el claustro medieval, que se
iría desmontando a medida que avanzaban las obras, reutilizándose todo el
material posible en la nueva construcción. Las primeras trazas se debieron a Juan de Badajoz el Mozo en 1550.
Panda norte del claustro reglar, adosada a la iglesia |
Las primeras décadas del siglo XVI en la península se
caracterizan por la ambigüedad y la indefinición artística por la dificultad en
codificar todas las soluciones que se dan en el periodo. La incuestionable
transformación artística que se da en esos tiempos en el territorio se plantea
siguiendo dos vías de experimentación que terminaron confluyendo en el
Clasicismo. Una era la denominada forma “a la antigua” o “a la romana”,
considerada como renacentista porque se inspira en motivos tomados del mundo
clásico, y otra era la forma “a la moderna”, que defendía la pervivencia de los
modelos tardogóticos aunque actualizados con la incorporación de motivos decorativos
inspirados en la antigüedad, la tendencia defendida desde los generalatos
benedictinos, y Juan de Badajoz el Mozo y Rodrigo Gil de Hontañón cumplían a la
perfección con estas premisas, pertenecientes a la segunda forma, la de
pervivencia de las formas tardogóticas como fórmula de innovación
arquitectónica, de ahí que ambos sean considerados como representantes de la
última generación del Gótico del siglo XVI hispánico.
Badajoz el Mozo
era en ese momento maestro de obras de la Catedral de León, y el claustro de
Celanova presenta similitudes con su claustro y también con el del Monaserio de san Zoilo en Carrión de losCondes o el del Monasterio de san Marcos de León,
obras del mismo arquitecto, artista predilecto de la orden benedictina a partir
de 1535, sabiendo combinar a la perfección las formas heredadas platerescas con
las influencias italianas y franco-borgoñonas llegadas de fuera.
Con la muerte del maestro solo dos años después, la
comunidad contrató al otro arquitecto fetiche de la Orden, Rodrigo Gil de Hontañón, para que continuara la obra, que no
modificó las trazas dadas por Badajoz y simplemente se limitó a aligerar la
decoración de capiteles, ménsulas, claves y otros elementos de las bóvedas.
Como era habitual en el maestro, él no se encargó de la ejecución, que quedó en
manos de uno de sus hombres de confianza, Juan
Ruiz de Pámanes, que a su muerte en 1571 es sucedido por Juan de Herrera "el Trasmerano".
En estos años construye toda la panda oriental, donde se
ubicaron el refectorio, la sala de Profundis y las cocinas, y parte de la sur.
A partir de 1576, bajo el mandato del abad fray Antonio de
Chantada, se registra la intervención del arquitecto portugués Mateo López, en cuyo contrato se
especifica que debe seguir las trazas dadas por Gil de Hontañón, manteniéndose
así las premisas estilísticas de mediados del siglo XVI. El nuevo arquitecto terminó
la panda sur y continuó por el ángulo sureste, donde hizo el zaguán y la portería.
Cubierta del zaguán |
En 1586, en tiempos del abad fray Pedro de Castro, se
termina toda la panda oeste, desde la portería hasta la iglesia, donde se
ubican las estancias del abad, la escalera abacial y la torre.
Panda oeste del claustro reglar, con la portada de la iglesia al fondo |
Escalera abacial |
Artesonado que cubre la caja de la escalera abacial |
Entre 1588 y 1594 se construyen en la panda norte una nueva
sacristía y una antesacristía, concluyéndose el claustro reglar, y un nuevo
altar mayor en la iglesia que muy probablemente buscó recolocar más dignamente
las reliquias de los santos Rosendo y Torcuato.
Sacristía |
A continuación se registra un parón en las obras hasta
mediados del siglo XVII, cuando en 1649, siendo abad fray Leandro Noguerol, se
acomete una nueva fachada para la
iglesia, que queda terminada en 1653, ya en tiempos del abad fray Rosendo
Mujica, sin que se sepa quién fue su arquitecto.
Fachada de la iglesia |
Fases constructivas del claustro reglar y la fachada de la iglesia (1) |
En 1661 el abad fray Pedro de Vergaño contrata a Melchor de Velasco Agüero para levantar
el cuerpo de la iglesia y aunque el
maestro muere en 1669, la precisa descripción del proyecto permitió la
continuación de las obras hasta la contratación en 1778, en tiempos del abad
fray Mauro de Lacarra, de Pedro de
Monteagudo, que realiza las cubiertas, la cúpula del crucero y los
corredores sobre las naves laterales que enlazan con el coro alto, a los que se
accede desde el ángulo noroeste de galería superior del claustro reglar. En
1687, siendo de nuevo abad fray Rosendo de Mújica, elegido por cuarta vez, tuvo
lugar la ceremonia de consagración.
Cubiertas |
La iglesia desde el coro alto |
Respecto al amueblamiento
del templo, la aportación más trascendental es la que realiza el escultor y
arquitecto Francisco de Castro Canseco,
que entre la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII realiza el retablo mayor, al que le he dedicado un artículo monográfico, los dos colaterales, las puertas de las sacristías, los retablos
y puertas del trascoro, la sillería del coro bajo y la caja del órgano en el
coro alto.
Trascoro |
Sillería del coro bajo |
Órgano |
Retablo mayor |
Le siguió el claustro
nuevo o claustro do poleiro, iniciado bajo el mandado del abad fray Joseph
Arriaga entre fines del siglo XXVII y comienzos del XVIII y terminado en 1727.
Claustro do poleiro (7) |
Claustro do poleiro |
También hay que mencionar al monje arquitecto de Celanova
fray Plácido Iglesias que, ya a
mediados en el siglo XVIII, es el encargado de modernizar el aspecto del
monasterio dotándolo de la estética barroca imperante en la época modificando
el alzado del claustro reglar.
Claustro reglar |
La última obra de envergadura fue la construcción, entre los
siglos XVIII y XIX, de un volumen adosado a la panda occidental del claustro
reglar que se alineó con la fachada de la iglesia incluyendo una nueva entrada
al monasterio en el ángulo opuesto a dicha fachada y que ya concedió al
conjunto su aspecto definitivo, dejando retranqueada la fachada occidental del
claustro grande.
“La obra de San
Salvador de Celanova fue fruto de un proyecto planificado para engrandecer el
edificio y transmitir una idea de poder y grandeza que iba más allá de la
simple necesidad de mejora de unas dependencias comunitarias”. (8)
Esta remodelación completa fue posible por la adhesión de
San Salvador de Celanova a la Congregación benedictina de Valladolid, que
supuso el inicio de un periodo de gran esplendor para el monasterio gallego,
tanto social, pues en menos de un siglo la comunidad pasó de siete monjes a
cincuenta y nueve, e incluso se dice que Carlos V lo barajó como lugar de
retiro cuando abdicó en Felipe II, aunque después se decantara por el
monasterio jerónimo de Yuste, como económico, aumentando sus ingresos de rentas
mediante la anexión de prioratos como el de Santa Comba de Naves y el de San Pedro
de Rocas o la recuperación del dominio en territorios usurpados o de los que ya
no se cobraba por dejadez, un esplendor que se prolongó a los siglos XVII y
XVIII, cuando el monasterio ya extendía su señorío en cincuenta y nueve
localidades, con una superficie total de 422 kilómetros cuadrados, y dependían de él
trece prioratos.
Pero las desamortizaciones del siglo XIX implicaron el
abandono forzoso del monasterio por la comunidad y la venta de sus tierras y
bienes. Así, la iglesia pasó a ser sede de la parroquia de san Verísimo, pues
su templo, que a partir de ese momento quedó sólo para culto del cementerio
parroquial, se había quedado muy pequeño para acoger a todos sus parroquianos. En
1842 se distribuyeron los dos claustros de la siguiente manera: el claustro nuevo
quedó libre para venta o alquiler y el claustro reglar fue cedido para uso
municipal con las siguientes condiciones:
“Los bajos del frontispicio o fachada principal del
monasterio que dice enfrente de la Plaza Mayor de la Constitución, para cárcel
de ambos sexos y habitación del alcayde carcelero. El primer piso del mismo
lienzo para local e instrucción primaria del sexo varonil, y habitación del
maestro; el segundo y único cuerpo de dicho lienzo para consistorio, local para
instrucción primaria del bello sexo y habitación de la maestra”.
En 1869 una parte del claustro nuevo fue cedida a los
Escolapios para la creación de un colegio con doscientos alumnos que cerró en
1929. En 1931 los edificios fueron declarados Monumento Nacional y el edificio fue ocupado por los agustinos hasta 1836. Durante la Guerra Civil y los primeros
años de la dictadura franquista fue prisión de presos políticos condenados por
un tribunal militar a penas graves.
Claustro reglar en época de los Escolapios (9) |
Claustro do poleiro utilizado como patio de juegos en época de los Escolapios (9) |
En 1951 se realizaron obras para su adaptación como Hogar
infantil bajo la dirección de los Salesianos, que en 1955 ya recibieron a los
primeros niños. Pero a los pocos años, los padres abandonaron la dirección y
parte del edificio se convirtió en Ciudad de los Muchachos bajo la dirección
del padre Silva.
En 1963 se realizaron obras de consolidación en la esquina
noroeste del templo bajo la dirección de los arquitectos Luis Menéndez Pidal y
Francisco Pons-Sorolla porque el movimiento de la fábrica hacia el exterior
estaba provocando daños en las bóvedas de la nave del Evangelio, daños que se
atribuyeron a un defecto de cimentación y a la mala conducción del sistema de desagüe
en la zona. Así, se procedió a recalzar la cimentación y reparar la red de
alcantarillado y las bóvedas de los dos tramos finales de la nave afectada. En
la década de 1960, con motivo del milenario de san Rosendo, también cambió la
advocación por la del santo, que es la que tiene en la actualidad.
En 1982 se inició la rehabilitación integral del claustro
nuevo, y tras una remodelación completa que fue merecedora del Premio Europa Nostra en 1984, pasó a
ser la sede del Instituto de Enseñanza Secundaria Celso Emilio Ferreiro, labor
que sigue desempeñando en la actualidad. El claustro reglar fue rehabilitado en
1996 para albergar dependencias regionales y del ayuntamiento, la oficina de
turismo, la biblioteca municipal, un centro de servicios sociales, la vivienda
del párroco… y la torre campanario se restauró en 2012.
Reconstrucción 3D del conjunto en la actualidad (10) |
Estos artículos también están dedicados a Celanova:
Y si queréis pasearos por otros MONASTERIOS BENEDICTINOS en Viajar con el Arte, podéis abrir este enlace.
Imágenes ajenas y referencias:
(1) PARADA GONZÁLEZ, S. La
construcción del templo de Celanova desde los contratos de ejecución: revisión
arquitectónica de la obra a partir de sus documentos, Trabajo fin de
Máster. Universidade da Coruña, Escuela Técnica Superior de Arquitectura,
Máster de Rehabilitación Arquitectónica, 2010.
(2) BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de
Galicia, 2005.
(5) FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E. y MONTERROSO MONTERO, J. M.
(coords.), Opus Monasticorum II. Arte
Benedictino en los caminos de Santiago, Xunta de Galicia, 2007.
(6) BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de
Galicia, 2005.
(8) PERNAS ALONSO, M. I., Escaleras de piedra de los conjuntos monásticos de la provincia de
Ourense entre los siglos XVI y XVIII. Análisis gráfico, Tesis doctoral,
Universidade da Coruña, 2011.
(9) VV.AA., Estudios
Mindonienses. Anuario de estudios histórico-teológicos de la Diócesis de
Mondoñedo-Ferrol, nº 23, Cabildo de la catedral de Mondoñedo-Centro de
Estudios de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol-Fundación Caixa Galicia, 2007.
Fuentes:
BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de
Galicia, 2005.
DÍAZ Y DÍAZ, M. C., “El testamento monástico de san Rosendo”.
Historia, Instituciones, Documentos,
nº 16, 1989, pp. 47-102.
FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E. y MONTERROSO MONTERO, J. M. (coords.),
Opus Monasticorum II. Arte Benedictino en
los caminos de Santiago, Xunta de Galicia, 2007.
GARCÍA IGLESIAS, J. M., “Francisco de Castro Canseco (Ca.
1655-1714), en la actividad artística de Galicia”, Laboratorio de arte, nº 5, 1992, pp. 241-263.
GONZÁLEZ GARCÍA, M. Á. y PEREIRA SOTO, M. Á., “El relicario
de la Iglesia Conventual del Monasterio de San Salvador de Celanova”, Porta da aira: revista de historia del arte
orensano, nº 8, 1997-1998, pp. 23-76.
LÓPEZ QUIROGA, J., BENITO DÍEZ, L. y CATALÁN RAMOS, R.,
“Monasteria et territoria en la “Galicia” interior en torno al año mil. El
monasterio de San Salvador de Celanova”. En LÓPEZ QUIROGA, J., MARTÍNEZ TEJERA,
A. M. y MORÍN DE PABLOS, J. (coords.), Monasteria
et territoria. Elites, edilicia y territorio en el Mediterráneo medieval
(siglos V-XI), 2007, pp. 409-428.
PARADA GONZÁLEZ, S. La
construcción del templo de Celanova desde los contratos de ejecución: revisión
arquitectónica de la obra a partir de sus documentos, Trabajo fin de
Máster. Universidade da Coruña, Escuela Técnica Superior de Arquitectura,
Máster de Rehabilitación Arquitectónica, 2010.
PERNAS ALONSO, M. I., Escaleras
de piedra de los conjuntos monásticos de la provincia de Ourense entre los
siglos XVI y XVIII. Análisis gráfico, Tesis doctoral, Universidade da
Coruña, Departamento de Representación e Teoría Arquitectónica, 2011.
VALENCIA HENTSCHEL, C., “Un documento excepcional: La
donación de San Rosendo al Monasterio de Celanova”, Porta da aira, nº 5, 1992-1993, pp. 9-16.
VV.AA., Estudios
Mindonienses. Anuario de estudios histórico-teológicos de la Diócesis de
Mondoñedo-Ferrol, nº 23, Cabildo de la catedral de Mondoñedo-Centro de
Estudios de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol-Fundación Caixa Galicia, 2007.
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