La historia de la ciudad de Zamora está ligada a su
estratégica situación en un promontorio rocoso sobre el Duero, con un primer asentamiento en la Edad del Bronce, seguido de otro de vacceos, y que se convirtió en
la
Senimure sueva dependiente de la diócesis de Astúrica en el siglo VI, en la
Semure
hispanovisigoda y en la
Azemur y la
Semurah durante la dominación de Al-Ándalus.
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La catedral de Zamora y el Palacio Episcopal desde la otra orilla del Duero |
Su establecimiento como diócesis data de comienzos del siglo X, después de
que, tras un periodo de despoblamiento, en el año 893 se restaurara el núcleo
urbano de Zamora construyéndose unas murallas que potenciaron su papel como
ciudadela campamento a medio camino entre Mérida y Astorga. Y es que, tanto la
atención espiritual de los repobladores de estas tierras como la presencia de
la corte Astur-Leonesa en la ciudad hicieron necesaria, siguiendo los deseos
de Alfonso III el Magno, su restauración religiosa.
Según distintos documentos de comienzos del siglo X su primer obispo pudo ser san Atilano, quien erigiría un primer templo
prerrománico bajo la advocación de El Salvador que sería arrasado en las
razzias de Almanzor de fines del siglo X, un periodo muy conflictivo en el que
Zamora terminó dependiendo de la diócesis de Astorga.
Durante el reinado de Fernando I de León la frontera con
Al-Ándalus quedó definitivamente consolidada y la ciudad experimentó una segunda
repoblación a partir de que el monarca se la entregara como señorío a su hija doña Urraca.
Pero su posición privilegiada hizo de Zamora un enclave muy atractivo
para los distintos reinos peninsulares de la época, de ahí que sufriera varios cercos. El asedio más famoso, perpetuado por cantares de gesta y
romances, fue el protagonizado por Sancho II de Castilla cuando, buscando unificar
su reino con el de León, quiso quebrar la oposición de su hermana Urraca,
señora de Zamora, que estaba a favor de que dicho reino continuara en manos de
Alfonso VI, otro de los hermanos. Pero sus pretensiones le costaron su propia vida a manos del noble zamorano Bellido Dolfos, que salió de
la ciudad por un portón que después se denominó “de la traición” y que
recientemente ha cambiado su nombre por el “de la lealtad”, y consiguió matar al monarca castellano, en buena lid según unas crónicas, o haciéndose pasar por traidor que quería ayudar al asedio para, tras ganarse su confianza, asesinarlo, según otras. El que el inductor del magnicidio hubiera podido ser el propio Alfonso VI, desencadenó la famosa Jura de Santa Gadea en Burgos, en la que,
según la tradición, don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, le hizo jurar solemnemente
al nuevo rey de Castilla y León que no había participado en el asesinato de su
hermano.
A partir de ahí, la ciudad empezó a experimentar un nuevo
auge que se consolidó en el reinado de Alfonso VII, generándose de nuevo la
necesidad de convertirla en sede episcopal, hecho que se produce por bula papal
de Calixto II en 1120, nombrándose obispo a Bernardo de Perigord.
La catedral para la nueva sede reinstaurada empezaría a
levantarse bajo el patrocinio del propio monarca y de su hermana doña Sancha
Raimúndez a fines de la década de 1140, seguramente sobre las ruinas de la
anterior, un lugar estratégico de la ciudad, junto al castillo y dominando el
valle del Duero.
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La catedral desde el castillo, con el valle del Duero a sus pies |
Las iniciaría el obispo Bernardo, y a su muerte ya estarían
levantadas la cabecera, la nave de la Epístola y la portada de esa fachada, pues
su enterramiento está en ese lado sur. Según una inscripción en el exterior del transepto del
Evangelio, su consagración, que se realizaría para poder empezar a desarrollar los
oficios, tuvo lugar en 1174, ya durante el obispado de Esteban, y las obras
siguieron su curso.
“Esta casa se hizo sobre la salomónica que la precedió. Aquí
añadid la fe. Y esta casa sucede a aquella por su magnificencia y coste. Se
realizó en veintitrés años desde que se cimentó. Se consagró con la ayuda del
Señor el año MCLXXIII, teniéndose a Esteban por su constructor”
Aunque existen dudas sobre quién proyectó la
catedral, lo más probable es que corriera a cargo de un artífice de origen francés llamado por
el obispo Bernardo, quizá el
maestro Guillermo que ya había trabajado en Sahagún. Además, a fines del siglo XII está constatada la presencia del
maestro
Fruchel, que también trabaja en la
Catedral de Ávila con el patrocinio
de Alfonso VII.
La fachada del transepto del Evangelio quedó terminada entre
los siglos XII y XIII y a continuación se levantaron el cimborrio, el cuerpo de
la iglesia, las bóvedas, la torre campanario y el claustro.
El estilo adoptado fue el románico de influencia Císter, con
tres naves y tres ábsides semicirculares. A partir del siglo XIV empezó a
experimentar adiciones en forma de capillas funerarias que ya adoptan el
gótico. Además, en el siglo XV se suprimieron los ábsides románicos para construir
una nueva capilla mayor y también se renovó el coro en la nave central.
El pórtico y el atrio de la portada norte son ya del siglo
XVII, tras un incendio el día del Corpus de 1591 que arrasó toda esta parte
incluyendo el claustro románico y dependencias como la librería y el archivo,
desapareciendo importantes fuentes históricas.
La catedral de Zamora, la más temprana conservada de la actual
Comunidad de Castilla y León, fue declarada Monumento Nacional en 1889. Aunque
en origen contó con tres portadas, una en la fachada occidental, a los pies, y
otras dos en los brazos del crucero, la principal desapareció en las remodelaciones entre los siglos XV y XVI, cuando se construyó la capilla de san
Ildefonso o del Cardenal.
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Fachada occidental, ausente de portada, tapiada al construirse la capilla de san Ildefonso,
el volumen que se aprecia a la derecha de la torre |
La
portada del transepto del Evangelio es fruto
de una intervención clasicista proyectada en 1592 por el arquitecto Juan del
Ribero Rada. Está inscrita en un un amplio atrio y se organiza mediante gran arco de
medio punto enmarcado por dos pares de semicolumnas corintias adosadas que
sustentan un entablamento y un frontón triangular rematado con cuatro
pirámides. En el medio del frontón se ubica una estatua del Salvador que
pertenecía a la primitiva portada.
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Atrio y fachada norte |
Así, la
portada del transepto de la Epístola, conocida como
portada del Obispo, ubicada justo enfrente del palacio arzobispal, es
la única románica conservada. Como el crucero apenas sobresale en planta, se encuentra integrada en una fachada sur ocupando la calle central, entre dos contrafuertes, elevada sobre un podio que salva el desnivel.
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Portada del Obispo |
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Alzado de la portada del Obispo. Planoteca IPCE |
Consta de tres cuerpos y tres calles. El cuerpo bajo muestra arco abocinado de medio
punto central con cuatro arquivoltas de arquillos de herradura muy cerrados
formando intradoses de aspecto de rollos o cilindros que descansan en columnas
acodilladas salvo la interior, que lo hace sobre las jambas.
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Arco de medio punto de la portada del Obispo |
Las calles laterales de este cuerpo bajo se organizan
mediante dos arcos ciegos de medio punto
peraltado sobre columnas también
corintias. El arco de la izquierda es
baquetonado y en el tímpano aparecen los
santos Pablo y Juan, con libro abierto y cerrado respectivamente. El de la derecha es un arco mucho más decorado, con
profusión de motivos vegetales, lo mismo que en los capiteles, y en el tímpano
figura una Virgen con Niño, al que le falta la cabeza, entronizada y bajo
baldaquino, flanqueada por dos ángeles.
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Arcos de las calles laterales del primer cuerpo de la portada, con los santos Pablo y Juan
y con la Virgen entronizada |
En el segundo cuerpo se suceden cinco arcos ciegos que
descansan sobre columnillas con capiteles con decoración vegetal. Por encima
corre una cornisa de arquillos trilobulados apoyados en modillones y,
finalmente, se ubica el tercer cuerpo, que tiene forma de hastial triangular,
con arco de medio punto central enmarcando una ventana y otros dos laterales de
menor tamaño.
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Detalle de la parte alta del cuerpo bajo y de los cuerpos superiores de la portada del Obispo |
La cabecera románica, que debía ser muy similar a la de la
Colegiata de Toro, pues ésta toma como modelo la de la sede zamorana,
con tres ábsides semicirculares, también desapareció durante unas
remodelaciones entre fines del siglo XV y comienzos del XVI, cuando se optó por
darle una nueva forma más acorde con los gustos góticos.
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Cabecera románica de la colegiata de Toro, que toma como modelo la desaparecida de Zamora |
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Detalle del ábside gótico incorporado a fines del siglo XV en sustitución del románico |
Pero lo que más llama la atención del exterior de la
catedral de Zamora es su
cimborrio,
un original elemento, pionero del denominado grupo de
“cimborrios del Duero”,
que engloba también a los de la
Colegiata de Toro, la
Catedral Vieja de Salamanca y la
sala capitular de la Catedral de Plasencia, con tambor perforado con ventanas
de medio punto y un característico recubrimiento de lajas de piedra que asemejan
una superficie escamosa en todas menos en Toro.
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Cimborrio de la catedral de Zamora |
En las cuatro esquinas, coincidiendo en vertical con los
soportes del crucero, un poco después, pero quizá dentro del mismo proceso de construcción y buscando reforzar la cubierta, se adosaron cuatro torrecillas que repiten el esquema del casquete mayor, con
tambor calado con ventanas y cubrimiento escamoso. Además, en los espacios
intermedios se añadieron otros elementos, que hay autores que sólo consideran ornamentales, consistentes en una diminuta
arquería con frontón rematado por una cruz.
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Planta del cimborrio. Planoteca IPCE |
La
torre campanario,
a los pies de la nave del Evangelio y dominando el Duero y el valle
circundante, se levantó durante la primera mitad del siglo XIII en un románico
retardatario y también cumplió funciones defensivas, como lugar en el que el
cabildo se refugiaba en caso de necesidad, de ahí su aspecto de fortaleza.
Además, hasta el terremoto de Lisboa de 1755, también sirvió como cárcel
del Cabildo. Tiene planta cuadrada y más de cuarenta metros de altura
organizados en cinco cuerpos, los dos primeros sin vanos. El tercero, cuerpo de
campanas, abre con un vano de medio punto por cada cara, el cuarto cuenta con dos y el
quinto con tres, una característica forma románica buscando aligerar el peso de la estructura.
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Detalle de los tres últimos cuerpos de la torre |
Ya en el
interior,
la catedral tiene planta de cruz latina con tres naves de cuatro tramos pero
sin los tres ábsides escalonados semicirculares típicos del románico, desaparecidos en las mencionadas reformas de la cabecera entre fines del siglo
XV y comienzos del XVI. El transepto apenas sobresale en planta. La nave
central se cubre con bóvedas de ojivas, de las más tempranas en España,
anunciando la llegada del gótico, las laterales presentan bóvedas de arista y
los transeptos son de bóveda de cañón apuntado.
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Cubierta de bóvedas de ojivas de la nave central |
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Nave del Evangelio desde el transepto |
El
crucero está
formado por
arcos torales apuntados sustentados por cuatro gruesos pilares
sobre los que se apoya una cúpula sobre pechinas de curvatura irregular que se
sustenta mediante dieciséis nervios que apoyan sobre las columnas de un tambor cilíndrico,
entre las que se sitúan dieciséis ventanas.
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Cúpula gallonada que cubre el crucero de la catedral de Zamora |
En el pilar del crucero del lado del Evangelio hay una
curiosa escultura orante que se ha identificado con la del conde don Ponce de
Cabrera, noble catalán que vino a León en el cortejo de doña Berenguela,
hija del conde de Barcelona, cuando ésta se casó con Alfonso VII, que fue
elevado al rango de príncipe de Zamora convirtiéndose en uno de los nobles de
mayor confianza para el monarca y al que se le asocia con la fundación del
monasterio de Moreruela. Sus restos
estarían en una sepultura en el claustro, y la escultura pudo ser trasladada
aquí seguramente tras el incendio de esta parte del complejo a fines del silo
XVI, aunque su estilo en absoluto se corresponde con una pieza de la segunda
mitad del siglo XII, por lo que muchos autores la consideran falsa. Está bajo
doselete gótico, con armadura y casco en el suelo y una inscripción a los pies
que reza: IC JACET COMES PONCIUS DE CABRERA STRENISSIMUS IN ARMIS QUI OBIIT IN
ERA MILLESIMA CC SEPTIMA.
La puerta del transepto del Evangelio está enmarcada por un
arco carpanel con
angrelado, y ante la puerta de la Epístola, la que
abre a la portada del Obispo, en junio de 2014 colgaba una interesante sarga
con un
Descendimiento.
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Transepto del Evangelio |
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Detalle de la decoración del arco del transepto del Evangelio |
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Transepto de la Epístola desde el del Evangelio, con la sarga del Descendimiento |
En cuanto a la
capilla
mayor, tiene planta rectangular de tres tramos en perpendicular al eje
axial de la iglesia, coincidiendo con las naves, cubiertos con terceletes, y presbiterio semicircular
adosado al tramo central.
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Detalle de la cúpula del crucero y de la bóveda de terceletes de la capilla mayor
con el escudo de los Reyes Católicos en la clave central |
Las
rejas de la
capilla mayor, igual que las que aíslan el coro, se fechan ha. 1500, atribuidas
a fray Francisco de Salamanca, lo mismo que los púlpitos.
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Rejas de la capilla mayor y púlpitos |
A lo largo de la historia la catedral ha contado con
varios retablos mayores. El más interesante quizá fuera uno gótico
hispano-flamenco de fines del siglo XV con unas treinta y cinco tablas pintadas
por Fernando Gallego que en 1715 fue vendido a la parroquia de Arcenillas y que
con las desamortizaciones de la primera mitad del siglo XIX fue de nuevo
desmontado y parcialmente vendido. Diecinueve tablas pasaron a ser propiedad de Manuel Ruiz-Zorrilla y, poco a poco, se les ha ido
perdiendo la pista a casi todas. En 1925 dos de sus descendientes donaron las del
Noli me tangere y
Pentecostés a la catedral, hoy expuestas
en el Museo. Recientemente también parece que se ha localizado una tercera con
la
Epifanía en el Museo de Bellas
Artes de Asturias procedente de la colección Masaveu. Once todavía se conservan
en Arcenillas.
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Tablas con Noli me tangere y Pentecostés procedentes del retablo mayor de Fernando Gallego,
hoy en el Museo Catedralicio |
El retablo de Gallego fue sustituido por otro barroco de
Joaquín Benito Churriguera que quedó dañado en el terremoto de Lisboa de 1755 y
fue desmontado y malvendido, sin que se sepa de su paradero.
El retablo mayor actual es del siglo XVIII, proyectado por
Ventura Rodríguez y ejecutado por Juan Bautista Tammi y Andrés Verda con
mármoles y bronce dorado y un relieve central con la
Transfiguración,
obra de Jerónimo Prebosti. Las imágenes de los
intercolumnios, los santos Ildefonso y Atilano, son los patronos de la ciudad y
de la diócesis respectivamente. Ventura se inspiró en el retablo mayor diseñado por Francisco
Sabatini para la
Catedral de Segovia.
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Retablo mayor |
La decoración del hastial del ábside se completa, en el lado del Evangelio y de la Epístola respectivamente, con el
retablo de Nuestra Señora de la Majestad, obra de fines del siglo XVI de Juan
Falcote, Juan de Durana y Alfonso de Remesal el Joven, con una hornacina
central que aloja una imagen gótica de la Virgen con el Niño conocida como “la
Calva” por la frente despejada que presenta, y el retablo del Santo Cristo,
fechado en 1546 y con una talla de un
Crucificado de la misma época que en mi
visita en junio de 2014 no estaba en su sitio.
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Retablos de Nuestra Señora de la Majestad y del Santo Cristo |
En los testeros laterales del presbiterio hay otros dos retablos dedicados a san José, junto a
la puerta de la sacristía, y san Juan Nepomuceno, justo enfrente, del mismo estilo que el retablo mayor y de la misma época, también en mármoles de colores.
En el suelo hay una veintena de
enterramientos de obispos de la diócesis. Aunque en el muro del Evangelio del
presbiterio hay un epitafio de 1620 en el que se afirma que allí fue sepultada
la infanta doña Sancha Raimúndez, está documentado que recibió sepultura en el
Panteón de Reyes de San Isidoro de León, donde todavía se conserva su cadáver
incorrupto.
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Planta de la catedral de Zamora. Planoteca IPCE. Las indicaciones son mías |
El
coro, renovado
para sustituir al primitivo durante el obispado de don Diego Meléndez de Valdés, a fines del siglo XV, después de la modificación del ábside, ocupa los dos
último tramos de la nave central. La
sillería es de madera de nogal, realizada
en el
taller de Juan de Bruselas a comienzos del siglo XVI. Consta de 85
sitiales organizados en dos niveles, con profetas y otros protagonistas de la
Biblia y otros muchos personajes en distintas actitudes, muchas de ellas con
moraleja, en relación con los vicios y los castigos y la visión del pecado en
la época, lo mismo que las escenas de las “misericordias”. El sitial del obispo
tiene un Cristo Salvador, advocación de la catedral.
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El coro desde el crucero |
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Detalle de la sillería alta |
El
trascoro
presenta una composición tardogótica, con dos puertas laterales de arcos
carpaneles abarcados por otros trilobulados conopiales de acceso al coro
que flanquean el denominado
Altar de Todos los Santos, compuesto por otro arco con similares
características pero más grande con una tabla de
Cristo Salvador del Mundo en
su Gloria rodeado de los bienaventurados, advocación de la catedral, obra de
comienzos del siglo XVI que algunos autores atribuyen a Juan Rodríguez de Solis
o “Maestro de Zamora”, posible discípulo de Juan de Flandes, aunque
investigaciones más recientes no parecen corroborarlo.
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Trascoro de la catedral de Zamora |
En el lateral del coro en la nave del Evangelio, al lado de la escalera
de subida al órgano y frente a la puerta de salida al claustro, hay una
pintura mural de san Cristóbal realizada por Blas de Oña.
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Pintura de san Cristóbal |
En cuanto a las
capillas
laterales, empezando por los pies de la nave del Evangelio la primera que nos
encontramos es la
capilla de santa Inés, construida a mediados del siglo XVII con el patrocinio del arcediano don Diego Arias Benavides y alojada en el cuerpo bajo de la torre campanario, en un ámbito conocido como
“el calabozo” por haber sido utilizado como cárcel del Cabildo.
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Portada barroca de la capilla de santa Inés |
Cuenta con un retablo con la santa titular y a la derecha
hay otro retablo de piedra con una escultura del rey san Fernando realizada por
Alonso Fernández de Rozas en 1671 tras la canonización del santo zamorano.
Además, en este ámbito también se expone un
Cristo yacente de Luis Álvarez
Duarte de 2001, realizado según cánones de la imaginería barroca castellana.
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Interior de la capilla de santa Inés |
A continuación está la
capilla
de san Pablo, con portada plateresca. Según una inscripción en la reja,
obra de Juan de Bosques, fue fundada por don Diego del Val, canónigo y chantre
de la catedral, que falleció en 1647 y fue sepultado en la pared derecha de la
capilla, frente a un retablo barroco con un relieve de la
Conversión de san
Pablo tallado por Cristóbal de Honorato el Viejo y policromado por
Cristóbal Sánchez.
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Portada de la capilla de san Pablo |
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Detalle del retablo con el relieve de la Conversión de san Pablo |
Le sigue la
capilla
de san Nicolás, antes dedicada a la Magdalena, reconstruida por Hernando
de Nates después del incendio de 1591 que afectó al claustro y a esta zona del templo. Cuenta con una portada clasicista realizada por Bartolomé
de Oviedo y una reja de Pedro del Barco con una inscripción en la que se
informa de que la capilla fue adquirida por don Nicolás Gómez de Agüero, deán de la
catedral, fallecido en 1623. El retablo fue dorado y policromado por Cebrián de
Puga y la escultura del santo titular se atribuye a Cristóbal de Honorato el
Viejo.
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Retablo de la capilla de san Nicolás |
La última es la
capilla
de san Miguel o del Santísimo. Se la denomina también "de san Miguel de los
Caballeros" porque en ella se celebraban las juntas de la Cofradía de Nuestra
Señora de la Loriga, integrada por distinguidos caballeros de la ciudad. Cuenta
con un retablo renacentista de fines del siglo XVI dedicado a Nuestra Señora de
la Piedad esculpido por Juan de Montejo y policromado por Juan Ruiz de la
Talaya y los sepulcros de don Fernando Martínez de Balbás y don Fernando de
Balbás, canónigos de la catedral, abiertos mediante arcos de medio punto con
cariátides laterales y esculturas yacentes de los finados.
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Capilla de san Miguel |
A los pies de la nave central, y cegando la primitiva
portada occidental, está la
capilla de
san Ildefonso o del Cardenal, fundada por el cardenal zamorano don Juan de
Mella en la primera mitad del siglo XV.
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Entrada a la capilla de san Ildefonso, con pinturas murales con la vida del santo titular |
La reja se atribuye al taller de Francisco Villalpando,
fechada en el segundo cuarto del siglo XVI y toda la capilla está decorada con
pinturas murales fechadas hacia 1600 que muestran la Vida de san
Ildefonso en el exterior y escenas bíblicas en el interior, que aloja una veintena de sepulturas de la Casa de Mella y de la familia Romero.
El
retablo de altar con la Vida de san Ildefonso fue pintado
por
Fernando Gallego a fines de la década de 1470, su obra más temprana
conocida, encargada por el cabildo antes del retablo mayor que se vendió.
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Retablo de san Ildefonso de Fernando Gallego (2) |
Abierta en el testero del último tramo de la nave de la
Epístola está la
capilla de san Juan
Evangelista, con un retablo clasicista con un relieve central del titular.
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Capilla de san Juan Evangelista |
Pero la obra más destacada de este ámbito es el
monumento funerario del doctor don Juan de Grado, canónigo de la catedral, fechado a comienzos del
siglo XVI. Está organizado mediante arco de medio punto angrelado con ángeles
con los instrumentos de la Pasión, tímpano con una magnífica representación del
Árbol de Jesé y sepulcro decorado con heráldica y un relieve de la Virgen con
el Niño entronizada sobre el que se sitúa el yacente con ropas sacerdotales
sujetando un cáliz con las manos. El arco está enmarcado por arbotantes
formando una especie de alfiz y por encima aparece un
Calvario. En la capilla
también se ha ubicado recientemente una pila bautismal del siglo XV.
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Arcosolio del doctor don Juan de Grado en la capilla de san Ildefonso (2) |
A continuación está la
capilla
de san Bernardo, fundada en el siglo XIV por el obispo Alfonso Fernández de
Valencia como su panteón familiar. En 1421 el cabildo concedió el patronato al
mariscal de Castilla Juan de Valencia, su sobrino carnal del fundador.
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Portada de la capilla de san Bernardo |
Desde 1835 en esta capilla se venera al
Cristo de las Injurias, un Crucificado anónimo del siglo XVI procedente
del desaparecido monasterio de San Jerónimo de Zamora que la Cofradía Penitencial del Silencio de Zamora procesiona todos los Miércoles Santo.
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Cristo de las Injurias en la capilla de san Bernardo |
En el muro de la nave de la Epístola se conservan dos
arcosolios funerarios góticos, recientemente descubiertos y restaurados, que
habían estado tabicados desde 1621. En el último tramo, justo antes del
transepto, está el
lucillo de don Lope Rodríguez de Olivares, fallecido en
1402. El tímpano muestra la
Transfiguración, obra en piedra
policromada datada en el primer tercio del siglo XIV, y el intradós está
decorado con cuatro personajes de cuerpo entero.
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Arcosolio de don Lope Rodríguez de Olivares |
El otro, en el tercer tramo de la misma nave, es el
arcosolio de don Alfonso García, abad del Espíritu Santo y canónigo fallecido en 1409.
Cuenta con bulto funerario y pintura muy deteriorada en el tímpano con la
Misa
de San Gregorio, el escudo del cabildo y una inscripción del fallecido.
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Arcosolio del canónigo don Alonso García |
El conjunto catedralicio se completa con el
claustro adosado a la nave del
Evangelio, con acceso desde el atrio de la iglesia y desde el tercer tramo de
dicha nave mediante una portada plateresca con puertas de nogal de la misma
época que la sillería del coro.
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Portada en el tercer tramo de la nave del Evangelio que
comunica con el claustro |
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Detalle de la puerta de nogal de salida al claustro |
El
museo catedralicio
ocupa la crujía norte del claustro. Fue inaugurado en 1926 con obras de la
propia catedral junto a otras procedentes de parroquias de la diócesis. En 2001, con
motivo de la celebración de
Las Edades del Hombre en Zamora, experimentó
una remodelación, y en 2010, una renovación de contenidos para
mostrar una ordenación temática. Su colección más significativa es la de
tapices flamencos, compuesta por unas veinte piezas.
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Detalle de uno de los cuatro paños de la serie de la Guerra de Troya conservados en el museo,
obra de un taller de Tournai del último tercio del siglo XV |
Otras CATEDRALES en Viajar con el Arte:
Referencias:
Fuentes:
FERRERO
FERRERO, F., “La configuración urbana de Zamora durante la época románica”. Studia Zamorensia, nº 8, 2008, pp. 9-44.
GARCÍA MARTÍNEZ, J., Historia
de la Santa Iglesia Catedral de Zamora, Zamora, 1904.
Comentarios
Por si fuera de tu interés, el hasta hace poco director del Archivo Provincial, don Florián Ferrero, publicó en su momento:
La configuración urbana de Zamora durante la época románica
Florián Ferrero Ferrero
Studia Zamorensia, ISSN 0214-736X, Nº. 8, 2008, págs. 9-44
en el que dice textualmente:
Hoy podemos afirmar que el maestro de la catedral de Zamora es el francés
Guillermo, que ya había trabajado en Sahagún, y quien señala en los documentos
en que intervierne: Magister Uilielmo de la obra Sancti Saluatoris12.
Un saludo.
Gracias desde Benavente, de una enamorada de la capital zamorana.
Rosa.
Un abrazo.
Nada más se puede decir de este edificio y de su contenido.
Todo un manual de arte contenido en un blog; eso son tus entradas, Sira.
Este es el primero de los cimborrios del grupo del Duero y supongo que en él se experimentaron las soluciones que se aplican a los demás. Pero ¿sabes si en Toro y Salamanca las torrecillas de sobre los pilares se construyeron de inicio o si se empezaron como la catedral de Zamora (sin ellas) y luego se las añadieron a los tres cimborrios en el mismo periodo?. La verdad es que que encajan tan perfectamente que no podría imaginármelos sin ellas.
Muchas gracias por traernos buenos recuerdos (mejor que buenos, algunos son hasta nuevos) y descubrirnos nuevos objetivos.
Un abrazo.