La Abbazia di Sant'Antimo en Castelnuovo dell'Abate
La abadía de san Antimo, un complejo monástico en el valle Starcia,
a las afueras de Castelnuovo dell’Abate, en la comuna de Montalcino de Siena, es uno de los monumentos románicos conservados más importantes de la Toscana,
se dice que fundado personalmente por el propio Carlomagno. En estado de
abandono durante más de quinientos años, en la década de 1990 fue de
nuevo habitado por una comunidad premonstratense, bajo la
Regla de san Agustín, que el año pasado se vio obligada a dejarlo, pasando a
depender de la cercana abadía benedictina de Monte Oliveto Maggiore.
Vista de la abadía de san Antimo desde el sureste (1) |
Vista de la abadía de san Antimo desde el noreste (1) |
Una de las primeras referencias documentales data del año
715 y menciona la existencia de un pequeño templo bajo la custodia de un sacerdote
de la diócesis de Chiusi, aunque sería algo más tarde, hacia el 770, cuando los
lombardos promoverían la construcción de un monasterio, ya quizá bajo la regla
benedictina, en este enclave, junto a la Vía Francigena, la calzada franca que
unía la Europa central, sobre todo Francia, con Roma, una importante fuente de
riqueza y de intercambio cultural, para que acogiera en ese viaje a peregrinos,
mercaderes, soldados o diplomáticos, aunque la tradición diga que fue el propio
Carlomagno el fundador tras su paso por el lugar de vuelta de Roma en el 781.
Tramo de la Via Francigena entre Siena y San Quirico d'Orcia respecto a Sant'Antimo (2) |
Lo que sí es cierto es que bajo el impulso carolingio, con
abundantes dones y privilegios concedidos por Luis I el Piadoso, hijo de
Carlomagno y heredero del Sacro Imperio Romano Germánico, con evidencia
documentada fechada en el año 814, la abadía pasó a considerarse a todos los
efectos fundación imperial, iniciando un periodo de gran apogeo, con el abad
nombrado conde palatino, consejero del Sacro Imperio Romano, y entregándose a
la jurisdicción de la abadía abundantes propiedades en castillos, terrenos, poderi, molinos, otros monasterios,
parroquias, hospitales… repartidos por la Toscana, siendo su principal posesión
el castillo de Montalcino, residencia del abad. A lo largo del siglo XI la
abadía también recibió el apoyo del papa y gozó de gran prestigio entre la
nobleza local, favorecida por múltiples donaciones y elegida como lugar de
enterramiento.
Vista de la abadía desde el este (3) |
Entorno de la abadía |
En este sentido algunas esculturas en las puertas norte y
sur, los estípites de la sacristía, algunos capiteles y otros fragmentos
decorativos remiten a un edificio precisamente del primer tercio del siglo XI
del que todavía se conservaría el campanario, exento de la iglesia según la
tradición italiana, y algunos restos del claustro y la sala capitular, además
de la capilla carolingia u otomana.
Distintos elementos decorativos aprovechados de la construcción anterior y reubicados en el campanile |
Pero la mayor parte de la construcción que queda en pie empezaría
a levantarse entre 1125 y 1130, después de que en 1118, bajo el abadiato de
Guidone, San Antimo recibiera un importante legado del conde Bernardo degli
Ardengheschi del que hay constancia en una inscripción en las gradas del altar.
El nuevo templo tomaría como referencia las construcciones benedictinas, para
lo que se solicitaría la intervención directa de artífices franceses. Una
inscripción en la contrafachada nos informa de la importancia del abad Azzo dei
Porcari como promotor de la obra.
VIR BONUS IN CHRISTO MAGNIS VIRTUTIBUS AZZO CENOBII MONACHUS
PATER POSTIQUE DECANUS ISTIUS EGREGIÆ FUIT AUCTOR PREVIUS AULAE ATQUE LIBENS
OPERIS PORTAVIT PONDERA TANTI PROGENIE TUSCUS POCORUM SANGUINE CRETUS PRO QUO
CHRISTICOLE CUNCTI DEUM ROGITATE DET SIBI PERPETUE CUM SANCTIS GUDIA VITE
MARTIR ET EXIMUS SIT CUSTOS ANTIMUS EIUS
De esta manera, la construcción habría partido del pie
forzado de tenerse que adaptar a otra anterior que condicionó su desarrollo. Se
cree que para poder seguir con los ritos, la nueva iglesia se habría empezado
por los pies procediendo a demoliciones parciales de una iglesia abacial
anterior para levantar un templo no tan grande como el que terminó surgiendo, que
sería fruto de un momento posterior en el que se decidiría alargarlo añadiendo
un deambulatorio y capillas radiales, lo que, forzosamente, obligó a renunciar
al canónico crucero benedictino y a adaptarse al espacio existente estrechando
el cuerpo a partir del sexto tramo para poder encajarlo entre lo que sí se
quiso conservar, un campanile y la capilla carolingia, esta última convertida
en sacristía. La nueva construcción, a falta de la fachada, que nunca se
concluyó, se dio por terminada a mediados de siglo.
Capitel con la Virgen y el Niño rodeados del Tetramorfos en el campanario |
Elemento decorativo aprovechado de la construcción anterior |
Elemento decorativo aprovechado de la construcción anterior |
Pero la abadía, en medio de un territorio estratégico para
las ansias expansionistas de la ciudad de Siena, frenadas hacia el norte por
Florencia, su gran rival, fijó sus objetivos hacia el sur sometiendo a la zona
a constantes luchas y pérdidas de posesiones que en 1212 desembocaron en una
obligada cesión a Siena de un cuarto del territorio de Montalcino, lo que
supuso la pérdida del centro más importante de jurisdicción propia de la
comunidad benedictina y la sucesiva de otros bienes, de ahí que a fines del siglo
XIII sus antiguas posesiones estuvieran reducidas a una quinta parte.
El cenobio entró en una fase de decadencia que en 1291 el
papa Nicolás IV intentó frenar ordenando la fusión de su comunidad con los
Guglielmi, orden religiosa fundada en el siglo XII en Castiglione della Pescaia
por Alberto, un discípulo del eremita san Guglielmo di Malavalle, y que se regía bajo su propia regla basada en la
reforma Císter. Pero el declive parecía imparable y entre 1397 y 1404 la
administración pasó a a manos del franciscano fra Bartolomeo di Simone, obispo
de Cortona, en 1462 tuvo lugar la última reunión de capítulo de los
guillermitas, y ese mismo año el papa Pío II, nacido Eneas Silvio Piccolomini
en la cercana Corsignano, ciudad que buscó convertir en un paradigma del
renacimiento cambiando su nombre por el de Pienza, suprimió la abadía transfiriendo
sus territorios y dominios a la recién creada diócesis de Montalcino-Pienza, poniendo como obispo al frente de la misma a su sobrino Giovanni Cinunghi.
Proclamación del papa Pío II en la decoración de Pinturicchio de la Libreria Piccolomini del Duomo de Siena |
Pasan siglos de abandono y a mediados del XIX se sabe que la abadía estaba en
manos de un agricultor que vivía en el apartamento del obispo y que utilizaba
la cripta como bodega, la iglesia como almacén y el claustro como corral.
Tras la unificación de Italia en 1866 la abadía de San
Antimo pasó a ser propiedad del Estado Italiano bajo la administración de la Dirección
de Bellas Artes de Siena, iniciándose una serie de campañas de restauración en
las que se buscó eliminar todo lo que alteraba la estructura originaria y se
abrió una gran ventana ajimezada que ilumina la iglesia, pero el templo siguió
en semi abandono, utilizado ocasionalmente por la comunidad parroquial de
Castelnuovo dell’Abate para la celebración de funciones esporádicas.
Pero a fines de la década de 1970 el obispo de Siena decidió reinstalar una comunidad monástica en San Antimo y encomendó la tarea a una comunidad de jóvenes monjes franceses premonstratenses de la Orden de Canónigos Regulares de San Agustín, emprendiéndose una tarea de rehabilitación de las dependencias necesarias para la vida diaria financiada por Bellas Artes de Siena y los ayuntamientos de Monalcino y Castelnuovo dell’abate que posibilitó que en 1992, después de más de quinientos años de abandono, la abadía volviera a ser habitada por una comunidad que estuvo formada por algo menos de diez monjes, sobre todo franceses e italianos, que seguían una vida monástica tradicional celebrando los ritos de la regla cantados en gregoriano y latín original en la iglesia y desarrollando una intensa actividad parroquial como sacerdotes de las parroquias cercanas dirigida, principalmente, a la juventud y las familias.
Pero en 2015 la ausencia de vocaciones en Francia obligó, a
propuesta del abad general de la orden, al traslado de la mayoría de los monjes
a Saint Michel de Frigolet, cerca de Avignon, y desde enero de 2016 san Antimo
está habitada por un grupo formado por premonstratenses y benedictinos, estos
últimos procedentes de la cercana abadía de Monte Oliveto Maggiore, de la que
San Antimo ha pasado a depender.
El conjunto se componía de iglesia, claustro, en torno al
que estaban los ámbitos más representativos, una hospedería y otras dependencias
anejas de servicio y su aspecto actual es el resultado de varias fases
constructivas, destrucciones, reconstrucciones y múltiples campañas de
restauración que hacen muy complicada la correcta lectura de un monumento tan
ecléctico fruto de la influencia de las grandes iglesias de peregrinación, del
románico meridional francés, del monaquismo benedictino, sobre todo la abadía
de Fleury, o de construcciones toscanas.
El templo,
orientado canónicamente con el ábside al este, hacia la salida del sol, muestra
cabecera circular en la que
sobresalen el deambulatorio y las tres capillas radiales, donde destacan
algunos historiados canecillos, como el de la cabeza de un monje o un águila.
La cabecera está enmarcada por el campanario adosado al norte y la antigua
capilla carolingia al sur.
Cabecera de la iglesia |
El campanario es
una de las partes más antiguas conservadas, datado en el siglo XI, y aunque se
construyó exento, según la costumbre de la época, con la ampliación de la
iglesia iniciada a fines de la década de 1110 quedó adosado a los dos últimos
tramos de la nave del Evangelio, convirtiéndose en un caso excepcional en la
Toscana.
Fachada norte de la iglesia, con el campanario adosado a la cabecera |
Presenta planta cuadrada al exterior y destaca por sus treinta
metros de altura divididos en cuatro cuerpos adornados con arcos lombardos, el
primero ciego, el segundo y el tercero con pequeños vanos de medio punto
centrales y el último, con el cuerpo de ventanas, con vanos geminados. Desde
fines del siglo X la abadía tuvo derecho a administrar el bautismo y, en este
sentido, quizá la fuente de celebración del rito habría estado en el cuerpo
bajo del campanario, un espacio centralizado enriquecido con tres ábsides y
techo cónico puesto en relación con el Santo Sepulcro de Jerusalén, una constante
referencia en la construcción de baptisterios.
La fachada occidental
cuenta con portada central adelantada formando un pequeño porche que aloja un
vano de medio punto sobre columnas y dintel decorado con vides, piezas que
parecen ser reaprovechadas, como si su aspecto actual hubiera sido resultado de
una reconstrucción. Algunos estudiosos apuntan a que en origen pudo contar con
una portada doble.
Estado actual de la fachada occidental |
Detalle de la portada |
Hipótesis de cómo podría haber sido la portada doble (4) |
Además, las huellas que recorren todo el muro parecen
indicar que contó con un pórtico de cuatro arcos que colapsó en un momento dado
o que hubo intención de construirlo.
Hipótesis de cómo podría haber sido la fachada (4) |
Datalle del arco y del dintel de la portada (5) |
Los dos leones
que custodian la portada desde el interior del templo, atribuidos al Maestro de
Cabestany y fechados en el siglo XII, casi con seguridad habrían estado destinados a ser colocados en ese
exterior que no se culminaría.
Leones a la entrada (5) |
La iglesia tiene planta rectangular de tres naves de nueve
tramos y ausencia de crucero. La nave
central se organiza mediante dos series de tres grandes
columnas monolíticas de capiteles corintios y alguno historiado separadas por pilares cruciformes que soportan arcos de medio punto sobre los que se ubica la
tribuna o matroneo de grandes vanos ajimezados de medio punto, el cuerpo de
ventanas y una cubierta de madera a dos aguas con las armas de Pio II, el papa
que confió la abadía al primer obispo de Montalcino, Giovanni Cinughi, en la
década de 1460. La presencia de los pilares entre las columnas se ha puesto en
relación con una separación jerárquica de la iglesia en tres ámbitos
respectivamente destinados a laicos, el más cercano a la puerta, comunidad
monástica, en el intermedio, y diáconos, ubicados en el presbiterio.
Nave central |
Matroneo y claristorio de la nave central |
Cubierta de madera de la nave central (5) |
Las naves laterales
presentan bóvedas de crucería y contienen varias obras de arte, como una pila
bautismal de piedra en el primer tramo de la del Evangelio o una pintura mural
con un Crucificado flanqueado un santo obispo mártir, san Sebastián, quizá
antigua advocación de la abadía, y el comitente de la obra en actitud orante en
el primer tramo de la de la Epístola. Además, en el pilar cruciforme central
del lado del Evangelio se conserva una pintura mural con un San Cristóbal.
Nave de la Epístola |
Crucificado (5) |
San Cristóbal |
Los capiteles
presentan decoración vegetal y zoomórfica y sólo uno, el capitel de Daniel en el foso de los leones en la segunda columna
del lado de la Epístola, atribuido al Maestro
de Cabestany, es narrativo, con Daniel orando en medio de los leones
hambrientos, a los leones despedazando a los acusadores, a Habacuc llevado por
un arcángel de los pelos y a Habacuc ofreciéndole alimento a Daniel envuelto en
un paño, las principales escenas de la historia bíblica del Libro de Daniel,
una asunto relacionado con la importante función funeraria que debió cumplir la
abadía.
Detalle del capitel de Daniel en el foso de los leones |
Detalle del capitel de Daniel en el foso de los leones |
Dibujo de la escena principal del capitel de Daniel en el foso de los leones (6) |
El presbiterio de
Sant’Antimo ocupa el último tramo rectangular de la nave central, con el
altar mayor y un Crucifijo medieval, y otro ámbito semicircular
con siete columnas monolíticas que soportan arcos de medio punto tras las que
se ubica la girola, un elemento
francés y esquema excepcional en Italia, con muy pocos ejemplos, todos
relacionados con las iglesias de peregrinación por la necesidad de circular
alrededor del martyrium sin
interrumpir la liturgia, y tres capillas
radiales, intercaladas entre arcos de medio punto ciegos sobre semicolumnas
adosadas, que cuentan con altares de piedra en respuesta a la necesidad de
cubrir la obligación de oficiar misas diarias a cada uno de los
monjes-sacerdotes de una comunidad creciente y la obligación de oficiar las
misas a los difuntos que habían realizado donaciones al monasterio para ser enterrados
en el recinto. En los arcos que flanquean la capilla radial central hacia el
lado de la Epístola se conservan dos frescos parciales datados entre los siglos
XV y XVI atribuidos a Spinello Aretino o al taller de Taddeo Bartolo que
representan a San Gregorio Magno y a San Sebastián, los únicos restos conservados
de una posible decoración mural que cubriría gran parte de la iglesia.
Presbiteiro y girola |
San Sebastían y san Gregorio Magno en los arcos de la girola |
Detalle de la girola (3) |
Bajo el presbiterio se ubica la cripta, fechada en época carolingia u otoniana para alojar la tumba
con las reliquias de San Antimo aunque con modificaciones posteriores. Se
compone de dos ábsides contrapuestos en sentido este-oeste sustentados por
cuatro columnas que dividen el espacio en tres naves, conserva una pintura
mural del siglo XV con un Entierro de
Cristo y se accede a ella mediante una escalera en el último tramo de la
nave de la Epístola, ante la puerta de la capilla carolingia, después sacristía.
Detalle de la cripta |
La capilla carolingia,
adosada a la cabecera por el lado de la Epístola y a la que se accede desde la
iglesia mediante una portada al comienzo de la girola con jambas y dintel
altomedievales de aprovechamiento, convertida en sacristía tras la construcción
de la iglesia románica, es un ámbito de planta rectangular de nave única con
pequeño ábside semicircular en el que se conserva parte de una decoración mural con la vida de San Benito de Nursia fechada en el siglo XIV atribuida
a Giovanni d'Asciano.
Ábside de la capilla carolingia, encajado entre la cabecera de la iglesia y la antigua sala capitular (5) |
Planta de la capilla carolingia (7) |
Cuenta con dos accesos a las tribunas, con una estrecha e
incómoda escalera de caracol en el muro entre la iglesia y la capilla y otra
escalera más cómoda de madera construida por el obispo de Montalcino Agostino
Patrizi Piccolomini para facilitar la subida al apartamento episcopal que pocos años antes su antecesor, Giovanni
Cinughi, había habilitado sobre la capilla carolingia y parte de la sala
capitular. La tribuna sur, sobre la nave de la Epístola, fue muy modificada entre
los siglos XV y XVI mediante tabiques para dividirla en estancias y ampliar el
apartamento, utilizado por el obispo en sus retiros en la abadía o para audiencias
privadas y desde donde también podía asistir a los oficios celebrados en la
iglesia, pues su residencia oficial estaba en Castelnuovo dell’Abate. La
tribuna norte, sobre la nave del Evangelio, sin embargo, está diáfana,
conservando, en parte, su estructura románica.
Vista del presbiterio desde la tribuna del Evangelio, convertida en apartamento episcopal (5) |
El claustro, del
que sólo se conserva la traza, adosado a la nave de la Epístola, era de planta rectangular
con crujías abiertas al jardín central mediante vanos geminados. En su panda
este, a continuación de la capilla carolingia, están los restos de la sala capitular, incorporados al palacio
episcopal construido en tiempos del primer obispo de Montalcino, Giovanni
Cinughi, en la década de 1460 y del que apenas quedan vestigios, destacando un
vano ajimezado con sencillos capiteles.
Ruinas del claustro, con el cuerpo de la capilla carolingia y los restos de la sala capitular al fondo (5) |
Imágenes ajenas:
(4) RASPI-SERRA, J., “The Preromanesque and Romanesque
Sculptural Decorations of S. Antimo”, Gesta,
vol. 5, 1996, pp. 34-38
(7) GABBRIELLI, F., “La cappella di Sant’Antimo e le
tecniche murarie nelle chiese altomedievali rurali della Toscana (sec. VII-inizi
sec. XI)”. En VV.AA., Chiese e
insediamenti nei secoli di formazione dei paesaggi medievali della Toscana (V-X
secolo), Firenze, 2008, pp. 337-368.
Fuentes:
ANGELELLI, W,, GANDOLFO, F. y POMARICI, F., L’abbazia di Sant’Antimo e la scultura del
XII secolo nella Toscana meridionale, 2009.
GABBRIELLI, F., “La cappella di Sant’Antimo e le tecniche
murarie nelle chiese altomedievali rurali della Toscana (sec. VII-inizi sec.
XI)”. En VV.AA., Chiese e insediamenti
nei secoli di formazione dei paesaggi medievali della Toscana (V-X secolo),
Firenze, 2008, pp. 337-368.
LEONCINI, G. y TUCCI, G., Nuovi studi sulla Basilica di Sant’Antimo, Firenze, 2008.
PERONI, A. y TUCCI G. (eds.), Nuove ricerche su Sant’Animo, Firenze, 2008.
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