La historia del Monasterio de Santa María de Montederramo, en Orense
El imponente monasterio cisterciense de Santa María de Montederramo se encuentra en la localidad de la que
toma el nombre, en la comarca orensana de Terra de Caldelas, en la margen
derecha del río Mao, en la ladera norte de la Sierra de san Mamede, que recibe
ese nombre en honor a un monje anacoreta que vivió en un antiguo eremitorio en
la zona, en plena Ribeira Sacra, un agreste territorio bañado por los ríos Miño
y Sil que en la Edad Media llegó a albergar una treintena de monasterios.
Iglesia del monasterio de Santa María de Montederramo |
En cuanto a la mención de la “Rovoyra Sacrata”, se cree que
es la primera vez que ya se denomina así a la zona, aunque los autores no se
ponen de acuerdo, pues unos defienden que el término “Rovoyra” se refiere a un
robledal considerado sagrado desde antiguo y otros creen que alude a un
concepto más amplio relacionado con la cantidad de pequeños monasterios que
surgieron en torno a los cauces de los ríos y afluentes del Sil, el Bibei y el
Navea.
Otro documento de 1144 nos informa de que Alfonso VII,
seguramente dentro de su campaña de consolidación de territorios mediante la
fundación de monasterios con una finalidad repobladora y de explotación, hizo
una donación al abad Pelagio de la “Iglesia de San Juan de monte Ramis”, un
documento en el que se confirma que en ese momento los frailes del cenobio
estaban bajo la regla benedictina. Y como la misma advocación a san Juan aparece
en otros documentos de 1152, 1154 y 1155, de ello se deduce que en esas fechas
todavía no había tenido lugar la adscripción al Císter. Así, no es hasta una bula
de Alejandro III de 1163 por la que coloca a Montederramo bajo la protección
directa de la Santa Sede, con exención de la jurisdicción real y episcopal y le
confirma todos sus privilegios y posesiones, cuando el cenobio ya aparece
nombrado como Santa María de
Montederramo, advocación mariana que está indicando que en esa fecha ya estaba
integrado en el Císter, de ahí que la afiliación, que no fundación ex novo, tuvo que producirse entre 1155
y 1163, pasando a depender directamente de Claraval, cuando se produciría el
traslado al emplazamiento definitivo.
La Orden del Císter
fue creada a fines del siglo XI por un grupo de trece monjes benedictinos
encabezados por Robert de Molesme, que fundaron un monasterio alejado del
benedictino Cluny, en un lugar llamado Cistercium
en latín, de donde proviene el nombre, y Cîteaux
en francés, puesto bajo la advocación de la Virgen, buscando reencontrarse con
la soledad y pobreza que preconizaba la Regla de san Benito y que los
benedictinos vivían de forma muy relajada, abandonando casi por completo el
trabajo manual para poder cumplir con las múltiples funciones litúrgicas destinadas
a reyes, abades y benefactores a las que se habían comprometido a cambio de
importantes donativos.
La fundación de la nueva Orden propiamente dicha se debió a
los sucesores de Robert de Molesme, los abades Albéric y Stephen Harding, que
adoptaron, para diferenciarse de los monjes benedictinos, con hábito negro, el
color blanco para sus vestiduras, de ahí que también se les empezara a llamar
“monjes blancos”. Pero la expansión de la misma se produjo gracias a la fuerte
personalidad de Bernard de Fontaine, monje de Cîteaux que en 1115 fundó el monasterio de Clairvaux, de ahí que se
le conozca como Bernard de Clairvaux, Bernardo de Claraval en español, formando
una de las cuatro ramas del tronco común de Cîteaux junto a La Ferté, Pontigny y Morimond, de
las que surgieron el resto de monasterios cistercienses. En 1153, a la muerte
de san Bernardo, ya eran trecientos cuarenta y tres establecimientos
diseminados por toda Europa, alimentados por abundantes vocaciones a pesar de
la austeridad de vida, la escasa alimentación, los ayunos, la oración y la
penitencia que caracterizaban su vida monástica.
Citeaux y la fundación de las cuatro primeras abadías en una miniatura del Commentaire sur l'Apocaliyse del franciscano Alexandre de Brême (1256-1271) de la University Library de Cambridge (1) |
Los cistercienses llegaron a la Península Ibérica poco antes
de mediados del siglo XII gracias al apoyo de la realeza como forma de asegurar
los territorios que iba conquistando a los musulmanes, a través de las
fundaciones de Fitero, Sobrado de los Monjes, Oseira o Santa
María de Moreruela.
La estricta observancia de la Regla y el que no ejercieran
ningún ministerio externo es la causa de que los monasterios se fundaran en
lugares despoblados y silenciosos con abundantes bosques que les procuraran
madera y les aislaran, cercanos a ríos con los que regar sus huertos y con
canteras de las que obtener la piedra necesaria para construir sus edificios,
que obedecen a disposiciones en las que se prohibía lo figurativo y ornamental,
signos suntuarios en objetos litúrgicos o vidrieras coloreadas por considerar
que distraían de la meditación y el rezo.
La elección de los emplazamientos quedo ya fijada en el
Capítulo General del Císter de 1134 donde se establece deliberadamente que no
se construyan en ciudades, villas o castillos sino en sitios apartados y que no
estén sobre tumbas de santos que puedan atraer peregrinos, teniéndose que
establecer en valles reducidos, solitarios y cerrados para que el alma se
reconcentrara en sí misma.
Aunque el Císter tampoco se propuso fijar una estética
concreta, la forma de vida de la comunidad, basada en la Regla benedictina definió un prototipo arquitectónico de monasterio, caracterizado por la vida separada entre monjes de coro, que eran
de origen noble, debían tener cierto nivel de estudios, pudiendo estar o no
ordenados sacerdotes, y se ocupaban de los oficios litúrgicos y las tareas
intelectuales, y entre conversos, hermanos
legos, laicos de origen burgués o campesino, muchos de ellos iletrados, que
trabajaban en labores agropecuarias y otras tareas manuales dentro del
monasterio y en sus granjas, y que hacían vidas separadas dentro del
monasterio, con partes destinadas a cada grupo y con escasas actividades en
común.
La iglesia más
habitual presentaba planta en T, con testero recto, que también se denomina
“planta bernardina”, de tres naves, la central ocupada por dos coros diferenciados para monjes de coro, justo antes del
presbiterio, y conversos, en la parte de atrás, con accesos separados en la
cabecera y los pies de la nave de la Epístola, respectivamente.
El conjunto medieval de Santa María de Montederramo no
estaría muy alejado de estas características comunes. Y pudo acometer obras de
gran envergadura porque a partir de su adscripción a la Orden cisterciense,
cuando ya se sabe que poseía dieciséis granjas, su patrimonio se vio
notablemente acrecentado por sucesivas donaciones de nobles y de los monarcas
Fernando II, Alfonso IX, Fernando III, Alfonso X y Sancho IV, recibiéndolas
también de monarcas portugueses y convirtiéndose en uno de los monasterios cistercienses
más importantes de Galicia y de la Península, con posesiones en las tierras de
Caldelas, Limia, Tribes, Lemos, Quiroga, Baroncelle… polarizando la vida
económica y religiosa del entorno y atrayendo, para ponerse bajo su protección
por la observancia que allí se practicaba, a otros pequeños monasterios
familiares de la zona.
Plantas hipotéticas de Montederramo durante el Medievo (3) |
Pero en el siglo XIII el monacato gallego se vio sumido en
una profunda crisis provocada por la conformación del reino portugués y la
definitiva unión entre Castilla y León a la que no fue ajeno Montederramo, que
también se vio afectado por la crisis económica generalizada, la peste negra y
las frecuentes luchas nobiliarias, una crisis que se vio agravada en la
siguiente centuria.
En el siglo XV también le afectó la crisis internacional
como resultado del Cisma de Occidente (1378-1417) y el costoso mantenimiento de
dos curias, una en Roma y otra en Avignon, la consiguiente división de la
Iglesia Católica en dos bandos, las epidemias, la degradación que sufría la
vida conventual por la falta de vocaciones y la penuria económica por la que
atravesaban los monasterios causada, sobre todo, por la disminución de las
donaciones, las luchas de poder entre el papado y los obispos por el control
económico de los cenobios, y los abades comendatarios, nombrados por el papa,
que se desentendían del gobierno y la administración de los mismos al tiempo
que malversaban y dilapidaban sus rentas, muchas de ellas empleadas en las
luchas intestinas entre la nobleza y la monarquía por acaparar parcelas de
poder.
La situación incluso fue más grave en Galicia, imbuida en
una profunda crisis política provocada por los conflictos dinásticos en el
reinado de Enrique IV, con nobles que eran partidarios de la integración en la
corona de Portugal enfrentados a los adeptos a Castilla, como lo demuestra, ya
durante el reinado de los Reyes Católicos y promovida por ellos buscando la
unidad del reino, la bula de Inocencio VIII Quanta
in Dei Ecclesia de 1487, por la que se comisionó a cuatro prelados españoles
para reformar los monasterios gallegos benedictinos, cistercienses y de
canónigos regulares de san Agustín, y en cuyo preámbulo puede leerse:
“De algún tiempo a esta parte, a causa de la relajación que
se introdujo entre los abades, priores, comendatarios, monjes (…), se fue
enfriando en los repetidos Monasterios la regular observancia, y no solo fue
abandonada por completo la antigua regla de vida, sino que sus moradores,
dejándose llevar de reprobados instintos, postpuesto el temor de Dios, hacen una
vida libre y disoluta, hasta el punto de que en muchos conventos ha cesado del
todo el culto divino, y sus abades y priores o comendatarios gastan con hombres
de armas sus rentas y frutos o los emplean en otros usos profanos y poco
honestos, los despojan de sus tierras y haciendas y otros bienes destinados al
culto divino, echan fuera a los monjes y religiosos y no cesan de cometer cada
día otros muchos y nefandos atentados para la perdición de sus almas, ofensas
de la divina Majestad, desdoro de la Religión, disminución del culto divino en
dicho reino de Galicia” (4)
Pero el problema de los abades comendatarios no afectó a
Montederramo, pues sólo tuvo uno, don Pedro, cardenal de san Eusebio, que incluso
renunció a la encomienda para facilitar el ingreso de la comunidad en la Congregación Cisterciense de Castilla en
1518, iniciándose un periodo de expansión y riqueza para el monasterio gracias
a la mejora en la administración de bienes y rentas.
La Congregación se había formado gracias a la iniciativa del
monje Martín de Vargas del Monasterio de Piedra, que consciente de la
decadencia de la Orden y de la incapacidad de su Capítulo General para atajarla,
en 1425 consiguió que el papa Martín V expidiera la bula Pia supplicum vota para erigir dos monasterios en Castilla en los
que se observara estrictamente la Regla de san Benito según los usos
cistercienses. Y así nacieron Montesión, como fundación ex novo a las afueras de Toledo, y Santa María de Valbuena, refundación
en la provincia de Valladolid, aunque hubo que esperar a fines del siglo XV
para que otros monasterios empezaran a incorporarse a la reforma y surgiera,
impulsada por los Reyes Católicos, la Congregación
Cisterciense de Castilla o Regular Observancia de san Bernardo en España,
que supuso la renovación espiritual mediante la recuperación de la antigua
liturgia cisterciense, el auge económico de los cenobios gracias a la eliminación
de las encomiendas, la sustitución del abadiato vitalicio por el trienal y
después cuatrienal, el saneamiento de las rentas mediante el control de las
fuentes de ingresos, y la elevación cultural de las crecientes comunidades
mediante la creación de una red de colegios en distintos monasterios.
Todos estos cambios tuvieron una importante repercusión en
los edificios monásticos, que experimentaron profundas reformas de sus
construcciones medievales y a los que se añadieron nuevas estructuras para
adaptarse a los nuevos usos.
Así, la Congregación generó una tipología arquitectónica
común acorde con un nuevo modo de vida, una vuelta a la observancia que precisó
que las fábricas se ajustaran a las nuevas necesidades, entre las que destacó la
aparición de celdas individuales que sustituyeron al dormitorio común y que
ocuparon el piso superior del claustro reglar, un cambio que surge por la
importancia que se dio a la oración y la meditación individual a partir del
espacio concreto de la celda. También se modificó la distribución de las
dependencias del piso inferior, pues las sacristías, los refectorios y las
habitaciones destinadas al abad se hicieron más grandes. Otro cambio fue la
ampliación de las hospederías, que duplicaron su capacidad, ubicándose en el propio
claustro o, muchas otras veces, en patios de nueva construcción, sobre todo si
el monasterio se convertía en sede de un colegio, pues también necesitaba de
las instalaciones necesarias para la función docente.
Planta de Montederramo en la Edad Moderna. Los espacios en línea discontinua son hipotéticos (3) |
Otro cambio fundamental fue la incorporación de un coro alto
a los pies de los templos, como ya habían hecho otras órdenes religiosas como
franciscanos, dominicos y jerónimos y que también habían adoptado los
benedictinos de la Congregación de Valladolid. Ese coro no sustituyó al coro
bajo, utilizándose ambos indistintamente para celebrar la liturgia de las
horas, y aunque no existe acuerdo entre los especialistas respecto a por qué se
duplicó este espacio, y además de la pragmática razón en cuanto a su uso en
verano o en invierno dependiendo de las condiciones climáticas, el coro alto
también podría haber respondido a la necesidad de buscar intimidad para la
oración tras la apertura de los templos al creciente número de seglares al
servicio de los monasterios provocado por la ausencia de conversos y a la de
ubicarlo cerca de las nuevas celdas individuales que ocuparon los claustros
altos, con acceso directo desde estos. Los sotocoros fueron, precisamente, los
espacios reservados para los fieles.
Sección longitudinal de la iglesia, con el coro alto a los pies (3) |
El coro alto desde el crucero |
El primer abad trienal de Montederramo fue fray Antonio de
Palomero, que había sido monje en el Monasterio de la Santa Espina de la
provincia de Valladolid, y la adopción de las nuevas normas que regían la
Congregación reformada provocaron la necesidad de cambios en la estructura
arquitectónica del monasterio que se hicieron mucho más necesarios a partir de
1590, cuando Montederramo se convirtió en sede del Colegio de Artes y Filosofía y Casa Central de Estudios de la Orden
Cisterciense, y la comunidad se vio incrementada por los monjes alumnos y
sus profesores. Las reformas habían comenzado por el Claustro Reglar, después se
añadió el Claustro de la Portería y, finalmente, se acometió la construcción de
una nueva iglesia, en un periodo constructivo que abarcó hasta principios del
siglo XVII.
Fachada principal del monasterio (5) |
Alzado norte del monasterio (3) |
Alzado oeste del monasterio (3) |
Alzado este del monasterio (3) |
Sección transversal del Claustro Reglar y la iglesia (3) |
Con las primeras desamortizaciones del siglo XIX la
comunidad empezó a disgregarse y en 1835 la desamortización de Mendizábal
supuso la exclaustración definitiva, el abandono del monasterio y la
incautación de todos sus bienes, cuando la iglesia se convierte en parroquial y el resto de sus bienes son puestos a la venta en pública subasta y
la mayoría son adquiridos por el comerciante orensano don Manuel Palao,
iniciándose un periodo de dejadez y saqueos en los que el monasterio se utilizó
como cantera para construcciones particulares. A comienzos del siglo XX se
empezó a vender por lotes a los vecinos del pueblo, que comenzaron a parcelar
los exteriores y tabicar los interiores para establecer viviendas y negocios y
desaparecieron casi todos los bienes muebles atesorados por el monasterio
durante siglos, incluso la biblioteca monacal, pues aunque fue trasladada a
Orense, en 1927 pereció en un incendio.
Claustro de la Portería utilizado como pajar (3) |
Gallineros en el Claustro Reglar (3) |
El proceso de ruina no se frenó ni con la declaración de
Monumento Nacional en 1951, pues aunque el deterioro de las cubiertas de la
iglesia obligó a emprender obras urgentes bajo la dirección de Luis Menéndez
Pidal y Francisco Pons-Sorolla y en 1956 el obispo de Orense declara
Montederramo parroquia, anexionándose los pueblos de Graña y Sanfitoiro, a pesar de obtener la aprobación ministerial para iniciar una
restauración integral, no se logró el presupuesto necesario, que solo alcanzó
para atajar el principal problema, un fallo en la cimentación en la fachada
norte que repercutía en la estabilidad del edificio, prolongándose un estado
tal de abandono que en 1958 tuvo que tomarse la decisión, ante el riesgo de
derrumbe, de desmontar el retablo mayor, almacenar sus tablas en la sacristía
y clausurar la iglesia.
En 1959, con la creación de la Diócesis de Vigo-Tui, el obispo
inició gestiones para el traslado del templo de Montederramo, piedra a piedra,
a Vigo, para convertirlo en la catedral, un proyecto que, a pesar de contar con
el beneplácito de Franco, terminó desbaratándose tras el informe negativo de
Pons Sorolla. Lo curioso es que no se planteó la conservación del monumento.
En los años siguientes se sucedieron intervenciones mínimas
y hubo que esperar a la década de 1980, tras el derrumbe parcial del Claustro
Reglar, para que la Xunta de Galicia asumiera la recuperación del monasterio,
con varios proyectos de restauración, consolidación y rehabilitación en los que
han participado los arquitectos David Ortiz Arce de la Fuente, que se encargó
de la rehabilitación del Claustro Reglar, tras la compra de los lotes a los
distintos propietarios, para convertirlo en un colegio, cuando se descubre una
ventana medieval en el muro meridional del templo; Celestino García Braña y
Gonzalo de Pedro Quijano, que se encargaron de la rehabilitación de la iglesia;
Celestino García Braña, que dirigió la rehabilitación del coro alto y de su
sillería; y Nicanor Cid Lama, que restauró los forjados y la carpintería de las
pandas sur y oeste del Claustro de la Hospedería.
Claustro Reglar convertido en patio del colegio |
Claustro de la Portería con los vanos superiores tapiados (3) |
Claustro de la Portería en la actualidad |
Sillería del coro alto antes de la restauración (6) |
Sillería del coro alto en la actualidad |
Hoy la iglesia, al carecer de culto regular, y el
Claustro Procesional, que ya no acoge el colegio público de primera enseñanza, se
contemplan con criterios museísticos, y el Claustro de la Portería, dividido en
distintas propiedades, solo tiene ocupada la panda norte, que aloja un bar, estando todavía pendiente una recuperación integral del monumento.
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los ámbitos visitables en la actualidad.
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Referencias e imágenes ajenas:
(3) GRANDE NIETO, V., Santa
Mª de Montederramo. Proceso de revisión arquitectónica, s.f.
(4) BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de Galicia, 2005.
(6) FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E., “Cielo, agua y piedra. La fe
sobre la que se construyó la Ribeira Sacra (Ourense). En LOZANO BARTOLOZZI, Mª
M. y MÉNDEZ HERNÁN, V. (coords.), Paisajes
modelados por el agua: entre el agua y la ingeniería, 2012, pp. 313-336.
Fuentes:
BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de
Galicia, 2005.
CASTRO FERNÁNDEZ, B. Mª, Francisco
Pons-Sorolla y Arnau, arquitecto-restaurador: sus intervenciones en Galicia
(1945-1985), Tesis doctoral, Universidade de Santiago de Compostela, 2007.
CES FERNÁNDEZ, B., Los
efectos del seísmo de Lisboa de 1755 sobre el patrimonio monumental de Galicia,
Tesis doctoral, Universidade da Coruña, Escola Técnica Superior de
Arquitectura, Departamento de Composición, 2015.
FOLGAR DE LA CALLE, Mª C. y FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E., “Del
esplendor a la ruina. La recuperación del mobiliario litúrgico de la iglesia
del monasterio cisterciense de Santa María de Montederramo (Ourense)”, Estudos de conservação e restauro, nº 3,
2011, pp. 110-129.
FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E., “Cielo, agua y piedra. La fe
sobre la que se construyó la Ribeira Sacra (Ourense). En LOZANO BARTOLOZZI, Mª
M. y MÉNDEZ HERNÁN, V. (coords.), Paisajes
modelados por el agua: entre el agua y la ingeniería, 2012, pp. 313-336.
GARCÍA FLORES, A., Para
mayor culto del oficio divino y servicio de Dios. Las iglesias de los
monasterios cistercienses de la Congregación de Castilla (siglos XV-XIX),
2014.
GRANDE NIETO, V., Santa
Mª de Montederramo. Proceso de revisión arquitectónica, s.f.
GRANDE NIETO, V., Proceso
metodológico y compositivo del Renacimiento en Galicia. 1499-1657, Tesis
doctoral, Universidade da Coruña, Departamento de Composición, 2014.
PERNAS ALONSO, M. I., Escaleras
de piedra de los conjuntos monásticos de la provincia de Ourense entre los
siglos XVI y XVIII. Análisis gráfico, Tesis doctoral, Universidade da
Coruña, Departamento de Representación e Teoría Arquitectónica, 2011.
http://viajarconelarte.blogspot.com.es/2017/09/el-monasterio-de-santo-estevo-de-ribas.html
http://viajarconelarte.blogspot.com.es/2017/09/el-monasterio-de-santo-estevo-de-ribas.html
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