El retablo mayor de san Salvador de Celanova, en Orense
Ya nos hemos detenido en la Historia del monasterio de san Salvador de Celanova y nos hemos
paseado por su iglesia y sus dos claustros
y ahora toca contemplar su impresionante retablo
mayor, iniciado en 1693 por Francisco
de Castro Canseco y dedicado al Salvador como titular primitivo del templo,
pues en la actualidad, ya como parroquia de la localidad, la iglesia está bajo la
advocación a san Rosendo, fundador del monasterio en el siglo X.
Retablo mayor de san Rosendo de Celanova |
En el banco, como soporte metafórico de las columnas
superiores, aparecen los cuatro evangelistas. La calle central del cuerpo está
presidida por un imponente tabernáculo
adelantado al plano general del retablo que se cree que es lo único que no es de Castro Canseco, obra de fines de la década de 1730 o comienzos de la
siguiente, con un primer cuerpo con cinco relieves de alabastro con la Última Cena en la puerta del sagrario, y
cuatro escenas de la Pasión, con el Lavatorio,
el Prendimiento, la Flagelación y la Coronación de Espinas, un segundo en forma de templete con columnas
salomónicas y estípites que soportan una cúpula resguardando una cruz para
exponer la Sagrada Forma y un tercero flanqueado por las tres virtudes
teologales y rematado por una escultura del Salvador.
Tabernáculo |
Relieves de alabastro policromado en el tabernáculo |
Última Cena en la puerta del sagrario |
En la calle central, por encima del tabernáculo se sitúa una
Asunción de María y una Transfiguración, y en las calles
laterales se ubican sendas celosías con urnas
de plata con las reliquias de san Rosendo, en el lado del Evangelio, y san
Torcuato, en el de la Epístola, realizadas por el orfebre vallisoletano Juan de
Nápoles de 1601 y decoradas con escenas de sus respectivas vidas, y por encima
están sendas esculturas de bulto redondo de los santos representados con
vestiduras episcopales, pues san Torcuato fue obispo de Guadix, en hornacinas
con forma de venera. Las calles laterales se completan con las escenas de la Resurrección y de la Ascensión.
En el ático se representan una Circuncisión central flanqueada por la Natividad y la Epifanía y
todas custodiadas por cuatro figuras ecuestres con cuatro santos caballeros, milites Christi.
Ático |
La iconografía trata de los misterios de Cristo y se inspira
en los sermones de los Padres de la Iglesia León Magno o Ambrosio de Milán, en
los Evangelios canónicos y apócrifos y en las Vitae Christi de la devotio moderna a través de los seis grandes
relieves. Los dos centrales, la Transfiguración y la Circuncisión,
se ajustan al tema de El Salvador. Los otros cuatro, Natividad, Epifanía,
Resurrección
y Ascensión,
están remitiendo a la redención, el cometido del Mesías, aludiendo a sus
beneficiarios y a los principales misterios de la misma, a los que habría que
añadir la Pasión, presente en el
tabernáculo y revivida en la Eucaristía. De los seis misterios divinos por los
que el hombre fue redimido, sólo faltarían la Encarnación y la Anástasis,
aunque puede considerarse que el primero estaría implícito en la Natividad y el segundo en la Ascensión, pues Jesús sube a los Cielos,
según Jacobo de la Vorágine en La leyenda
dorada, con “un gran botín de hombres”.
La Transfiguración centra el retablo
porque es el momento en el que Dios confirma a Jesús como Mesías y lo proclama
como su hijo, como ya había hecho en el Bautismo, y como maestro, al añadir el
mandato de “escuchadlo” según Mateo 17, 5.
La ratificación de que estamos ante el Mesías en el que se consuma la antigua
ley y las predicciones de los profetas aparece subrayada con la presencia en la
escena de Moisés y de Elías.
Transfiguración |
La Circuncisión es el segundo momento
destacable en importancia porque es en el que a Jesús se le da el nombre de
Salvador, por eso la presencia del anagrama con su nombre en medio de una
aureola de rayos flanqueada por ángeles. Es una exaltación clara del dulce
nombre de Jesús, la luz del mundo, de ahí los rayos solares, y la caritas divina que alimenta y sana,
representada por el corazón debajo de las letras, un emblema muy conocido y de
fácil lectura en la época después de que los jesuitas lo convirtieran en el de
su orden. Tampoco hay que olvidar que con el acto de la circuncisión Cristo
derramó su primera sangre como prefiguración de su sacrificio para la
redención.
Circuncisión en el ático (1) |
Precisamente los otros cuatro relieves manifiestan esa redención.
Así, la Natividad representa el día en que se cumplieron los oráculos
de los profetas, el nacimiento del remedio a las necesidades del hombre
redimiéndolo para convertirlo en una nueva criatura. La buena nueva se comunicó
a los judíos por medio de los ángeles, que aparecen en la escena cantando
“Gloria in excelsis deo”, y a través de la estrella de Belén, que aparece en la
escena de la Epifanía, a los gentiles.
Natividad en el ático (1) |
Epifanía en el ático (1) |
Las escenas de la Resurrección
y la Ascensión representan la
glorificación de Jesús mediante los dos misterios con los que concluye la
redención. La Resurrección muestra el día de la
victoria de Cristo, prueba irrefutable de todos los misterios y fundamento de
la religión cristiana, la base de toda su fe, tal y como refleja La leyenda dorada, donde Santiago de la
Vorágine dice que Cristo al resucitar procuró a los hombres
“cuatro grandes ventajas, porque en efecto, mediante la
resurrección nos libra de los pecados, nos estimula a adoptar una vida nueva,
despierta nuestra esperanza en la gloria futura y nos reafirma en la convicción
que también nosotros algún día resucitaremos”.
Resurrección |
En la iconografía de esta escena en el retablo de Celanova
se subraya este milagro mostrando a Cristo triunfante de cuerpo entero sobre el
sepulcro cerrado siguiendo, precisamente, a La
leyenda dorada, donde se dice que
“Resucitó milagrosamente, saliendo del sepulcro pese a que
este se hallaba cerrado, como milagrosamente había salido del útero virginalmente
cerrado de su madre; como milagrosamente había de entrar a través de las
puertas cerradas en la sala en que se encontraban reunidos los apóstoles”.
La Ascensión supone la apoteosis de
Cristo subiendo a los cielos jubilosamente para tomar posesión de su reino y es
el final de la redención al abrirles a los hombres las puertas del mismo
después de haberles enseñado cómo llegar a él, y la primera que sigue su
ejemplo es María, representada en su Asunción bajo la Transfiguración, en la calle central,
con la Virgen como divina esposa e imagen simbólica de la Iglesia. Le siguen
los santos Rosendo y Torcuato representados en las calles laterales.
Ascensión |
Urnas con las reliquias de los santos Rosendo y Torcuato y esculturas de bulto redondo sobre veneras en las calles laterales del retablo |
Así, en plena vigencia del credo contrarreformista, el
retablo glorifica a María y rinde culto a los santos y a sus reliquias,
expuestas en él mediante las dos arquetas de plata mencionadas.
Este mismo sentido de lucha por la defensa de la fe es el
que hay que dar a los milites Christi
en el ático, a caballo y derrotando al infiel como ejemplos del pasado para el
presente. En este sentido, los benedictinos daban el ejemplo que siempre habían
dado, de ahí la exposición de un santoral propio para reivindicar un
protagonismo en la defensa de la fe que ellos consideraban que les había sido
usurpado por órdenes tan recientes como la Compañía de Jesús. Además, los
propios monjes de Celanova reivindicaban esa consideración, mucho más, si cabe,
porque desde su fundación habían estado bajo la advocación de san Salvador, de
ahí que tuviera pleno significado el uso del emblema jesuítico en la coronación
del retablo, que los monjes no consideran sólo de la Compañía sino también
suyo.
Emblema con el anagrama jesuita coronando el ático |
Así, la elección de Santiago, san Rosendo, san Millán y san
Fernando tuvo un claro sentido propagandístico, no solo para la orden sino para
el propio cenobio. En el lado del Evangelio están Santiago, vestido de blanco y
montando un corcel también blanco y blandiendo la espada contra el infiel,
representado por los moros, y Rosendo, vestido de pontifical con sombrero que
indica su rango de caballero y noble y luchando como libertador de Compostela
de los normandos y los musulmanes además de estar íntimamente unido a Santiago
por haber sido obispo de su sede, a la que renunció para ingresar como monje
benedictino en Celanova, monasterio fundado por él. En lado de la Epístola
aparecen Millán, también luchando contra los moros como lugarteniente de
Santiago, y Fernando, símbolo de defensa de la monarquía hispana contra la
amenaza mora.
Milites Christi ante la Natividad en el ático |
Milites Christi ante la Epifanía en el ático |
En cuanto al protagonismo del tabernáculo, está en relación con la defensa de la
transustanciación, de la presencia real de Cristo en la eucaristía, reforzada
con la presencia de dos ángeles flanqueándolo portando el trigo y la vid. Como
para que el sacramento se confirme y el alimento fortalezca y purifique es
necesario hacer una penitencia perfecta, son necesarias tres cosas: la fe, que
hace que las obras resulten gratas a Dios, la caridad, que estimula la
ejecución de buenas obras, y la meditación en la pasión de Cristo que conmueve
los más duros corazones, de ahí la presencia de las tres virtudes teologales.
Además, la construcción de este gran retablo también hay que
ponerla en relación con la recuperación del protagonismo de las reliquias que
promueve el reformismo trentino como forma de valorizar el culto a los santos y
contrarrestar la negativa que predicaba la Reforma protestante contra muchos de
ellos, de ahí el protagonismo de los dos relicarios de plata para alojar los
restos de los santos Rosendo y Torcuato que, gracias a la descripción de fray
Benito de la Cueva en su Celanova
Ilustrada, códice del siglo XVII, sabemos que fueron trasladados a ese
emplazamiento en medio de suntuosas celebraciones festivas.
Estos artículos completan la serie dedicada al monasterio:
Y si queréis pasearos por otros MONASTERIOS BENEDICTINOS en Viajar con el Arte podéis abrir este enlace.
Imágenes ajenas:
(1) BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte,
historia y orden, Xunta de Galicia, 2005.
Fuentes:
BERNARI LÓPEZ VÁZQUEZ (coord.), Opus Monasticorum I. Patrimonio, arte, historia y orden, Xunta de
Galicia, 2005.
FERNÁNDEZ CASTIÑEIRAS, E. y MONTERROSO MONTERO, J. M. (coords.),
Opus Monasticorum II. Arte Benedictino en
los caminos de Santiago, Xunta de Galicia, 2007.
GARCÍA IGLESIAS, J. M., “Francisco de Castro Canseco (Ca.
1655-1714), en la actividad artística de Galicia”, Laboratorio de arte, nº 5, 1992, pp. 241-263.
PARADA GONZÁLEZ, S. La
construcción del templo de Celanova desde los contratos de ejecución: revisión
arquitectónica de la obra a partir de sus documentos, Trabajo fin de
Máster. Universidade da Coruña, Escuela Técnica Superior de Arquitectura,
Máster de Rehabilitación Arquitectónica, 2010.
PERNAS ALONSO, M. I., Escaleras
de piedra de los conjuntos monásticos de la provincia de Ourense entre los
siglos XVI y XVIII. Análisis gráfico, Tesis doctoral, Universidade da
Coruña, Departamento de Representación e Teoría Arquitectónica, 2011.
VV.AA., Estudios
Mindonienses. Anuario de estudios histórico-teológicos de la Diócesis de
Mondoñedo-Ferrol, nº 23, Cabildo de la catedral de Mondoñedo-Centro de
Estudios de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol-Fundación Caixa Galicia, 2007.
Comentarios