El Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos, en Lugo

El Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, que también se conoce como Colegio del Cardenal, por su patrocinador, o Colegio de la Compañía, por sus regidores originales, es apodado como “El Escorial gallego” y, efectivamente, en él se aprecia el eco del gran monasterio de Felipe II, como un medio Escorial donde la iglesia se encuentra en el centro de la fachada principal, ya participando plenamente de un clasicismo manierista que tuvo importantes frutos en Galicia.


Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos

Fue mandado construir por el cardenal don Rodrigo de Castro Osorio, hijo de doña Beatriz de Castro, III condesa de Lemos, y hermanastro de don Fernando Ruiz de Castro Osorio y Portugal, IV conde de Lemos, un relevante personaje del siglo XVI quizá nacido en Valladolid en 1523, aunque ese dato no está claro, que había pasado su infancia y parte de su adolescencia en Monforte, licenciado en Leyes y Cánones en la Universidad de Salamanca, que fue miembro del séquito del príncipe Felipe (futuro Felipe II) en sus viajes a Flandes e Inglaterra o secretario de su hermanastro, el IV conde de Lemos, que estaba en Roma como representante de Carlos V en la Santa Sede, convirtiéndose así en un auténtico hombre del Renacimiento, amante de los libros, del lujo, filántropo y promotor de las artes. En 1556 fue ordenado sacerdote, después fue obispo de Zamora y de Cuenca, en 1581 alcanzó la sede arzobispal de Sevilla y dos años más tarde fue nombrado cardenal por el papa Gregorio XIII. En 1596 Felipe II le nombró miembro del Consejo de Castilla.

Retrato y escudo de armas del cardenal dos Rodrigo de Castro Osorio (1)

La idea de la construcción de un colegio que fuera a la vez panteón familiar y centro de cultura para Galicia en Monforte de Lemos para que en él se enseñase a

“leer y esbrivir y Gramatica rrectorica y artes a todos los niños y personas que lo fueren a aprender y oyr sin les pedir ny llebar por ello yntereses ny otra cossa alguna”.

empezó a fraguarse en 1586, cuando el cardenal inició conversaciones con la Compañía de Jesús para que ésta se hiciera cargo de la dirección del mismo, decidiendo ponerlo bajo la advocación de Nuestra Señora de la Antigua, por la que había cogido profunda devoción en Sevilla.

Así, en 1591 ya se adquirieron unos terrenos a las afueras del núcleo poblacional, una gran planicie junto al río Cabe. A continuación se seleccionaron los tracistas, que fueron el jesuita Andrés Ruiz y el arquitecto italiano del arzobispado de Sevilla Vermondo Resta, quizá éste encargado de la iglesia, que el cardenal quería que fuera más suntuosa de lo habitual en una fundación jesuítica, y aquel más centrado en el resto del edificio, destinado a casa y escuela, para que se hiciesen a gusto de la congregación, aunque el reparto de la autoría de cada uno es un tema todavía abierto.

Andrés Ruiz se había formado como carpintero en la construcción de la colegiata de Villagacía de Campos y posible ensamblador del retablo, diseñado por Juan de Herrera, y en la catedral de Valladolid, de trazas también de Herrera. Después diseñó la iglesia de Villacastín y en 1584 comenzó a dirigir obras de arquitectura, primero como maestro de obras en el colegio antiguo de la Compañía en Salamanca y después dirigiendo las de la iglesia del seminario de Segovia, desde donde fue llamado para que trabajara en Monforte, la primera obra que traza desde el inicio.

Vermondo Resta nació en Milán y llegó a Sevilla en las últimas décadas del siglo XVI, nombrado por el cardenal don Rodrigo maestro mayor de obras del arzobispado en 1585 y más tarde también arquitecto de los Reales Alcázares.

Las obras fueron adjudicadas en 1592 mediante subasta en varias ciudades y en ella participaron casi treinta maestros canteros. Se dividieron en dos lotes, por un lado la iglesia, que ganó Juan de las Cajigas, y por otro la casa y las escuelas, que recayeron en los maestros Diego de Isla, Macías Álvarez y Gregorio Fatón, a los que después se incorporó Gonzalo Fatón, hermano del último. Cajigas era trasmerano y no se conocen otras obras anteriores suyas en Galicia. Diego de Isla era vizcaíno y había trabajado como aparejador en el convento de san Esteban de Ribas de Sil. Macías Álvarez trabajaba en Orense en 1578. Gregorio Fatón había trabajado en el monasterio de Oseira y en el de Melón bajo la dirección de Simón de Monasterio.


Las trazas presentadas a la subasta no se conservan, pero sí el documento notarial del acto, en el que aparecen las condiciones de ejecución de las obras, que dieron comienzo en 1593, poco antes de la firma de la escritura de fundación. Pero en 1594 el cardenal visitó Monforte y decidió la ampliación de la fachada mediante la adición de una galería superior y dos cuerpos laterales a partir de las torres. Pero el comitente murió en Sevilla en 1600 sin poder verlo acabado. En su testamento dejó establecido que debía ser sepultado en el lado del Evangelio del presbiterio, donde fueron trasladados sus restos, una vez concluida la obra, desde su sepultura provisional en la capilla de la Antigua de la catedral de Sevilla.

Por voluntad del propio cardenal los patronos de la fundación serían, a perpetuidad, los condes de Lemos, a los que dejó el encargo de amparar, honrar y favorecer al colegio. Pero éstos, salvo excepciones, apenas atendieron los graves problemas por los que pasó la institución y la obra sufrió paralizaciones casi desde el principio, con pleitos entre los herederos, problemas económicos, incendios, el terremoto de Lisboa de 1755… de ahí que el proyecto inicial experimentara muchas transformaciones.

El estudio del edificio parece indicar que el jesuita Juan de Tolosa tuvo una intervención trascendental, apareciendo en los documentos dirigiendo las obras intermitentemente junto a Andrés Ruiz hasta el fallecimiento de este último en 1596, asignándosele un importante papel en las modificaciones introducidas a partir de esa fecha. Mientras estaba en Monforte también recibió el encargo para la reconstrucción de la iglesia del cercano Monasterio de Santa María de Montederramo, para la que da trazas y condiciones pero solo para el cuerpo de la nave, proponiendo la construcción de una bóveda de lunetos de cantería, aunque finalmente lo ejecutado fue una bóveda de crucería simple, posiblemente resultado de la adaptación de su idea inicial a las reticencias cistercienses a soluciones clasicistas.

En 1602 se hizo cargo de las obras Simón de Monasterio, que remató la cúpula y la bóveda del presbiterio en la iglesia, consagrada en 1619, y comenzó el patio anexo al lado del Evangelio del templo. Por esas fechas el conjunto se componía de iglesia, fachada principal y sólo parte de los cuerpos articulados alrededor de los patios.

Los jesuitas regentaron la institución hasta la expulsión de la Compañía de las tierras de la corona española, ordenada por Carlos III en 1767, y el monarca incauta la fundación del cardenal con todos sus bienes asociados y expide una Real Cédula en la que ordena que el colegio se convierta en Real Seminario, eliminándose los emblemas de la Compañía en las dos puertas principales de la fachada, la parte superior interna de las puertas que comunican la iglesia, el retablo mayor, los claustros o en cuatro claves de las bóvedas de éste. Pero en 1770 doña Rosa María de Castro y Centurión, XII condesa de Lemos, solicitó y recuperó el patronato sobre el colegio con todos los efectos de la primitiva fundación y los adquiridos por los jesuitas además de una cantidad de dinero, para que continuase siendo casa de estudios públicos para todos los naturales de Galicia.

En septiembre de 1824 se produjo un gran incendio que afectó tanto al edificio como a los bienes que contenía, con la consiguiente pérdida irreparable de documentos esenciales para el conocimiento de la historia del colegio. El propietario del edificio, don Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva (1794-1835), XVIII conde de Lemos, XV marqués de Sarria, V duque de Berwick, XIV duque de Alba, pues la Casa de Alba había heredado el condado de Lemos a fines del siglo XVIII por la extinción de la Casa de Castro, ordenó su restauración y la ampliación de las enseñanzas impartidas para que se convirtiera en Real Colegio de Humanidades y Bellas Artes, una función que desempeñó durante los 22 años siguientes. Pero con la supresión de los diezmos en 1837 el colegio dejó de ingresar los curatos de presentación que la Casa de Lemos tenía en Galicia y en 1842 también dejó de percibir la cantidad establecida por la testamentaría de doña Rosa María de Castro para culto y reparaciones, llegando a tal penuria económica que fue necesario suprimir el internado.

Después de unos años de varios cambios en la categoría docente del edificio, en 1873 don Jacobo Fitz James Stuart y Ventimiglia, XV duque de Alba, llegó a un acuerdo con la Orden de las Escuelas Pías para que los escolapios se hicieran cargo de su gestión y el compromiso de impartir primera y segunda enseñanza, comenzando una nueva etapa de obras y reformas en el edificio que no fueron suficientes, una situación que se vio agravada con un nuevo incendio. En un informe del arquitecto de la Casa de Alba don Francisco Pérez de los Cobos, se puede leer:

“El edificio, tal como está hoy, está completamente inhabitable y sorprende verdaderamente que haya siquiera un alumno que venga a buscar la enseñanza en un Colegio en esas condiciones. Hay bóvedas vencidas, muros desnivelados, toda la techumbre amenaza desplomarse; dos patios, uno en ruinas y el otro sin terminar, no dejan lugar a dudas de que en un plazo muy breve el edificio desaparecerá y con él la enseñanza”.

Pero a partir del estudio de este arquitecto y gracias a la venta del cuadro de la Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes en 1913, recién descubierto en la iglesia, por fin, se iniciaron las obras que culminaron el claustro principal, la fachada lateral derecha para añadir nuevas dependencias en la parte posterior, en la que sólo existían los sótanos, y se renovaron las cubiertas. Las obras estuvieron dirigidas por el propio Pérez de los Cobos y concluyeron en 1930. Se impartió Enseñanza Primaria, Media y Superior para internos, externos y medio pensionistas.

La fachada principal antes y después de la restauración. Fotografía tomada en un panel informativo en el monumento

El patio de la Compañía antes de la restauración. Fotografía tomada en un panel informativo en el monumento

El patio de la Compañía en la actualidad

Durante la II República la ley de Congregaciones Religiosas, que impidió a éstas dedicarse a la enseñanza, obligó a los escolapios a abandonar temporalmente el colegio y durante la Guerra Civil en el edificio convivieron las actividades docente, sanitaria y militar. 

Entre 1946 y 1952, recuperado el colegio por los escolapios, el arquitecto Antonio Ferreras dirigió las obras para la construcción de las plantas superiores de dos de las crujías del patio de las escuelas, que nunca se habían completado.

En 1983 un rayo impactó en la cúpula destrozando los ventanales y el lucernario, levantando parte de los tejados y dañando la instalación eléctrica de la iglesia y de parte del colegio y en 1986 el arquitecto Carlos Meijide Calvo se encargó de las obras de reparación, incluyendo la colocación de un nuevo pararrayos, la limpieza de la cúpula, la colocación de nuevos ventanales y el relleno de sus grietas con silicona y mortero. En los años siguientes también se renovaron las cubiertas.

La última gran obra emprendida en el colegio ha sido la rehabilitación de la escalera principal, ubicada en la esquina oriental del colegio, dirigida por los arquitectos Carlos Meijide Calvo y su hijo Jorge Meijide Tomás y culminada en el año 2002.

La planta del conjunto responde a un esquema simétrico, con una iglesia en el centro y dos cuerpos laterales en torno a sendos patios, el de la derecha proyectado como casa destinada a la comunidad de jesuitas y el de la izquierda para albergar la zona de estudios y que ya desde el proyecto inicial debieron ser diferentes, el de las escuelas más sencillo, aunque la fachada da la idea de que ambas alas son iguales. De todos modos, ya he comentado que no fue un proyecto cerrado, por lo que cambió varias veces durante la obra.

Planta del conjunto (2). Las indicaciones son mías

La iglesia no está orientada canónicamente en el eje este-oeste sino con la cabecera hacia el noroeste, un condicionante que respondería a la necesidad de ubicar la fachada principal hacia el gran espacio abierto ante la misma y facilitar así el acceso, además de para dirigir los desagües más fácilmente hacia el río.

La fachada principal, de 110 metros de longitud, realizada en granito, destaca por su grandiosidad y equilibrio en la disposición de sus elementos.

Alzado de la fachada principal (2)

La iglesia está en el centro y los laterales muestran tres plantas. La baja y la primera, separadas por una sencilla cornisa, se organizan mediante vanos rectangulares y la última es una galería de arcos de medio punto y balaustradas añadida tras una modificación de las trazas después de la visita del cardenal a las obras en 1594. Las torres recuerdan al palacio Monterrey de Rodrigo Gil de Hontañón en Salamanca, ciudad en la que trabajaron tanto Andrés Ruiz como Juan de Tolosa, aunque éstas no quedan en los extremos porque los dos pequeños cuerpos hasta llegar al ángulo también se añadieron después. El conjunto se remata con una cornisa con pináculos de bola. Su estructura se conforma como un resumen de influencias renacentistas procedentes de Roma, de Vignola, del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, de palacios…

La fachada de la iglesia se organiza mediante dos cuerpos superpuestos. El inferior es almohadillado con laterales con un óculo y una ventana cada uno y una portada central compuesta por columnas pareadas dóricas que soportan un friso de triglifos y metopas sobre el que se ubican cuatro pináculos rematados en acróteras que flanquean una cartela con una inscripción en latín en la que se lee

“El cardenal don Rodrigo de Castro, arzobispo de Sevilla, dona a la Compañía de Jesús, para uso de la juventud, templo y colegio, consagrados a la Virgen María”.

El cuerpo superior presenta pilastras jónicas, con el escudo del fundador y un gran ventanal central y sendos óculos laterales. Se remata con un frontón partido por una peineta con el escudo de la Corona, que sustituyó al de la Compañía tras su expulsión. El frontón está flanqueado por aletones de perfil curvo y rematado por seis acróteras.

Fachada de la iglesia

Cartela que recuerda al fundador bajo su escudo en la fachada de la iglesia

La diferencia de órdenes se atribuye a la posible intervención de distintos maestros, Tolosa o Juan Bustamante en la inferior y Juan de Nates en la superior, aunque hay otros que se la adjudican a Vermundo Resta.

El templo tiene planta rectangular, con nave central de cuatro tramos con coro a los pies organizada mediante grandes pilastras corintias que soportan un friso corrido en el que descansan bóvedas de cañón peraltadas decoradas con casetones y con lunetos con ventanas termales que sólo ofrecen luz en el vano central del lado del Evangelio. Cuenta con cuatro capillas hornacinas laterales a cada lado comunicadas entre sí y cubiertas con bóvedas de cañón.

La iglesia desde los pies

Bóveda de cañón de la nave de la iglesia

Capiteles corintios de las pilastras del crucero

El transepto no sobresale en planta, el crucero está cubierto con cúpula, el presbiterio es rectangular cubierto también con bóvedas de cañón y aparece flanqueado por sendas torres campanario de planta rectangular con dos cuerpos, el segundo decreciente separado por una balaustrada y remate de media naranja. Están embebidas en la fábrica, de ahí que no sobresalgan mucho en altura.

Cuenta con coro alto a los pies, en el primer tramo de la nave, más estrecho que los otros tres, y se eleva sobre una bóveda casetonada escarzana muy rebajada, con barandilla de balaustres de piedra.

Nave de la iglesia desde el crucero

La cúpula del crucero se eleva sobre pechinas decoradas con ángeles policromados que sostienen en una mano el escudo del cardenal y en la otra una custodia con el anagrama de la Compañía y tambor cilíndrico con ocho vanos semicirculares y está rematada por una linterna con vanos rectangulares rematada con otra pequeña cúpula y un pináculo piramidal, siendo la estructura abovedada más compleja del edificio.

Cúpula del crucero y bóveda de cañón del presbiterio

Ángel de una de las pechinas

El modelo inicial, igual que el resto de iglesias jesuíticas de la época, carecía de cúpula, con el crucero cubierto con una bóveda vaída, pues primaban los aspectos funcionales y la adecuada acústica para facilitar la predicación. La modificación del diseño es una muestra de la influencia escurialense presente en el edificio, posiblemente una de las cúpulas españolas que más evoca a la de la basílica de El Escorial.

El retablo mayor, renacentista, de madera de nogal sin policromar, fue realizado por Francisco Moure, su hijo y discípulos y está dedicado a la Virgen, advocación del colegio. Consta de banco y tres cuerpos de tres calles separadas por columnas corintias de fustes acanalados torsos.

Retablo mayor

En el banco se representan las cuatro virtudes cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza, flanqueando dos a dos el escudo del cardenal y los cuatro Evangelistas, con un gran ostensorio central que también ocupa el cuerpo bajo, que en las calles laterales presenta las escenas en relieve de la Circuncisión y la Epifanía.

Banco con Evangelistas y Virtudes

Banco con Evangelistas y Virtudes

Circuncisión

Epifanía

El segundo cuerpo presenta una escultura de bulto de la Virgen de la Antigua central con las escenas laterales de la Visitación y la Adoración de los pastores.

Segundo cuerpo, con la Virgen flanqueada por las escenas de la Visitación y la Adoración de los pastores

En el tercer cuerpo aparece san Ignacio de Loyola en el centro en bulto redondo con las escenas de la Natividad de la Virgen y la Anunciación. El conjunto se remata con dos grandes escudos del cardenal laterales y otro central más grande que está vacío pero que debió de contar con el emblema de los jesuitas.

Tercer cuerpo, con san Ignacio en el centro flanqueada por la Natividad de la Virgen y la Anunciación

En el muro del Evangelio del presbiterio, en una hornacina de medio punto flanqueada por pares de pilastras jónicas, se ubica la sepultura de don Rodrigo de Castro con la escultura orante de bronce del fundador, encargada por el propio cardenal a Giambologna, la única escultura del escultor francés afincado en Florencia en España. Debajo está su sepulcro. En el muro de la Epístola hay una pintura de la Virgen de la Antigua que el cardenal tenía en su oratorio del palacio episcopal de Sevilla y que es una réplica de la original venerada en la catedral hispalense.

Muro del Evangelio y de la Epístola del presbiterio, con la sepultura del fundador y la Virgen de la Antigua

Escultura orante del fundador realizada por Giambologna

El púlpito apoya sobre un águila de alas extendidas y es de planta hexagonal con relieves de los cuatro doctores de la iglesia de Occidente, los santos Jerónimo, Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, con el escudo de las Escuelas Pías, realizado por Elio Rodríguez, que sustituyó al de los jesuitas, eliminado tras la expulsión de la Compañía en 1767.

Púlpito

La primera capilla lateral del Evangelio es de estilo barroco y atesoraba multitud de reliquias que el cardenal fue reuniendo en sus abundantes viajes dentro de relicarios de oro y plata que fueron expoliados durante la invasión napoleónica, salvo los del lignum crucis y una espina de la corona de Cristo, ambos de plata repujada, que se libraron del robo porque en esas fechas estaban fuera de la capilla.

Retablo de la capilla de las reliquias

La siguiente capilla poseía un tríptico con una tabla central con una Adoración de los Reyes que durante la invasión francesa perdió las dos tablas móviles laterales, que se cree que, según copias antiguas de la obra, contendrían una Natividad y una Circuncisión. Aunque no se sabe cómo llegó al colegio y tradicionalmente se consideraba una donación del cardenal don Rodrigo, el fundador no lo menciona ni en la dotación del colegio ni en su testamento, algo que choca con su meticulosa mentalidad, que incluso hace constar en este último documento los utensilios culinarios que posee y establece muy detalladamente toda la repartición de sus bienes sin olvidarse ni de uno de sus criados.


Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes. Gemäldegalerie de Berlín

En cuanto a su autor, durante un tiempo se dijo que era de Rubens (¡qué dislate!) y también se atribuyó a Felipe van Orley o a Memling, hasta que a comienzos del siglo XIX el especialista en pintura flamenca Walter Armstrong, director del Museo de Dublín, dictaminó, no sin disputas, que era de Hugo van der Goes pintada ha. 1470, cuando su estilo ya estaba plenamente consolidado. Pero lo que hay en Monforte en la actualidad es una copia del original, vendido una vez atribuido al famoso pintor flamenco, con la consiguiente revalorización del mismo. Dada la importancia de esta pintura le dedico un artículo aparte que podéis abrir en este enlace.

Retablo con la copia de la Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes

En la tercera capilla de este lado del Evangelio está un Santo Cristo de mármol del italiano Valerio Cioli, autor de las estatuas de la tumba de Miguel Ángel en Santa Croce de Florencia. Se dice que fue un encargo de Felipe II para el monasterio de San Lorenzo de El Escorial que no le gustó por considerarlo demasiado musculoso y que se lo regaló al cardenal.

Santo Cristo de Valerio Cioli

De los dos patios del conjunto, el de la izquierda, destinado a colegio, no está abierto a las visitas turísticas. El de la derecha, que sí puede verse, es el más espectacular. Estaba destinado a casa para los jesuitas, donde se ubicarían los dormitorios, la portería, el anterrefectorio y el refectorio, la cocina, la botica…  Es de planta cuadrada y presenta un primer cuerpo de crujías cubiertas con bóvedas de arista abierto mediante arcos de medio punto entre pilastras dóricas que sostienen un entablamento con friso de triglifos y metopas sobre el que se levanta una galería cerrada con vanos rectangulares bajo óculos y en la mitad de cada uno de los lados aparecen los escudos del cardenal fundador, de la Casa de Lemos, de la Casa de Alba y de las Escuelas Pías, pues fueron los escolapios los que acabaron las crujías nordeste y noroeste, incompletas hasta la década de 1920.

Alzado de uno de los lados del patio de la casa de los jesuitas (2)

Patio de la casa de los jesuitas

Escudo del cardenal don Rodrigo de Castro

Emblema de los escolapios

Bóvedas de arista del claustro bajo

Patio de las escuelas, no abierto a las visitas turísticas (3)

En la esquina inferior derecha está la escalera monumental, que arranca del zaguán de entrada a la derecha de la fachada y conduce al corredor superior del claustro principal. Se atribuye a Pedro Marlote y Juan de la Sierra y sería realizada entre 1594 y 1603. Presenta planta rectangular con tres tramos de gran anchura abovedados, peldaños de una sola pieza de granito y carece de apoyo central, sosteniéndose gracias al juego de fuerzas y el apoyo en los muros, aunque en una restauración a fines del del siglo XX hubo que reforzarla mediante tirantes de acero inoxidable exteriores.

Escalera monumental

En el del espacio bajo la escalera se conserva, grabada en el pavimento de granito, una montea para las bóvedas del claustro. También se ha localizado otra en una de las paredes del claustro al lado de la puerta de acceso realizada en dibujo con pigmento rojo, posiblemente almagre, bastante perdido, sobre todo en las zonas bajas.

Montea bajo la escalera (2)

Montea en una pared del patio (2)

En la esquina superior izquierda está la sacristía vieja, un ámbito construido en 1699 casi alineado con la zona de la Epístola del presbiterio de la iglesia, aunque como nunca se resolvió su conexión directa con el templo, pues el acceso se realiza desde el propio claustro a través de un espacio de tránsito o antesacristía, pronto se dejó de utilizar como tal y pasó a ser, sucesivamente, sala de estudio, oratorio de internos, comedor y biblioteca. Construida en granito, presenta planta rectangular, hornacinas laterales y bóveda de cañón de dos tramos con lunetos que sólo presentan ventanas en el lado del Evangelio, siendo ciegos los de la Epístola.

Sacristía vieja, actual museo

Desde mediados del siglo XX está habilitada como museo con varias pinturas y otras obras y objetos personales del cardenal. De entre las pinturas, que fueron restauradas por el Museo del Prado, destacan dos de El Greco y cinco atribuidas a Andrea del Sarto que en la actualidad se consideran copias de gran calidad realizadas en la segunda mitad del siglo XVI por un artista desconocido.
Las de El Greco son la Aparición de la Virgen con el Niño a san Lorenzo, de su primera época, según Camón Aznar anterior al Entierro del conde Orgaz, y San Francisco de Asís y fray León meditando sobre la muerte, que lleva una inscripción con el nombre del pintor y que Cossío fecha entre 1594 y 1604 y Mayer y Camón Aznar consideran que sería de entre 1590 y 1598.

Aparición de la Virgen y el Niño a san Lorenzo de El Greco

San Francisco de Asís y fray León meditando sobre la muerte de El Greco

Las copias de Andrea del Sarto son Santa Margarita de Cortona, Santa Inés, Santa Catalina de Alejandría, San Pedro y San Juan Bautista.

Santa Margarita de Cortona, Santa Inés y Santa Catalina de Alejandría

San Pedro y San Juan Bautista

A ambos lados de la puerta están La Muerte y el Juicio Final, dos cuadros de Escuela Compostelana de autores desconocidos.

La Muerte

También hay un Retrato del cardenal don Rodrigo de Castro de autor desconocido a partir del dibujo atribuido a Francisco Pacheco, suegro y maestro de Velázquez.

En las vitrinas se exponen varios objetos personales del cardenal, como un guante procedente de su tumba, documentos de valor histórico, como un libro con las copias notariales de su testamento, y algunos libros pertenecientes a su rica y exquisita biblioteca.

Guante del cardenal

Fotos ajenas:

(2) GUERRA PESTONIT, R. A., Bóvedas y contrarresto del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos: geometría, construcción y mecánica, Tesis Doctoral, E.T.S. Arquitectura UPM, 2012.
(3) GRANDE NIETO, V., Proceso metodológico y compositivo del Renacimiento en Galicia: 1499-1657, Tesis Doctoral, Universidade da Coruña, Departamento de Composición, 2014.

Fuentes:

CES FERNÁNDEZ, B., Los efectos del seísmo de Lisboa de 1755 sobre el patrimonio monumental de Galicia, Tesis Doctoral, Universidade da Coruña, Escuela Superior de Arquitectura, Departamento de Composición, 2015.
DÍAZ FERREIROS, J., “La Adoración de los Reyes de Hugo van der Goes. De Monforte a Berlín”, Boletín do Museo Provincial de Lugo, nº 6, 1993-1994, pp. 83-98.
FEAL ANTELO, M. A., El Colegio del cardenal de Monforte de Lemos. Evolución de la traza universal, Traballo fin de mestrado, Universidade da Coruña, Escuela Superior de Arquitectura, Departamento de Composición, 2010.
GRANDE NIETO, V., Proceso metodológico y compositivo del Renacimiento en Galicia: 1499-1657, Tesis Doctoral, Universidade da Coruña, Escuela Superior de Arquitectura, Departamento de Composición, 2014.
GUERRA PESTONIT, R. A., Bóvedas y contrarresto del Colegio de Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos: geometría, construcción y mecánica, Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Madrid, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, 2012.
GUERRA PESTONIT, R. A., “La antigua sacristía del colegio del cardenal de Monforte de Lemos: estudio geométrico de una bóveda muy deformada”, Actas del Sexto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Valencia 21–24 de octubre de 2009, 2009, pp. 693-700.

Comentarios

Dafne ha dicho que…
Impresionante articulo sobre el colegio.
Les mandamos un saludo desde el colegio en Guadalajara.
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, Dafne. Un saludo.
Matibascorner ha dicho que…
Enhorabuena por el artículo, una joya. Y el edificio y todo lo que alberga, lo merecen, porque no es todo lo conocido y valorado que debería. Saludos.
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, Matibascorner.

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