La historia del Monasterio cisterciense de Santa María de la Valldigna de Simat de la Valldigna, en Valencia
El monasterio cisterciense
de Santa María de la Valldigna se ubica en la comarca de la Safor valenciana
en un valle limitado al norte por la Serra de les Agulles y al sur por las
estribaciones del Mondúver, protegido de los vientos, con abundante agua y con
un especial microclima, de ahí que los musulmanes lo eligieran para establecer
pequeños núcleos de población que vivían de la agricultura y la ganadería protegidos
por algunas fortificaciones estratégicamente ubicadas. Y aunque tras la
conquista cristiana por Jaume I en 1244, la implantación del régimen feudal y
la llegada de nuevos pobladores apenas cambió su modo de vida,
manteniendo tradiciones y propiedades distribuidas a lo largo del valle, la
fundación Císter sí supuso un cambio radical, pues sus abades ejercieron su
plena autoridad e impusieron férreas relaciones de vasallaje, tanto a
musulmanes como a cristianos.
Sala capitular del Monasterio de Santa María de la Valldigna |
El monasterio surgió tras la donación de Jaume II el 15 de
marzo de 1298 del valle a su capellán, fray Bononat de Vilaseca, abad del Monasterio
de Santes Creus, que se convirtió en señor con poderes ilimitados de una
extensa comarca formada por las poblaciones de Cimat (actual Simat), Benifairó,
Gebal cobra (La Taverna, la actual Tavernes de la Valldigna), Gebal çogra (la
actual l’Ombria), La Xara, Alfulee y Massalí, todas ellas alquerías pobladas
por moriscos, y Ràfol d’Almunia, un asentamiento de nueva planta que había
creado Jaume I y al que dotó de iglesia, con la máxima autoridad sobre la
tierra y sus habitantes mediante el dominio directo y propiedad feudal como
instrumento de propaganda para reforzar el poder real, reflejar su piedad,
mostrar su papel de protectores de la cristiandad y forma de consolidar la
frontera cristiana en la zona.
Jaume II en una miniatura del manuscrito Usatici et Constitutiones Cataloniae (ss. XIV-XV) conservado en la Bibliothèque Nationale de Francia |
Sus vasallos, tanto musulmanes como cristianos, tuvieron que
prestar homenaje de juramento y fidelidad. Incluso se le concedió jurisdicción
sobre el mar cinco millas adentro, algo excepcional en la época, de ahí que el
escudo del monasterio muestre una torre edificada sobre las olas del mar.
En el documento de donación se lee que el monarca le ofrece
al abad:
“(…) todo el valle con los castillos de Marinyén y Alcalá,
junto a sus caseríos y alquerías, incluyendo a todos sus habitantes presentes y
futuros, fuere cual fuere su secta, ley, estado o condición, con todos los
derechos de leuda, pasaje, pasto, alfardas, magras, zofras, pontazgos, hueste y
cabalgada, con molinos hornos, baños, acueductos, montes, rocas, llanos y
selvas, prados, caza y pesca, con mondaje, cenas, mero y mixto imperio y con
toda jurisdicción civil y criminal a fin de que fundara un monasterio”.
Jaume
II, además del privilegio fundacional, extendió otros documentos que aseguraran
las bases de una nueva organización del valle, poniendo el monasterio bajo
protección real, dando instrucciones a las autoridades civiles de Xàtiva,
Corbera, Alzira, Cullera, Gandía, Denia y Valencia de que protegieran y
ampararan al monasterio de posibles agravios.
La tradición dice que el valle cambió su nombre musulmán de
“Alfàndec de Marinyén”, barranco o terreno pantanoso (según los autores) de
Marinyén, por el cristiano de “Valldigna” porque el monarca le dijo al abad que
era un “Vall digna per a un monastir de la vostra religió”, a lo que éste
contesto: “¡Vall digna!”.
El valle en la actualidad. A la izquierda se distinguen el pueblo de Simat y las ruinas del monasterio (1) |
En 1795 el botánico Antonio Josef Cavanilles lo describe de
la siguiente manera:
“Valle de Valldigna, sitio delicioso (…) entre (…) montañas
(…); tiene legua y media de oriente a poniente según la dirección de los
montes, y más de un quarto de norte a sur. Los montes dexan una abertura hacia
el mar por el oriente, y por el rumbo opuesto un estrecho boquete por donde se
pasa al valle de Aigües Vives. Las lluvias son allí más freqüentes que en el
resto del reyno (…): el aire es puro, las aguas excelentes, y el suelo
sumamente feraz. La parte occidental, obra de media hora, como también las
faldas de los montes, es secano, todo plantado de olivos y algarrobos; el
centro, que tiene más de media legua, es todo huerta, regada como dixe con las
copiosas fuentes y plantada de moreras, quedando áreas para trigos, maíces y
hortalizas; en la parte oriental hay arroces y marjales”.
La primera comunidad estuvo formada por doce monjes de
Santes Creus con fray Ramon de Sant Climent como abad, que se trasladaron a
Valldigna para elegir el lugar concreto en el que levantar el monasterio,
eligiendo el emplazamiento junto a una fuente, la Font Major, y un curso de
agua, el río Vaca, frente a la alquería islámica de Cimat, al norte del poblado
islámico de Xara. Al principio se cree que utilizaron como alojamiento una
especie de lonja de contratación donde los musulmanes realizaban transacciones
comerciales.
El monasterio estuvo gobernado por abades perpetuos, que
desempeñaban su cargo hasta su muerte o renuncia, hasta 1460 (once en total).
Entre 1460 y 1529 el gobierno recayó en abades comendatarios (ocho). Entre 1530
y 1617 gobernaron abades trienales (veintinueve) y a partir de 1617 fueron
abades cuadrienales (cincuenta y seis).
La Orden del Císter
fue creada a fines del siglo XI por un grupo de trece monjes benedictinos
encabezados por Robert de Molesme, que fundaron un monasterio alejado de Cluny,
en un lugar llamado Cistercium en latín, de donde proviene el nombre, y Citeaux en francés, puesto bajo la
advocación de la Virgen, buscando reencontrarse con la soledad y pobreza que
preconizaba la Regla de san Benito y que los benedictinos vivían de forma muy
relajada, abandonando casi por completo el trabajo manual para poder cumplir
con las múltiples funciones litúrgicas destinadas a reyes, abades y
benefactores a las que se habían comprometido a cambio de importantes
donativos.
La fundación de la nueva Orden propiamente dicha se debió a
los sucesores de Robert de Molesme, los abades Albéric y Stephen Harding, que
adoptaron, para diferenciarse de los monjes benedictinos, con hábito negro, el
color blanco para sus vestiduras, de ahí que también se les empezara a llamar
“monjes blancos”. Pero la expansión de la misma se produjo gracias a la fuerte
personalidad de Bernard de Fontaine, monje de Cîteaux que en 1115 fundó el monasterio de Clairvaux, de ahí que se
le conozca como Bernard de Clairvaux, Bernardo de Claraval en español, formando
una de las cuatro ramas del tronco común de Cîteaux junto a La Ferté, Pontigny y Morimond, de
las que surgieron el resto de monasterios cistercienses. En 1153, a la muerte
de San Bernardo, ya eran trecientos cuarenta y tres establecimientos
diseminados por toda Europa, alimentados por abundantes vocaciones a pesar de
la austeridad de vida, la escasa alimentación, los ayunos, la oración y la
penitencia que caracterizaban su vida monástica.
Cîteaux y la fundación de las cuatro primeras abadías en una miniatura del Commentaire sur L'Apocalypse del franciscano Alexandre de Brême (1256-1271) de la University Library de Cambridge (2) |
Los cistercienses llegaron a la Península Ibérica poco antes
de mediados del siglo XII gracias al apoyo de la realeza como forma de asegurar
los territorios que iba conquistando a los musulmanes, a través de las
fundaciones de Fitero, Sobrado de los Monjes, Oseira o Santa
María de Moreruela.
La estricta observancia de la Regla y el que no ejercieran
ningún ministerio externo es la causa de que los monasterios se fundaran en
lugares despoblados y silenciosos con abundantes bosques que les procuraran
madera y les aislaran, cercanos a ríos con los que regar sus huertos y con
canteras de las que obtener la piedra necesaria para construir sus edificios,
que obedecen a disposiciones en las que se prohibía lo figurativo y ornamental,
signos suntuarios en objetos litúrgicos o vidrieras coloreadas por considerar
que distraían de la meditación y el rezo.
Así, aunque el Císter no se propuso fijar una estética
concreta, la forma de vida de la comunidad, basada en la Regla benedictina y
separada en monjes de coro, que eran
de origen noble, debían tener cierto nivel de estudios, pudiendo estar o no
ordenados sacerdotes, y se ocupaban de los oficios litúrgicos y las tareas
intelectuales, y en conversos,
hermanos legos, laicos de origen burgués o campesino, muchos de ellos
iletrados, que trabajaban en labores agropecuarias y otras tareas manuales
dentro del monasterio y en sus granjas, y que hacían vidas separadas dentro del
monasterio, con partes destinadas a cada grupo y con escasas actividades en
común, definió un prototipo arquitectónico de monasterio.
La iglesia más
habitual presentaba planta en T, con testero recto, que también se denomina
“planta Bernardina”, de tres naves, la central ocupada por dos coros diferenciados para monjes de coro, justo antes del
presbiterio, y conversos, en la parte de atrás, con accesos separados en la
cabecera y los pies de la nave de la Epístola, respectivamente.
En el brazo del Evangelio solía estar la salida al
cementerio y el de la Epístola comunica directamente con el dormitorio de los monjes de coro a
través de la Escalera de maitines,
para que éstos, que dormían vestidos, pudieran bajar a los rezos nocturnos.
Bajo este dormitorio, en la panda este del claustro estaban
el armariorum, nicho en el que se
guardaban los libros, la sala capitular,
con grandes vanos abiertos a la galería para que los conversos pudieran
escuchar las lecturas los domingos y fiestas, otra escalera de subida al
dormitorio y el parlatorio, donde el
prior asignaba las tareas diarias, con la salida
a la zona de huertos.
En la crujía sur se ubicaban el calefactorio, la única sala caliente del monasterio, el refectorio de monjes, la cocina y el refectorio de conversos. En la parte baja de la crujía oeste se
ubicaba la cilla y otras zonas de
almacenaje y en la alta estaba el dormitorio
de conversos. La crujía norte solo contaba con galería porque estaba
adosada iglesia, con una puerta occidental para los conversos, a la que
llegaban atravesando oscuro pasillo sin salir al claustro, y otra oriental para
los monjes de coro. Fuera de esta estructura cerrada se ubicaban la enfermería,
talleres, huertas, molinos, establos… necesarios para el funcionamiento
autónomo del monasterio.
Aunque el primitivo monasterio de Santa María de Valldigna parece
seguir este mismo esquema, lamentablemente, hay ausencia casi total de documentos que nos informen de
la construcción y evolución de los edificios que lo formaron, y su conocimiento se ha basado en una copia realizada en 1932 por el cronista de Simat don
José Toledo Girau del manuscrito desaparecido durante la guerra civil Historia Chronológica de los Abades de el
Real Monasterio de N. Sra. de Valldigna, redactado entre los años 1750 y
1752 por el archivero y abad del monasterio fray Esteban Gil, y que desde los
últimos años del siglo XX hasta la actualidad se ha ido completando con
sucesivas campañas arqueológicas que han contribuido a un conocimiento más profundo
del conjunto.
Planta del conjunto de Valldigna (4). Las indicaciones son mías |
Todo
el perímetro está delimitado por una doble muralla y las construcciones fueron
ampliándose según las necesidades del cenobio pero sin perder nunca el
sentido de recinto fortificado porque desde su fundación hasta la
exclaustración definitiva durante las desamortizaciones del siglo XIX, el
monasterio tuvo que protegerse de los constantes peligros exteriores: revueltas
mudéjares, Guerra de la Unión, incursiones de piratas berberiscos, Guerra de
las Germanías, Guerra de Sucesión, Guerra de la Independencia... También se
enfrentó a varios terremotos que afectaron seriamente a sus estructuras y todo
ello, unido al abandono y el expolio tras las desamortizaciones del siglo XIX,
es lo que han provocado que en la actualidad el monumento sea una ruina
consolidada.
Se distinguen tres
etapas principales de construcción. En algunos espacios excavados se han localizado estructuras
de época almohade, de la segunda mitad del siglo XII y primera del XIII, unas
aprovechadas para construcciones posteriores y otras utilizadas conservando su
uso original.
El primer periodo
constructivo se corresponde con la implantación gótica en el siglo XIV, cuando
bajo el abadiato del primer abad, Ramón de Santcliment,
se empieza a erigir un monasterio de nueva planta de acuerdo a los cánones
cistercienses. Las
referencias históricas mencionan una iglesia y un claustro viejo anterior al de
los restos conservados, durante al abadiato de Joan de Font, en el primer
tercio del siglo XIV, del que se conservan dos arcos rebajados en el lado sur
de la iglesia y el inicio de un arco embutido en el muro norte de la sala
capitular. Durante el abadiato de Joan Escrivà, a fines del mismo siglo, según
indicaban sus armas en una de las claves, ajedrezados y media luna, vestigios
hoy no conservados, se habría construido la parte del claustro que daba al
refectorio.
Las
cámaras abaciales, popularmente conocidas como Palau de l’Abat, empezaron a
levantarse en la segunda mitad del siglo XIV, en tiempos del abad Arnau
Saranyó, lo mismo que la armeria, desaparecida, y el Portal Nou, actual acceso
al monasterio.
El segundo periodo
fue una renovación a partir de un devastador terremoto en 1396, registrándose una gran actividad
constructiva, tanto de remodelación de estructuras antiguas como de erección de
edificios de nueva planta. Así, durante el abadiato de Lluís Rull, entre 1394 y
1415, se sabe que sobre las ruinas de la primitiva iglesia se construyó una
nueva que, según las excavaciones, conservó la planta pero ya contó con
capillas laterales entre los contrafuertes. También se sabe que esta segunda
iglesia estuvo protegida por una muralla perimetral con cuatro torres, una por
cada esquina, conservándose todas menos la del ángulo suroeste, aunque muy
transformadas.
Fachada occidental de la iglesia flanqueada por una torre y las ruinas de otra |
Entre
1460 y 1529, el periodo de abades comendatarios en Valldigna, influyentes
personajes de la aristocracia que recibían abundantes rentas pero que,
normalmente, no gobernaban directamente los monasterios, delegando en el prior
y en un síndico, destaca la gran actividad constructiva de los abades del
linaje de los Borja.
La
erección del llamado refectorio grande, lo que indicaría la existencia de otro
anterior del que se desconoce la ubicación, en la nave sur del claustro, aunque
en paralelo en vez de transversal, como era lo habitual en los monasterios de
la orden, además de una nueva cocina comunicada con éste, tuvieron lugar
durante el abadiato del primero de los abades comendatarios, Juan de Aragón,
hijo el rey Juan II.
Refectorio |
Las
obras del nuevo claustro y de la sala capitular abarcaron el último cuarto del
siglo XV, iniciadas durante el abadiato de Rodrigo de Borja, cardenal y obispo
de Valencia, el futuro Alejandro VI, y continuadas por su hijo y sucesor, César
de Borja, y por Pere de Baldó y Pere Lluís de Borja.
Ruinas del claustro del silencio, con la iglesia a la izquierda y la sala capitular al fondo (5) |
Sala capitular |
En
1521, durante la Guerra de las Germanías, el monasterio fue saqueado por los
agermanados. El último abad comendatario fue Alfonso de Borja y en 1530 se
inició el periodo de los abades trienales, elegidos directamente entre los
miembros de la comunidad. Es un periodo de continuas razzias de corsarios
argelinos, por lo que se decide fortificar definitivamente el monasterio con
obras que consistieron en el almenado de las torres del Portal Nou, la muralla
de clausura, la sala capitular, el refectorio y las torres que protegían la
iglesia, la reparación de la muralla exterior, que se sobreelevó y almenó a
partir de la semiderruida tapia, la reparación de los puentes levadizos de la
Porta Reial y de Xara y la limpieza de los fosos.
Portal Nou |
El
clima de conflicto que se vivía en este periodo queda reflejado en la crónica
que Claude de Bronseval hizo sobre la visita del abad de Claraval, Dom Edme de
Saulieu al monasterio, donde dice:
“en el claustro pequeño había colocadas
máquinas de guerra, sobre todo bombardas, cañones, falconetes, arcabuces,
ballestas, arcos, picas, alabardas… a fin de resistir a los moros que con
bastante frecuencia devastan esta región”.
Dos
años después, y dentro de la política de endurecimiento de las disposiciones
contra los moriscos, se les prohíbe acudir a las mezquitas, que pasan al culto
católico.
En
1609, con el decreto de expulsión de los moriscos, el valle queda sin apenas
población, estableciéndose una carta puebla para regular la relación de los
nuevos pobladores con el señor del valle, el abad del monasterio.
En
1617 se inicia el periodo de los abades cuatrienales, que se mantiene hasta la
exclaustración definitiva en 1835.
El tercer periodo
constructivo consistió en una renovación definitiva después de otro devastador
terremoto en 1644, durante el abadiato de Francisco Talavera, que destruyó la
iglesia, el campanario, el archivo y provocó graves desperfectos en el resto de
dependencias, cuando además de la reconstrucción de estructuras antiguas
también se levantan otras nuevas dependencias.
La iglesia nueva comenzó a levantarse a partir de 1648, durante el abadiato de fray Rafael Trobado, quedando terminada en 1697, siendo abad Josep Castillo.
Iglesia |
Cubiertas de la cabecera de la iglesia |
La
construcción de la torre campanario
comienza en 1652 y culmina en 1697, cuando también se decide adosar a los pies
de la iglesia un atrio o nártex para
uso de los conversos.
Torre campanario |
Atrio de la iglesia |
Un
memorial impreso en 1667 escrito por el abad Trobado describe el monasterio de
la siguiente manera:
“Siendo
así que el Convento es la fortaleza adonde se retira la gente de los lugares
quando se temen invasiones o assaltos de moros (que algunas vezes sucede por
estar el Convento y lugares cerca de el mar, no distan más que a leguas y a
media legua) y assi el Convento está cercado de muralla alta y fuerte con torres
a las esquinas y medios, y solo ay dos puertas bien fortificadas, aforradas de
hierro, las que cierran, patrocinadas de garitas y troneras, para poderlas
defender. La Real, que llaman, solo se abre en las procesiones, fiestas mayores
y entradas solemnes; la otra es para la comunicación y contrato ordinario”.
Uno
de los episodios más trágicos de la historia de la Valldigna fue la conocida
como visita castellana, realizada en
1665 por el monje de la Congregación Cisterciense de Castilla Tomás
Gómez, con amplias potestades, como ser presidente del monasterio en el aspecto
temporal y espiritual, y que llegó a suspender al abad de sus funciones y dejó
el monasterio en la ruina.
Durante la Guerra de Sucesión tras la llegada de Felipe V a España, con la comunidad dividida en ambos bandos, el monasterio sufrió primero graves daños causados por partidas de miquelets austracistas y luego por el ejército borbónico.
En 1748 hubo un nuevo terremoto que afectó al palacio del abad, la casa prioral, el archivo biblioteca y las murallas. Tras el seísmo se levantó la conocida como “Obra Nueva”, un edificio rectangular de grandes proporciones y cuatro plantas adosado a la panda de conversos en el ala oeste del claustro y que albergaba un refectorio y una cocina para criados, celdas, una carpíntería, un horno…
Fotografía de fines del siglo XIX en la que todavía se ve la fachada occidental de la Obra Nueva. Fototeca de la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano (6) |
Ruinas de la Obra Nueva (7) |
También
corresponden a esta etapa la almazara
a la izquierda del Portal Nou adosado por su parte oeste a la cerca exterior aspillerada
del siglo XIV, y la Capilla de la
Mare de Deu de Gràcia, adosada a la derecha del portal.
Almazara |
Capilla de la Virgen de Gracia |
Durante la Guerra de Independencia, cuando el monasterio fue
ocupado por los franceses y se convirtió en hospital, tuvo lugar la primera
supresión de la comunidad religiosa. Aunque en 1814 ésta se restableció, las
sucesivas desamortizaciones
de la primera mitad del siglo XIX provocaron otras exclaustraciones hasta que
en 1835 llegó la definitiva, cuando el decreto de desamortización de los bienes
del clero provocó la disolución de su comunidad monástica y de su señorío, la
exclaustración obligatoria del cenobio y la venta de todos sus bienes a
particulares, que lo convirtieron en explotación agropecuaria, sufriendo el
expolio, usado como cantera para nuevas construcciones, y la dispersión del
rico patrimonio mueble que atesoraba. En los patios se plantaron frutales y
viñedos, la iglesia se convirtió en almacén y el refectorio y la sala capitular
se habilitaron como corrales de ganado.
Ya en
la década de 1920 don Jose María del Palacio y Abárzuza, III conde de las
Almenas, trasladó los arcos góticos del patio alto del Palacio del Abad a la
estructura de su Palacio del Canto del Pico, una residencia que se estaba
construyendo en Torrelodones.
Arcos góticos del Palacio del Abad en el Canto del Pico (4) |
Este
abandono terminó dando al conjunto un aspecto desolador, y aunque hubo
personalidades valencianas de la cultura que denunciaron ante la opinión
pública el estado del conjunto y el peligro de su desaparición completa, como
Teodor Llorente, Carles Sarthou, Felipe María Garín, Vicente Gascón Pelegrí o
Josep Toledo i Girau, y en 1970 el conjunto fue declarado monumento
histórico-artístico, lejos de frenarse su ruina, ésta se aceleró todavía más,
pues su propietario continuó con la destrucción sistemática de los edificios
que todavía se mantenían en pie, incluso utilizando maquinaria pesada y
dinamita, para vender los sillares, las claves, las dovelas, los capiteles…
como materiales de construcción, sin que ni autoridades locales, provinciales o
nacionales hicieran nada por evitarlo.
Durante
la transición a la democracia, la movilización de los pueblos de Simat,
Benifairó, Tavernes y Barx y la creación de la Associació d'Amics de la Valldigna consiguieron dar mayor
visibilidad al problema y una exposición sobre la historia del monasterio en el
Ateneu Mercantil de València en 1976 provocó que la salvación de lo que todavía
quedaba en pie se convirtiera en auténtico clamor popular.
En
1984 la Dirección General de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la
Generalitat Valenciana encargó estudios previos a los arquitectos Salvador Vila
Ferrer y Carlos Campos González que culminaron en 1991 con la compra del
monasterio por 231 millones de pesetas. En 1992, tras la redacción de un plan
director para la rehabilitación del conjunto y la creación de un equipo
interdisciplinar dirigido por estos arquitectos y el arqueólogo José Manuel
Martínez García, se realizaron las primeras excavaciones arqueológicas y obras
de emergencia y consolidación, reparándose las cubiertas de la nave central y
la cabecera de la iglesia, colocándose mármoles traslúcidos en las ventanas,
reparándose la torre campanario, el muro norte del refectorio y la puerta de
acceso a ese ámbito.
En
los años siguientes se realizaron excavaciones en el Palacio del Abad, se
consolidó el muro sur y se repuso un arco apuntado entre dicho muro y el
claustro bajo. A continuación se trabajó en el claustro y el refectorio, se
repararon las cubiertas de las capillas laterales de la iglesia, se
consolidaron los muros norte y sur, la cubierta y cúpulas del atrio, los contrafuertes y el muro sur de la iglesia, el lindante con el
claustro. También se inició la limpieza y recuperación de las pinturas murales
de la iglesia.
Palacio del Abad |
En
1999, tras la celebración el año anterior del 700 aniversario del monasterio,
se creó la Fundación Jaume II el Just,
encargada a partir de ese momento de la restauración y promoción de Valladigna,
comenzando un nuevo proceso de recuperación en el que se consolidó la sala
capitular y el pasillo de acceso a la segunda plaza monacal, se pavimentaron
las zonas excavadas en la iglesia, se consolidaron y recuperaron sus pinturas
murales, se repararon las cubiertas de las sacristías y del trasagrario, y se
consolidaron y cubrieron las torres en los ángulos noreste y noroeste del
templo, la Puerta de la Xara y el lienzo en el que se ubica y
la Puerta de la Sopa en la muralla claustral.
En
2000 se recuperó el edificio de la almazara y la primera planta de la torre
adyacente para usos culturales y se consolidaron rocallas, cornisas y motivos
escultóricos y pictóricos del crucero de la iglesia. En 2001 se restauraron los
muros del refectorio, recuperándose los ventanales de su lienzo sur y parte de
las almenas superiores. En 2002 se desescombró y consolidó más de la mitad de
la superficie del Palacio del Abad, sacando a la luz varias dependencias
desconocidas. En 2003 la Generalitat Valenciana compró los arcos góticos del Palacio
del Abad a los dueños del palacete de Torrelodones donde se habían instalado en
la década de 1920. Entre 2003 y 2004 re reconstruyó la bóveda de la sala
capitular diferenciando el material original del incorporado. En 2005 se reubicó
la Fuente de los Tritones, la fuente del claustro, que estaba en los Jardines
de Viveros de Valencia, en el compás del monasterio, y se restauraron la cúpula
de la iglesia, el trasagrario y las sacristías, se reabrió una puerta desde la
iglesia al claustro y se reconstruyeron varias arquerías de éste.
La almazara recuperada para usos culturales |
Una ley orgánica de 2006 incorporó el artículo 57 al Estatuto de Autonomía
de la Comunitat Valenciana, estableciendo que
"El Reial Monestir de Santa Maria de Valldigna es
templo espiritual, histórico y cultural del antiguo Reino de Valencia y es,
igualmente, símbolo de la grandeza del pueblo valenciano reconocido como
nacionalidad histórica.
La Generalitat recuperará, restaurará y conservará el
monasterio y protegerá su entorno paisajístico. Una ley de Les Corts
determinará el destino y utilización del Reial Monestir de Santa Maria de
Valldigna como punto de encuentro de todos los valencianos, y como centro de
investigación y estudio para recuperar la historia de la Comunitat
Valenciana".
En 2007 se recolocaron los arcos góticos en el Palacio del Abad, se
consolidó el cercado exterior y se abrieron y trataron los caminos de acceso
interior.
Arcos góticos del Palacio del Abad reintegrados a su lugar de origen (5) |
En 2008 se restauraron el refectorio, el locutorio y la
fachada y las cubiertas de la Capilla de la Virgen de Gracia y entre 2009 y
2010 se adecuó a las visitas el Palacio del Abad.
En 2008 también se aprobó una ley sobre el monasterio que
amplió y desarrolló el artículo 57 del Estatuto de Autonomía mediante la
creación del Alto Patronato del Real
Monasterio de Santa María de La Valldigna:
“Con el nombre de Alto Patronato del Real Monasterio de
Santa María de La Valldigna se crea el órgano colegiado encargado de velar por
la conservación, restauración y mejora del recinto monumental, así como del
establecimiento y fomento de las actividades culturales y científicas
relacionadas con el Real Monasterio”.
Los trabajos de arqueología y restauración prosiguen en la
actualidad.
Desde este enlace podréis acceder a todos los ámbitos abiertos a la visita en la fecha de elaboración de este artículo.
Imágenes ajenas:
(4) PEÑALVER LÓPEZ,
J., Estudio histórico y patológico del Monasterio
de Santa María de la Valldigna, Proyecto Fin de Grado, Escuela Técnica Superior de Ingenieria de
Edificación, Universitat Politècnica de València, 2013. https://riunet.upv.es/handle/10251/34129
Fuentes:
BESÓ ROS, A., “Evocaciones de la ruina. Destrucción material
y formación de la imagen monumental del Monasterio de Santa María de la
Valldigna”, Ars longa: cuadernos de arte,
nº 25, 2016, pp. 317-337.
GOMEZ, T., En reino extraño. Relación de la visita del
Real Monasterio de Valldigna. Autobiografía, vida cotidiana y lucha política en
la España de Carlos II. Edición crítica y estudios de Fernando Andrés
Robres, Rafael Benítez Sánchez-Blanco y Eugenio Císcar Pallarés, Valencia,
Universitat de València-Mancomunitat de la Valldigna, 2008.
GONZÁLEZ TORNEL, P.,
“El templo cisterciense de Santa María de la Valldigna (Valencia). La
arquitectura oblicua de Juan Caramuel, la evocación de San Pedro del Vaticano y
el templo de Salomón”, Boletín del Museo
e Instituto Camón Aznar de Ibercaja, nº 111, 2013, pp. 99-138.
MARTÍN LLORIS, C., “El
Monasterio de Santa María de la Valldigna: símbolo en la organización
territorial del Antiguo Reino de Valencia”,
Revista Valenciana d’Estudis Autonòmics, nº 58, 2013, pp. 66-85.
MARTÍNEZ GARCÍA, J.
M., “El monasterio cisterciense de Santa María de Valldigna. Arqueología y
cronología de sus arquitecturas”. En GARCIA-OLIVER, F. (ed.), El Císter, ideals i realitat d’un orde
monàstic, Universitat de València. Actes del simposi internacional
sobre el Císter. Valldigna (1298-1998), València, Universitat de València-CEIC Alfons el Vell, 2001, pp. 157-199.
MARTÍNEZ GARCÍA, J. M. y CASTRO VALLS, P., “El monestir de
Santa Maria de Valldigna: fases constructives i noves troballes arqueològiques
del segle XIV junt al Palau Abacial”, Recerques
del Museu d'Alcoi, nº 22/23, 2014, pp. 95-106.
PEÑALVER LÓPEZ, J., Estudio histórico y patológico del
Monasterio de Santa María de la Valldigna, Proyecto Fin de Grado, Escuela Técnica Superior de Ingenieria de
Edificación, Universitat Politècnica de València, 2013.
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