El Monasterio de Santo Tomás de Ávila

El Monasterio de Santo Tomás, un conjunto arquitectónico de gran tamaño con iglesia y tres claustros, se encuentra en Ávila pero alejado de las principales zonas de interés de la ciudad entorno a la catedral y la zona amurallada, un enclave desconocido plagado de historia como convento dominico, palacio real y panteón, en el que relajarse y disfrutar de una visita sorprendente, aun a pesar de que la invasión napoleónica y el proceso desamortizador del siglo XIX hicieron estragos en su rico patrimonio.

Planta superior del Claustro del Silencio del convento de Santo Tomás de Ávila

Plano simplificado del monasterio (1)

El monasterio se debe a la fundación de don Hernán Núñez Arnalte, tesorero y secretario de los Reyes Católicos, que murió prematuramente pero otorgando poder testamentario a favor de su esposa, doña María Dávila, dama del entorno de Isabel I, y de fray Tomás de Torquemada, confesor de la reina y prior del Convento de Santa Cruz de Segovia en ese momento, para que actuasen en su nombre siguiendo con su deseo de construir un convento dominico dedicado a Santo Tomás de Aquino.


Fotografía de la década de 1920 (2)

El lugar elegido fueron unas casas, huertas y prado adquiridos por doña María y fray Tomás al canónigo Fernán González en los arrabales de la ciudad con el dinero legado por el tesorero, un solar que 

“estaba apartado de iglesias perrochiales e donde non se fasía agrabio a ninguna persona e avía anchura e logar donde el tal monasterio se fiesese e se pudiese estender la obra e edificios del dicho monasterio e casa…” Archivo del Convento de las Gordillas en Ávila, Claúsula del testamento de Fernán Núñez en que haze ziertas mandas para la rredificazión del Convento de Santo Thomás de Ávila, Cajón 6, nº 2 (sin numeración en páginas).

Las obras se iniciaron en abril de 1482 bajo la dirección del propio Torquemada con trazas del arquitecto Martín de Solórzano y duraron hasta 1493 financiadas por los donativos dispuestos por don Hernán y gracias a la posterior aportación de los Reyes Católicos, que eligieron el convento como enterramiento del príncipe don Juan, aunque las obras siguieran bajo la dirección de Torquemada y sin que pueda decirse que el convento pasara a conformarse como patronato real. Seguramente la intervención de Torquemada, nombrado posteriormente Inquisidor General del Reino, y que muere en el propio monasterio en 1498, fuera la causa de que el complejo terminara albergando la sede del Tribunal de la Inquisición, también financiado con las incautaciones que se imponían a los condenados.

Se cree que Torquemada sería enterrado bajo un pequeño altar en la sacristía, pero en 1699 un gran incendio la destruyó y al reconstruirse se perdieron las referencias, sin que hoy se sepa dónde están sus restos.

Detalle de la portada

Se accede a la iglesia a través de un gran patio. La fachada presenta una gran portada bajo arco tudor y dos machones formando una H que alojan otro arco conopial hispanoflamenco y doseles y pináculos que albergan diez estatuas atribuidas a Gil de Siloé. Las más cercanas a la puerta representan la Anunciación y el resto son santos relacionados con la Orden dominica. También cuenta con un gran rosetón que da luz al coro sobre el que aparece el escudo de los Reyes Católicos sostenido por un águila.

Fachada de la iglesia

Esculturas de la portada de la iglesia

Al interior es de planta de cruz latina con una única nave con coro alto a los pies, bóveda gótica flamígera, ocho capillas laterales, crucero y altar mayor en alto para dejar espacio para la capilla funeraria del príncipe don Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos, fallecido prematuramente.

Bóveda gótica de la nave central de la iglesia

Nave central de la iglesia con capilla mayor en alto sobre arco carpanel

Destacan los dos arcos carpaneles que sostienen el altar mayor y el coro y sus respectivas bóvedas, excepcionales por sus proporciones arquitectónicas y sus condiciones acústicas.

Arco carpanel y bóveda casi plana que sostiene el coro alto a los pies de la iglesia

El sarcófago renacentista fue esculpido en mármol de Carrara en Génova entre 1511-1512 por Domenico di Alessandro Fancelli por encargo de don Íñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla, siguiendo las órdenes testamentarias de la reina, tras el éxito obtenido por el escultor con la sepultura del cardenal don Diego Hurtado de Mendoza en la catedral de Sevilla.

Sepultura del príncipe don Juan, ubicada en el crucero de la iglesia

Es una obra exenta, consecuente con la nueva tipología renacentista, y presenta una caja prismática en talud semejante a la del papa Sixto IV de Antonio del Pollaiuolo, sobre la que aparece la estatua yacente del príncipe con las manos juntas en oración sujetando la espada y la cabeza con expresión de calma y felicidad sobre un cojín festoneado. 

Viste como guerrero pero con las manoplas a los lados señalando que no murió en combate. Los laterales están decorados con una imagen de la Virgen y otra de San Juan Bautista y las Virtudes Cardinales y Teologales, con las esquinas decoradas con grifos mitológicos, recurso que después repitió en el sepulcro de los Reyes Católicos en Granada. La labor escultórica fue muy dañada durante la Invasión Francesa en 1809. 

Detalle de las dos Virtudes que decoran los laterales de la tumba

Detalle de la escultura yacente de don Juan, con el guantelete al lado indicando
que no murió en batalla

El epitafio colocado a los pies reza: 

“Juan, Príncipe de las Españas, de virtudes y ciencia lleno, verdadero cristiano, muy amado de sus padres y de su patria, en pocos años realizó muchas obras buenas con prudencia y virtud. Descansa en este túmulo mandado hacer por su óptimo y piadoso padre Fernando, rey invicto y defensor de la Iglesia. Su madre, la Reina Isabel, purísima y depósito de todas las virtudes, mandó por testamento se hiciese tal. Vivió diez y nueve años y murió en 1497.”

Vista del crucero, con la tumba del príncipe don Juan, desde el coro alto

La iglesia también alberga los sepulcros de don Juan Dávila y su mujer, doña Juana Velázquez de la Torre, ayos del príncipe don Juan, del escultor Pedro de Salamanca, y del comitente, don Hernán Núñez Aralte, del escultor Vasco de la Zarza, que aunque fue enterrado en la iglesia de San Miguel de Ocaña junto a sus padres, por su expreso deseo, su cuerpo fue posteriormente trasladado al convento a instancias de su esposa.

El retablo del altar mayor, comenzado en 1494, es de Pedro Berruguete. Formaba parte de un ciclo iconográfico ideado por Torquemada en relación con el monasterio como sede del Tribunal de la Inquisición, con cuatro escenas de la vida de Santo Tomás de Aquino y los santos Esteban, Agustín, Juan Evangelista, Mateo, Jerónimo y Sebastián en la predela, un santo intelectual que utilizaba su sabiduría para vencer las herejías, y que se completaba con otros dos retablos laterales dedicados a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden, la más relacionada con la actividad inquisitorial, y a San Pedro de Verona, inquisidor y mártir que murió asesinado por los herejes, hoy desaparecidos y con cuatro tablas del de Santo Domingo conservadas en el Museo del Prado.

Retablo mayor

Pedro Berruguete. Santo Domingo de Guzmán. Museo del Prado (3)

“Como fundador de la Orden Dominica, el santo aparece con el libro y la flor de lis. Con su cruz aplasta a un perro demoníaco con una tea encendida, símbolo del Mal. Esta imagen le identifica "interesadamente" -ya que fue el Inquisidor General, Torquemada, quien encargó la obra- como inquisidor, lo que nunca fue”. 

Pedro Berruguete. Santo Domingo y los albigenses.
Museo del Prado (3)

Pedro Berruguete. Santo Dominco resucita a un joven.
Museo del Prado (3)

“En un interior eclesial, el santo, en levitación, bendice con la diestra a Napoleón Orsini, muerto al caer de un caballo como puede verse a la izquierda, a través de la puerta que comunica con el exterior. Simultáneamente, Santo Domingo tira con su otra mano de Napoleón, representado como un niño, que resucita milagrosamente ante el asombro de los presentes”.

Pedro Berruguete. Aparición de la Virgen a una comunidad de
dominicos
. Museo del Prado (3)

En cuanto al coro alto, es de gran tamaño y cuenta con una magnífica sillería de nogal en gótico flamígero con predominio de la decoración geométrica pero también con elementos de flora y zoomórficos con valores simbólicos. Las sillas reales presentan los blasones de los Reyes Católicos. Por sus similitudes con el coro de la Cartuja de Miraflores de Burgos se ha pensado que podría ser del mismo tallista y escultor, Martín Sánchez de Valladolid.

Vista de la cubierta sobre el coro alto

Detalle de la labor de talla en la sillería del coro, incluso desarrollada sobre la puerta
de acceso al ámbito

El Claustro del Noviciado es el más antiguo y el más pequeño, sobrio por su falta de ornamentación, con un piso bajo de arcos de medio punto sobre columnas ochavadas y otro superior de arcos escarzanos de perfil muy plano. La primitiva iglesia estaba adosada a su panda oriental, y alrededor se distribuían el resto de las dependencias conventuales. Cuenta también con un pozo lateral.

Claustro del noviciado

Panda oeste del Claustro del noviciado

El Claustro del Silencio o de los Difuntos, llamado así por ser lugar de lectura, meditación y oración de los dominicos además de enterramiento de la comunidad, se organiza con una primera planta de arcos de medio punto entre robustos contrafuertes, cubierta de compleja crucería gótica de terceletes.

Jardín del Claustro del silencio, con la espadaña de la iglesia al fondo

Detalle de la cubierta de terceletes de la galería baja del Claustro del silencio

La planta superior es de arcos mixtilíneos decorados con las típicas bolas isabelinas sobre murete con fina ornamentación geométrica, vegetal y heráldica, con yugos y flechas como símbolo de los Reyes Católicos, el escudo dominicano y la flor de lis y un friso con ramas de granadas semiabiertas. En este caso la cubierta es plana de madera.

Otro detalle de la rica decoración que cubre todo el antepecho del segundo piso del claustro

En el ángulo suroriental se encuentra el lavabo de las abluciones previas a la comida, con un calado flamígero.

Como curiosidad, señalar la gran variedad de arcos que pueden contemplarse en el conjunto: ojivalesescarzanoscarpanelesconopialesde medio punto y mixtilíneos, todo un catálogo tardogótico de los experimentos preciosistas anteriores al Renacimiento.

Desde este claustro se accede al coro de la iglesia a través de una escalera de granito del siglo XV.

Escalera de acceso al coro de la iglesia

Desde la panda sur de este claustro se accede a la Sala “De Profundis”, con una cubierta mudéjar bien conservada, y desde ahí al Claustro de los Reyes, denominado así porque la tradición decía que fue destinado a palacio de verano de los Reyes Católicos, aunque las últimas investigaciones apuntan a que su construcción se debió a Carlos V.

Puerta de la sala "de Profundis" desde el Claustro de los reyes

Sus grandes dimensiones lo conforman como un ámbito amplio y luminoso que impresiona tanto por su grandeza como por su sobriedad. En comparación con el anterior carece casi de ornamentación, con un piso inferior con basamento sobre el que se apoyan pilares y arcos rebajados decorados con bolas isabelinas, algo habitual en monumentos abulenses, y molduras. El piso superior presenta pilares octogonales y arcos escarzanos polilobulados.

Claustro de los reyes

Este claustro también se denominó Claustro de la Universidad porque en 1504 el Maestro General de los Dominicos, fray Vicente Bandello, fundó un Estudio de Teología, Filosofía y Lógica que en 1515, durante un Capítulo General de la Orden en Nápoles, fue elevado a la categoría de Estudio General dominico, y que en 1576 pasó a ser la Universidad Santo Tomás de Ávila por deseo del papa Gregorio XIII, vigente hasta su supresión en 1807.

Detalle de la decoración de las columnas y los arcos del Claustro de los reyes

Acceso al jardín del Claustro de los reyes

La panda norte albergaba el Palacio Real, con las dependencias del servicio palaciego en la planta baja y las salas reales en la superior.

Planta alta de la panda norte del Claustro de los reyes,  donde estaban las dependencias reales

En la actualidad es un Museo de Arte Oriental, abierto en 1964 y que hoy cuenta con 11 salas con obras procedentes de Japón, Vietnam, Filipinas y China reunidas por los misioneros dominicos.

Detalle de uno de los objetos exhibidos en el Museo

Aspecto general de una de las salas del Museo

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Imágenes ajenas:


Fuentes:

CABALLERO ESCAMILLA, S., “Los santos dominicos y la propaganda inquisitorial en el convento de Santo Tomás de Ávila”. Anuario de Estudios Medievales, 39/1, enero-junio de 2009, pp. 357-387.

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