El Monasterio de Santo Tomás de Ávila
El Monasterio de Santo
Tomás, un conjunto arquitectónico de gran tamaño con iglesia y tres
claustros, se encuentra en Ávila pero alejado de las principales zonas de
interés de la ciudad entorno a la catedral y la zona amurallada, un enclave
desconocido plagado de historia como convento dominico, palacio real y panteón,
en el que relajarse y disfrutar de una visita sorprendente, aun a pesar de que
la invasión napoleónica y el proceso desamortizador del siglo XIX hicieron
estragos en su rico patrimonio.
Planta superior del Claustro del Silencio del convento de Santo Tomás de Ávila |
Plano simplificado del monasterio (1) |
Fotografía de la década de 1920 (2) |
El lugar elegido fueron unas casas, huertas y prado
adquiridos por doña María y fray Tomás al canónigo Fernán González en los
arrabales de la ciudad con el dinero legado por el tesorero, un solar que
“estaba apartado de iglesias perrochiales e donde non se fasía agrabio a
ninguna persona e avía anchura e logar donde el tal monasterio se fiesese e se
pudiese estender la obra e edificios del dicho monasterio e casa…” Archivo del
Convento de las Gordillas en Ávila, Claúsula del testamento de Fernán
Núñez en que haze ziertas mandas para la rredificazión del Convento de Santo
Thomás de Ávila, Cajón 6, nº 2 (sin numeración en páginas).
Las obras se iniciaron en abril de 1482 bajo la dirección
del propio Torquemada con trazas del arquitecto Martín de Solórzano y duraron
hasta 1493 financiadas por los donativos dispuestos por don Hernán y gracias a
la posterior aportación de los Reyes Católicos, que eligieron el convento como
enterramiento del príncipe don Juan, aunque las obras siguieran bajo la
dirección de Torquemada y sin que pueda decirse que el convento pasara a
conformarse como patronato real. Seguramente la intervención de Torquemada,
nombrado posteriormente Inquisidor General del Reino, y que muere en el propio
monasterio en 1498, fuera la causa de que el complejo terminara albergando la
sede del Tribunal de la Inquisición, también financiado con las incautaciones
que se imponían a los condenados.
Se cree que Torquemada sería enterrado bajo un pequeño altar
en la sacristía, pero en 1699 un gran incendio la destruyó y al reconstruirse
se perdieron las referencias, sin que hoy se sepa dónde están sus restos.
Detalle de la portada |
Se accede a la iglesia a través de un gran patio. La fachada
presenta una gran portada bajo arco
tudor y dos machones formando una H que alojan otro arco
conopial hispanoflamenco y doseles y pináculos que albergan diez
estatuas atribuidas a Gil de Siloé. Las más cercanas a la puerta representan la
Anunciación y el resto son santos relacionados con la Orden dominica. También
cuenta con un gran rosetón que da luz al coro sobre el que aparece el escudo de
los Reyes Católicos sostenido por un águila.
Fachada de la iglesia |
Esculturas de la portada de la iglesia |
Al interior es de planta de cruz latina con una única nave
con coro alto a los pies, bóveda gótica flamígera, ocho capillas laterales,
crucero y altar mayor en alto para dejar espacio para la capilla funeraria del
príncipe don Juan, único hijo varón de los Reyes Católicos, fallecido prematuramente.
Bóveda gótica de la nave central de la iglesia |
Nave central de la iglesia con capilla mayor en alto sobre arco carpanel |
Destacan los dos arcos
carpaneles que sostienen el altar mayor y el coro y sus
respectivas bóvedas, excepcionales por sus proporciones arquitectónicas y sus
condiciones acústicas.
Arco carpanel y bóveda casi plana que sostiene el coro alto a los pies de la iglesia |
El sarcófago renacentista fue esculpido en mármol de Carrara
en Génova entre 1511-1512 por Domenico di Alessandro Fancelli por encargo de
don Íñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla, siguiendo las órdenes
testamentarias de la reina, tras el éxito obtenido por el escultor con la
sepultura del cardenal don Diego Hurtado de Mendoza en la catedral de Sevilla.
Sepultura del príncipe don Juan, ubicada en el crucero de la iglesia |
Es una obra exenta, consecuente con la nueva tipología
renacentista, y presenta una caja prismática en talud semejante a la del papa
Sixto IV de Antonio del Pollaiuolo, sobre la que aparece la estatua yacente del
príncipe con las manos juntas en oración sujetando la espada y la cabeza con
expresión de calma y felicidad sobre un cojín festoneado.
Viste como guerrero pero con las manoplas a los lados
señalando que no murió en combate. Los laterales están decorados con una imagen
de la Virgen y otra de San Juan Bautista y las Virtudes Cardinales y
Teologales, con las esquinas decoradas con grifos mitológicos, recurso que
después repitió en el sepulcro de los Reyes Católicos en Granada. La labor
escultórica fue muy dañada durante la Invasión Francesa en 1809.
Detalle de las dos Virtudes que decoran los laterales de la tumba |
Detalle de la escultura yacente de don Juan, con el guantelete al lado indicando que no murió en batalla |
El epitafio colocado a los pies reza:
“Juan, Príncipe de las
Españas, de virtudes y ciencia lleno, verdadero cristiano, muy amado de sus
padres y de su patria, en pocos años realizó muchas obras buenas con prudencia
y virtud. Descansa en este túmulo mandado hacer por su óptimo y piadoso padre
Fernando, rey invicto y defensor de la Iglesia. Su madre, la Reina Isabel,
purísima y depósito de todas las virtudes, mandó por testamento se hiciese tal.
Vivió diez y nueve años y murió en 1497.”
Vista del crucero, con la tumba del príncipe don Juan, desde el coro alto |
La iglesia también alberga los sepulcros de don Juan Dávila
y su mujer, doña Juana Velázquez de la Torre, ayos del príncipe don Juan, del
escultor Pedro de Salamanca, y del comitente, don Hernán Núñez Aralte, del
escultor Vasco de la Zarza, que aunque fue enterrado en la iglesia de San
Miguel de Ocaña junto a sus padres, por su expreso deseo, su cuerpo fue
posteriormente trasladado al convento a instancias de su esposa.
El retablo del altar mayor, comenzado en 1494, es de Pedro
Berruguete. Formaba parte de un ciclo iconográfico ideado por Torquemada en
relación con el monasterio como sede del Tribunal de la Inquisición, con cuatro
escenas de la vida de Santo Tomás de Aquino y los santos Esteban, Agustín, Juan
Evangelista, Mateo, Jerónimo y Sebastián en la predela, un santo intelectual
que utilizaba su sabiduría para vencer las herejías, y que se completaba con
otros dos retablos laterales dedicados a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la
Orden, la más relacionada con la actividad inquisitorial, y a San Pedro de
Verona, inquisidor y mártir que murió asesinado por los herejes, hoy
desaparecidos y con cuatro tablas del de Santo Domingo conservadas en el Museo
del Prado.
Retablo mayor |
Pedro Berruguete. Santo Domingo de Guzmán. Museo del Prado (3) |
“Como fundador de la Orden Dominica,
el santo aparece con el libro y la flor de lis. Con su cruz aplasta a un perro
demoníaco con una tea encendida, símbolo del Mal. Esta imagen le identifica
"interesadamente" -ya que fue el Inquisidor General, Torquemada,
quien encargó la obra- como inquisidor, lo que nunca fue”.
Pedro Berruguete. Santo Domingo y los albigenses. Museo del Prado (3) |
Pedro Berruguete. Santo Dominco resucita a un joven. Museo del Prado (3) |
“En un interior eclesial, el santo, en levitación, bendice
con la diestra a Napoleón Orsini, muerto al caer de un caballo como puede verse
a la izquierda, a través de la puerta que comunica con el exterior.
Simultáneamente, Santo Domingo tira con su otra mano de Napoleón, representado
como un niño, que resucita milagrosamente ante el asombro de los presentes”.
Pedro Berruguete. Aparición de la Virgen a una comunidad de dominicos. Museo del Prado (3) |
En cuanto al coro alto, es de gran tamaño y cuenta con una
magnífica sillería de nogal en gótico flamígero con predominio de la decoración
geométrica pero también con elementos de flora y zoomórficos con valores
simbólicos. Las sillas reales presentan los blasones de los Reyes Católicos.
Por sus similitudes con el coro de la Cartuja
de Miraflores de Burgos se ha pensado que podría ser del mismo
tallista y escultor, Martín Sánchez de Valladolid.
Vista de la cubierta sobre el coro alto |
Detalle de la labor de talla en la sillería del coro, incluso desarrollada sobre la puerta de acceso al ámbito |
El Claustro del Noviciado es el más antiguo y el más
pequeño, sobrio por su falta de ornamentación, con un piso bajo de arcos de
medio punto sobre columnas ochavadas y otro superior de arcos escarzanos de
perfil muy plano. La primitiva iglesia estaba adosada a su panda oriental, y
alrededor se distribuían el resto de las dependencias conventuales. Cuenta
también con un pozo lateral.
Claustro del noviciado |
Panda oeste del Claustro del noviciado |
El Claustro del Silencio o de los Difuntos, llamado así por
ser lugar de lectura, meditación y oración de los dominicos además de
enterramiento de la comunidad, se organiza con una primera planta de arcos de
medio punto entre robustos contrafuertes, cubierta de compleja crucería gótica
de terceletes.
Jardín del Claustro del silencio, con la espadaña de la iglesia al fondo |
Detalle de la cubierta de terceletes de la galería baja del Claustro del silencio |
La planta superior es de arcos mixtilíneos decorados con las
típicas bolas isabelinas sobre murete con fina ornamentación geométrica,
vegetal y heráldica, con yugos y flechas como símbolo de los Reyes Católicos,
el escudo dominicano y la flor de lis y un friso con ramas de granadas
semiabiertas. En este caso la cubierta es plana de madera.
Otro detalle de la rica decoración que cubre todo el antepecho del segundo piso del claustro |
En el ángulo suroriental se encuentra el lavabo de las
abluciones previas a la comida, con un calado flamígero.
Como curiosidad, señalar la gran variedad de arcos que
pueden contemplarse en el conjunto: ojivales, escarzanos, carpaneles, conopiales, de
medio punto y mixtilíneos,
todo un catálogo tardogótico de los experimentos preciosistas anteriores al
Renacimiento.
Desde este claustro se accede al coro de la iglesia a través
de una escalera de granito del siglo XV.
Escalera de acceso al coro de la iglesia |
Desde la panda sur de este claustro se accede a la Sala “De
Profundis”, con una cubierta mudéjar bien conservada, y desde ahí al Claustro
de los Reyes, denominado así porque la tradición decía que fue destinado a
palacio de verano de los Reyes Católicos, aunque las últimas investigaciones
apuntan a que su construcción se debió a Carlos V.
Puerta de la sala "de Profundis" desde el Claustro de los reyes |
Sus grandes dimensiones lo conforman como un ámbito amplio y
luminoso que impresiona tanto por su grandeza como por su sobriedad. En
comparación con el anterior carece casi de ornamentación, con un piso inferior
con basamento sobre el que se apoyan pilares y arcos rebajados decorados con
bolas isabelinas, algo habitual en monumentos abulenses, y molduras. El piso
superior presenta pilares octogonales y arcos
escarzanos polilobulados.
Claustro de los reyes |
Este claustro también se denominó Claustro de la Universidad
porque en 1504 el Maestro General de los Dominicos, fray Vicente Bandello,
fundó un Estudio de Teología, Filosofía y Lógica que en 1515, durante un
Capítulo General de la Orden en Nápoles, fue elevado a la categoría de Estudio
General dominico, y que en 1576 pasó a ser la Universidad Santo Tomás de Ávila
por deseo del papa Gregorio XIII, vigente hasta su supresión en 1807.
Detalle de la decoración de las columnas y los arcos del Claustro de los reyes |
Acceso al jardín del Claustro de los reyes |
La panda norte albergaba el Palacio Real, con las
dependencias del servicio palaciego en la planta baja y las salas reales en la
superior.
Planta alta de la panda norte del Claustro de los reyes, donde estaban las dependencias reales |
En la actualidad es un Museo de Arte Oriental,
abierto en 1964 y que hoy cuenta con 11 salas con obras procedentes de Japón,
Vietnam, Filipinas y China reunidas por los misioneros dominicos.
Detalle de uno de los objetos exhibidos en el Museo |
Aspecto general de una de las salas del Museo |
Imágenes ajenas:
Fuentes:
CABALLERO ESCAMILLA, S., “Los santos dominicos y la
propaganda inquisitorial en el convento de Santo Tomás de Ávila”. Anuario
de Estudios Medievales, 39/1, enero-junio de 2009, pp. 357-387.
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