Enrique IV de Castilla

Enrique IV de Castilla nació en Valladolid en 1425, hijo de Juan II y de María de Aragón y hermano de padre de los príncipes Alfonso e Isabel.

01
Enrique IV de Castilla en una miniatura de un manuscrito del viajero Jörg von Ehingen de ha. 1455 (1)

Parece que ya desde niño dio muestras de ser enfermizo, poco comunicativo y dado a largos períodos de melancolía, y durante su reinado se mostró cambiante, poco razonable, antojadizo y muy influenciable, sobre todo por don Juan Pacheco, marqués de Villena, unido a él desde la infancia por haber sido su doncel.

02
Medallón en la fachada del Convento de San Marcos de León que representa a don Juan Pacheco, parte de los 14 colocados allí y que representan a algunos maestres de la Orden de Santiago (2)

Tanto su infancia y adolescencia como su reinado estuvieron protagonizados por las innumerables luchas de una nobleza dividida en bandos buscando controlar los territorios estratégicos, las nuevas tierras en expansión hacia el Al-Andalus, los impuestos y jurisdicciones sobre las comarcas más ricas, los oficios cortesanos… un conflicto en el que el problema sucesorio fue utilizado como moneda de cambio.

Por un lado estaban los partidarios de la princesa doña Juana, entre los que se encontraba don Pedro González de Mendoza, que deseaban una monarquía que tomara las riendas del gobierno de un Estado fuerte.

B
Supuesto retrato de la princesa doña Juana en el arco superior derecho, identificada por Menéndez Pidal en Genealogia dos reis de Portugal de Simon Bening publicado en Brujas en 1530-1531 (3)

Nacida del segundo matrimonio del rey con doña Juana de Portugal en 1462 y a pesar de haber sido jurada por las Cortes como sucesora, su detractores empezaron muy pronto a cuestionar su legitimidad alegando que el matrimonio no había obtenido la dispensa papal o incluso poniendo en duda la propia paternidad de Enrique IV extendiendo el rumor de que era fruto de las relaciones ilícitas de la reina con don Beltrán de la Cueva, de ahí que la pequeña princesa terminara teniendo el apodo de “la Beltraneja”. Además, también estaba la cuestión de que no era varón, sin que el derecho de las mujeres a la corona estuviera en esos momentos establecido con precisión.

03
Autor anónimo. El cardenal don Pedro de Mendoza orando ante san Pedro. 1490-1495. Museo del Prado (4)

El bando que alegaba esa supuesta ilegitimidad de doña Juana, defendía la sucesión del príncipe don Alfonso, varón y también hijo de Juan II, y a quien el rey, sin explicar las razones para postergar a su hija, terminó nombrando heredero, aunque con el compromiso de matrimonio entre ambos.

Detalle del sepulcro de don Alfonso de Castilla de Gil de Siloe en la Cartuja de Miraflores

Pero esta maniobra siguió si apaciguar a sus contrarios, que en 1465 celebraron una ceremonia, que ha pasado a la Historia como la Farsa de Ávila, en la que depusieron a Enrique IV para proclamar rey a Alfonso, provocando una guerra que no terminó hasta la muerte de este último en 1468 y la firma del Tratado de los Toros de Guisando, por el que Enrique IV volvió a separar a la princesa Juana de la sucesión, aunque sin negar que fuera su hija, aceptó que su propio matrimonio con doña Juana de Portugal no había sido válido por no contar con la preceptiva dispensa papal y nombró sucesora a su hermanastra, la princesa Isabel, hermana de Alfonso, también hija de Juan II, concediéndole rentas y comprometiéndose a que fuera jurada por las Cortes con la condición de que ella se casara a propuesta del rey y con el consentimiento de los Grandes aunque de acuerdo a su voluntad.

Aun así, el rey empezó a incumplir lo pactado sin que Isabel fuera jurada y sin entregarle las rentas, lo que, unido a las intenciones de Villena, que la tenía bajo su custodia en Ocaña, de casarla con Alfonso V de Portugal contra su voluntad, hizo que la princesa se fugara hasta Valladolid para contraer matrimonio con el heredero de la corona de Aragón sin el consentimiento de su hermano ni de los Grandes.

Este nuevo matrimonio enseguida obtuvo un fuerte apoyo, tanto en la península como por el resto de Europa, incluyendo el de la Sede Apostólica, algo que resultaría definitivo para que don Pedro González de Mendoza, hasta ese momento en el bando de Enrique IV en favor de doña Juana por considerar que era la legítima heredera, terminara tomando partido por los príncipes.

Finalmente, cuando el 12 de diciembre de 1474, solo unos meses después que Villena, falleció Enrique IV sin dejar testamento ni instrucción alguna sobre su sucesión, e Isabel fue proclamada reina en Segovia, dio comienzo una guerra de sucesión que terminó en octubre 1476 con la victoria de Isabel y Fernando.

05
Maestro de la Virgen de los Reyes Católicos. La Virgen de los Reyes Católicos. Museo del Prado (5). Procede del monasterio dominico de Santo Tomás de Ávila y en él los reyes están acompañados de una infanta, el príncipe Juan, fray Tomás de Torquemada, santo Tomás y santo Domingo

Durante todo este turbulento reinado, a pesar de la inestabilidad y las continuas guerras, fueron muchas y muy importantes las obras que se realizaron bajo el patrocinio real, muchas de ellas centradas en Segovia, ciudad que Enrique IV había había recibido de su padre siendo todavía príncipe y por la que sentía gran afecto, favoreciéndola con privilegios y promoviendo la construcción del monasterio de San Antonio el Real, el monasterio de Santa María del Parral, el palacio real de San Martín u obras en el propio Alcázar.

06
Portada del monasterio de San Antonio el Real de Segovia, quizá de Juan Guas

Monasterio del Parral en Segovia

Notas:

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_IV_de_Castilla
(2) http://elleoncurioso.blogspot.com.es/2008/08/medallones-de-san-marcos-2-prte.html
(3) VALDEÓN BARUQUE, J. La dinastía de los Tratámara, Eds. El Viso-Iberdrola, 2006, p. 212.

Fuentes:

ÁLVAREZ PALENZUELA, VICENTE ÁNGEL. La guerra civil castellana y el enfrentamiento con Portugal (1475-1479). Edición digital. Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006.
HERRERA CASADO, A.-SUAREZ DE ARCOS, F. “Los Mendoza del Infantado, custodiadores de Juana la Beltraneja”. Wad-al-Hayara. Revista de estudios de Guadalajara, nº 14, 1987, pp. 315-330.
VILCHES VIVANCOS, FERNANDO. “El Cardenal Mendoza: la familia, la vida y el personaje”. Wad-al-Hayara. Revista de estudios de Guadalajara, nº 22, 1995. pp. 17-36.

Comentarios

Vicente Lencioni ha dicho que…
muy bueno tu blog, Sira, y muy buenas fotos, de felicito
con todo cariño
Vicente Lencioni
Sira Gadea ha dicho que…
Muchas gracias, amigo Vicente.
Antonio Banús ha dicho que…
Fenomenal como siempre. Ayer estuve por tus tierras al mediodia. Comi en la Silla. Un beso
Sira Gadea ha dicho que…
En estas entradas que son de Historia siempre me quedo con el regusto de que están cojas, porque las cosas no suceden así, porque sí, sino que hay infintas causas que no tienen cabida en un blog. Mil dudas sobre qué contar y qué no. En fin... Me alegro de que te haya gustado y de tu disfrute en mi pueblo. Un beso.
Unknown ha dicho que…
Comparto las dudas que siempre surgen en los temas de Historia. Pueden ser un aliciente para seguir profundizando en el tema, contrastar información... Algo solo apto para profesionales o mentes muy inquietas.
Como siempre, gracias Sira.
Sira Gadea ha dicho que…
Es esta una época plagada de leyendas y "lugares comunes" creados en un periodo en el que se buscó convertir el reinado de los Reyes Católicos en el origen de España, tratando de legitimar la sucesión de Isabel I a costa de lo que fuera. Afortunadamente en los últimos años van saliendo nuevas investigaciones que van aclarando algunos asuntos. De todos modos, ir construyendo la Historia es eso, "construirla", interpretar los documentos, y a veces eso no es tan fácil. Lo que habría que exigir a todo historiador es que fuera ético y no tratara de manipular los datos, como durante gran parte del siglo XX se ha venido haciendo en España. Muchas gracias a tí, Victoria.

Entradas populares