La fundación del Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce por Guzmán "El Bueno" y su etapa cisterciense
El Monasterio de San
Isidoro del Campo en Santiponce, uno de los conjuntos monumentales más
importantes de la provincia de Sevilla, se ubica a unos siete kilómetros de la
capital, en una loma en la margen derecha del Guadalquivir, dominando su valle
y las primeras estribaciones de Sierra Morena y del Aljarafe, a la vera de la
calzada romana de la “Vía de la Plata”, que unía Hispalis (Sevilla) e Italica
(Santiponce) con Emerita Augusta (Mérida), Legio Septima Gemina (León) y
Cantabria, convertida en la Edad Media en el “Camino Mozárabe”, el utilizado por
los peregrinos a Santiago de Compostela desde Andalucía.
El primer título de la Casa fue el de señor de Sanlúcar de Barrameda, nombrado por Fernando IV en un privilegio rodado de 1297 en el que confirmaba la donación de Sanlúcar que le había hecho su padre.
También estableció una importante red de intereses a través de los matrimonios de sus hijos. Isabel, la mayor, se casó con Fernán Pérez Ponce, hijo segundo del ricohombre homónimo adelantado mayor de la Frontera y bisnieto de Alfonso IX de León, recibiendo como dote Rota, Chipiona, la mitad de Ayamonte y Marchena. Juan Alonso, su sucesor como señor de Sanlúcar de Barrameda, se casó con Beatriz, hermana de Fernán Pérez Ponce. Leonor se casó con Luis de la Cerda, hijo del pretendiente al trono de Castilla Alfonso de la Cerda, al que había renunciado en 1304, por el que le correspondió la dote de la otra mitad de El Puerto de Santa María y otros bienes raíces en Jerez y el Aljarafe. La última hija, Teresa Alfonso, habida con una doncella sevillana y a la que María Alonso Coronel crió como si fuera suya, se casó con Juan de Ortega, hijo de Juan Mathé de Luna.
Fuentes:
Fachada oriental del monasterio de San Isidoro del Campo (1) |
Con la conquista de Sevilla a los musulmanes y el reparto de
tierras, el lugar conocido como “Talca” o “Sevilla la Vieja” y la villa de
Santiponce, en las inmediaciones de la antigua ciudad romana de Itálica, les
correspondieron a Guy Martínez y Nuño Yáñez, a quienes se los compró don Alonso
de Molina, hermano de Fernando III. De él pasaron a su hija, doña María de
Molina, que se casó con Sancho IV, pero a la muerte del monarca, la delicada
situación política que se generó ante la minoría de edad de Fernando IV, la
falta de legitimidad pontificia del matrimonio y los deseos del infante don
Juan, hermano del monarca fallecido, de hacerse con la corona, doña María se
vio obligada a vender parte de sus posesiones patrimoniales para recuperar lo
que el usurpador había tomado en el Reino de León.
Don Alonso Pérez de
Guzmán “El Bueno” y doña María
Alonso Coronel compraron estos lugares y en 1298 consiguieron un Privilegio
de Fernando IV para cederlos a la orden que ellos decidieran y fundar un
monasterio, la primera institución monástica andaluza que no fue de patrocinio
real, en el lugar donde la tradición decía que había existido un oratorio bajo
la advocación de San Isidoro levantado donde el santo había construido un
colegio y una iglesia, lugar de culto para los mozárabes, en la que habrían
reposado los restos del santo arzobispo sevillano hasta su traslado a la Colegiata de San Isidoro de León en
1062.
“(…) Tengo por bien que el moesterio que uso ffasedes a sant
esidro, que es en Sevilla la vieia que sea de qual orden uso quisierdes et que
seades patron del uso e los que uenieren de uuestro linage para siempre iamas.
Et que lo podades adoctar e heredar de uuestros bienes e de uuestros
heredamientos asi de lo de ssarti pons como de quiern quier al que vos ayades en
quanto uso quisierades (…)”. (Privilegio concedido por Fernando IV en 1298.
Transcrito por José Gestoso y Pérez)
En cuanto al origen de la palabra “Santiponce”, hay varias
versiones. Unos dicen que procede de San Ponzio o Ponziano, otros la relacionan
con Santipozo en relación con el pozo de una de las historias de San Isidoro
para valorar la constancia, igual que la cuerda hace mella en la piedra del
brocal al pasar por ella cada vez que se saca agua, otros la relacionan con el
mártir San Geroncio y otros la relacionan con la ciudad turdetana de Sancios.
El matrimonio decidió entregar la heredad a los monjes cistercienses de San Pedro de
Gumiel de Hizán, en Burgos, dependientes de Morimond y vinculados a la familia
de los Guzmanes burgaleses.
El Císter fue creado a fines del siglo XI por un
grupo de trece monjes benedictinos encabezados por Robert de Molesme, que fundaron un monasterio alejado del
benedictino de Cluny, en un lugar llamado Cistercium en latín, de
donde proviene el nombre, o Cîteaux en francés, puesto bajo la
advocación de la Virgen, buscando reencontrarse con la soledad y pobreza que
preconizaba la Regla de san Benito y que los benedictinos vivían de forma muy
relajada, abandonando casi por completo el trabajo manual para poder cumplir
con las múltiples funciones litúrgicas destinadas a reyes, abades y
benefactores a las que se habían comprometido a cambio de importantes
donativos.
La fundación de la nueva orden propiamente dicha se debió a los sucesores de Robert de Molesme, los abades Albéric y Stephen Harding, que adoptaron, para diferenciarse de los monjes benedictinos, con hábito negro, el color blanco para sus vestiduras, de ahí que también se les empezara a llamar “monjes blancos”. Pero la expansión de la misma se produjo gracias a la fuerte personalidad de Bernard de Fontaine, monje de Cîteaux que en 1115 fundó el monasterio de Clairvaux, de ahí que se le conozca como Bernard de Clairvaux, Bernardo de Claraval en español, formando una de las cuatro ramas del tronco común de Cîteaux junto a La Ferté, Pontigny y Morimond, de las que surgieron el resto de monasterios cistercienses. En 1153, a la muerte de san Bernardo, ya eran trecientos cuarenta y tres establecimientos diseminados por toda Europa, alimentados por abundantes vocaciones a pesar de la austeridad de vida, la escasa alimentación, los ayunos, la oración y la penitencia que caracterizaban su vida monástica.
La fundación de la nueva orden propiamente dicha se debió a los sucesores de Robert de Molesme, los abades Albéric y Stephen Harding, que adoptaron, para diferenciarse de los monjes benedictinos, con hábito negro, el color blanco para sus vestiduras, de ahí que también se les empezara a llamar “monjes blancos”. Pero la expansión de la misma se produjo gracias a la fuerte personalidad de Bernard de Fontaine, monje de Cîteaux que en 1115 fundó el monasterio de Clairvaux, de ahí que se le conozca como Bernard de Clairvaux, Bernardo de Claraval en español, formando una de las cuatro ramas del tronco común de Cîteaux junto a La Ferté, Pontigny y Morimond, de las que surgieron el resto de monasterios cistercienses. En 1153, a la muerte de san Bernardo, ya eran trecientos cuarenta y tres establecimientos diseminados por toda Europa, alimentados por abundantes vocaciones a pesar de la austeridad de vida, la escasa alimentación, los ayunos, la oración y la penitencia que caracterizaban su vida monástica.
Citeaux y la fundación de las cuatro primeras abadías en una miniatura del Commentaire sur L'Apocalypse del franciscano Alexandre de Brême (1256-1271) de la University Library de Cambridge (2) |
Los cistercienses llegaron a la Península Ibérica poco antes
de mediados del siglo XII gracias al apoyo de la realeza como forma de asegurar
los territorios que se iban conquistando a los musulmanes, a través de las
fundaciones de Fitero, Sobrado de los Monjes, Oseira o Santa María de Moreruela.
La elección de los emplazamientos quedo ya fijada en el
Capítulo General del Císter de 1134 donde se estableció deliberadamente que no
se construyeran en ciudades, villas o castillos sino en sitios apartados y que no
estuvieran sobre tumbas de santos que pudieran atraer peregrinos, teniéndose que
establecer en valles reducidos, solitarios y cerrados para que el alma se
reconcentrara en sí misma, algo que no se cumplió en San Isidoro del Campo, la
fundación de la orden más al sur de la Península Ibérica, pues en su emplazamiento la tradición decía que había estado la tumba de san Isidoro.
El nuevo monasterio de Santiponce se conformó como un señorío completo,
igual que los señoríos de las órdenes militares, con la justitiam et merum imperium, tanto en lo espiritual, pues la
Iglesia Hispalense reconoció su carácter de jurisdicción exenta, al margen de
la autoridad diocesana, como en lo temporal, con un abad con el poder
espiritual equiparable al de un obispo y conformado como señor feudal del
Señorío de Santiponce y de Sevilla la Vieja, recibiendo sus rentas y con
potestad para nombrar al alcalde y control sobre el horno, la botica, el
molino, el mesón, el médico, el cirujano…
Las ruinas de la ciudad romana de Itálica, con cascotes,
sillares y muros, se convirtieron en una fuente de ingresos como cantera de
materiales de construcción, entre los que destacaron los abundantes mármoles
con los que se fabricaba cal, iniciándose un constante despojo que no finalizó
hasta época relativamente reciente.
Vista aérea de Itálica y Santiponce (3) |
La estructura y distribución en San Isidoro fue la habitual
de los monasterios medievales, con iglesia, que tampoco adoptó los cánones
cistercienses al ser de nave única y de dimensiones modestas, a la que después
se le añadió otro templo en paralelo del que hablaré más adelante, conformando
dos iglesias juntas, el claustro procesional adosado al lado de la Epístola en
torno al que se ubicaron las distintas dependencias, con la sacristía, la sala
capitular, la cocina y el refectorio en la planta baja y el dormitorio común
sobre la sacristía y la sala capitular, y el claustro de la hospedería, en el
que se ubicaba la portería, el atrio de la iglesia y la hospedería, además de
los edificios destinados a la explotación agrícola y los campos de huerta.
Comenzaría a construirse por la iglesia ya en 1298, tras el
Privilegio real, y en 1301, según se lee en la carta de dotación, las obras
estarían muy adelantadas:
“En nombre de dios amén. Sepan quantos esta carta vieren
Conmo nos don alonso peres de gusman Et doña Maria alonso su muger. queriendo
faser monesterio que sea de monges de çister en la iglesia de sant esidro que
es çerca de Sevilla la vieja principalmente a onrra e a seviçio de dios e de
santa maría e de todo la corte celestial e a onrra de sant esidro e en
rremisión de nros pecados. Otorgamos que damos pora este monesterio esta dicha
iglesia con todas sus casas. Et damos a este monesterio. todo el heredamiento
que es en su termino segunt que nos don alonso peres e doña Maria alonso lo
avemos. Et otrosí les damos santy pons con todos sus terminos e con todos sus
derechos segunt que yo don alonso peres lo compre de la Reyna doña maria, e
segunt me es otorgado de nro señor el Rey don ferrando”.
Planta del monasterio en época cisterciense (4). Las indicaciones son mías |
Sección longitudinal de la iglesia primitiva y del claustro de la hospedería (4) |
Sección transversal de las dos iglesias y el claustro procesional (4) |
Alzado de la fachada norte (4) |
Alzado de la fachada este, con los ábsides de las iglesias a la derecha y el cuerpo del claustro procesional a la izquierda (4) |
En origen el monasterio, construido solo cincuenta años
después de la conquista de Sevilla a los musulmanes, tuvo un marcado carácter
fortificado que todavía hoy conserva, plasmado en las almenas y los merlones sobre los muros
protegiendo una terraza que permitía que las tropas circularan, a la que se
accedía por una escalera de caracol entre los contrafuertes del ábside, hoy
cegada, vanos pequeños y matacanes bajo los arcos apuntados
entre los contrafuertes del ábside, elemento genuino de la arquitectura gótica
andaluza que se ha puesto en relación con Languedoc, donde desde el siglo XII
se construyeron varias iglesias fortificadas en las que aparece este
dispositivo precisamente conocido como “mâchicoulis sur arcs” (matacán bajo
arcos), como las catedrales de Agde, Toulouse y Beziers, el palacio de Albí, el
arzobispal de Narbona y, sobre todo, aunque ya es del siglo XIV, el palacio
papal de Avignon.
Almenas y merlones coronando la fachada norte |
Almenas, merlones y matacanas bajo los arcos apuntados de los ábsides (5) |
Matacán (5) |
En este sentido también hay que tener en cuenta el aspecto
simbólico del edificio, pues toda iglesia y, por extensión, todo edificio
religioso, buscaba ser el reflejo de la Jerusalén Celeste del Apocalipsis, que igual
que en la “De civitate dei” de San Agustín, se representaba como fortaleza, de ahí
que el aspecto fortificado de los edificios religiosos medievales sea una
constante y muchas veces tenga más valor simbólico que real.
La iglesia también se conformó como panteón de los fundadores y del linaje de los Guzmanes, con la
obligación por parte de la comunidad de celebrar sufragios por los difuntos de
esa casa. La fundación de este tipo de panteones se inscribe dentro de
una costumbre arraigada en la Baja Edad Media, cuando el cristianismo tomó
conciencia de que la Parusía y el Juicio Final anunciados en los
Evangelios no iban a ser inmediatos y se formó una idea de Juicio del alma
individual justo después de la muerte que afianzó fuertemente el concepto
de Purgatorio, un lugar intermedio antes de subir al Cielo, al que
los purgantes podrían llegar dependiendo de las misas, oraciones y buenas obras
que los vivos ofrecieran por ellos después de su muerte, de ahí la
proliferación de capellanías privadas en monasterios, catedrales y
parroquias a las que se dotaba económicamente para que se celebraran misas
por las almas de sus comitentes.
Retrato idealizado de Guzmán el Bueno en su sepultura, fruto de una reestructuración de la iglesia fundacional a comienzos del siglo XVII (6) |
Retrato idealizado de María Alonso Coronel en su sepultura, fruto de una reestructuración de la iglesia fundacional a comienzos del siglo XVII (6) |
El panteón también tuvo una fuerte intención
propagandística, la forma de expresar la preeminencia social, política y
económica de un linaje que buscaba trascender, pues los Guzmanes eran miembros
de la alta nobleza castellana pero de una rama lateral que logró consolidarse
política y socialmente y poner las bases de lo que después fue la Casa de
Niebla, con condado desde 1369, y origen de la Casa de Medina Sidonia, con
ducado desde 1445, el primero hereditario en la Corona de Castilla, concedido
por Juan II a otro don Juan Alonso Pérez de Guzmán de la familia, el III conde
de Niebla, uno de los linajes más importantes de España en relevancia histórica
además de ser el ducado hereditario continuo más antiguo de España.
La historiografía en general defiende que don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno
nació en León en 1256, hijo bastardo de don Pedro Núñez de Guzmán, Adelantado
mayor de Castilla. En cuanto a su madre, se cree que sería una dama llamada
Isabel que murió en el parto y con la que el padre no pudo cumplir su promesa
de casamiento porque tuvo que marchar con Alfonso X a la conquista de Jerez de
la Frontera.
Con diecinueve años se unió a las tropas del infante don
Sancho y don Lope Díaz de Haro contra la entrada de benemerines norteafricanos
en la Península, pero tras la derrota castellana ante el emir marroquí Abū
Yūsuf, y después de una afrenta de su hermano de padre Álvar Pérez de Guzmán,
que aludió a su bastardía delante del rey y de toda la corte, se pasó a las
tropas marroquíes convirtiéndose en guarda mayor de la casa del emir y capitán
de todos los cristianos a su servicio, un contrato de mercenario habitual en la
época. Desde esa posición realizó labores diplomáticas entre el Alfonso X y Abū
Yūsuf cuando el primero le pidió ayuda al segundo en su enfrentamiento con su
hijo, el infante Sancho, y como pago, don Alonso recibió del rey castellano la
villa y el castillo de Alcalá Sidonia (Alcalá de los Gazules) y el casamiento
con doña María Alonso Coronel, dama castellana de quince años de muy noble
linaje que aportó una rica dote repartida entre Castilla, León, Galicia,
Portugal y, sobre todo Andalucía, especialmente en el Aljarafe sevillano y en
Jerez de la Frontera.
Durante unos años el matrimonio vivió en Fez y allí nacieron
cinco de sus hijos, y con Sancho IV ya en el trono, ella volvió a Sevilla con
parte de las riquezas acumuladas en África mientras él se quedó sirviendo a Abū Yūsuf y, a la muerte de éste en 1286, a su hijo Abū Ya‘qūb, enviando
importantes remesas de dinero que doña María invirtió en comprar las tierras y
señoríos en Andalucía que fueron el origen de la potencia económica de la casa
y parte muy activa en la conformación como mito de su marido.
La vuelta definitiva a la Península al servicio de Sancho IV
se produjo en 1291, siendo decisivos sus consejos para la toma de Tarifa en
1292, de la que después fue nombrado alcaide. Entre abril y agosto de 1294 la
plaza fue duramente asediada y de este periodo data el episodio que más fama le
ha dado a don Alonso, cuando no cedió al chantaje de Abū Ya‘qūb, quien
aconsejado por su aliado el infante don Juan, enemistado con su hermano Sancho IV, le amenazó con degollar a su hijo, que tenía prisionero, si no
entregaba la plaza. Las crónicas dicen que fue él mismo Guzmán el Bueno quien
lanzó el cuchillo desde el castillo, sacrificando la vida de su hijo antes que
rendirse.
Guzmán el Bueno arrojando su daga en el cerco de Tarifa, Salvador Martínez Cubells, 1884, Museo del Prado, Madrid |
El caso es que la defensa de Tarifa frenó el asalto
benemerín sobre Andalucía y obligó a sus tropas a regresar a África y Alfonso
Pérez de Guzmán se convirtió en máxima dignidad de la nobleza castellana y pieza
clave en la defensa de la baja Andalucía.
Alfonso IV le concedió todas las tierras del primitivo Alfoz
de Cádiz, despobladas desde hacía años por las incursiones musulmanas, y entre
las que se incluía la pequeña fortaleza de Torres de Solúcar, origen de
Sanlúcar de Barrameda. En las cercanías, don Alonso edifico otras tres torres
que fueron el inicio de Rota, Chipiona y Trebujena.
Tras la muerte de Sancho IV en 1295 don Alonso se posicionó
claramente a favor de la reina viuda María de Molina y de Fernando IV contra
los ataques que empezaron a recibir por todos los frentes.
El primer título de la Casa fue el de señor de Sanlúcar de Barrameda, nombrado por Fernando IV en un privilegio rodado de 1297 en el que confirmaba la donación de Sanlúcar que le había hecho su padre.
En los años siguientes don Alonso siguió participando en
luchas contra Granada, en la defensa de María de Molina contra el infante Juan,
que se hacía llamar rey de León, en la salvaguarda de la frontera… al tiempo
que incrementaba su ya enorme patrimonio señorial con la merced de Conil y sus
almadrabas, la mitad de El Puerto de Santa María y Chiclana. Su gran prestigio
en Andalucía queda de manifiesto en el hecho de que en 1304 negociase
personalmente una tregua con Granada.
También estableció una importante red de intereses a través de los matrimonios de sus hijos. Isabel, la mayor, se casó con Fernán Pérez Ponce, hijo segundo del ricohombre homónimo adelantado mayor de la Frontera y bisnieto de Alfonso IX de León, recibiendo como dote Rota, Chipiona, la mitad de Ayamonte y Marchena. Juan Alonso, su sucesor como señor de Sanlúcar de Barrameda, se casó con Beatriz, hermana de Fernán Pérez Ponce. Leonor se casó con Luis de la Cerda, hijo del pretendiente al trono de Castilla Alfonso de la Cerda, al que había renunciado en 1304, por el que le correspondió la dote de la otra mitad de El Puerto de Santa María y otros bienes raíces en Jerez y el Aljarafe. La última hija, Teresa Alfonso, habida con una doncella sevillana y a la que María Alonso Coronel crió como si fuera suya, se casó con Juan de Ortega, hijo de Juan Mathé de Luna.
En 1309 Alonso Pérez de Guzmán, ya con cincuenta años,
encabezó el ejército castellano que salió de Sevilla en la guerra reanudada por
Fernando IV contra Granada, muriendo el 19 de septiembre por heridas de flecha
entre Algeciras y Gibraltar. Fernando IV confirmó a su viuda y a sus hijos
todos los señoríos y bienes, tanto los otorgados por concesión regia como los
comprados por el matrimonio. Su hijo y heredero, don Juan Alonso de Guzmán,
recibió Sanlúcar de Barrameda, las almadrabas de Conil, Chiclana, Vejer, la
mitad de Ayamonte…
El cuerpo de Guzmán el Bueno fue trasladado a San Isidoro
del Campo. La iglesia ya estaba terminada y sus restos fueron depositados en el
ábside en un sepulcro con tapa a dos aguas. En 1322 su mujer recibió sepultura
en otro sepulcro, pero no se conservan ninguno de los dos.
“(…) fue su cuerpo sepultado en el medio de la capilla de la
yglesya en vn sepulcro de marmol puesto sobre quatro leones de marmol, con sus
escudos de armas a los lados, que eran las calderas sin ninguna orla (…)”
Antes ya había tenido lugar el depósito de los restos de su
hijo Pedro Alonso de Guzmán, el protagonista en 1294 del episodio de Tarifa.
Dibujo de Pedro Barrantes Maldonado en el siglo XVI del sepulcro de Guzmán el Bueno, desaparecido (7) |
Recreación de cómo pudieron ser los sepulcros de los fundadores (6) |
La finalidad del edificio como panteón de los Guzmanes quedó
patente en la propia carta de dotación y posiblemente su erección tuviera, en
parte, carácter de templo expiatorio en el que enterrar al niño. En dicha carta
también se prohibía expresamente el enterramiento en la misma de los monjes o
de cualquier otra persona ajena a la familia y que ninguna de las sepulturas de
sus descendientes se ubicaran en sepulcro alto ni más cerca del altar que las de
los patronos.
“Et escogemos nras
sepolturas dentro de la eglesia de sant ysidro entre el altar e el coro. Et
ordenamos e defendemos que nin el abad nin el convento nin otro ninguno, non
pueda Reçecir sepoltora dentro en la eglesia a ninguno sinon los de nro linage.
Et en tal manera que ninguno non sea puesto en sepulcro alto nin entre nos e el
altar”.
En el segundo tercio del siglo XIV el primogénito de los
fundadores, don Juan Alonso Pérez de Guzmán,
II señor de Sanlúcar, y su segunda esposa, doña
Urraca Osorio, hija de don Alvar Núñez Osorio, conde de Trastámara,
patrocinaron la construcción del otro templo adosado al primitivo destinado a su propio enterramiento. En cuanto
a sus motivaciones, pudieron deberse a que la iglesia se habría quedado
demasiado pequeña para la preeminencia que el linaje había logrado en esos años,
o a que el hijo del fundador, apodado “el gran batallador” no quisiera verse
relegado a un segundo plano en el mausoleo de sus padres y optara por
construirse uno propio.
Don Juan Alonso falleció en 1351 y su cuerpo fue trasladado
a su nuevo panteón desde Orihuela en 1365, mismo año de la muerte de doña
Urraca, cuyas cenizas también fueron depositadas allí. Los túmulos funerarios
hoy están encastrados en sendos arcosolios en la pared del Evangelio de su
iglesia. En la lápida de don Juan Alonso se lee:
“AQVI YACE DON JUAN ALONSO PEREZ DE GVZMAN HIJO DEL GRAN DON ALONSO PEREZ DE GVZMAN Y DE DOÑA MARÍA ALFONSO CORONEL ILLMO. SEÑOR DEL ESTADO DE SAN LVCAR
MARIDO DE DOÑA VRRACA OSSORIO DE LARA HIJA DEL CONDE DON ALVARO NVÑEZ DE OSSORIO
GRAN VALIDO DEL REI DON ALONSO XI. HALLÓSE EN LA BATALLA DEL SALADO Y EN TODAS LAS
BATALLAS DE SV TIEMPO, POR LO CVAL LE LLAMARON EL GRAN BATALLADOR. MVRIO EN PAZ
ESTANDO EN JEREZ ANO 1351”.
Sepulcro de don Juan Alonso Pérez de Guzmán en el lado del Evangelio del presbiterio de la segunda iglesia |
Doña Urraca murió en trágicas circunstancias al verse
envuelta en la guerra civil que tras la muerte de Alfonso XI de Castilla en
1350 enfrentó a los que querían como sucesor al hijo legítimo, Pedro I, y a los
partidarios del ilegítimo, Enrique de Trastámara. Como su hijo don Juan Alonso
Pérez de Guzmán y Osorio se puso del lado de este último, eso le costó la
persecución del primero cuando por fin llegó al trono, que como no lo encontró
porque había huido a Portugal, se vengó de él acusando a su madre de cabecilla
de la sublevación y de conspiración y condenándola a muerte, siendo quemada en
la hoguera delante del convento de Belén, cerca de la hoy Alameda de Hércules
en Sevilla en 1367. Según la leyenda, Isabel Dávalos, una de sus criadas,
cuando vio que las vestiduras de su ama se levantaban y dejaban ver sus
piernas, se lanzó para taparla y murió con ella, de ahí que en la sepultura
estén las cenizas de ambas. En la lápida se lee:
"AQVI REPOSAN LAS ZENIZAS DE DOÑA VRRACA DE OSSORIO DE
LARA MUJER DE DON JUAN ALONSO PEREZ DE GUZMAN ILLMO. SEÑOR DE SANLUCAR. MVRIÓ
QVEMADA EN LA ALAMEDA DE SEVILLA POR ORDEN DEL REY DON PEDRO EL CRVEL POR LE
QVITAR LOS TESOROS E RIQUEZAS. TAMBIEN SE QVEMO CON ELLA PORQVE NO PELIGRASE SU
HONESTIDAD LEONOR DAVALOS LEAL CRIADA SVIA AÑO 1367”.
Sepulcro de doña Urraca Osorio en el lado de la Epístola del presbiterio de la segunda iglesia |
En ningún momento se pretendió que las dos iglesias formasen
un todo unitario y no se derribó el muro de separación para fundir ambos
espacios, utilizándose como conexión entre ambas la puerta lateral del primer
templo hasta 1600, cuando con el monasterio ya en manos de los jerónimos, los dos tramos inmediatos a los presbiterios
quedaron unidos.
Axonometría del monasterio en época cisterciense (6) |
Claustro procesional |
Esta estructura se adaptaba perfectamente a las necesidades
de la comunidad religiosa, que celebraba sus cultos en la iglesia primitiva,
dejando la más reciente para el pueblo.
Las naves de ambos templos fueron ocupándose con túmulos y
lápidas de los Guzmán, mientras que los monjes cistercienses recibieron
sepultura, como era lo habitual, en el exterior del templo, en lo que hoy es el
Patio de los Naranjos.
Como el resto de monasterios peninsulares, San Isidoro del
Campo también se vio afectado por la crisis internacional provocada por el
Cisma de Occidente (1378-1417) y el costoso mantenimiento de dos curias, una en
Roma y otra en Avignon, la consiguiente división de la Iglesia Católica en dos
bandos, las epidemias, la degradación que sufría la vida conventual por la
falta de vocaciones, la llegada de las órdenes mendicantes y la penuria
económica por la que atravesaban los monasterios causada, sobre todo, por la
disminución de las donaciones, las luchas de poder entre el papado y los
obispos por el control económico de los cenobios.
En 1429 esta crisis provocó que don Enrique de Guzmán, II conde de Niebla, de la Casa de Medina
Sidonia, patrón del monasterio, solicitara una Bula al papa Martín V para
desposeer a la comunidad cisterciense del monasterio alegando irregularidades
en su gobierno y que en 1431 entregara San Isidoro del Campo a la llamada Congregación Jerónima de la Observancia,
comenzando una nueva etapa que podréis conocer a través de los siguientes artículos:
Imágenes ajenas:
(4) RESPALDIZA LAMA, P. J., “El Monasterio cisterciense de
San Isidoro del Campo”, Laboratorio de
Arte, nº 9, 1996, pp. 23-47.
(6) RESPALDIZA LAMA, P. J. y RAVÉ PRIETO, J. L., Monasterio San Isidoro del Campo. Guía,
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Santiponce, 2002.
(7) SEGURA CONZÁLEZ, W., “Iconografía de Guzmán el Bueno en
Trujillo (Cáceres)”, Aljaranda, nº
88, 2015, pp. 7-20.
Fuentes:
GALI LASSALETTA, A., Historia,
municipio y colonia romana. S. Isidoro del Campo. Sepulcro de Guzmán el Bueno,
Sevilla, 1892.
GESTOSO PÉREZ, J., Sevilla
monumental y artística, vol. III, Sevilla, 1892.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., “Propiedades, rentas y explotación del
dominio del Monasterio de San Isidoro del Campo”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 36, 2009, pp. 199-227.
FERNÁNDEZ, P. Historia
de la Liturgia de las Horas, Biblioteca Litúrgica 16, Barcelona, 2002.
PÉREZ GÓMEZ, Mª P., Representación
artística poder de los duques de Medina
Sidonia en el Palacio de Sanlúcar de Barrameda, Tesis doctoral, Universidad
de Sevilla, 2017.
RESPALDIZA LAMA, P. J., “El Monasterio cisterciense de San
Isidoro del Campo”, Laboratorio de Arte,
nº 9, 1996, pp. 23-47.
RESPALDIZA LAMA, P. J. y RAVÉ PRIETO, J. L., Monasterio San Isidoro del Campo. Guía,
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Santiponce, 2002.
SEGURA CONZÁLEZ, W., “Iconografía de Guzmán el Bueno en
Trujillo (Cáceres)”, Aljaranda, nº
88, 2015, pp. 7-20.
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