La catedral de Tarragona a lo largo de la historia

La catedral basílica de santa Tecla, la Iglesia madre de todas las iglesias de la archidiócesis de Tarragona y sede del arzobispo, se ubica en la zona más alta de la ciudad, símbolo del poder de la Iglesia y su capacidad económica en época medieval, sobre un templo del siglo I dC. dedicado a Augusto cuyos restos han sido localizados en la nave central tras unas campañas de excavaciones arqueológicas y prospecciones geofísicas en 2007, y es el resultado de múltiples aportaciones arquitectónicas a lo largo de varios siglos y de diferentes estilos artísticos.

Plaza de la catedral de Tarragona. Fotografía de Jordi Puig (1)

Las evidencias más antiguas de la existencia de un núcleo poblacional en Tarragona parecen corresponder al siglo V aC., relacionadas con un asentamiento en la zona baja, cerca del puerto, sobre el acantilado que defendería esa parte de la costa. Se supone que sería una ciudad, oppidum, amurallada y con una extensión de más de ocho hectáreas, la antigua Tárakon citada después por Polibio y Tito Livio, el centro del poder desde el que se vertebraría la explotación del territorio de la Cossetania.

Extensión aproximada de la polis ibérica de Tárakon sobre una fotografía aérea de la ciudad en la actualidad (2)

Tras la conquista romana de la mano de los hermanos Publio y Cneo Cornelio Escipión en el año 218 aC. en el contexto de la Segunda Guerra Púnica contra los cartagineses, se localiza una dipolis o ciudad doble, con un asentamiento en la polis u oppidum sobre el puerto natural y la ocupación militar de la ladera meridional de una colina a unos ochenta metros sobre el nivel del mar, además de barrios suburbanos para comerciantes, servicios, las familias de las tropas romanas…

“() Escipión, llevando rápido su ejército ante la noticia que habían aparecido nuevos enemigos, castigó algunos prefectos de las naves y, dejando una pequeña guarnición en Tarraco, volvió con la escuadra a Emporion (…)”. Tito Livio, Ab urbe condita, s. I dC. (10)

Diferentes propuestas de extensión de la primera fase de muralla: a. relación de la primera fase y la polis ibérica de Tárakon; b. fase de muralla en la Parte Alta, con insinuación de trazado de la primera; c. fases de muralla en la Parte alta, con propuesta de lienzos de cierre; d. propuestas de trazado de la primera fase; e. y f. propuesta de primera fase según R. Mar y otros (2)

El primer recinto defensivo de los Escipiones seguramente sería de piedra, adobe, tierra y madera, que hacia el 200 aC., tras la capitalidad, se sustituirá por otro más estable, con grandes muros de piedras y torres con igual base de opus siliceum, bloques megalíticos, sobreelevadas con un segundo cuerpo en opus quadratum.

En el último tercio del siglo II aC., coincidiendo con los últimos momentos de las guerras celtibéricas, hubo una gran ampliación y el recinto militar de la zona alta se unió a la polis portuaria, abarcados por la misma muralla de sillería sobre base megalítica que ya no es solo defensiva sino también monumental, que protege un enclave de gran importancia en el proceso de conquista de Hispania, la sede del gobernador provincial, el principal centro de recepción de tropas, cuartel general, lugar de acuartelamiento en invierno y emporio portuario al que llegan y del que parten gran cantidad de mercancías para su consumo y redistribución. En estas fechas es también cuando culmina el proceso de fusión de las dos zonas de la ciudad y cuando se planifica una urbe de planta romana con trama, ejes de servicios como el alcantarillado y calles pavimentadas.

En época de Julio César la ciudad fue reconocida como Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco, y Octavio Augusto, que residió en ella entre los años 26 y 25 aC., de ahí que también se la conociera como Imperial Tarraco por haber sido de facto capital del imperio, la convirtió en capital de la Provincia Hispania Citerior, que con la reorganización de Hispania, pasó a denominarse Tarraconense. Su reconocimiento como colonia implicó que sus ciudadanos ya no fueran considerados federados o extranjeros sino romanos de pleno derecho.

Así, a fines del siglo I dC. la ciudad ya contaba con un Foro de la Colonia, municipal, destinado a temas locales y ubicado en la parte baja, con un templo Capitolino, y un importante Foro Provincial, uno de los más grandes del Imperio, conformando un gran conjunto arquitectónico con una plaza en el punto más alto destinada a alojar el templo de culto al emperador, una segunda gran plaza de representación político-religiosa y un circo dispuestos en terrazas escalonadas ocupando gran parte de la colina tarraconense, que se debió de construir por la necesidad de tener en la capital la sede del Concilium Provinciae Hispaniae Citerioris para la administración política, religiosa, social y económica de la provincia Hispania Citerioris, una de las más extensas del Imperio. Es muy probable que tanto materiales como arquitectos y otros profesionales procedieran directamente de Roma.

Plano de Tarragona a inicios del s. II dC. (extraído de Fiz/Macias, en prensa). 1. ciudadela ibérica romanizada; 2. ensanche urbanístico entorno al 100 aC. y retícula urbana definida arqueológicamente; 3. posible ensanche urbanístico en época cesar-augustea y retícula urbana indefinida

Reconstrucción hipotética de la ciudad en el siglo II dC. (2)

Según las excavaciones arqueológicas, la terraza superior, presidida por el templo de culto al emperador, era un gran espacio de 133 x 152 metros, el temenos, rodeado de un muro perimetral con aberturas cada siete metros y medio y un pórtico con columnas de fustes de unos cinco metros de altura, conservándose importantes restos del gran muro en los lados norte y oeste del claustro de la catedral porque fueron reutilizados para su cierre, tal y como ya reconocía en el siglo XVI el erudito Lluís Pons d’Icart, considerado por la historiografía como el primer arqueólogo catalán. En los lados mayores del pórtico había grandes arcos con exedras destinadas a alojar estatuas de culto imperial.

Reconstrucción hipotética de la terraza superior de la ciudad romana (2)

Antes de la localización arqueológica del templo dedicado a Augusto en la nave central de la catedral ya se conocía de su existencia por testimonios como el del historiador Tácito, que en sus Anales cuenta que a la muerte del emperador en el año 15 dC. una embajada de la ciudad viajó a Roma para solicitar permiso a Tiberio para su construcción, o el de Espartiano, que dice que dicho templo fue restaurado, primero por Adriano, durante su estancia en Tarraco en el invierno de entre los años 122 y 123, cuando presidió una asamblea extraordinaria de las tres provincias hispanas, y después por Septimio Severo. Este templo de Tarragona pudo ser el primero que se le dedicó al emperador fuera de Roma.

“() Después de esto viajó los años 122-123 a Hispania y pasó el invierno en Tarraco, donde restauró, asumiendo él los gastos, el Templo de Augusto (…)”. Scriptores Historiae Augustae. De Vita Hadriani, s. IV dC. (10)

También se conocen monedas emitidas en la misma época de Tiberio que hacen referencia a la divinidad de Augusto y que muestran un templo octástilo en su honor. En unas emisiones está levantado sobre un estilobato o plataforma escalonada y en otras sobre una plataforma elevada o podium.

Sestercio provincial de Tarraco de época de Tiberio que en una cara tiene la cabeza radiada de Augusto y en la otra el frente de un templo octástilo (3)

Las excavaciones arqueológicas y las pruebas geofísicas nos informan de que podría medir unos 47 x 27 m. y estaría sobre un podium, unas medidas que encajan con las modulaciones de los templos octástilos, como el dedicado a Trajano en Itálica, por ejemplo, que mide 49 x 29 m., con la fachada a la altura del segundo tramo de la nave central de la catedral, la anchura de ésta y parte de las naves laterales y la cabecera a la altura de los pilares norte que soportan la estructura del cimborrio, cerca de la actual mesa de altar.

Reconstrucción hipotética del templo dedicado a Augusto (2)

Planta del foro romano y de la catedral superpuestas según las excavaciones arqueológicas (4)

En cuanto a la cristianización de Tarragona, según la Epístola de san Pablo a los romanos 15, 24 comenzaría ya en el siglo I, cuando el apóstol dice que visitó Hispania y predicó en Tarraco, germen del arraigo del cristianismo en la ciudad, plenamente consolidado en el año 259, cuando se fechan los martirios del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, quemados vivos en el anfiteatro durante la persecución de los emperadores Valeriano y Galieno, dirigida principalmente contra la jerarquía eclesiástica y los laicos influyentes buscando evitar la integración política de los cristianos en el estado romano, y que conocemos gracias a la Passio Fructuosi, un documento anónimo anterior a la primera mitad del siglo IV que mezcla el testimonio directo de testigos del martirio, la consulta de las actas públicas del proceso y hechos sobrenaturales. El original se escribiría sobre papiro o pergamino y circularon abundantes copias manuscritas en muchas comunidades cristianas, conservándose más de veinticinco códices de entre los siglos VIII y XIV que contienen el relato.

Pintura mural del siglo XIII en la iglesia de san Fructuoso de Huesca con el Martirio de los santos y el Traslado de las reliquias de san Fructuoso (5)

Pero esta persecución y la posterior de Diocleciano no lograron sus objetivos y en el siglo IV la iglesia de Tarragona ya contaría con una destacada organización. La actividad comercial del puerto provocó un importante desarrollo de esa zona, a la que se sumó el culto a los mártires, que fueron enterrados en una necrópolis suburbana junto a la vía que salía desde el puerto hacia el río Francolí o Tulcis, y tras la oficialización del Cristianismo por Teodosio esa zona se convierte en un espacio de culto martirial donde se construye una basílica, un baptisterio y un hospital de peregrinos, quizá un episcopio, la primera sede episcopal de Tarraco. Muy cerca también se construyó una segunda iglesia que según una inscripción localizada pudo estar dedicada a la beata Thecla con una nueva necrópolis.

Pero con las invasiones bárbaras la ciudad pasó por una época de semiabandono, con una nueva bipolarización en zona portuaria, fuera de las murallas, y un núcleo intramuros en la parte alta separados por una zona central semirrústica de muy escasa ocupación.

Con el fin del Imperio de Occidente en el año 476 Tarraco pasó a formar parte del reino visigodo de Tolosa, gobernada por un dux visigodo y el obispo metropolitano. Se cree que en el siglo VI el antiguo espacio de culto imperial en la zona alta de la ciudad se cristianizaría para acoger la sede episcopal y la Iglesia metropolitana de Tarragona, hasta ese momento en otro lugar aún no localizado. Esa catedral visigótica podría haberse ubicado en el espacio de una gran sala axial romana en el extremo nororiental de la gran plaza o aprovechando alguna de las exedras nororientales del pórtico. A su alrededor se construirían otras dependencias asociadas, como el episcopio, el baptisterio y otros edificios religiosos y civiles.

Tras la invasión musulmana a comienzos del siglo VIII, cuando el obispo tarraconense Próspero y sus diáconos Procopio y Pantaleón abandonaron la sede y huyeron a Verona, en Italia, llevándose las reliquias y libros litúrgicos, se inicia un nuevo periodo de semiabandono de Tarragona que se vio acentuado porque la zona se convirtió en tierra fronteriza entre los reinos cristianos y musulmanes.

A fines del siglo XI el papa Urbano II, a instancias del conde Berenguer Ramón II de Barcelona, y dentro del proceso de expansión feudal de los condados catalanes, creó una orden de caballeros bajo la regla agustiniana para incorporar Tarragona a la Iglesia Católica y nombró también arzobispo de Tarragona al obispo de Vic Berenguer Sunifred de Lluçà, restableciendo la sede episcopal metropolitana, que durante cuatrocientos años había estado transferida al arzobispado de Narbona.
Pero los cruzados no consiguieron vencer la resistencia musulmana y la ciudad siguió bajo su dominio, teniendo que esperar a 1118 para que las tropas del conde Ramón Berenguer III tomaran la ciudad y la comarca, a falta de mínimos reductos de resistencia refugiados en poblaciones serranas con castillos como Prades o Siurana, y promoviera que el papa Gerasio II nombrara al obispo de Barcelona Oleguer Bonestruga, después san Olegario, como obispo también de la sede tarraconense, donándole la ciudad y su territorio para que procediera a su restauración y repoblamiento. Pero el nuevo obispo, consciente de su debilidad en caso de ataque de los almorávides de Tortosa, entregó la posesión al caballero normando Robert Bordet, después conocido como Robert d’Aguiló, al que nombró Princeps Tarraconae, estableciendo un principado militar, y dada la inestabilidad de la zona, san Olegario obtuvo el permiso papal para no residir en Tarragona, quedándose a vivir en Barcelona, donde murió y fue enterrado.

Se cita el año 1154, tras la conquista de Lleida, Tortosa y Siurana, el último reducto islámico en Cataluña, una vez devueltos al condado de Barcelona sus derechos sobre la región a pesar de la resistencia del heredero de Robert d’Aguiló, y gracias a una bula firmada por el papa Anastasio IV, como la fecha en la que en la ciudad se instaló por primera vez un arzobispo con residencia permanente, Bernat Tort, llegado de la Abadía de Saint Ruf de Avignon, en Francia, territorio que en esa época tenía vínculos importantes con los condes de Barcelona.

Principales construcciones cristianas tras la recuperación de la diócesis (2)

El arzobispo Tort estableció la canóniga catedralicia con monjes venidos de su monasterio, canónigos regulares de la Orden de san Agustín, distinguiéndose entre ellos el pavorde, administrador general del capítulo, el arcediano, que ayudaba en la celebración de los oficios, el tesorero, que se ocupaba de los gastos del culto, el sacristán mayor, que tenía a su cargo el servicio del culto, el camarero, encargado del vestuario, el capiscol o chantre, director del coro, el sub-capiscol, que enseñaba los cantos, el hospitalario, encargado del hospital catedralicio, o el enfermero, que cuidaba la enfermería.

Se instalaron en la parte más alta, dominando la ciudad y el mar, y en sus ordenaciones se menciona una fortaleza en la que los canónigos debían distribuir el refectorio, la sala capitular, el granero y la bodega, una capilla para uso diario y la iglesia de santa Tecla, muy probablemente el antiguo edificio romano utilizado por los primeros cristianos de la ciudad cuando se dio la libertad de culto y después por los visigodos, donde tenían que celebrarse la misa de los domingos, las fiestas de precepto, los concilios y las consagraciones episcopales, funcionando como iglesia catedralicia, y que estaría cerca del ábside de la actual, en el entorno del Patio del Naranjo.

“Y doy a los canónigos esta fortaleza o equipamiento que aquí estoy edificando para que permanezcan y vivan a perpetuidad, de manera que aquí tengan todo lo necesario frente a los ejércitos navales/grupos de los sarracenos, y que aquí tengan sus oficinas, arriba y abajo. Abajo, la bodega y granero, y encima del refectorio, el dormitorio, la cocina y el capítulo, tal como ha sido extendido/replanteado. Doy eso a los mencionados canónigos, y esta capilla inferior que está contigua a esta fortaleza” (11)

La hagiografía de santa Tecla comienza en el año 48 en la ciudad de Iconio, en Anatolia, y cuenta que cuando san Pablo estaba predicando en casa de un amigo la joven Tecla, perteneciente a una rica familia de la ciudad y prometida a Tamiris, quedó tan extasiada por las palabras del apóstol que decidió seguirle. Cuando el despechado prometido denunció a san Pablo por hechicero y éste fue encarcelado, la joven utilizó sus joyas para sobornar a los carceleros y liberarlo y a partir de ese momento ambos viajaron juntos cristianizando el mundo y cuando llegaron a Tarragona consiguieron muchas conversiones. A continuación Tecla prosiguió su misión evangelizadora en Seleucia, donde fue perseguida, encarcelada y sometida a tormentos de los que salió indemne, por lo que sus captores, derrotados, la terminaron dejando en libertad viviendo como anacoreta dedicada a la oración hasta la vejez. Murió cuando enviaron unos soldados para que la ultrajaran, rezó para librarse del nuevo tormento y conservar su castidad y la cueva en la que vivía se derrumbó dejando solamente uno de sus brazos al descubierto. Sus seguidores lo recogieron y lo llevaron a Armenia para rendirle culto.

Escenas de la Vida de santa Tecla en el retablo mayor de la catedral de Tarragona

Escenas de la Vida de santa Tecla en el retablo mayor de la catedral de Tarragona

La primera referencia a santa Tecla en las comunidades cristianas del Camp de Tarragona es un documento anónimo del siglo III que dice que los tarraconenses tenían gran devoción a una “beata Thecla virgine” egipciaca (que significa que era de piel oscura) que fundó un convento femenino junto a Tarraco. Se la nombra patrona de la ciudad tras la conquista a los musulmanes del conde Ramón Berenguer III en 1117, pero como en el santoral eclesiástico aparecen diversas Teclas y no se sabe con certeza a cuál de ellas rinden culto los tarraconenses desde antiguo, se establece que sea santa Tecla de Iconio porque como discípula de san Pablo visitaría Tarragona con él.

En 1319 Jaime II envió embajadores para negociar con el rey Onsino de Armenia la entrega de las reliquias de la santa y consiguen los dos brazos y algunos huesos más, pues aunque la leyenda dice que sólo enterraron el brazo, el cadáver estaba completo. A cambio entregaron cuarenta caballos, un trono de oro, dos mil quesos mallorquines y otros bienes. De vuelta a Barcelona a fines de 1320, un brazo y el resto de los huesos fueron depositados en el monasterio de Sant Cugat del Vallés y en 1321 el otro brazo fue trasladado en solemne procesión a Tarragona. Estuvo custodiado en la catedral hasta la Guerra de la Independencia, cuando la reliquia desapareció, por lo que en 1814 el monasterio donó a Tarragona el otro brazo para que la ciudad pudiera seguir honrando a su patrona.

Armario relicario empotrado en el muro de la Epístola del presbiterio a manera de ventana bífora sobre el sepulcro de Joan d'Aragó en el que estuvo el brazo de santa Tecla

A fines del siglo XX durante la rehabilitación de una casa antigua en la parte alta de la ciudad apareció una arqueta tras una pared con los huesos de un brazo humano y tras investigaciones se certificó que era la perdida reliquia de la santa durante la invasión francesa, por lo que en la actualidad la catedral custodia los dos brazos de la santa.

Por otro lado, en 1995 durante la construcción de un centro comercial junto al río Francolí, al lado de la necrópolis paleo-cristiana de la fábrica de tabacos, se hallaron los restos de una basílica del siglo III dC. y el cementerio de la comunidad religiosa en la que todas las tumbas eran anónimas menos una central identificada con la inscripción “BEATA THECLA VIRGO”, de ahí que haya autores que defiendan que ésta sería la verdadera patrona de la ciudad y no la armenia.

HAEC HIC BEATA THECLA / VIRGO X PIEI PATRIA AEGYP / VIXIT ANN LXXVII VT MERV / IT IN PACEM QVI EVITDNI ♥

Volviendo a la historia de la catedral, las dimensiones y el estado del viejo templo visigodo no tendrían las condiciones necesarias y en 1167 ya se conoce una donación en el testamento de Pere de Queralt “ad ecclesiam Sancte Tecle faciendam”.

La elección de las construcciones romanas preexistentes y de un extenso recinto rectangular para el claustro, delimitado por parte del temenos flavio, condicionaron desde el principio la evolución de las obras de la nueva catedral, que se iniciarían después de 1171 según el testamento del arzobispo Hug de Cervelló (asesinado ese año por Guillem d’Aguiló, hijo de Robert, en su lucha por recuperar el principado), que legó una importante suma de dinero para empezar su construcción

“ad opus ecllesiae incipiendum et ad officinas canonicae faciendas, in eodem opere, sicuti tunc ordinaverat expenderetur: D videlicet in opere ecclesia, et D in oficinis canonicae”,

lo que indica que todavía no estaban empezadas las obras pero su inicio sería inmediato, de ahí que se dijera “incipiendum”, y también se iban a construir diversas dependencias en la canónica, teniéndose que repartir la cantidad a medias.

El arzobispo Berenguer de Vilademuls también fue decisivo para la construcción de la nueva Seo porque destinó varias rentas arzobispales y el importe de las vacantes de algunas canonjías que fueron suprimidas aposta durante doce años. También redujo varias de las prebendas canonicales para implicar al capítulo en la obra y a su muerte, asesinado por su sobrino Guillem de Montcada en 1194, legó todos sus bienes para la financiación de la catedral.

No se conoce el maestro ni cómo sería este proyecto inicial, que estaría todavía vinculado al románico. Parece difícil que fuera un edificio de las dimensiones del actual. Sería un templo de una sola nave amplia y lujosa, tal y como parece indicar el desarrollo del ábside central conservado, que también nos informa, con su forma semicircular, sus robustos muros provistos de matacanes, merlones y almenas y camino de ronda, que fue concebido como una poderosa torre de defensa, pues los documentos de la época hablan de ataques de piratas y sarracenos que llegaban por mar. Además, las ventanas se construyeron elevadas para dificultar el acceso del enemigo en un posible ataque, rasgadas en la bóveda en vez de en el muro, aunque años después, cuando ya no había peligro, se abrieron nuevas ventanas más grandes situadas más cerca del suelo. El arco de triunfo apuntado que abre a este ábside también indica que la intención sería cubrir la nave con bóveda de cañón apuntado.

Detalle del ábside central (6)

Ábside central abierto al cuerpo de la iglesia mediante un arco de triunfo apuntado

En 1184 ya habrían estado terminadas las obras del ábside, pues ya acogió enterramientos y sus paredes se gravaban con inscripciones funerarias. Adosada al lado del Evangelio del ábside se levantó la sacristía, con cuatro ventanas superiores que con la construcción de la crucería claustral en ese lado quedaron ciegas.

Pero a fines del siglo XII, siendo arzobispo Ramon de Rocabertí, hubo un cambio sustancial en el planteamiento de las obras para agrandar la catedral y convertirla en un edificio de tres naves, crucero, ábsides laterales, y cubiertas de bóvedas de crucería, combinando soluciones románicas con elementos ya góticos, igual que en la Seu Vella de Lleida, obra contemporánea. Para lograr mayor altura en la cabecera para el arranque de las nuevas bóvedas y adaptar las columnas románicas para poder recibir los nervios de la crucería y abrir rosetones góticos en los testeros del transepto, se decidió levantar sobre lo ya construido un nuevo piso de nuevas columnas y pilastras planas, una solución muy estética que quizá imitara a la superposición de órdenes habitual en la arquitectura romana, de la que tantos ejemplos debían quedar en las ruinas de la antigua Tarraco.

Para la construcción del ábside de la Epístola no hubo problema porque había espacio, pero el ábside del Evangelio tuvo que adaptarse tomando parte de la sacristía. En cuanto a las naves, los arranques de los pilares románicos de forma cruciforme estaban proyectados para soportar arcos torales de una bóveda de cañón, por lo que para poder recoger los nervios de las nuevas bóvedas de crucería se optó por adosar dobles columnas en cada extremo de los brazos de la cruz y una columna más, igual que en Poblet y Santes Creus, en cada ángulo, logrando que el peso de las ojivas diagonales llegase hasta el suelo.

Soportes entre las naves

También corresponde al arzobispado de Rocabertí la terminación del claustro y la transformación de las dependencias canonicales que lo rodeaban.

Vista aérea del claustro (6)

En tiempos del obispo Aspàreg de la Barca, en el primer tercio del siglo XIII, quedaría terminada la cabecera, que fue abierta al culto. La vieja iglesia visigótica, cuando el culto pasó a la nueva catedral, empezaría a denominarse Santa Tecla la Vieja para distinguirlas, ambas bajo la misma advocación. Muy cerca, en lo que fue el cementerio de la Seo, también se construyó una capilla funeraria, el monumento medieval de este tipo más antiguo conservado en Tarragona, y cuando la vieja basílica fue finalmente derruida porque la catedral nueva ya estaba lista, esa capilla funeraria tomó el nombre de la basílica, siendo lo que hoy conocemos como Santa Tecla la Vieja.

A mediados del mismo siglo XIII, en tiempos del arzobispo Pere d’Albalat, se terminó el crucero, se construyó el cimborrio y el primer tramo de la nave central. En tiempos del arzobispo Bernat d’Olivella, en las décadas de 1270 y 1280, se construyeron los dos últimos tramos de las naves laterales hasta la fachada y sus correspondientes puertas, que aún presentan características románicas.

El cimborrio desde el presbiterio

Exterior del cimborrio (6)

Portada de la Epístola (1)

Portada del Evangelio (1)

Entre fines del siglo XIII y comienzos del XIV, en tiempos del arzobispo Rodrigo Tello, se cubrió completamente la iglesia.

Cubiertas de crucería de la nave central

La consagración del templo no tuvo lugar hasta junio de 1331 de la mano del patriarca de Alejandría y administrador del arzobispado de Tarragona el infante Joan d’Aragó y Anjou, hijo de Jaume II, rey de Aragón, Valencia y Sicilia y conde de Barcelona, enterrado en un arcosolio en el presbiterio, aunque la portada principal en la fachada occidental, abierta a la ciudad, no estaría terminada en esa fecha.

Fachada occidental, con la portada central gótica y las laterales todavía románicas

En el siglo XIV se incorporaron las capillas laterales y en el XVIII hubo importantes transformaciones, de ahí que tanto en el templo como en el claustro se conserven ámbitos góticos, renacentistas y barrocos.

Plano de J. Figuerola y J. C. Gavaldà. Las indicaciones son mías

En cuanto a la ciudad medieval, el viejo circo, que quedó fuera de ella, poco a poco se fue transformando en un arrabal, conocido como el Corral, en el que se desarrollaban actividades comerciales e industriales. Y también se recuperó el puerto, desde el que se comerciaba con el Mediterráneo Occidental.

En el siglo XIV, complicado para Europa y para la Corona de Aragón, inmersa en la llamada Guerra de los Pedros, que enfrentó a Pedro IV de Aragón con Pedro I de Trastámara, la vieja muralla romana fue reparada y reforzada con un nuevo lienzo justo delante del antiguo circo, la Muralleta o Mur Nou, y la guerra civil catalana, que enfrentó a Juan II y a la Generalitat, la ciudad fue sitiada, provocando la disminución de su población y problemas económicos graves que perduraron hasta la Edad Moderna. 

En 1530 se produjo la secularización de los canónigos y el fin de su vida en comunidad, de ahí la transformación de las antiguas estancias que ocupaban en el claustro, que se aprovecharon para nuevas funciones, como la construcción de viviendas para las dignidades catedralicias, o se abandonaron.

Durante la Guerra dels Segadors a mediados del siglo XVII Tarragona fue plaza fuerte y sus murallas fueron otra vez reforzadas y durante la Guerra de Sucesión la ciudad se plagó de baluartes, fortines y otros sistemas defensivos que condicionaron su posterior expansión urbanística.

Durante la Guerra de Independencia los franceses ocuparon la plaza y la catedral se utilizó como torre de vigilancia, hospital de sangre y refugio contra los bombardeos. Aunque la colección de tapices y gran parte del tesoro de la catedral pudieron ponerse a salvo en Mallorca, donde también se refugió el obispo, Romualdo Mon y Velarde, el resto de la plata litúrgica tuvo que ser entregada para contribuir a los gastos de la guerra y en junio de 1811 se sufrió el ataque de las fuerzas francesas, que expoliaron el templo, perdiéndose la poca plata que todavía quedaba, entre la que se encontraba el relicario con el brazo de santa Tecla, y gran parte de la indumentaria litúrgica. Terminada la guerra el obispo volvió y trajo consigo las pertenencias de la catedral.

Plano de Tarragona en 1811 (7)

Durante el Trienio Liberal entre 1820 y 1823 se hizo otro traslado cautelar de la colección de tapices y del tesoro a Mallorca, devuelto más tarde.

Foto antigua con la colección de tapices decorando el templo (8)

En 1864 el arquitecto Amadeo Rodríguez planteó un proyecto para la finalización del remate de la fachada occidental del templo que finalmente no se materializó. En 1884 los arquitectos Elies Rogent y August Font redactaron un proyecto de restauración y ordenación urbana del entorno de la catedral que fue el primer levantamiento de un plano del conjunto catedralicio realizado con un criterio global y exhaustivo de las distintas partes, explicando detalladamente su estado en ese momento, aunque no llegó a materializarse más que muy parcialmente. En 1908 el arquitecto Lluís Domènech i Montaner planteó la construcción de un mausoleo para los reyes de Aragón en el centro de la nave mayor que tampoco se realizó.

El fin de Tarragona como plaza fuerte en 1868 había posibilitado su crecimiento urbano y económico, pues las murallas fueron parcialmente derribadas, se construyó un nuevo puerto que aceleró el crecimiento de la ciudad y el ensanche fue uniendo esta zona con la parte alta, la vieja ciudad medieval.
Plano de Tarragona en 1900 (7)

El desarrollo de una tímida industria a comienzos del siglo XX se vio truncado con la Guerra Civil y no fue hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando se empezó a configurar la Tarragona actual, con especial influencia de la industria petroquímica, el desarrollo del puerto y, en menor medida, el turismo estacional.

En cuanto a la catedral, en la década de 1930 el reverendo Joan Serra Vilaró realizó trabajos arqueológicos en la zona de la Capilla de santa Tecla la Vieja y a lo largo de todo el siglo pasado ha sido objeto de varios trabajos arqueológicos. Así, tras la Guerra Civil el arquitecto Alejando Ferrant protagonizó algunas obras de restauración, como el reintegro de los calados de los óculos del claustro, el desmontaje de las rejas del presbiterio, la reparación de cubiertas…

Claustro

Detalle de dos calados en los óculos del claustro

En 1955 el profesor Sánchez Real dirigió una campaña arqueológica en el patio del claustro.
Entre 1960 y 1990 el profesor Theodor Hauschild, del Instituto Arqueológico Alemán, dirigió campañas de estudio arquitectónico y excavaciones para profundizar en el conocimiento de un recinto sagrado imperial y una estructuración de la parte alta de la ciudad en tres grandes terrazas, iniciando el descubrimiento de los restos de antiguas estructuras.

En esta segunda mitad de siglo XX los arquitectos Josep M. Monravà, Manel Lamich y Ramon Aloguín dirigieron la reparación de las cubiertas del claustro y de la Capilla de la Inmaculada y las obras de reordenación del presbiterio para adecuarse a las normas litúrgicas del Concilio Vaticano II, suprimiéndose el muro del trascoro y la reja delantera del mismo, ampliándose el presbiterio mediante el cerramiento lateral de su primer tramo, trasladándose allí parte de la sillería del coro y colocándose un nuevo altar más próximo a los fieles justo debajo del cimborrio, aunque el románico se conservó en su lugar de origen, ante el retablo mayor.

El presbiterio todavía con la reja (8)

El presbiterio en la actualidad, con parte de la sillería del coro, un altar contemporáneo en el crucero y el primitivo románico conservado ante el retablo mayor

El muro del trascoro constaba de dos lienzos de piedra, que fueron trasladados al presbiterio, y una puerta central apuntada. En el lado del Evangelio estaba el mausoleo construido con piezas escultóricas de las tumbas de los Segorbe y Cardona procedentes del Monasterio de santa María de Poblet para guardar los restos de Jaime I el Conquistador, recogidos tras el expolio y el abandono del cenobio y que fueron devueltos al mismo en 1952.

Nave central con el muro del trascoro (8)

Mausoleo de Jaime I antes de desmontarlo (8)

Todas estas actuaciones no hicieron más que solucionar problemas puntuales al tiempo que dejaron constancia de la necesidad de un estudio global y multidisciplinar de la catedral que a fines del siglo XX fructificó en un Plan Director que incluía el estudio histórico y arqueológico del conjunto y las obras necesarias de restauración y conservación bajo la coordinación de los arquitectos Joan Figuerola y Joan Gavaldà, habiéndose identificado varios restos de edificios romanos incorporados al conjunto entre los que destacan los del templo romano dedicado a Augusto bajo la nave central del templo en 2007. En años posteriores se ha procedido a la restauración de los paramentos de la bóveda y los muros y a su limpieza y consolidación, a la recuperación y consolidación de las pinturas murales, a la restauración de la sillería del coro y las puertas del órgano, a la restauración de varias capillas, a resolver problemas de las instalaciones eléctricas y a la sustitución de gran parte del pavimento.

Foto cenital con la excavación en la nave central (9)

En 1905 la catedral fue declarada Monumento Histórico Artístico, la ciudad es Conjunto Histórico Artístico desde 1966 y el conjunto arqueológico de Tarraco quedó incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 2000.


Imágenes y referencias ajenas:

(4) MACIAS, J. Mª, MENCHON, J., MUÑOZ, A. y TEIXELL, I., “La construcción del recinto imperial de Tarraco (provincia Hispania Citerior)”, Butlletí Arqueològic, tomo V, nº 32, 2009, p. 423-479.
(8) FIGUEROLA MESTRE, J. y GAVALDÀ BORDES, J., Proyecto de restauración del interior de las naves. Catedral de Tarragona. 4ª etapa del Plan Director, 2007.
(9) MACIAS, J. Mª, MUÑOZ, A. y TEIXELL, I., “Simultanejant l’excavació i la difusió: l’experiència de la catedral de Tarragona”, Auriga, nº 60, 2010, pp. 25-27.
(10) VV.AA., Praesidivm, templvm et ecclesia. Les intervencions aruqueológiques a la catedral de Tarragona 2010-2011, Tarragona, 2012.
(11) VV.AA., La Catedral de Tarragona. In sede, 10 anys del Pla Director de Restauració, Tarragona, Arquebisbat de Tarragona, 2007.

Fuentes:

FIGUEROLA MESTRE, J. y GAVALDÀ BORDES, J., Proyecto de restauración del interior de las naves. Catedral de Tarragona. 4ª etapa del Plan Director, 2007.
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MACIAS, J. Mª, MENCHON, J., MUÑOZ, A. y TEIXELL, I., “Intervencions arqueològiques a la Catedral de Tarragona: treballs del Pla Director (2000-2003)”, Tribuna d'Arqueologia, 2003-2004, p. 221-246.
MACIAS, J. Mª, MENCHON, J., MUÑOZ, A. y TEIXELL, I., “Excavaciones en la catedral de Tarragona y su entorno: avances y retrocesos en la investigación sobre el Culto Imperial”. En NOGALES, T. y GONZÁLEZ, J. (Eds.), Culto Imperial: política y poder, 2006.
MACIAS, J. Mª, MENCHON, J., MUÑOZ, A. y TEIXELL, I., Praesidivm, templvm et ecclesia. Les intervencions aruqueológiques a la catedral de Tarragona 2010-2011, Tarragona, 2012.
MATA DE LA CRUZ, S., “Los avatares de la catedral de Tarragona entre 1808 y 1813”, Locus Amoenus, nº 11, 2011-2012, pp. 193-213.
MATA DE LA CRUZ, S., “Actuaciones del cabildo de la catedral de Tarragona en el trienio liberal (1820-1823). Pérdida, salvaguarda y recuperación del patrimonio artístico de la catedral y los monasterios de Scala Dei y Poblet”. En SOCIAS BATET, I. y GKOZGKOU, D. (Coords.), Nuevas contribuciones en torno al mundo del coleccionismo de arte hispánico en los siglos XIX y XX, 2013, pp. 249-268.
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PLADEVALL i FONT, A., “Berenguer Sunifred, arquebisbe de Tarragona. La restauració de la província eclesiàstica”. En MACIAS i SOLÉ, J. Mª y MUÑOZ MELGAR, A. (coords.), Tarraco christiana civitas, 2013, pp. 225-240.
VV.AA., La Catedral de Tarragona. In sede, 10 anys del Pla Director de Restauració, Tarragona, Arquebisbat de Tarragona, 2007.

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