La fachada occidental de la catedral de Tarragona
Después de habernos detenido en la Historia de la catedral de Tarragona y paseado por el interior de su templo, hoy quiero proponeros
recrearnos en la fachada occidental, a los pies del templo, la principal,
abierta a la calle mayor, que sube venciendo el desnivel desde la parte baja de
la ciudad.
Fachada occidental de la catedral de Tarragona |
Presenta tres puertas, dos laterales y una central mucho más
desarrollada. Las laterales tienen aspecto románico, con arquivoltas de medio
punto. La del Evangelio tiene un tímpano con una Epifanía, una Anunciación a
María y el Anuncio a los pastores
del nacimiento del Mesías, con las figuras enmarcadas por arcos trilobulados en
un marco simbólico de una ciudad celestial.
Portada de la nave del Evangelio (1) |
Tímpano de la portada del Evangelio (2) |
La de la Epístola tiene un tímpano sin decoración pero los
capiteles presentan escenas bíblicas. Sobre ambas se ubican sendos rosetones
muy abocinados.
Portada de la nave de la Epístola (1) |
Sobre la puerta de la
Epístola está, empotrado en el muro, el Sarcófago de Bethesda, pieza paleocristiana fechada en torno
al 400 realizada en Roma en mármol de Carrara, en época teodosiana, y en la que
se representan milagros de Cristo, con la Curación
del ciego, la Curación de la
hemorroísa, el Milagro de Bethesda,
que da nombre a la pieza, cuando Cristo cura a un paralítico, la Conversión de Zaqueo y la Entrada de Cristo en Jerusalén el
Domingo de Ramos, una auténtica commendatio animae por la salvación
del difunto. Su ubicación demuestra que en época de la construcción de la
catedral se valoraba como obra de gran importancia.
Sarcófago de Bethesda |
La portada central
tiene mucho mayor desarrollo y ya es gótica. Está flanqueada por dos grandes
contrafuertes que sostienen las cargas de la nave central, presenta un gran
arco apuntado arquivoltado sin decoración escultórica, formado por haces
sucesivos de finas molduras, y muy abocinado, cubierto de un tejaroz a dos
aguas que conforma un atrio, y el tímpano, el parteluz y las jambas son los que
soportan la decoración escultórica, que representa un Juicio Final.
Jambas del lado del Evangelio |
Jambas del lado de la Epístola |
Por encima del tejaroz se ubica un gran rosetón ligeramente
descentrado de once metros de diámetro conformado mediante un núcleo central de
seis lóbulos del que parten doce radios que antes de llegar al círculo exterior
se multiplican en veinticuatro espacios contrapuestos, dos números de especial
importancia, pues doce son los pilares simbólicos de la iglesia, los apóstoles
que difundieron la palabra de Cristo y los hijos de Jacob, de los que nacieron
todas las tribus de la tierra, y veinticuatro son los ancianos de los que habla
el Apocalipsis.
La interpretación medieval del Juicio
Final se divide en cinco actos. El primero tiene en cuenta los signos
anunciadores del fin de los tiempos. Jacobo de la Voragine cita tres tipos: los
signos, la venida del Anticristo y la vehemencia del fuego. San Jerónimo, sin
embargo, cita quince fundamentándose en las Sagradas Escrituras. Vorágine los
cita pero sólo uno se muestra en la iconografía, el undécimo, que se refiere a
la resurrección de los muertos, repetida sistemáticamente en todas las
representaciones de este asunto.
El segundo acto es la llegada del Juez sobre las nubes del
cielo coincidiendo con la hora de la resurrección de Cristo. San Mateo dice en
este sentido:
“Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del Hombre en el
cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del
Hombre venir sobre nubes del cielo con poder y majestad grande”. Mateo 24, 30.
En el románico e inicios del gótico Cristo aparece coronado
rey como Cristo Juez, siguiendo al Apocalipsis. Sin embargo, en la escultura
gótica Cristo aparece sentado con manto que deja al descubierto su pecho y con los
brazos en alto, mostrando las llagas de la Pasión como testimonio de su muerte
y resurrección, lo que se conoce iconográficamente como Varón de Dolores.
El tercer acto comienza con la llamada de los ángeles,
ordenada por el Salvador, a los muertos para que salgan de sus tumbas y ser
juzgados. Normalmente este tema va adquiriendo protagonismo y en el gótico
termina ocupando un registro completo.
El cuarto acto es el momento del juicio, al que asiste el
colegio apostólico con potestad de juzgar. El apostolado, junto a los profetas,
suelen ocupar las jambas.
“En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido,
en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente sobre el trono de su
gloria, os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel”. Mateo 18, 28.
El quinto y último acto es el del cumplimiento de las
sentencias, un pasaje que se repite tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. Mateo habla de fuego eterno y en la Edad Media se insiste en los
pecados de la lujuria y la avaricia. La separación entre bienaventurados y
condenados, a la derecha e izquierda de Cristo respectivamente, ocupan el
registro inferior.
El modelo general representado durante el medievo es éste
con pocas variantes. En el gótico se introducen elementos humanitarios. Cristo
puede aparecer sonriente, ofreciendo el perdón frente a la visión aterradora
del juez románico, y María y san Juan interceden ante el Creador en favor de
los hombres.
El tímpano de la
portada central de Tarragona es una tracería gótica con vidriera con un diseño
significativo, compuesto por un círculo
central de seis lóbulos del que parten cinco radios que dibujan un pentágono regular y sobre los
inferiores se prolongan otros dos radios para formar con el superior un triángulo, los polígonos sagrados por
excelencia para el hombre medieval.
Tímpano |
En la parte baja aparece Cristo Varón de Dolores, sentado en un banco con el torso y los
pies desnudos y las manos levantadas mostrando las llagas de la Pasión. No
porta corona ni va nimbado y completa el símbolo de la Trinidad que ya se
anuncia en el triángulo equilátero que forma la vidriera del tímpano.
Cristo Varón de Dolores |
“Pues así como el
Padre tiene la vida en sí mismo, así dio también al Hijo tener vida en sí
mismo, y le dio poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre. No os
maravilléis de esto, porque llega la hora en que cuantos están en los sepulcros
oirán su voz y saldrán: los que han obrado bien, para la resurrección de la
vida, y los que han obrado mal para la resurrección del juicio”. Juan 5, 26-29.
Está flanqueado por el sol y la luna, que aluden a textos
como las predicciones de Zacarías cuando dice:
“Será único ese día, conocido de Yavé. No habrá día y noche.
De tarde, habrá luz”. Zacarías, 14, 7.
A continuación aparecen dos ángeles portando los Arma Christi, los instrumentos de la
Pasión, uno con la lanza y la corona, que no parece la de espinas sino una de
gloria, tal y como puede verse en algunos sarcófagos paleocristianos dedicados
a la Pasión, y otro con la cruz y con tres clavos, los propios de una
Crucifixión gótica pues en la románica son cuatro porque los pies van
separados.
No aparece el Tetramorfos
rodeando a Cristo, que es también más propio del románico, pues en el gótico
los evangelistas pueden representarse simbólicamente a través de los mismos
instrumentos de la Pasión.
"Primeramente el águila sostiene a San Juan los tres clavos,
que significan la divinidad, ya sea por número de las tres personas, ya sea
porque, puesto que la divinidad que es caridad atrae y une los corazones, así
los clavos están hechos para juntar y mantenerlos juntos; y de la divinidad
habla especialmente San Juan. Después un hombre sostiene a San Mateo la cruz que significa
la humanidad de Jesucristo, que fue hombre en forma de cruz; y de la humanidad
de Jesucristo habla especialmente San Mateo. A continuación, el león sostiene a San Marcos la corona que significa
la resurrección; porque la resurrección es pasar de la vida a la muerte y de la
muerte a la vida; y de la resurrección habla especialmente San Marcos. Después, el buey sostiene a San Lucas la lanza que significa
tormento y pasión; y de la pasión habla especialmente San Lucas". Breviario
de Belleville de Jean Pucelle (ha. 1343).
"(…) enviará sus ángeles con poderosa trompeta y
reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, desde un extremo del cielo hasta
el otro". Mateo 24, 31.
Debajo de Cristo Juez se ubica un friso dividido en dos
registros. En el superior aparecen siete ángeles tocando la trompeta anunciando
el Juicio, dos de pie y dos volando en cada extremo, haciendo sonar sus tubas
en las direcciones de los cuatro vientos, y tres más en el centro. Aquí se
sigue la visión apocalíptica de san Juan en cuanto al número de ángeles pero
mezclada con la descripción minuciosa de san Mateo en cuanto a que reunirán a
los elegidos de los cuatro vientos desde un extremo a otro del cielo, unas
palabras semejantes a las de Ezequiel cuando menciona los cuatro puntos
cardinales.
“Vi siete ángeles que
estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas”.
Apocalipsis, 8, 2.
“Así habla el Señor, Yavé: Ven, ¡oh espíritu! ven de los
cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos y vivirán”. Ezequiel, 37, 9.
Friso en el lado del Evangelio |
Friso en el lado de la Epístola |
Los ángeles con las trompetas están enmarcando doce
sepulcros de los que salen los elegidos vestidos, estando representados todos
los personajes de la época por orden de importancia divididos en civiles y
eclesiásticos, de ahí que puedan distinguirse un emperador, un rey, un
caballero, un ermitaño, un ciudadano y una dama en el lado del Evangelio, y un
papa, un cardenal, un arzobispo, un abad mitrado, un clérigo y un monje en el
de la Epístola, todos orantes, con las manos juntas, y mirando a Cristo.
También pueden identificarse con los elegidos según el Evangelio de Mateo, los
representantes de todas las gentes, descendientes de las doce tribus de Israel,
origen de todas las naciones de la tierra.
“Entonces el signo del Hijo del Hombre aparecerá en el
cielo, todas las tribus de la tierra se lamentarán y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo con poder y una gran gloria”. Mateo, 24.30.
Todas estas figuras van acompañadas de inscripciones, cantos
de alabanza que se inician en el escabel donde reposan los pies de Cristo,
sobre los tres ángeles centrales, donde se lee:
“:BEATI : MORTUI : QUI: IN : (DO)MINO: M(ORIUNTUR)”.
Es una frase extraída del Apocalipsis con un fuerte
significado relacionado con la esperanza:
“Et audivi vocem de caelo dicientum mihi: Scribe: Beati
mortui qui in Domino moriuntur. Amodo iam dicit Spiritus, ut requiescant a
laboris suis: opera enim illorum sequntur illos”. Apocalipsis, 14, 13.
(Y oí una voz en el cielo que me decía: Escribe:
Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansen
de sus trabajos, pues sus obras les siguen)
En cuanto a las palabras que acompañan a los resucitados,
hacen referencia a diferentes textos religiosos que jugaban un papel de
especial contenido litúrgico en el siglo XIV. Así, la mujer entona palabras del
Miserere, un canto especialmente
reservado para la Semana Santa:
“MISERERE : MEI : DEUS”
Son palabras de los Salmos:
“Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam; Et
secundum multidudinem miserationem tuarum, dele iniquitatem mean”
(Apiádate de mí, Señor, según tu gran misericordia; y
líbrame de mi iniquidad según tu gran compasión)
Cinco
de las figuras eclesiásticas entonan pasajes del Te Deum, un canto de acción de gracias utilizado en muchas
festividades, como la víspera de Navidad, justo antes de celebrar la Misa del
Gallo, o el Domingo de Pascua, tras alguna de las representaciones propias de
las celebraciones religiosas en la Edad Media, siendo una de las más populares
el drama litúrgico conocido como Visitatio Sepulchri u Officium Sepulchri,
en el que se recordaba la visita de las Santas Mujeres al sepulcro vacío cuando
Cristo ya había resucitado.
Se
mezclan himnos, profecías, cantos de alabanza y promesas de redención, muy
apropiados para unos personajes que están simbolizando al grupo de elegidos
entre todo el género humano.
Se
tiene constancia de que este drama litúrgico, en el que tres clérigos
desempeñaban los papeles de las Marías y cantaban los versos, se representaba
en la catedral desde antiguo, en un programa que incluía una procesión, la
representación en sí y una misa matinal.
En el registro inferior aparecen los condenados desnudos, que
no parecen estar en el infierno sino en su antesala, dirigiéndose en comitivas
convergentes arrastrados, en el interior de grandes calderas, subidos a un
carro o atados con una soga, por los demonios, que adoptan la forma de seres
grotescos, monstruos con cuerpos de escamas o con el aspecto de algún animal
con un significado específico, hacia el centro, donde se encuentran las fauces
del Leviatán.
Se distinguen por sexo, edad o atributos de su condición
social, observándose un clérigo tonsurado como representante de toda la
jerarquía eclesiástica y un rey con corona para representar a la sociedad
secular colocados en posición especular. En cuanto a los pecados, sólo son
identificables los dos más tenidos en cuenta en las representaciones del Juicio
Final: la lujuria en el extremo
izquierdo, una mujer arrastrándose casi engullida por una serpiente y un hombre
de edad semiagachado con las manos atadas conducido por un ser con cabeza de
cerdo; y la avaricia en el extremo
derecho, un hombre maniatado conducido por un diablo que le ha arrebatado la
bolsa.
Esta forma de representar a los elegidos y a los condenados
en dos registros superpuestos es excepcional, pues lo canónico es que estén
separados a la derecha y a la izquierda de Cristo respectivamente.
Por el interior, en la contrafachada, en el tímpano está
representada la Virgen entre los santos Pablo y Tecla y dos ángeles ceroferarios.
La Virgen entre los santos Pablo y Tecla en el interior del tímpano (3) |
En el parteluz y
bajo doselete se ubica una Virgen con
Niño, una figura de gran esbeltez que se supone que fue labrada en el fuste
de una columna romana de mármol, condicionando así su volumen. Tiene la cadera
adelantada para apoyar el Hijo, al que contempla con dulzura. Es frecuente
encontrarla, y más todavía en el siglo XIV, en un lugar preferente como éste,
recibiendo a los fieles a los pies de su Hijo resucitado en su papel de Iglesia
y de corredentora de la Humanidad, una presencia que quizá aquí justifique la
ausencia, habitual en las representaciones del Juicio Final, de la
reminiscencia de la Déesis
bizantina, en occidente formada por la Virgen y san Juan Evangelista en vez del
Bautista porque copia la estructura del Calvario, flanqueando a Cristo. Está
pisando reptiles y pequeños monstruos como símbolo de su victoria sobre el
pecado, representado en el pedestal octogonal a través de las escenas del
Génesis de la Creación de Adán, la Creación de Eva, el Pecado Original, justo en el centro como acto que desencadena la
necesidad de la Salvación, la Vergüenza
y la Expulsión del Paraíso.
Virgen del parteluz |
Pedestal con el Pecado Original |
En esta representación del Juicio Final se echa de menos el Peso
de las almas por san Miguel Arcángel, una figura habitual.
Para terminar, en las jambas
a ambos lados de la portada, aparecen doce Apóstoles, el Colegio Apostólico
completo, representantes de la Nueva Ley y símbolo de las doce tribus de
Israel, todos los pueblos del orbe, y nueve Profetas, representantes de la
Antigua Ley, todos ellos miembros de la Corte Celestial y testigos en el Juicio
Final. Están bajo doseletes sobre un basamento corrido formado por arcos ciegos
apuntados que se prolonga por los contrafuertes que flanquean la portada y
todos presentan cuerpo de piedra y cabeza de mármol.
Los Apóstoles,
identificados en una inscripción en el libro que portan, son representados en
número de doce porque aunque está Pablo, que no perteneció al círculo inicial
de discípulos de Jesús, pero fue equiparado a ellos desde muy temprano, y
Matías sustituyó a Judas Iscariote tras el suicidio de éste, de lo que resultan
trece, en las representaciones suele prescindirse o del propio Matías o de
Tadeo. Tarragona es un caso excepcional, pues en su apostolado figuran Pablo,
Matías y Tadeo pero sólo aparece un Jacobo, que se cree que es Santiago el
Mayor, conocido en Cataluña bajo la advocación de san Jaime, aunque no lleva
los atributos de peregrino.
Figuras identificadas en el lado del Evangelio |
Figuras identificadas en el lado de la Epístola |
Pablo, aparece, además, en el lugar preferente, el primero a
la derecha de Cristo, no sólo por su fama, su capacidad evangelizadora y su
labor de organizador de la Iglesia, sino como patrono de la ciudad. A
continuación se encuentran Jacobo, Felipe, Juan, Mateo y Matías, y a la
izquierda de Cristo se ubican Pedro, Andrés, Tomás, Bartolomé, Simón y Judas
Tadeo.
Figura de Pablo, la primera en el lado del Evangelio, a la derecha de Cristo, un lugar preferente |
Los Profetas son
considerados por el Cristianismo anunciadores del Juicio Final y prefiguras del
Mesías porque sus vidas simbolizan un paralelismo con la de Jesús. En
Tarragona son nueve y quedaron otras nueve hornacinas vacías. A la derecha de
Cristo, a continuación de los Apóstoles están Juan Bautista, Jeremías, Habacuc
y Simeón y a la izquierda se ubican David, Moisés, Isaías, Zararías y Daniel,
todos identificados por las inscripciones en las filacterias que portan salvo
David, con su atuendo de rey, y Moisés, con sus característicos cuernos y
sujetando el Libro de la Ley abierto.
David y Moisés en las jambas de la Epístola |
Dichas inscripciones coinciden en la mayoría de los casos
con las palabras que a cada uno de los profetas se le atribuían en el drama
litúrgico Ordo prophetarum, que se representaba en la mañana del día de Navidad y
escenificaba una idea planteada en un sermón atribuido apócrifamente a san
Agustín que defendía que los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento
desfilaban ante Jesús para dar testimonio de que le reconocían como el Mesías. Esto
hace pensar que quizá ese drama fuera representado ante esta fachada, lo que
justificaría la presencia del Bautista, Simeón y David, que no son propiamente
profetas pero que sí tenían papeles en él, lo mismo que Zacarías, que debió
formar parte de algún ordo, de ahí que también aparezca en las series de las
catedrales de Compostela, Verona o Venecia.
En una lectura
conjunta de toda la portada central, los Profetas anuncian la llegada del
Mesías y los Apóstoles, como testigos, constatan su estancia en la tierra; la
Virgen, venciendo al pecado, promete una esperanza de redención; y la
representación del Juicio Final es una invitación al arrepentimiento antes de
entrar en la casa de Dios.
Portada central (2) |
Aunque hay constancia documental de un primer encargo para
la realización de esta fachada del obispo Bernat de Olivella al maestro
Bartomeu en 1277, el escultor del sepulcro
de Pere el Gran en Santes Creus, al ser en un documento del siglo XVII que
copia otro del XIII hoy desaparecido, hay especialistas que consideran que es
erróneo, pues en estas fechas todavía se estarían culminando las naves
laterales y la central estaría todavía más retrasada, de ahí que retrasen el
inicio de la portada principal a comienzos del siglo XIV, en tiempos del abad
Rodrigo Tello. Algunos consideran que Bartomeu podría ser el artífice de la
portada de la nave del Evangelio con el tímpano de la Epifanía.
La decoración escultórica de esta portada central se
iniciaría ha. 1330, en época del arzobispo Juan de Aragón, que un año después
consagró la catedral a falta de terminar dicha portada. Se baraja como maestro
a Pere de Guines de Artois, el
primer famoso escultor de procedencia francesa del que se tienen noticias
documentadas en la Corona de Aragón y que se sabe que trabajó en Mallorca en
1325 y en 1337, con obrador abierto en Tarragona, donde recibía encargos reales,
siendo un maestro muy consagrado que pudo trabajar en la catedral antes de
vincularse al Monasterio de Poblet y que conocía las más famosas catedrales
góticas del norte de Francia, lo que explicaría la presencia del estilo de
Reims en la idea de la vidriera del tímpano y en las estatuas más antiguas de
esta portada, la Virgen del parteluz y nueve de los apóstoles de las jambas,
Pablo, Jacobo y Felipe a la derecha de Cristo y Pedro, Andrés, Tomás y
Bartolomé a la izquierda, además de la idea de su continuidad sin interrupción
sobre los contrafuertes.
Una epidemia de peste en 1348 dejaría el proyecto inacabado,
sin que se tengan noticias de su reanudación hasta 1375, cuando el obispo Pere
de Clasquerí contrata a Jaume Cascalls,
uno de los artistas más prestigiosos de Cataluña en la segunda mitad del siglo
XIV, a quien se le atribuyen, trabajando con su taller y con colaboradores de
la zona, el tímpano, cinco de las esculturas del lado de la Epístola y siete
del lado del Evangelio en las jambas, los apóstoles Matías, Simón y Judas Tadeo
y todos los profetas.
En cuanto al ideólogo de este programa iconográfico, nada se
sabe, aunque lo más probable es que fuera pensado completo en su totalidad
desde el principio a pesar de la interrupción de más de veinticinco años.
Las hojas de la puerta cuentan con revestimiento metálico y
de hierro forjado realizadas a fines del siglo XV con el patrocinio del
arzobispo Gonzalo Fernández de Heredia.
Para seguir conociendo más de este impresionante monumento aquí os dejo con todos los artículos que he publicado en Viajar con el Arte dedicados a la CATEDRAL DE TARRAGONA:
La techumbre de madera de la sala del Tesoro en el claustro de la catedral de Tarragona
Imágenes ajenas:
Imágenes ajenas:
Fuentes:
GONZÁLEZ MONTAÑÉS, J. L., Drama e iconografía en el arte medieval peninsular (siglos XI-XV),
Tesis doctoral, UNED, 2002. http://www.teatroengalicia.es/tesis.htm
LIAÑO MARTÍNEZ, E., “El tema del Juicio Final en la fachada
de la Catedral de Tarragona”, Cuadernos
de arte e iconografía, tomo 2, nº 3, 1989, pp. 101-109.
LIAÑO MARTÍNEZ, E., La
portada principal de la catedral de Tarragona y su programa iconográfico,
Tarragona, 1989.
LIAÑO MARTÍNEZ, E., “Escultura medieval y teatro religioso.
La catedral de Tarragona”, Xiloca, nº
16, Teruel, Diputación de Teruel, 1995, pp. 155-169.
LIAÑO MARTÍNEZ, E., “La época del Císter y de las nuevas
catedrales en la Corona de Aragón”. En LACARRA DUCAY, Mª C. (coord.), Arte de
épocas inciertas. De la Edad Media a la Edad Contemporánea, 2009, pp.
47-102.
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