Promotores, patrocinadores y artistas del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla

El Noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla, uno de los edificios barrocos más impresionantes que conozco, con una iglesia pública conformada como la más llamativa y sugerente que tuvo la Compañía no solo en Andalucía sino en toda España, se ubica en el popular barrio de Santa Marina en el centro histórico, en plena calle San Luis, antes llamada calle Real porque era el eje utilizado por los monarcas para hacer sus entradas triunfales en la ciudad desde la Puerta de la Macarena hacia los Reales Alcázares, una de las principales arterias de la ciudad antigua, el cardo máximo romano, y que fue perdiendo su importancia a partir de los ensanches del siglo XIX a favor de la calle Feria, paralela y de mayor longitud y anchura. Si queréis conocer su historia, podéis abrir este enlace.

Coro de la Iglesia pública del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla

Una obra de tal complejidad, con tanta riqueza artística e iconográfica, precisó de la labor conjunta de destacados artistas, pero también fue esencial el papel de los promotores y de los patrocinadores.

Los promotores fueron Francisco Tamariz, Francisco Acebedo, Juan de Arana y Jerónimo de Ariza, miembros relevantes de la Compañía que, como rectores del Noviciado, actuaron como creadores de conceptos o como autores del programa ideológico e iconográfico que presenta el edificio. Casi todos viajaron a Roma en plena construcción, por lo que pudieron aportar las últimas novedades estilísticas desarrolladas en la ciudad. Todos ellos tuvieron una reputada formación intelectual, conocimientos arquitectónicos e iconográficos, escribieron varios textos teológicos, históricos, retóricos o hagiográficos. Todos tuvieron altos cargos de responsabilidad en la Compañía, siendo también provinciales o representantes de sus comunidades en la provincia Bética y en Roma, y desde ellos apoyaron la obra de San Luis.

Francisco Tamariz, rector del Noviciado en 1675-1678 y 1684-1689, conocía de primera mano el esplendor del barroco romano y la riqueza de sus iglesias jesuíticas, lo que resulta clave para entender las raíces romanas de la iglesia principal. Seguramente compraría en Roma el ejemplar de Perspectiva Pictorum et Architectorum del pintor, arquitecto y teórico jesuita Andrea Pozzo, cuya edición latina fue publicada en dos volúmenes en 1693 y 1700 y que se sabe que estuvo en la biblioteca del colegio de San Hermenegildo sw Sevilla, donde lo cita el arquitecto jesuita Francisco Gómez, de Insignuum Romae Templorum Prospectus de Giovanni Giacomo de Rossi editado en 1683 y los tres volúmenes de grabados de alzados y fachadas de palacios e iglesias barrocas de Roma del editor Domenico de Rossi, de gran difusión en la época y esenciales en la expansión del estilo por Europa, libros en los que se inspirarían todos los artistas que trabajaron en San Luis. También fue quien consiguió las reliquias para la casa profesa de San Ignacio y las de los todavía beatos Luis y Estanislao, canonizados en 1726, propagador de su devoción entre los jóvenes novicios sevillanos.

Retrato del padre Francisco Tamariz (1751) de Andrés de Rubira (7)

Francisco Acevedo fue rector de San Luis en los periodos de 1694-1705 y 1709-1712, años cruciales para la decisión de la construcción de una nueva iglesia. En 1696 fue enviado a Roma a la Congregación General y pudo volver con el proyecto del nuevo templo aprobado; si no, lo habría hecho Tamariz poco después. Murió en 1712, cuando la construcción de la iglesia pública estaba en pleno apogeo. Fue él quien consiguió el apoyo para su patrocinio implicando al propio arzobispo, recogiendo todo tipo de limosnas, buscando mejores ideas para el proyecto e incluso habría sido el planificador de las fases de ejecución y el responsable de su concepción martirial, además de renovar la capilla de novicios, prácticamente terminada a su muerte, dotando a ambas de importantes reliquias conseguidas en Roma. También construyó la casa de ejercitantes para acoger a los sacerdotes seculares antes de ser ordenados para recibir una intensa preparación y los ejercicios espirituales.

Juan de Arana fue rector de San Luis en los periodos 1712-1717, 1720-1723 y 1732-1735. Bajo sus mandatos se terminó la capilla doméstica, se cerrarían las bóvedas de la capilla pública y se iniciaría la decoración mural de la cúpula.

Capilla doméstica

Jerónimo de Ariza es el rector más conocido porque en sus dos rectorados dotó de coherencia y de carga simbólica la decoración interior de la iglesia pública, autor del programa iconográfico de la misma, posible gracias a su honda cultura teológica y bíblica. Durante el primer periodo, 1727-1732, se concluirían los detalles arquitectónicos finales, parte de la decoración mural, encargándole a Domingo Martínez las pinturas de la iglesia principal desde el entablamento hasta el zócalo, yeserías, columnas salomónicas y esculturas de las Virtudes-Bienaventuranzas y los Padres de la Iglesia. También se encargarían los retablos a Duque Cornejo. Además, fue el planificador de su fastuosa inauguración en 1731 coincidiendo con el Lustro Real, la presencia de Felipe V e Isabel de Farnesio en Sevilla, donde trasladan la corte por un tiempo, y de la consagración en 1733 coincidiendo con el último rectorado de Juan de Arana. Después fue nombrado provincial y desde ese cargo siguió vigilando la decoración en colaboración con Arana. En el segundo periodo, 1736-1742, remató la obra encargándole a Martínez las pinturas murales de la exedra de acceso, fechadas en 1743, y acabando los retablos.

Pintura mural en la exedra de entrada de la iglesia pública realizada por Domingo Martínez. En el texto central se identifica a Jerónimo de Ariza como el ideólogo de la iconografía y del mensaje del templo

“(…) Con toda seriedad y claridad se empezó esta obra a cinco de abril, siendo discurrida la idea y pensamiento de toda ella por el sutil y nunca bien alabado ingenio del M.R.P. Jerónimo Hariza, exprovincial de esta provincia de Andalucía y rector dos veces de esta casa, y siendo dirigida su execución por el insigne Artífice Dn. Domingo Martínes (…)”.

Ariza también escribió una historia del noviciado que, lamentablemente, no se conserva completa, pero a la que tuvo acceso a fines del siglo XVIII don Juan Bautista de Espinosa Tello de Guzmán y Portugal, III conde del Águila, porque en sus Papeles conservados en el Archivo Histórico Municipal de Sevilla se mencionan datos sobre artistas y mecenas de la obra que debió obtener de la misma.

Todos los promotores fueron excelentes gestores y desarrollaron una eficaz labor pastoral, capaces de atraer a la alta sociedad sevillana para que proporcionara los recursos económicos necesarios. También estuvieron muy ligados a los principales arzobispos de la diócesis de Sevilla y al cabildo, de ahí que los patrocinadores más destacados fueran los arzobispos de Sevilla Manuel Arias y Porres y Luis Salcedo Azcona, que se sucedieron en el periodo de construcción y ofrecieron importantes donativos, y el canónigo de la catedral Francisco Lelio Levanto.

Manuel Arias y Porres fue arzobispo de Sevilla en el periodo 1706-1717 y sus aportaciones económicas permitieron construir, dentro del noviciado, una casa de ejercicios para sacerdotes diocesanos antes de recibir las órdenes y un aposento en el que retirarse él mismo.

Retrato del arzobispo Manuel Arias Porres. Österreichische Nationalbibliothek (1)

Luis Salcedo Azcona fue arzobispo de Sevilla en el periodo 1722-1741 y potenció el protectorado del arzobispado sobre el noviciado financiando directamente el retablo de San Francisco de Borja, realizado por Duque Cornejo y Felipe Fernández del Castillo, de ahí que la obra esté coronada con su escudo, logrando, finalmente, la inauguración y consagración del templo. Estaba tan orgulloso de esa obra que incluso se retrató junto a su traza y junto a otras obras artísticas como muestra de su actividad como protector de las artes y difusor del gran barroco.

Retrato del arzobispo Luis Salcedo y Azcona de Domingo Martínez. Palacio arzobispal de Sevilla (2)

Francisco Lelio Levanto fue canónigo de la catedral y hombre de gran cultura, coleccionista y aficionado a la Arqueología. Fue quien encargó a Lucas Valdés los primeros dibujos conocidos de Itálica antes de 1715, los envió a Bernardo Montfaucón y gracias a eso se difundieron las primeras imágenes grabadas del anfiteatro por Europa. Se trasladó al noviciado en los últimos años de su vida, donándole casi toda su fortuna y su colección de obras de arte para la confección del retablo mayor.

También hay que tener en cuenta a los benefactores y donantes particulares, entre los que estuvieron aristócratas, canónigos, ministros… que entregaron obras de arte, joyas o donativos y las reliquias, estampas y miniaturas, traídas por los jesuitas desde Roma y que dieron sentido y sacralizaron toda la decoración.

Loa artistas más significativos que trabajaron en San Luis de los Franceses fueron los arquitectos Leonardo de Figueroa y, en menor medida, el hijo de éste, Matías José de Figueroa, los escultores Pedro Duque Cornejo y Felipe Fernández del Castillo y los pintores Lucas Valdés y Domingo Martínez.

Tanto en planta como en alzado la iglesia muestra una estrecha relación con la producción artística barroca romana contemporánea que, según los especialistas, responde a la propia voluntad de los rectores del noviciado, que aportaron al tracista, Leonardo de Figueroa, toda la información necesaria para que el proyecto se ajustara a las nuevas formas que ellos mismos habían conocido en Roma.

Planta baja de la iglesia pública de San Luis de los Franceses (3)

Sección de la iglesia pública de San Luis de los Franceses (3)

Recientes investigaciones han puesto de manifiesto la posible intervención en esas trazas del padre Gabriel de Aranda, al que un texto de la época lo llama “Zorobabel”, legendario constructor del templo de Jerusalén, como señalándolo como autor de la idea. En otro texto también se aplica el mismo denominativo al padre Jerónimo de Ariza, quizá queriendo subrayar el paralelismo entre las vicisitudes del templo sevillano y el jerosomilitano.

Lo cierto es que la dirección de obras correspondió a Leonardo de Figueroa hasta su muerte en 1730, continuada por los oficiales de su equipo, sus hijos, sobre todo Matías, nombrado maestro mayor de San Luis en 1733.

Este arquitecto nació en Utiel circunstancialmente hacia 1654 pero pasó su infancia entre Antequera, ciudad natal de su madre, Cuenca, la de sus abuelos maternos, y Sevilla, donde fue enviado a los 10 años para que recibiera educación y donde a partir de 1672 empezó a formarse como aprendiz en la tradición de la albañilería local en el taller del maestro de obras José García, con el que colaboró en algunas obras menores. Se conserva el permiso que firmó su padre para que pudiera entrar como aprendiz, en el que también se indica que en ese momento Leonardo tenía 18 años:

“Dijo que tiene por su hijo ligitimo y natural a Leonardo de Figueroa que de presente Reside en la ciudad de Sebilla y Porque el susodicho Pretende de prender el oficio de albañileria y tiene tratado con Josefe garcia maestro del dicho oficio vecino de la dicha ciudad de Sebilla que lo aya de enseñar y enseñe y para ello entre por aprendiz con el susodicho”.

Leonardo residió en casa de su maestro durante casi cuatro años mientras se formaba, y allí conoció a su primera esposa, Isabel Quintero, hermana de José García, con la que se casó a fines de 1675.
Desde 1679 se sabe que trabajó en el Hospital de la Caridad, atribuyéndosele la terminación de la zona alta de la fachada de la iglesia y del edificio del Hospital.

Fachada de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla

En 1686, con 32 años, también fue oficial de albañil en el Hospital de los Venerables junto a Juan Domínguez, maestro mayor del arzobispado, al que sustituyó al frente de la obra en el patio y la fachada de la iglesia. En 1687 se instaló en Carmona, donde dirigió las obras de la casa palacio de don Fernando de Rueda, donde enviudó de su primera esposa y se casó en segundas nupcias con María Sebastiana de Barreda.

Patio del Hospital de los Venerables de Sevilla

En 1690 volvió a Sevilla y renovó “barroquizando” el presbiterio medieval y de planta poligonal de la iglesia de San Vicente. Entre 1691-1709 trabajó en la reconstrucción del convento de San Pablo el Real, con la reconstrucción de la iglesia, hoy parroquia de la Magdalena, en la que también se conservó la cabecera medieval dándole también aspecto barroco. En 1696 sustituyó a F. Gómez Septier en la iglesia del Salvador, con una labor fundamental en el cerramiento de las bóvedas. La relación con el noviciado comenzaría en 1699 hasta su fallecimiento en 1730 con un paréntesis entre 1718 y 1722 y compaginándolo con otros trabajos, como el Claustro Grande del Monasterio de la Merced, hoy Museo de Bellas Artes de Sevilla, entre 1724 y 1729.

Claustro Grande del Monasterio de la Merced de Sevilla, hoy Museo de Bellas Artes (4)

Sus obras fueron esenciales en la configuración del paisaje de la ciudad de Sevilla entre el último cuarto del siglo XVII y el primer tercio del XVIII, pues los edificios más representativos de este periodo fueron trazados o construidos total o parcialmente por él. Fue tracista, director y ejecutor de obras y también diseñó yeserías, portadas de cantería y multitud de detalles decorativos en cerámica como maestro del barroco polícromo, combinando materiales, texturas y colores integrando todas las artes en la arquitectura. Su profunda formación intelectual y cultural, que seguramente puso de manifiesto en su perdido tratado de cúpulas, le sirvió para combinar la arquitectura local con las novedades europeas conocidas a través de tratadistas como Serlio, Dieterlin, Pozzo o Guarini.

En total tuvo trece hijos, seis de ellos varones, y los cuatro que llegaron a la edad adulta también se dedicaron a la arquitectura: Juan José, Matías José, Francisco Leonardo José y Juan Ambrosio José, a su vez padre de Antonio de Figueroa, representante final de la más brillante estirpe de arquitectos del barroco, protagonistas del siglo XVIII arquitectónico en Sevilla y en la Baja Andalucía, iniciada por su abuelo, que no llegó a conocerlo porque falleció tres años antes de su nacimiento.

Figueroa y los promotores estuvieron obligados a colaborar durante todo el periodo de construcción de San Luis, aunque las relaciones no fueron fáciles. Se sabe de un primer desencuentro cuando en 1700 la Compañía rechazó una planta también centrada para la iglesia del colegio San Teodomiro de Carmona. Además, los jesuitas no le perdonaron un informe sobre el estado de conservación de la iglesia de la Anunciación, su Casa Profesa, en 1724 en el que el arquitecto exigía el cierre parcial del templo y su apuntalamiento y que pudo ser la causa de que la obra de San Luis estuviera parada en 1727, año en el que Ariza entró como rector. Este desencuentro pudo ser el origen del ocultamiento y de la casi damnatio memoriae que la Compañía ejerció sobre el arquitecto, lo que explicaría que no sea mencionado en la Breve Noticia de 1731 ni en las distintas memorias históricas que recogen a los autores de las pinturas, esculturas y retablos y que utilizaron don Miguel Espinosa Maldonado y Tello de Guzmán, II conde del Águila, y el resto de historiadores ilustrados.

Fachada de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, trazada por Leonardo de Figueroa (5)

Matías José Figueroa aprendió el oficio junto a su padre y sustituyó a éste tras su muerte en sus dos grandes proyectos, San Luis y San Telmo. También realizó gran cantidad de obra teórica impresa y multitud de dictámenes e informes manuscritos sobre otras obras en construcción, demostrando, igual que su padre, conocimiento de la tratadística y capacidad para resolver problemas. Destacó en San Luis en el diseño de remates, cierres y molduraciones externas e internas, atribuyéndosele los elementos que no encajan exactamente en el estilo de su padre y que tradicionalmente habían sido atribuidos a Diego Antonio Díaz.

Pedro Duque Cornejo nació en Sevilla en 1678 y murió en Córdoba en 1757. Fue un artista completo, capaz de trazar un complejo retablo, tallar una delicada escultura de pequeño formato con una sensibilidad muy cercana a la de su tía Luisa Roldán, "la Roldana", o completar un retablo con una pintura. Investigó en el campo de la retablística a partir de los colaboradores de su abuelo Pedro Roldán enriqueciéndose con las experiencias escenográficas madrileñas de Balbás y las complejas trazas de Hurtado Izquierdo en Granada y su obra es una síntesis de la expresividad y emotividad de la escuela sevillana de escultura barroca y la elegancia y proporción de la escuela granadina que pone en práctica como tracista y director de un gran taller de ensamblaje de retablos.

Se implicaría en el proyecto de San Luis a partir de 1716, durante el periodo en el que se refugió en el Noviciado huyendo de la justicia para no ser encarcelado por una denuncia por no haber terminado un retablo en Trigueros, adjudicándosele el encargo del retablo de la capilla doméstica, colaborando en la decoración de la iglesia principal y participando en la elección de diseños e iconografía con los rectores antes de que el templo estuviera concluido. Allí también conocería el tratado Perspectiva Pictorum et Architectorum del pintor, arquitecto y teórico jesuita Andrea Pozzo, cuya edición latina fue publicada en Roma en dos volúmenes en 1693 y 1700, utilizado por Figueroa para las partes esenciales del edificio, como torres e interior, y que le fueron tan útiles para los retablos.

En San Luis muestra plena madurez y larga tradición de colaboración con los jesuitas en la exaltación de sus principales devociones, tanto en Sevilla como en otras ciudades.

Retablo mayor de la capilla doméstica de San Luis, obra de Duque Cornejo

Retablo mayor de la iglesia pública de San Luis, obra de Duque Cornejo

Felipe Fernández del Castillo nació en 1696 en Herrera del Duque y desde 1720 se documenta su presencia en Sevilla, se cree que unido al taller de Duque Cornejo, realizando en colaboración con él y en el inicio de su carrera como entallador, las trazas de los retablos de San Francisco de Borja y de San Estanislao y, muy posiblemente, también los cuatro retablos hornacina de San Ignacio, San Francisco Javier, San Luis Gonzaga y San Francisco Regis. Su estilo es muy similar al de su maestro.

Retablo colateral de San Estanislao de Kostka flanqueado por los retablos hornacina de San Francisco Regis y San Francisco Javier

José Montes de Oca fue uno de los imagineros más destacados de la primera mitad del siglo XVIII, dotando a sus imágenes de alto valor devocional, recuperando formas del protobarroco sevillano y alejándose de las modas más superficiales, teatrales y escenográficas del momento. Realizó la escultura de San Francisco Javier rescatando la claridad formal y devocional de las imágenes de la primera mitad del siglo XVII, con sus plásticos pliegues y su severidad expresiva.

Talla de San Francisco Javier (6)

El pintor, dibujante y grabador Lucas Valdés nació en Sevilla en 1661 y fue el único hijo varón de Juan Valdés Leal, pintor al óleo, decorador de murales al temple, autor de dibujos para grabados, dorador de rejas y retablos… y de Isabel Martínez de Morales, conocida como Isabel Carrasquilla, también pintora, aunque sólo aficionada. Dos de sus hermanas también trabajaron como pintoras, la mayor, Luisa Rafaela Valdés, que firmaba como Luisa Morales, conocida como dibujante y ayudante de su padre en labores de dorado y estofado, y María de la Concepción de Valdés, religiosa cisterciense de la que Ceán también informa que pintaba bien al óleo y de miniatura.

Lucas Valdés empezó a formarse en el taller de su padre completándolo con una formación humanística y científica muy superior a la habitual en los pintores sevillanos de la época, con profundos conocimientos matemáticos y un dominio absoluto de la perspectiva adquiridos precisamente de los jesuitas en el colegio sevillano de San Hermenegildo, que impartía lecciones de Gramática, Retórica, Lógica, Física, Metafísica, Teología Escolástica y Moral.

Colaboró con su padre en la decoración de San Clemente, del Hospital de la Caridad o del Hospital de los Venerables y a la muerte de éste en 1691 heredó su taller de pintura en Sevilla, donde siguieron llegando encargos de importantes instituciones para colaborar en la construcción de retablos, en trabajos de escultura como dorador, dibujante y grabados de estampas, decorador al temple, pintor de caballete y retratista, con una clientela formada por el Cabildo de la Catedral, todas las órdenes religiosas de la ciudad y, sobre todo, los jesuitas, quienes le habían proporcionado la formación humanista, artística y científica por la que destacó. Nunca tomó los hábitos, casado y con cinco hijos, pero siempre mantuvo una estrecha relación con la Orden.

Decoración de la bóveda de la iglesia del Hospital de los Venerables, en la que Lucas Valdés colaboró con su padre, Juan Valdés Leal

Esos conocimientos de matemáticas y perspectiva fueron imprescindibles para poder realizar la composición pictórica de la cúpula San Luis, donde Lucas Valdés se mostró como el mejor intérprete español de la quadratura y conocedor del tratado Perspectiva Pictorum et Architectorum del padre Andrea Pozzo.

Decoración de quadratura de la bóveda de la sacristía de la iglesia del Hospital de los Venerables, obra de Lucas Valdés

Aunque su producción fue casi toda religiosa, también colaboró como dibujante con el arqueólogo y humanista valenciano Manuel Martí y Zaragoza o con el anticuario y numismático Francisco Lelio Levanto, aplicando su capacidad para la representación de arquitecturas a la documentación de las ruinas de Itálica antes de su parcial desmantelamiento para reutilizarlas como materiales de construcción en 1711.

Además de su dominio de la quadratura, también se distinguió por su calidad como dibujante y su capacidad para los efectos teatrales en sus composiciones, transmitiendo sus conocimientos a otros artistas, tanto en su taller sevillano como en su labor como profesor de Matemáticas en Cádiz, como Juan de Hinestrosa, Domingo Martínez o su propio hijo, Juan de Valdés, registrado como platero.

En San Luis de los Franceses realizó la decoración de la cúpula de la iglesia pública y la de la bóveda del presbiterio de la capilla doméstica.

Cúpula de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, decorada por Lucas Valdés

Bóveda del ábside de la capilla doméstica de San Luis de los Franceses, obra de Lucas Valdés

Juan de Hinestrosa fue discípulo de Lucas Valdés y se especializó en hacer animales de madera, barro y pasta de su invención que él mismo policromaba. Según Ceán fue el autor de la escenografía de los retablos vitrina de San Ignacio y San Francisco Javier. También se le atribuyen la serie de esculturas ligadas a la decoración de la cúpula, las Virtudes, la Oración y los angelotes y posiblemente sean suyas las de los santos fundadores del tambor interior y los arcángeles y evangelistas de la fachada y torres.

Santos fundadores en el tambor de la cúpula de la iglesia de San Luis atribuidos a Juan de Hinestrosa

Domingo Martínez nació en Sevilla en 1688 y fue el principal pintor del siglo XVIII sevillano. Gran admirador de Murillo y de Lucas Valdés, del que fue discípulo, también asimiló las novedades aportadas por los pintores franceses e italianos que acompañaron a Felipe V durante el Lustro Real, la estancia del monarca en la ciudad entre 1729 y 1733, y trabajó como pintor, diseñador de retablos, muralista e incluso arquitecto, con un gran taller que actuaba como una gran empresa de decoración en la que se incluían labores de un diseñador de interiores, las de pintor muralista, las de pintor de caballete de grandes formatos o las de miniaturista, además de las de policromador y dorador de retablos y esculturas.

Encarnó el prototipo de pintor erudito según el espíritu de los fundadores de la Academia, un hombre culto, que se expresaba correctamente, muy interesado por las matemáticas, el pensamiento, la religión y la cultura en general y por los temas bíblicos y alegóricos y la pintura de historia, adaptándose perfectamente al uso didáctico y elocuente de la pintura en la iglesia de San Luis.
Además de recibir encargos de las principales parroquias y de casi todas las órdenes asentadas en Sevilla, también le encargaron obras el arzobispo don Luis Salcedo y Azcona, la reina Isabel de Farnesio y otros muchos notables, y su fama alcanzó a toda la península.

Trabajó en San Luis en dos periodos, uno a fines de la década de 1720 en el que realizó la decoración mural en la iglesia pública desde el entablamento hasta el zócalo, yeserías y algunas esculturas, mientras Lucas Valdés decoraba la cúpula, y otro en 1743, cuando se encargó de las pinturas murales del ábside de acceso.

Decoración del ábside de acceso de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, obra de Domingo Martínez

Su obra mural juega con perspectivas forzadas y demuestra el conocimiento del tratado Perspectiva Pictorum et Architectorum de Pozzo, contando con él en su biblioteca, y del trabajo de otros muchos muralistas barrocos, siendo Lucas Valdés el más influyente. Sus figuras masculinas muestran siluetas puntiagudas y angulosas propias de Valdés, las femeninas son más corpulentas, los niños-ángeles derivan de Murillo pero tienen personalidad propia, con cabezas más redondas que siguen un modelo fácilmente identificable.

Aquí os dejo con el resto de artículos dedicados al noviciado de San Luis que ya he publicado en Viajar con el Arte:

El noviciado jesuita de San Luis de los Franceses en Sevilla a lo largo de la historia
La Iglesia pública del noviciado jesuita de San Luis delos Franceses de Sevilla en la actualidad
Los retablos de la Iglesia pública del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Cripta y la Capilla doméstica del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Adoración de los Reyes Magos de Velázquez procedente del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla

Imágenes ajenas:

(3) CASTILLA, M. V., “Influencia del humanismo en la arquitectura de los Jesuitas: Iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, Liño. Revista Anual de Historia del Arte, nº 23, 2017, pp. 21-29.
(6) https://leyendasdesevilla.blogspot.com
(7) HERRERA GARCÍA, F., “La arquitectura de retablos sevillana en torno al Lustro Real”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real (1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 95-104.

Fuentes:

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CASTILLA, M. V., “Influencia del humanismo en la arquitectura de los Jesuitas: Iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, Liño. Revista Anual de Historia del Arte, nº 23, 2017, pp. 21-29.
FUENTES LÁZARO, S., “La práctica de la cuadratura en España: el caso de Lucas Valdés (1661-1725)”, Anales de Historia del Arte, nº 19, Madrid, 2009, pp. 195-210.
HERRERA GARCÍA, F., “La arquitectura de retablos sevillana en torno al Lustro Real”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real (1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 95-104.
HIGUERA MELÉNDEZ, J. M., “Leonardo de Figueroa. Inicios y actividad pericial. Una obra y un testamento inéditos”, Anuario de historia de la Iglesia andaluza, vol. VI, 2013, Sevilla, pp. 261-284.
LLEÓ CAÑAL, V., “Barroco y retórica: el edificio elocuente”. En VV. AA., Andalucía Barroca 2007. Teatro de Grandezas, Sevilla, Junta de Andalucía, 2007, pp. 24-41.
MORALES, A. J., “La arquitectura jesuítica en Andalucía. Estado de la cuestión”. En ÁLVARO ZAMORA, Mª I., FERNÁNDEZ IBÁÑEZ J. y CRIADO MAINAR, J. (Coords.), La arquitectura jesuítica, Actas del Simposio Internacional celebrado en Zaragoza del 9 al 11 de diciembre de 2010, Zaragoza, IFC, 2012, pp. 327-354.
OLLERO LOBATO, F. “La arquitectura en Sevilla durante el Lustro Real (1729-1733)”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real (1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 85-94.
RAVÉ PRIETO, J. L., San Luis de los Franceses, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 2018.
RODRIGUEZ G. de CEBALLOS, A., “Reconsideraciones de la iglesia del noviciado de San Luis, de Sevilla, a la luz del tratado del jesuita Andrea Pozzo”. En ÁLVARO ZAMORA, M. I. y IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, J. (Coords.), La Compañía de Jesús y las Artes. Nuevas perspectivas de investigación, Zaragoza, 2014, pp. 315-336.
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