Promotores, patrocinadores y artistas del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla
El Noviciado jesuita
de San Luis de los Franceses de Sevilla, uno de los edificios barrocos más
impresionantes que conozco, con una iglesia pública conformada como la más
llamativa y sugerente que tuvo la Compañía no solo en Andalucía sino en toda
España, se ubica en el popular barrio de Santa Marina en el centro histórico,
en plena calle San Luis, antes llamada calle Real porque era el eje utilizado
por los monarcas para hacer sus entradas triunfales en la ciudad desde la
Puerta de la Macarena hacia los Reales Alcázares, una de las principales
arterias de la ciudad antigua, el cardo máximo romano, y que fue
perdiendo su importancia a partir de los ensanches del siglo XIX a favor de la
calle Feria, paralela y de mayor longitud y anchura. Si queréis conocer su historia, podéis abrir este enlace.
Fuentes:
Coro de la Iglesia pública del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla |
Una obra de tal complejidad, con tanta riqueza artística e
iconográfica, precisó de la labor conjunta de destacados artistas, pero también
fue esencial el papel de los promotores y de los patrocinadores.
Los promotores
fueron Francisco Tamariz, Francisco Acebedo, Juan de Arana y Jerónimo de
Ariza, miembros relevantes de la Compañía que, como rectores del Noviciado,
actuaron como creadores de conceptos o como autores del programa ideológico e
iconográfico que presenta el edificio. Casi todos viajaron a Roma en plena
construcción, por lo que pudieron aportar las últimas novedades estilísticas
desarrolladas en la ciudad. Todos ellos tuvieron una reputada formación
intelectual, conocimientos arquitectónicos e iconográficos, escribieron varios
textos teológicos, históricos, retóricos o hagiográficos. Todos tuvieron altos
cargos de responsabilidad en la Compañía, siendo también
provinciales o representantes de sus comunidades en la provincia Bética y en
Roma, y desde ellos apoyaron la obra de San Luis.
Francisco Tamariz,
rector del Noviciado en 1675-1678 y 1684-1689, conocía de primera mano el
esplendor del barroco romano y la riqueza de sus iglesias jesuíticas, lo que
resulta clave para entender las raíces romanas de la iglesia principal.
Seguramente compraría en Roma el ejemplar de Perspectiva Pictorum et Architectorum del pintor, arquitecto y
teórico jesuita Andrea Pozzo, cuya edición latina fue publicada en dos
volúmenes en 1693 y 1700 y que se sabe que estuvo en la biblioteca del colegio
de San Hermenegildo sw Sevilla, donde lo cita el arquitecto jesuita Francisco Gómez, de Insignuum Romae Templorum Prospectus de
Giovanni Giacomo de Rossi editado en 1683 y los tres volúmenes de grabados de
alzados y fachadas de palacios e iglesias barrocas de Roma del editor Domenico
de Rossi, de gran difusión en la época y esenciales en la expansión del estilo
por Europa, libros en los que se inspirarían todos los artistas que trabajaron
en San Luis. También fue quien consiguió las reliquias para la casa profesa de
San Ignacio y las de los todavía beatos Luis y Estanislao, canonizados en 1726,
propagador de su devoción entre los jóvenes novicios sevillanos.
Retrato del padre Francisco Tamariz (1751) de Andrés de Rubira (7) |
Francisco Acevedo
fue rector de San Luis en los periodos de 1694-1705 y 1709-1712, años cruciales
para la decisión de la construcción de una nueva iglesia. En 1696 fue enviado a
Roma a la Congregación General y pudo volver con el proyecto del nuevo templo
aprobado; si no, lo habría hecho Tamariz poco después. Murió en 1712, cuando la
construcción de la iglesia pública estaba en pleno apogeo. Fue él quien consiguió
el apoyo para su patrocinio implicando al propio arzobispo, recogiendo todo
tipo de limosnas, buscando mejores ideas para el proyecto e incluso habría sido
el planificador de las fases de ejecución y el responsable de su concepción
martirial, además de renovar la capilla de novicios, prácticamente terminada a
su muerte, dotando a ambas de importantes reliquias conseguidas en Roma.
También construyó la casa de ejercitantes para acoger a los sacerdotes
seculares antes de ser ordenados para recibir una intensa preparación y los
ejercicios espirituales.
Juan de Arana fue
rector de San Luis en los periodos 1712-1717, 1720-1723 y 1732-1735. Bajo sus
mandatos se terminó la capilla doméstica, se cerrarían las bóvedas de la
capilla pública y se iniciaría la decoración mural de la cúpula.
Capilla doméstica |
Jerónimo de Ariza
es el rector más conocido porque en sus dos rectorados dotó de coherencia y de
carga simbólica la decoración interior de la iglesia pública, autor del
programa iconográfico de la misma, posible gracias a su honda cultura teológica
y bíblica. Durante el primer periodo, 1727-1732, se concluirían los detalles
arquitectónicos finales, parte de la decoración mural, encargándole a Domingo
Martínez las pinturas de la iglesia principal desde el entablamento hasta el
zócalo, yeserías, columnas salomónicas y esculturas de las
Virtudes-Bienaventuranzas y los Padres de la Iglesia. También se encargarían
los retablos a Duque Cornejo. Además, fue el planificador de su fastuosa
inauguración en 1731 coincidiendo con el Lustro Real, la presencia de Felipe V
e Isabel de Farnesio en Sevilla, donde trasladan la corte por un tiempo, y de la consagración
en 1733 coincidiendo con el último rectorado de Juan de Arana. Después fue
nombrado provincial y desde ese cargo siguió vigilando la decoración en
colaboración con Arana. En el segundo periodo, 1736-1742, remató la obra
encargándole a Martínez las pinturas murales de la exedra de acceso, fechadas
en 1743, y acabando los retablos.
“(…) Con toda seriedad y claridad se empezó esta obra a
cinco de abril, siendo discurrida la idea y pensamiento de toda ella por el
sutil y nunca bien alabado ingenio del M.R.P. Jerónimo Hariza, exprovincial de
esta provincia de Andalucía y rector dos veces de esta casa, y siendo dirigida
su execución por el insigne Artífice Dn. Domingo Martínes (…)”.
Ariza también escribió una historia del noviciado que,
lamentablemente, no se conserva completa, pero a la que tuvo acceso a fines del
siglo XVIII don Juan Bautista de Espinosa Tello de Guzmán y Portugal, III conde
del Águila, porque en sus Papeles
conservados en el Archivo Histórico Municipal de Sevilla se mencionan datos
sobre artistas y mecenas de la obra que debió obtener de la misma.
Todos los promotores fueron excelentes gestores y
desarrollaron una eficaz labor pastoral, capaces de atraer a la alta sociedad
sevillana para que proporcionara los recursos económicos necesarios. También
estuvieron muy ligados a los principales arzobispos de la diócesis de Sevilla y
al cabildo, de ahí que los patrocinadores
más destacados fueran los arzobispos de Sevilla Manuel Arias y Porres y Luis
Salcedo Azcona, que se sucedieron en el periodo de construcción y
ofrecieron importantes donativos, y el canónigo de la catedral Francisco Lelio Levanto.
Manuel Arias y Porres
fue arzobispo de Sevilla en el periodo 1706-1717 y sus aportaciones económicas
permitieron construir, dentro del noviciado, una casa de ejercicios para
sacerdotes diocesanos antes de recibir las órdenes y un aposento en el que
retirarse él mismo.
Retrato del arzobispo Manuel Arias Porres. Österreichische Nationalbibliothek (1) |
Luis Salcedo Azcona
fue arzobispo de Sevilla en el periodo 1722-1741 y potenció el protectorado del
arzobispado sobre el noviciado financiando directamente el retablo de San
Francisco de Borja, realizado por Duque Cornejo y Felipe Fernández del
Castillo, de ahí que la obra esté coronada con su escudo, logrando, finalmente,
la inauguración y consagración del templo. Estaba tan orgulloso de esa obra que
incluso se retrató junto a su traza y junto a otras obras artísticas como
muestra de su actividad como protector de las artes y difusor del gran barroco.
Retrato del arzobispo Luis Salcedo y Azcona de Domingo Martínez. Palacio arzobispal de Sevilla (2) |
Francisco Lelio
Levanto fue canónigo de la catedral y hombre de gran cultura, coleccionista
y aficionado a la Arqueología. Fue quien encargó a Lucas Valdés los primeros
dibujos conocidos de Itálica antes de 1715, los envió a Bernardo Montfaucón y
gracias a eso se difundieron las primeras imágenes grabadas del anfiteatro por
Europa. Se trasladó al noviciado en los últimos años de su vida, donándole casi
toda su fortuna y su colección de obras de arte para la confección del retablo
mayor.
También hay que tener en cuenta a los benefactores y
donantes particulares, entre los que estuvieron aristócratas, canónigos,
ministros… que entregaron obras de arte, joyas o donativos y las reliquias,
estampas y miniaturas, traídas por los jesuitas desde Roma y que dieron sentido
y sacralizaron toda la decoración.
Loa artistas más significativos que trabajaron en San Luis
de los Franceses fueron los arquitectos Leonardo
de Figueroa y, en menor medida, el hijo de éste, Matías José de Figueroa, los escultores Pedro Duque Cornejo y Felipe
Fernández del Castillo y los pintores Lucas
Valdés y Domingo Martínez.
Tanto en planta como en alzado la iglesia muestra una
estrecha relación con la producción artística barroca romana contemporánea que,
según los especialistas, responde a la propia voluntad de los rectores del
noviciado, que aportaron al tracista, Leonardo
de Figueroa, toda la información necesaria para que el proyecto se ajustara
a las nuevas formas que ellos mismos habían conocido en Roma.
Planta baja de la iglesia pública de San Luis de los Franceses (3) |
Sección de la iglesia pública de San Luis de los Franceses (3) |
Recientes investigaciones han puesto de manifiesto la
posible intervención en esas trazas del padre Gabriel de Aranda, al que un
texto de la época lo llama “Zorobabel”, legendario constructor del templo de
Jerusalén, como señalándolo como autor de la idea. En otro texto también se
aplica el mismo denominativo al padre Jerónimo de Ariza, quizá queriendo
subrayar el paralelismo entre las vicisitudes del templo sevillano y el jerosomilitano.
Lo cierto es que la dirección de obras correspondió a
Leonardo de Figueroa hasta su muerte en 1730, continuada por los oficiales de
su equipo, sus hijos, sobre todo Matías, nombrado maestro mayor de San Luis en
1733.
Este arquitecto nació en Utiel circunstancialmente hacia
1654 pero pasó su infancia entre Antequera, ciudad natal de su madre, Cuenca,
la de sus abuelos maternos, y Sevilla, donde fue enviado a los 10 años para que
recibiera educación y donde a partir de 1672 empezó a formarse como aprendiz en
la tradición de la albañilería local en el taller del maestro de obras José
García, con el que colaboró en algunas obras menores. Se conserva el permiso
que firmó su padre para que pudiera entrar como aprendiz, en el que también se
indica que en ese momento Leonardo tenía 18 años:
“Dijo que tiene
por su hijo ligitimo y natural a Leonardo de Figueroa que de presente Reside en
la ciudad de Sebilla y Porque el susodicho Pretende de prender el oficio de
albañileria y tiene tratado con Josefe garcia maestro del dicho oficio vecino
de la dicha ciudad de Sebilla que lo aya de enseñar y enseñe y para ello entre
por aprendiz con el susodicho”.
Leonardo residió en casa de su maestro durante casi cuatro
años mientras se formaba, y allí conoció a su primera esposa, Isabel Quintero,
hermana de José García, con la que se casó a fines de 1675.
Desde 1679 se sabe que trabajó en el Hospital de la Caridad, atribuyéndosele la terminación de la zona alta de la
fachada de la iglesia y del edificio del Hospital.
Fachada de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla |
En 1686, con 32 años, también fue oficial de albañil en el Hospital de los Venerables junto a Juan Domínguez, maestro mayor del
arzobispado, al que sustituyó al frente de la obra en el patio y la fachada de
la iglesia. En 1687 se instaló en Carmona, donde dirigió las obras de la casa
palacio de don Fernando de Rueda, donde enviudó de su primera esposa y se casó
en segundas nupcias con María Sebastiana de Barreda.
Patio del Hospital de los Venerables de Sevilla |
En 1690 volvió a Sevilla y renovó “barroquizando” el
presbiterio medieval y de planta poligonal de la iglesia de San Vicente. Entre
1691-1709 trabajó en la reconstrucción del convento de San Pablo el Real, con
la reconstrucción de la iglesia, hoy parroquia de la Magdalena, en la que también
se conservó la cabecera medieval dándole también aspecto barroco. En 1696
sustituyó a F. Gómez Septier en la iglesia del Salvador, con una labor
fundamental en el cerramiento de las bóvedas. La relación con el noviciado
comenzaría en 1699 hasta su fallecimiento en 1730 con un paréntesis entre 1718
y 1722 y compaginándolo con otros trabajos, como el Claustro Grande del Monasterio de la Merced, hoy Museo de Bellas Artes de Sevilla, entre
1724 y 1729.
Claustro Grande del Monasterio de la Merced de Sevilla, hoy Museo de Bellas Artes (4) |
Sus obras fueron esenciales en la configuración del paisaje
de la ciudad de Sevilla entre el último cuarto del siglo XVII y el primer
tercio del XVIII, pues los edificios más representativos de este periodo fueron
trazados o construidos total o parcialmente por él. Fue tracista, director y
ejecutor de obras y también diseñó yeserías, portadas de cantería y multitud de
detalles decorativos en cerámica como maestro del barroco polícromo, combinando
materiales, texturas y colores integrando todas las artes en la arquitectura.
Su profunda formación intelectual y cultural, que seguramente puso de
manifiesto en su perdido tratado de cúpulas, le sirvió para combinar la
arquitectura local con las novedades europeas conocidas a través de tratadistas
como Serlio, Dieterlin, Pozzo o Guarini.
En total tuvo trece hijos, seis de ellos varones, y los
cuatro que llegaron a la edad adulta también se dedicaron a la arquitectura:
Juan José, Matías José, Francisco Leonardo José y Juan Ambrosio José, a su vez
padre de Antonio de Figueroa, representante final de la más brillante estirpe
de arquitectos del barroco, protagonistas del siglo XVIII arquitectónico en
Sevilla y en la Baja Andalucía, iniciada por su abuelo, que no llegó a
conocerlo porque falleció tres años antes de su nacimiento.
Figueroa y los promotores estuvieron obligados a colaborar
durante todo el periodo de construcción de San Luis, aunque las relaciones no
fueron fáciles. Se sabe de un primer desencuentro cuando en 1700 la Compañía
rechazó una planta también centrada para la iglesia del colegio San Teodomiro
de Carmona. Además, los jesuitas no le perdonaron un informe sobre el estado de
conservación de la iglesia de la Anunciación, su Casa Profesa, en 1724 en el
que el arquitecto exigía el cierre parcial del templo y su apuntalamiento y que
pudo ser la causa de que la obra de San Luis estuviera parada en 1727, año en
el que Ariza entró como rector. Este desencuentro pudo ser el origen del
ocultamiento y de la casi damnatio
memoriae que la Compañía ejerció sobre el arquitecto, lo que explicaría que
no sea mencionado en la Breve Noticia
de 1731 ni en las distintas memorias históricas que recogen a los autores de
las pinturas, esculturas y retablos y que utilizaron don Miguel Espinosa
Maldonado y Tello de Guzmán, II conde del Águila, y el resto de historiadores
ilustrados.
Fachada de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, trazada por Leonardo de Figueroa (5) |
Matías José Figueroa
aprendió el oficio junto a su padre y sustituyó a éste tras su muerte en sus
dos grandes proyectos, San Luis y San Telmo. También realizó gran cantidad de
obra teórica impresa y multitud de dictámenes e informes manuscritos sobre
otras obras en construcción, demostrando, igual que su padre, conocimiento de
la tratadística y capacidad para resolver problemas. Destacó en San Luis en el
diseño de remates, cierres y molduraciones externas e internas, atribuyéndosele
los elementos que no encajan exactamente en el estilo de su padre y que
tradicionalmente habían sido atribuidos a Diego Antonio Díaz.
Pedro Duque Cornejo
nació en Sevilla en 1678 y murió en Córdoba en 1757. Fue un artista completo,
capaz de trazar un complejo retablo, tallar una delicada escultura de pequeño
formato con una sensibilidad muy cercana a la de su tía Luisa Roldán, "la
Roldana", o completar un retablo con una pintura. Investigó en el campo de la
retablística a partir de los colaboradores de su abuelo Pedro Roldán
enriqueciéndose con las experiencias escenográficas madrileñas de Balbás y las
complejas trazas de Hurtado Izquierdo en Granada y su obra es una síntesis de
la expresividad y emotividad de la escuela sevillana de escultura barroca y la
elegancia y proporción de la escuela granadina que pone en práctica como
tracista y director de un gran taller de ensamblaje de retablos.
Se implicaría en el proyecto de San Luis a partir de 1716,
durante el periodo en el que se refugió en el Noviciado huyendo de la justicia
para no ser encarcelado por una denuncia por no haber terminado un retablo en Trigueros, adjudicándosele el encargo del retablo de la capilla doméstica, colaborando en la decoración de la iglesia principal y participando en la elección
de diseños e iconografía con los rectores antes de que el templo estuviera
concluido. Allí también conocería el tratado Perspectiva Pictorum et Architectorum del pintor, arquitecto y
teórico jesuita Andrea Pozzo, cuya edición latina fue publicada en Roma en dos
volúmenes en 1693 y 1700, utilizado por Figueroa para las partes esenciales del
edificio, como torres e interior, y que le fueron tan útiles para los retablos.
En San Luis muestra plena madurez y larga tradición de
colaboración con los jesuitas en la exaltación de sus principales devociones,
tanto en Sevilla como en otras ciudades.
Retablo mayor de la capilla doméstica de San Luis, obra de Duque Cornejo |
Retablo mayor de la iglesia pública de San Luis, obra de Duque Cornejo |
Felipe Fernández del
Castillo nació en 1696 en Herrera del Duque y desde 1720 se documenta su
presencia en Sevilla, se cree que unido al taller de Duque Cornejo, realizando
en colaboración con él y en el inicio de su carrera como entallador, las trazas
de los retablos de San Francisco de Borja y de San Estanislao y, muy
posiblemente, también los cuatro retablos hornacina de San Ignacio, San
Francisco Javier, San Luis Gonzaga y San Francisco Regis. Su estilo es muy
similar al de su maestro.
Retablo colateral de San Estanislao de Kostka flanqueado por los retablos hornacina de San Francisco Regis y San Francisco Javier |
José Montes de Oca
fue uno de los imagineros más destacados de la primera mitad del siglo XVIII,
dotando a sus imágenes de alto valor devocional, recuperando formas del
protobarroco sevillano y alejándose de las modas más superficiales, teatrales y
escenográficas del momento. Realizó la escultura de San Francisco Javier
rescatando la claridad formal y devocional de las imágenes de la primera mitad
del siglo XVII, con sus plásticos pliegues y su severidad expresiva.
Talla de San Francisco Javier (6) |
El pintor, dibujante y grabador Lucas Valdés nació en Sevilla en 1661 y fue el único hijo varón de
Juan Valdés Leal, pintor al óleo, decorador de murales al temple, autor de
dibujos para grabados, dorador de rejas y retablos… y de Isabel Martínez de
Morales, conocida como Isabel Carrasquilla, también pintora, aunque sólo
aficionada. Dos de sus hermanas también trabajaron como pintoras, la mayor,
Luisa Rafaela Valdés, que firmaba como Luisa Morales, conocida como dibujante y
ayudante de su padre en labores de dorado y estofado, y María de la Concepción
de Valdés, religiosa cisterciense de la que Ceán también informa que pintaba
bien al óleo y de miniatura.
Lucas Valdés empezó a formarse en el taller de su padre completándolo con una formación humanística y científica muy superior a la habitual
en los pintores sevillanos de la época, con profundos conocimientos matemáticos
y un dominio absoluto de la perspectiva adquiridos precisamente de los jesuitas en el
colegio sevillano de San Hermenegildo, que impartía lecciones de Gramática,
Retórica, Lógica, Física, Metafísica, Teología Escolástica y Moral.
Colaboró con su padre en la decoración de San Clemente, del Hospital de la Caridad o del Hospital de los Venerables y a la muerte de éste en 1691 heredó su taller de
pintura en Sevilla, donde siguieron llegando encargos de importantes
instituciones para colaborar en la construcción de retablos, en trabajos de
escultura como dorador, dibujante y grabados de estampas, decorador al temple,
pintor de caballete y retratista, con una clientela formada por el Cabildo de
la Catedral, todas las órdenes religiosas de la ciudad y, sobre todo, los
jesuitas, quienes le habían proporcionado la formación humanista, artística y
científica por la que destacó. Nunca tomó los hábitos, casado y con cinco
hijos, pero siempre mantuvo una estrecha relación con la Orden.
Decoración de la bóveda de la iglesia del Hospital de los Venerables, en la que Lucas Valdés colaboró con su padre, Juan Valdés Leal |
Esos conocimientos de matemáticas y perspectiva fueron
imprescindibles para poder realizar la composición pictórica de la cúpula San
Luis, donde Lucas Valdés se mostró como el mejor intérprete español de la quadratura y conocedor del tratado Perspectiva Pictorum et Architectorum
del padre Andrea Pozzo.
Decoración de quadratura de la bóveda de la sacristía de la iglesia del Hospital de los Venerables, obra de Lucas Valdés |
Aunque su producción fue casi toda religiosa, también
colaboró como dibujante con el arqueólogo y humanista valenciano Manuel Martí y
Zaragoza o con el anticuario y numismático Francisco Lelio Levanto, aplicando
su capacidad para la representación de arquitecturas a la documentación de las
ruinas de Itálica antes de su parcial desmantelamiento para reutilizarlas como
materiales de construcción en 1711.
Además de su dominio de la quadratura, también se distinguió por su
calidad como dibujante y su capacidad para los efectos teatrales en sus
composiciones, transmitiendo sus conocimientos a otros artistas, tanto en su
taller sevillano como en su labor como profesor de Matemáticas en Cádiz, como
Juan de Hinestrosa, Domingo Martínez o su propio hijo, Juan de Valdés,
registrado como platero.
En San Luis de los Franceses realizó la decoración de la
cúpula de la iglesia pública y la de la bóveda del presbiterio de la capilla doméstica.
Cúpula de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, decorada por Lucas Valdés |
Bóveda del ábside de la capilla doméstica de San Luis de los Franceses, obra de Lucas Valdés |
Juan de Hinestrosa
fue discípulo de Lucas Valdés y se especializó en hacer animales de madera,
barro y pasta de su invención que él mismo policromaba. Según Ceán fue el autor
de la escenografía de los retablos vitrina de San Ignacio y San Francisco
Javier. También se le atribuyen la serie de esculturas ligadas a la decoración
de la cúpula, las Virtudes, la Oración y los angelotes y posiblemente sean
suyas las de los santos fundadores del tambor interior y los arcángeles y
evangelistas de la fachada y torres.
Santos fundadores en el tambor de la cúpula de la iglesia de San Luis atribuidos a Juan de Hinestrosa |
Domingo Martínez
nació en Sevilla en 1688 y fue el principal pintor del siglo XVIII sevillano.
Gran admirador de Murillo y de Lucas Valdés, del que fue discípulo, también
asimiló las novedades aportadas por los pintores franceses e italianos que
acompañaron a Felipe V durante el Lustro Real, la estancia del monarca en la ciudad entre
1729 y 1733, y trabajó como pintor, diseñador de retablos, muralista e incluso
arquitecto, con un gran taller que actuaba como una gran empresa de decoración
en la que se incluían labores de un diseñador de interiores, las de pintor
muralista, las de pintor de caballete de grandes formatos o las de
miniaturista, además de las de policromador y dorador de retablos y esculturas.
Encarnó el prototipo de pintor erudito según el espíritu de
los fundadores de la Academia, un hombre culto, que se expresaba correctamente,
muy interesado por las matemáticas, el pensamiento, la religión y la cultura en
general y por los temas bíblicos y alegóricos y la pintura de historia,
adaptándose perfectamente al uso didáctico y elocuente de la pintura en la
iglesia de San Luis.
Además de recibir encargos de las principales parroquias y
de casi todas las órdenes asentadas en Sevilla, también le encargaron obras el
arzobispo don Luis Salcedo y Azcona, la reina Isabel de Farnesio y otros muchos
notables, y su fama alcanzó a toda la península.
Trabajó en San Luis
en dos periodos, uno a fines de la década de 1720 en el que realizó la
decoración mural en la iglesia pública desde el entablamento hasta el zócalo,
yeserías y algunas esculturas, mientras Lucas Valdés decoraba la cúpula, y otro
en 1743, cuando se encargó de las pinturas murales del ábside de acceso.
Decoración del ábside de acceso de la iglesia pública de San Luis de los Franceses, obra de Domingo Martínez |
Su obra mural juega con perspectivas forzadas y demuestra el
conocimiento del tratado Perspectiva
Pictorum et Architectorum de Pozzo, contando con él en su biblioteca, y del trabajo de otros muchos muralistas
barrocos, siendo Lucas Valdés el más influyente. Sus figuras masculinas
muestran siluetas puntiagudas y angulosas propias de Valdés, las femeninas son
más corpulentas, los niños-ángeles derivan de Murillo pero tienen personalidad
propia, con cabezas más redondas que siguen un modelo fácilmente identificable.
Aquí os dejo con el resto de artículos dedicados al noviciado de San Luis que ya he publicado en Viajar con el Arte:
El noviciado jesuita de San Luis de los Franceses en Sevilla a lo largo de la historia
La Iglesia pública del noviciado jesuita de San Luis delos Franceses de Sevilla en la actualidad
Los retablos de la Iglesia pública del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Cripta y la Capilla doméstica del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Adoración de los Reyes Magos de Velázquez procedente del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla
Aquí os dejo con el resto de artículos dedicados al noviciado de San Luis que ya he publicado en Viajar con el Arte:
El noviciado jesuita de San Luis de los Franceses en Sevilla a lo largo de la historia
La Iglesia pública del noviciado jesuita de San Luis delos Franceses de Sevilla en la actualidad
Los retablos de la Iglesia pública del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Cripta y la Capilla doméstica del noviciado de San Luis de los Franceses de Sevilla
La Adoración de los Reyes Magos de Velázquez procedente del noviciado jesuita de San Luis de los Franceses de Sevilla
Imágenes ajenas:
(2) http://danielsalvadoralmeida.com/retrato-del-arzobispo-don-luis-salcedo-y-azcona-domingo-martinez
(3) CASTILLA, M. V., “Influencia del humanismo en la
arquitectura de los Jesuitas: Iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, Liño. Revista Anual de Historia del Arte,
nº 23, 2017, pp. 21-29.
(6) https://leyendasdesevilla.blogspot.com
(7) HERRERA GARCÍA, F., “La arquitectura de retablos sevillana en torno al Lustro Real”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real (1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 95-104.
(7) HERRERA GARCÍA, F., “La arquitectura de retablos sevillana en torno al Lustro Real”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real (1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 95-104.
Fuentes:
CAMACHO MARTÍNEZ, R., “La iglesia de San Luis de los
Franceses en Sevilla, imagen polivalente”, Cuadernos
de Arte e Iconografía, II, 3, Madrid, Fundación Universitaria Española,
1989, pp. 202-213.
CASTILLA, M. V., “Influencia del humanismo en la
arquitectura de los Jesuitas: Iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, Liño. Revista Anual de Historia del Arte,
nº 23, 2017, pp. 21-29.
FUENTES LÁZARO, S., “La práctica de la cuadratura en España:
el caso de Lucas Valdés (1661-1725)”, Anales
de Historia del Arte, nº 19, Madrid, 2009, pp. 195-210.
HERRERA GARCÍA, F., “La arquitectura de retablos sevillana
en torno al Lustro Real”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real
(1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 95-104.
HIGUERA MELÉNDEZ, J. M., “Leonardo de Figueroa. Inicios y
actividad pericial. Una obra y un testamento inéditos”, Anuario de historia de la Iglesia andaluza, vol. VI, 2013, Sevilla,
pp. 261-284.
LLEÓ CAÑAL, V., “Barroco y retórica: el edificio elocuente”.
En VV. AA., Andalucía Barroca 2007.
Teatro de Grandezas, Sevilla, Junta de Andalucía, 2007, pp. 24-41.
MORALES, A. J., “La arquitectura jesuítica en Andalucía.
Estado de la cuestión”. En ÁLVARO ZAMORA, Mª I., FERNÁNDEZ IBÁÑEZ J. y CRIADO
MAINAR, J. (Coords.), La arquitectura
jesuítica, Actas del Simposio Internacional celebrado en Zaragoza del 9 al
11 de diciembre de 2010, Zaragoza, IFC, 2012, pp. 327-354.
OLLERO LOBATO, F. “La arquitectura en Sevilla durante el
Lustro Real (1729-1733)”. En MORALES, N. y QUILES GARCÍA, F. (Coords.), Sevilla y corte. Las artes en el Lustro Real
(1720-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 85-94.
RAVÉ PRIETO, J. L., San
Luis de los Franceses, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 2018.
RODRIGUEZ G. de CEBALLOS, A., “Reconsideraciones de la
iglesia del noviciado de San Luis, de Sevilla, a la luz del tratado del jesuita
Andrea Pozzo”. En ÁLVARO ZAMORA, M. I. y IBÁÑEZ FERNÁNDEZ, J. (Coords.), La Compañía de Jesús y las Artes. Nuevas
perspectivas de investigación, Zaragoza, 2014, pp. 315-336.
SOLIS SANTOS, J., “Los jesuitas y la cultura humanística en
Sevilla (1554-1767)”. En PEÑALVER GÓMEZ, E. (Coord.), Fondos y procedencias: Bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad
de Sevilla: Exposición Virtual, 2013, pp. 41-59.
Comentarios